lunes, 11 de abril de 2016

Neoliberales papers (publicado el 7/4/16 en Veintitrés)

Los grandes moralistas de la política quedaron boquiabiertos pues mientras machacaban con que la política se divide entre republicanos honestos y deshonestos kirchneristas, aparecieron los “Panamá papers”, una filtración de documentos, aun mayor a la de Wikileaks, donde se pueden encontrar a los titulares de empresas fantasma radicadas en Panamá desde 1977 hasta la fecha. Políticos, empresarios, estrellas del deporte, etc., forman parte de este enorme listado sospechado, como mínimo, de elusión de impuestos. En lo que a Argentina respecta, políticamente hablando, el nombre más importante que allí aparece es, ni más ni menos, que el del flamante presidente de la Nación, Mauricio Macri.
Se trata de una situación profundamente incómoda para el mandatario que, desafiante de los archivos y de la historia personal, insólitamente buscó instalarse a partir de un discurso “honestista”. Naturalmente, el núcleo duro del PRO salió a respaldar al presidente, incluso, la titular de la Oficina Anticorrupción, Laura Alonso, que pertenece al partido gobernante, fue puesta allí por un decreto dado que no cumplía con los requisitos de formación y parece que se dedica a denunciar toda corrupción que no sea la de su propio gobierno. En cambio, todo el arco opositor y hasta la denuncista serial, Elisa Carrió, salió a pedir explicaciones. El hecho promete un largo tiempo de escándalo que seguramente será opacado por alguna maniobra distractiva del siempre solícito Juez Bonadío, probablemente, procesando a la expresidenta por la descabellada causa de la venta de dólar futuro.
Pero lo cierto es que esté el actual gobierno en el banquillo o esté el gobierno anterior, ya hay unos vencedores: los defensores de la antipolítica, los que cada vez que proponemos hablar de política responden con las categorías morales del bien/mal o las jurídicas de inocente/delincuente. Ellos ya ganaron mientras buscan presentar la larga década kirchnerista como un mal sueño, una breve y excepcional interrupción en la administración de los verdaderos dueños del país. Y lo peor es que tienen razón porque el kirchnerismo fue una “anomalía” tal como señala el columnista de esta misma revista Ricardo Forster. En la actualidad, cualquier otra cosa que no fuera kirchnerismo supone un regreso a la normalidad lo cual no quiere decir ni que el kirchnerismo “bajó de Sierra Maestra” ni que estuvo exento de vicios o errores. En otras palabras, desde el 2003 hasta el 2015 los que siempre gobernaron este país desde las sombras ganaron mucha plata pero no pudieron tomar las decisiones impunemente como acostumbraban hacerlo. Muchas veces impusieron sus condiciones porque doblegaron al gobierno pero tuvieron que disputar.
Macri es la normalidad, como diría su vocero, el periodista independiente Luis Majul. Pero Massa también hubiera sido la normalidad y el peronismo pasteurizado que está más preocupado por la gobernabilidad del oficialismo que por su rol opositor también es la normalidad. En este sentido, para el establishment de las corporaciones, ahora da lo mismo cualquiera. Eso es finalmente la tan mentada alternancia: que pueda gobernar cualquiera y de cualquier partido pues ninguno va a venir a alterar el mapa del poder real. Y por eso el grupo Clarín se puede dar el lujo de volver a contar historias de vida con gente que no tiene para comer, anunciar que todo aumenta y que la pobreza subió. No lo hacen solo porque el periodismo que hizo campaña por el fin del kircherismo y a favor de Macri deba reinventarse para ocupar todos los espacios siendo, a la vez, oficialista y opositor, según se lo necesite; lo hacen porque el oficialismo no es enemigo de las corporaciones y la oposición que ellos anhelan, y ayudan a constituir, tampoco.
Al presidente no le soltarán la mano tan rápidamente porque una caída estrepitosa o un aumento rápido de la conflictividad social pondría en jaque una planificación geopolítica y una estrategia regional que fue ideada con detalle bastante más allá de nuestras fronteras. Pero hasta pueden permitirse atacar fuertemente al macrismo porque lo que importa es vincular a toda la política con la corrupción, fracturar ese lazo reconstituido de representación que había generado el kirchnerismo con cierta base del electorado. Pues ustedes saben bien que cuando todos los “políticos son lo mismo” quedan los periodistas como guardianes morales de la república.
Por otra parte la gente no vota contra la corrupción. Podrá hacerlo una parte del electorado y circunstancialmente ante situaciones flagrantes pero el mejor ejemplo es que Macri fue elegido presidente estando procesado y María Eugenia Vidal fue gobernadora cuando algunas semanas antes de la elección tuvo que hacer renunciar a su primer candidato a diputado, Fernando Niembro, por un escándalo de corrupción. Los políticos que hacen de fiscales de la república a duras penas son votados para bancas de diputados y tienen pase libre en los gimnasios de la indignación en los que se han transformado algunos set televisivos. Pero no más que eso. No son votados porque el electorado, además de denuncia, necesita gobernabilidad y políticas públicas. En otras palabras, la gente no es zonza y se da cuenta que no va a tener más o menos laburo o un mejor pasar por el hecho de que descubran los chanchullos del gobierno de turno y pide otra cosa. No necesariamente pide discutir modelos de país. No. Creer eso sería un enorme ejercicio de voluntarismo y quedaría falsado por las últimas elecciones en las que buena parte del electorado creyó que el macrismo no vendría a imponer un nuevo paradigma sino que solo vendría a “mejorar lo que está mal”. Pero el ciudadano medio, evidentemente, entiende que los candidatos de la denuncia fácil no sirven para gobernar aunque cumplen un importante rol testimonial, central en las nuevas telenovelas, esto es, en las narrativas del presunto periodismo de investigación que siempre pone a un periodista con cara de intrépido, una camarita oculta y un presentador que cada semana está revelando aquello que está a punto de sacudir al país y nunca lo sacude.    

Ojalá el Poder Judicial avance en la investigación sobre las empresas del presidente pero aun si se comprobaran hechos ilícitos, ello no debiera obturar la discusión de fondo que no es la discusión acerca de si es moral o legal tener una cuenta off shore. Dicho de otro modo, el modelo que aplica Macri se aplicaría independientemente de la moralidad de su ejecutor aun cuando alguien pudiera decir que la evasión fiscal es parte del modelo. Por ello, si alguien le dice que el ajuste actual es por lo que se habría robado el anterior gobierno o si un próximo gobierno justifica su plan a partir de lo que habría robado Macri, le está mintiendo. Para saber por qué se aplican las políticas que se aplican, los “Panamá papers” son un detalle. Lo que habría que revisar son “otros papeles”. Aquellos conocidos como los “neoliberales papers”.    

2 comentarios:

Mirta Gaggini dijo...

La verdad es que no se aún si sos ingenuo, o tu corrección política te impide analizar el problema de frente. No podes esperar que el poder judicial actúe ... el poder judicial es desde hace muuuuucho tiempo (tal vez desde siempre) un poder absolutamente elitista, corporativo y, mayoritariamente, corrupto. En las últimas épocas se ha mostrado abiertamente como lo que creen ser: portadores de licencias de corso. Como solía decir un amigo: no hay solución en el campo de los números reales. Si querés confiar en el P. judicial, hay que barajar y dar de nuevo.

Anónimo dijo...

Panamá Papers, no es una filtración "mayor" que Wikileaks, porque no generan lo que hizo Assange, que es poner TODO en una plataforma de búsqueda. Hasta que no lo hagan siguen siendo filtraciones dirigidas.