miércoles, 19 de julio de 2017

Gobierno on demand y minorías intensas (editorial del 16/7/17 en No estoy solo)

“Hay que asegurar los propios”. Ese podría ser el resumen del lineamiento principal de la campaña de Cambiemos. Efectivamente, ante un escenario en el que todas las fuerzas se van desgajando, será ganador aquel capaz de ponerle un dique de contención a la fragmentación continua. Al fin de cuentas, el macrismo duro nunca fue más que ese 24% obtenido por el candidato Macri en las PASO 2015. Todo lo demás es una mezcla de voto tibio, voto útil y voto espanto ante lo que hay enfrente. Y el voto tibio, el voto útil y el voto espanto son demasiado fluctuantes, carentes de arraigo e imprevisibles. Pero la cuenta que hace el oficialismo es más o menos así: garantizado ese cuarto del electorado más una porción del electorado antikirchnerista furioso, es posible llegar a un tercio de los votos, cantidad que, si no alcanzara para ganar al menos nos daría una derrota digna y por pocos puntos frente a una CFK que difícilmente supere el 40%.
Además, el oficialismo apunta a que las PASO funcionen como una primera vuelta de hecho y que la elección de octubre se asemeje a un balotaje en el que habría una polarización entre Cambiemos y el kirchnerismo en detrimento de Massa y Randazzo. Si eso ocurriese, el oficialismo podría ganar porque mucha gente volvería a votarlos como forma de castigo a CFK.
Asegurar los propios, o garantizarse el apoyo de una minoría intensa, es lo que explica la radicalización de acciones, políticas y discursos del gobierno, a contramano del intento de confusión que inundó la campaña y los primeros meses de la administración. Ahora, si la minoría intensa pide palos contra los trabajadores y los sindicatos no adictos, se le dará palos; si pide “cárcel” para los kirchneristas tendrá cárcel para los kirchneristas; si pide ausencia de piquetes se acabarán los piquetes como sea; y si los amigos piden favores, con fusiones incluidas, negocios varios y flexibilización laboral, también se les dará independientemente de lo que diga ese restito de prensa opositora. En este sentido, se trata de un “gobierno on demand”: usted (votante de la minoría intensa PRO) lo demanda…usted lo tiene, tanto como se puede acceder a un servicio específico en el cable, por ejemplo, una película, pagando un extra. Los servicios on demand del gobierno suponen una suerte de “populismo para pocos”, lo que es claramente un oxímoron, de manera tal que quizás sea mejor denominarlo “demagogia para clases altas y sentidos comunes indignados”.
Asimismo, es curioso, pero el oficialismo, en la elección más importante, que es la de la Provincia de Buenos Aires, ha decidido “no tener candidatos”. Es decir, ante la evidencia objetiva de carecer de referentes de peso para disputarle a CFK, Massa y Randazzo, ha resuelto utilizar candidatos -con todo respeto- que hoy en día son de segunda línea. Por cierto, creo que la estrategia es correcta pues la campaña se la pondrá al hombro Macri y Vidal de modo tal que si ganan será un triunfo del gobierno y si pierden será una derrota de los candidatos ignotos ante “los tanques opositores”. Es cruel pero es política.    
En cuanto al kirchnerismo, el desafío parece exactamente el opuesto y se expresa en el interrogante acerca de cómo pescar en la pecera ajena, cómo poder interpelar, justamente, más allá de la minoría intensa. En este sentido ha habido claramente un cambio de estética por el cual hasta se puede dejar de lado el atril por el escenario 360° como se hizo en Arsenal, y se pueden abandonar los grandes discursos en pos de los microrelatos. El diagnóstico, según se observa, es que si se quiere ir más allá de la minoría intensa, el discurso épico y la ideología no parecen un buen camino y para eso hay que centrarse en las pequeñas historias de vida. En todo caso, si ya no es posible comprometer a un sector de la ciudadanía con la política o con un liderazgo (nótese que Cristina no llamó a votar por ella sino en defensa propia y por uno mismo), al menos que se identifiquen con la historia del ciudadano común que es “como uno”.
En lo que respecta a la identidad kirchnerista quedará para otra ocasión analizar una nueva mutación hacia posiciones que, según la temática, oscilan entre la socialdemocracia y algunos coqueteos con el troskismo, especialmente de ciertos sectores de la militancia, tal como se pudo observar en los comentarios que circularon en las redes y en los periodistas afines al kirchnerismo tras la represión en Pepsico, como si no existiera un modo no troskista de mediar privilegiando a los trabajadores.    
              Vendrán semanas difíciles, y un gobierno volcado a responder las demandas de una minoría intensa que va radicalizando su conservadurismo, no puede más que generar preocupación. Es más, estoy tentado a decir que el gran interrogante respecto del futuro de la Argentina está en cuál es el costo que está dispuesto a pagar el oficialismo por satisfacer la demanda de esa minoría intensa que representa, especialmente, si el resultado de estas elecciones no es el que el oficialismo desea.   



martes, 11 de julio de 2017

Durán Barba y los optimistas del celular (editorial del 9/7/17 en No estoy solo)

“Cuando se proyectan escenas con tanto encanto morboso como las protagonizadas por [José] López y las monjas, nuestra mente no solo recuerda lo que ve, sino que a partir de los datos crea nuevas imágenes que complementan su relato. En conferencias que dictamos en distintos auditorios, algunos de ellos compuestos por un centenar de especialistas en comunicación repetimos un experimento. Pedimos que levantaran la mano quienes habían visto la escena de José López lanzando bolsos con dinero por encima de la pared del convento y casi todos lo hicieron. Se sorprendieron cuando les recordamos que no existía ninguna película que hubiera registrado esa escena, que las imágenes que creían haber visto eran un invento de su mente. Ningún discurso de Macri pudo ser más eficiente para comunicar la corrupción del gobierno kirchnerista que la escena que armó José López”.
El párrafo anterior no pertenece a un ferviente militante kirchnerista sino al principal consultor del macrismo, el ecuatoriano Jaime Durán Barba. Lo utiliza para explicar que vivimos en una sociedad en la que las palabras han sido reemplazadas por las imágenes y para que comprendamos hasta qué punto la comunicación política en la actualidad es mucho más efectiva si apunta a las emociones a través de las imágenes. Claro que a Durán Barba le falta agregar un elemento clave en esta historia: la audiencia creó en su mente la imagen de López arrojando los bolsos porque la prensa repitió que así había sucedido más allá de que eso nunca ocurrió pues, tal como se vio, López, de manera muy pacífica, tocó la puerta, dejó su arma en el piso, fue recibido por las monjas y acercó los bolsos sin grandes estridencias. Pero como si esto de por sí no fuera en sí mismo grave, la prensa espectacularizó el evento para con ello graficar la situación por la que supuestamente atravesaba el kirchnerismo y presentarlo como una banda facinerosa, sobreexcitada por el consumo de vaya a saber qué y en estado de desesperación ante el inminente descubrimiento de una aparente estructura delictiva.
Espero que ningún zonzo pretenda leer aquí una apología de López. Simplemente se trata de mostrar que sobre un hecho incontrovertiblemente objetivo, esto es, la decisión de López de esconder dinero mal habido, presuntamente por coimas en la obra pública, se creó una narrativa imaginaria cuya única meta era dotar de eficacia comunicacional un relato en torno a los 12 años de kirchnerismo. Una vez más, y porque todo hay que aclararlo en tiempos donde los prejuicios ciegan e impiden aprobar un examen básico de lectocomprensión, planteo aquí que no hay que caer en falsos dilemas pues puede darse que exista un caso flagrante de corrupción pero que, a su vez, éste sea espectacularizado y tergiversado como parte de un dispositivo comunicacional que pretende hacerle decir a los hechos objetivos más que lo que son capaces de decir.
Vivimos, entonces, en tiempos donde las posibilidades de manipulación son enormes más allá de que los relatos posmodernos nos quieran hacer creer que la sobreestimulada sociedad de la información que nos atraviesa eficaz y esencialmente a través de nuestros teléfonos móviles nos transforma en seres autónomos. De hecho ese es el punto de partida del último libro de Durán Barba, La política en el siglo XXI, libro al cual pertenece tanto el extracto antes citado como el que expongo a continuación:
“La opinión pública se convirtió en algo que nadie puede controlar, ni manipular ni destruir. Pertenece a millones de personas que ni siquiera se conocen entre sí, no tienen ni quieren tener ningún plan conspirativo y difunden contenidos que se transmiten sin censura (…) La opinión pública es cada día más autónoma, debilita el poder de los líderes, de las organizaciones y de los partidos y no depende del aval de los medios de comunicación ni de ninguna institución”.
Pero el optimismo de Durán Barba (y Santiago Nieto, quien escribe junto a él) llega a límites tan insospechados que son capaces de afirmar que “en occidente, los celulares y el sentido común son una red de contención para impedir la brutalidad y la violencia” y que, salvo alguna excepción, “[La] radio, la televisión, los celulares inteligentes y la red proporcionan a cualquier estudiante de secundaria más información que la que pudieron tener los políticos más sofisticados de antaño”. Mientras uno no puede dejar de pensar la conversación entre un estudiante de secundario y alguno de los líderes de antaño de Argentina y el mundo, cabe indicar que esta épica posmoderna e ingenuamente libertaria (tenga en cuenta que la tapa del libro, que no pretende ser una ironía, es una mano victoriosa y empoderada empuñando un celular sobre un fondo rojo), se da de bruces con distintas advertencias que ya hemos trabajado aquí. Me refiero al modo en que los algoritmos, las búsquedas predictivas de Google y los ejércitos de Trolls, resultan grandes instaladores de agendas y microclimas. De hecho, el ejemplo puesto por el propio Durán Barba echaría por tierra la supuesta mayor autonomía de una opinión pública a la cual se le ha instalado en la cabeza, por ejemplo, que un señor arrojó bolsos por encima de las paredes de un convento cuando eso jamás sucedió.
Con todo, y para concluir, los cada vez más sofisticados métodos de manipulación en una sociedad cuya saturación y fragmentación de la información deriva en debates públicos cada vez más pobres, no deben deslizarnos hacia la cómoda posición de que toda decisión mayoritaria que no nos guste es parte de una conspiración y una manipulación. Pues la afirmación de una mayor autonomía de la opinión pública gracias a los celulares y a internet es falsa pero de ahí no se sigue que hayan desaparecido por completo los intersticios a través de los cuales es posible, con cierta autonomía, denunciar el estado de cosas. Estos espacios son cada vez más pequeños pero existen por una reserva de conciencia crítica y no por el acceso irrestricto a la fácilmente manipulable Wikipedia. En este sentido, el poder cada vez más amplio y hegemónico de Clarín ha incidido e incidirá pero no explica la totalidad de los procesos políticos ni resuelve automáticamente el resultado de una elección. Hay todavía un campo importante en el que se puede disputar con herramientas más escrupulosas que las que utilizan medios y usuarios antimacristas que al amarillismo y a la manipulación de la incomparable y apabullante mayoría oficialista en los medios, le responden con amarillismo y manipulación como si la consecuencia de esa guerra pudiera ser algo distinto de la desazón y la antipolítica.           



martes, 4 de julio de 2017

Un gorila presidente (editorial del 2/7/17 en No estoy solo)


Días atrás, en Quilmes, un mono aullador que vivía en una casa particular se escapó y mantuvo en vilo a la sociedad argentina gracias a una transmisión en vivo que no cesó hasta su captura. Hasta el momento, el mono no ha hecho declaraciones y habría rechazado formar parte del panel de un programa de debate nocturno pero esta anécdota me hizo recordar un experimento realizado por Christopher Chabris y Daniel Simons, dos psicólogos de Harvard, en 1999. Lo que ellos estudiaban eran las limitaciones de la percepción humana y para probar su hipótesis llevaron adelanto un experimento curiosísimo, al que bautizaron “El gorila invisible”.
¿De qué se trataba? Un grupo de voluntarios era expuesto frente a un televisor en el que se exhibía durante menos de un minuto un partido de Básquet entre un equipo con camiseta negra y un equipo con camiseta blanca. Una vez dispuestos, lo único que se les exigía era que contaran la cantidad de pases que realizaban durante ese lapso los jugadores del equipo blanco. La respuesta correcta era 34 o 35 pases aproximadamente aunque, como indican los científicos, en el fondo, eso no importaba porque se trataba de una consigna distractiva para mantener ocupado a los visualizadores. Y aquí entra a jugar el costado casi risueño del experimento pues mientras transcurre ese casi minuto del video, promediando el mismo, una estudiante disfrazada de gorila irrumpe en la escena, se pasea entre los jugadores durante 9 segundos, se detiene ante la cámara, levanta el pulgar y luego se retira. Evidentemente se trataba de una escena disruptiva. Sin embargo, finalizado el video, los investigadores, además de preguntar por la cantidad de pases tal como exigía la consigna original, interpelaron a los participantes con una serie de interrogantes que derivó en la siguiente conversación con uno de los voluntarios:
“-¿Notó algo inusual mientras contaba los pases?   
-No          
-¿Notó alguna otra cosa además de los jugadores?
-Bueno, había algunos ascensores y unas letras “s” escritas sobre la pared. No sé para qué estaban esas letras “s”.
-¿Notó a alguien además de los jugadores?
-No
-¿Notó un gorila?
-¡¿Un qué?!”
Tras este intercambio, los investigadores, que repitieron el experimento una enorme cantidad de veces, comprobaron que la mitad de los voluntarios no habían notado la presencia del gorila y que incluso creyeron que es estaban burlando de ellos cuando los investigadores les advirtieron de su presencia. Es más, una vez realizada tal advertencia, ese 50% que no lo había observado volvió a mirar el video y acusaron a los investigadores de haberlo modificado a tal punto que un porcentaje alto siguió afirmando que en el primer video nunca había aparecido el gorila.  
¿Qué es lo que hace “invisible” al gorila?, se preguntaban los investigadores y la respuesta que brindan es lo que denominan “ceguera por falta de atención”, esto es, la comprobación de que una importante cantidad de personas, cuando ponen atención en un espacio de la realidad, tienden a no advertir objetos fuera de contexto. Porque nadie espera que un mono ingrese en una cancha de Básquet y si nuestra atención está puesta en contabilizar los pases que da uno de los equipos es probable que, aunque parezca insólito, se nos pase por alto su presencia.
Finalmente, este simple e interesantísimo experimento no hace más que revestir con rigurosidad científica lo que palpamos cotidianamente y que vale tanto para escenas de nuestra vida diaria como para la construcción de una estrategia de comunicación política. Se trata de advertir que nuestra percepción está orientada a determinados campos de la realidad según intereses, prejuicios, ideologías, lenguaje y todo aquello que constituye nuestra forma de ver el mundo. Y también se trata de advertir que, si aun con todo lo mencionado no alcanzara para poner en duda hasta qué punto nuestra percepción de la realidad es lo suficientemente amplia, estamos sujetos a manipulaciones o a ser orientados de manera tal que aspectos objetivamente relevantes de la realidad se nos pasen por alto.  
Por cierto, el mono fue capturado sano y salvo. No hay que preocuparse por ello. Lo que sí preocupa, en todo caso, es que el 50% de los voluntarios no vio al gorila que se paseaba por la cancha de Básquet y que mientras nos distraemos con cómo se pasan la pelota de unas manos a otras, con un voto más, ese gorila, un día pudo, puede o podrá, ser nuestro presidente.