domingo, 26 de diciembre de 2010

Borges y el pesimismo 2.0 (publicada originalmente en el número 44 de la Revista La Tecla Ñ www.lateclaene.blogspot.com)

Hace algunos meses llegó a mis manos un libro en el que se presenta a Borges como un anticipador de Internet. Este libro, escrito por Perla Sassón-Henry sería uno más de una creciente lista de publicaciones en la que se vinculará a Borges con las nuevas tecnologías. La autora afirma, entre otras cosas, que Borges, especialmente a partir de textos como “Funes, el memorioso”, “La Biblioteca de Babel” y “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, habría, al menos, intuido el novedoso vínculo actual entre la tecnología y la literatura el cual se manifiesta, entre otras formas, en la participación activa del lector a partir de los fenómenos de descentralización de la información promovido por Youtube, Wikipedia, blogs, o redes sociales. Asimismo, parecería inferirse que la fantasía borgiana de la biblioteca que contenga todos los libros del mundo empezaría a cumplirse, al menos asintóticamente, a partir de la posibilidad de “infinito” almacenamiento del que dispone la virtualidad y, en particular la “Mega Enciclopedia” Wikipedia. Se puede colegir de lo dicho hasta aquí una visión optimista y presumiblemente ingenua de internet que parece injustamente adosada a la literatura de Borges.
Por razones de espacio me centraré en los cuentos mencionados para mostrar, que aun suponiendo que fuera correcto presentar a Borges como un anticipador de las principales características de la web (algo que me resulta bastante forzado y hasta inútil), su visión distaría mucho del optimismo por las bondades de la virtualidad.
Lo que primero viene a mi mente son las palabras del heresiarca en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”. “(…) El visible universo era una ilusión o (más precisamente) un sofisma. Los espejos y la paternidad son abominables porque lo multiplican y lo divulgan”. Borges tenía horror por la multiplicación inútil algo que, por sobre muchas cosas, caracteriza a Internet. La impunidad, muchas veces ligada al anonimato o al seudónimo, con la que alguien puede “subir” un contenido a la red, puede ser visto como un triunfo de la democratización de la información, pero seguramente implica una lista infinita de multiplicaciones falsas y estériles. Por cierto, la red resulta un lugar propicio para operaciones de prensa, noticias curiosas e irrelevantes (véanse, por ejemplo, los principales portales), ex novios despechados que hacen circular los videos hot de sus novias devenidas famosas y para que adolescentes protoesquizos sumen nicks y personalidades alternativas y falsas en las que todos demuestran ser aquello que no son.
Si nos remitimos a “La biblioteca de Babel”, Borges afirma que en ella “Por una línea razonable o por una recta noticia hay leguas de insensatas cacofonías, de fárragos verbales e incoherencias”. Por otra parte, casi como una ironía del destino, en el mismo cuento Borges utiliza una palabra muy de moda en la web: “buscador”. Sin embargo, los buscadores no son aquellos sitios que nos permiten acceder rápida y libremente al contenido de la web sino, claramente, inquisidores. “Hay buscadores oficiales, inquisidores. Yo los he visto en el desempeño de su función (…), alguna vez toman el libro más cercano y lo hojean en busca de palabras infames. Visiblemente, nadie espera descubrir nada”.
Por último, la fantasía de internet como aquel “espacio” donde se encuentra “toda” la información, creo, sería visto por Borges con sumo espanto. Recuérdese la gran paradoja de Funes que por recordar absolutamente todo no podía pensar. No hay mejor metáfora que ésta para dar cuenta de cómo el exceso de información desjerarquizada y la compulsión por el detalle banal lejos de ofrecernos vías libres para nuevas y creativas interpretaciones nos quita la capacidad de abstracción y con ello la posibilidad del pensamiento. Finalizo ahora sí con un párrafo de “La biblioteca de Babel” que parece resumir, lo que Borges, con su infatigable ironía, podría decir de la web: “La escritura metódica me distrae de la presente condición de hombres. La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma. Yo conozco distritos en que los jóvenes se prosternan ante los libros y besan con barbarie las páginas, pero no saben descifrar una sola letra (…) Quizás me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana, la única, está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta”.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Entrevista de Agencia de Noticias (realizada el 20/12/10)

Amigas y amigos: les transcribo la entrevista que me hizo la gente de Agencia de Noticias Gracias. Dante
La realidad argentina suele cambiar minuto a minuto, por lo que muchas veces lo que interesa y es noticia en estos momentos, en media hora ya pasó a considerarse viejo. En este andar incesante de información y cambio se mueve también la política nacional, por lo que la transformación y las novedades se han vuelto frecuentes en la clase dirigente local.

Para adentrarse mejor en esta situación, la Agencia de Noticias CNA se puso en contacto con el filósofo Dante Augusto Palma, quien se mostró muy crítico de la oposición política por su crítica constante al gobierno de la presidenta Cristina Fernández, así como también elevó sus reproches a buena parte del progresismo nacional y ayuda a pensar los discursos de los medios de la clase dirigente desde la obra de Jorge Luis Borges.

Profesor de Filosofía egresado de la Universidad de Buenos Aires, Palma es uno de los autores con mayor predominio dentro de los medios nacionales, escribiendo gran cantidad de artículos para una variedad de diarios y revistas nacionales e internacionales. Además es docente e investigador becario del Conicet.

Autor de libros como el reciente “Borges.com. La ficción de la filosofía, la política y los medios”, y de “Relativismo e inconmensurabilidad: apuntes sobre la filosofía de Thomas Kuhn”, Palma ha ayudado a acercar a los más jóvenes a la filosofía con un discurso que no descansa tanto en un vocabulario intelectual que llega a un determinado sector de la población, sino que con un lenguaje sincero y directo, brinda a las nuevas generaciones una oportunidad de ingresar al mundo de la filosofía.


- ¿Qué fue lo que lo llevó a realizar una obra como "Borges.com. La ficción de la filosofía, la política y los medios", que como dicen muchos, sirve para analizar los discursos de los medios de la clase dirigente desde la obra de Jorge Luis Borges?.

- Probablemente por mi formación siempre me interesó la literatura que permite pensar problemas filosóficos. En ese sentido, como suelen ocurrir más o menos con todas las cosas, de casualidad, trabajando el problema de la comunicación entre culturas encontré un cuento de Borges, “ La Busca de Averroes”, que resultaba un ejemplo preciso de lo que yo quería mostrar. A partir de eso pensé en la posibilidad de que otros cuentos me dispararan cuestiones filosóficas vinculadas a la política, a la construcción de lo real y a la filosofía misma. Algunos años después el resultado fue Borges.com.

- Borges no vivió la era de la revolución que significó para las comunicaciones la internet y el estar conectados con todo el mundo a partir de la computadora. ¿Cómo se le ocurrió vincular a internet con Borges?, ¿cómo hubiese tomado el mítico escritor la era 2.0 y lo que ella acarrea para las nuevas generaciones?.

- Hace uno o dos años comenzaron a aparecer especialmente en Estados Unidos una serie de artículos y libros que le adjudicaban a Borges el dudoso mérito de ser un anticipador de la lógica de la virtualidad y las nuevas tecnologías. Especialmente a partir de cuentos como “El Jardín de senderos que se bifurcan“ o “ La Biblioteca de Babel” se afirma que Borges habría intuido la descentralización que promueve la web y una nueva forma de pensar y leer vinculado a links e hipertextos. Lo curioso es que la supuesta anticipación borgeana habría sido extremadamente condescendiente con el mundo de la web presentándolo como un espacio maravilloso de libertad, interacción y democratización del conocimiento. Frente a esto, en mi libro sostengo que de haber habido una anticipación, la lectura que puede extraerse de pasajes de sus cuentos sería profundamente más pesimista. Recuérdese la fobia a la repetición inútil que atraviesa la literatura Borgeana y que parece uno de los rasgos esenciales del mundo web.

- Si hay una cosa que se le criticaba a Borges desde el progresismo nacional, es justamente su pensamiento político y el apoyo que dio a diversas dictaduras de la Argentina. ¿Es posible rescatar la obra literaria de Borges sin caer en críticas a su actitud política de apoyo a causas que poco tenían que ver con el pensamiento popular?, ¿le costó dejar eso de lado a la hora de llevar adelante su obra?.

- Sí, lamentablemente el pensamiento popular se ha privado de gozar la literatura de Borges por su manifiesto perfil aristocrático o, como el mismo se denominaba, por su “anarquismo conservador”. Pero mi libro no es sobre Borges sino a partir de él. Más allá de mi admiración por la literatura de Borges, lo que me interesa es rescatar pasajes de sus ficciones para pensar problemas filosóficos actuales. Como digo en alguna parte del libro, he usado y abusado de Borges en una relación, por cierto, para nada consentida.

- Pasando a la parte política, hoy en día está claro que la presidenta Cristina Fernández encabeza todos los sondeos de cara a las elecciones presidenciales del año que viene. ¿Puede esto llevar a que una parte de la dirigencia opositora cambie su actitud ante el gobierno y se siente a negociar más acciones conjuntas, o cree que se encerrarán en su limbo y seguirán con actitudes que muchas veces rozan lo ilegal y lo antidemocrático?.

- Hay que esperar. A juzgar por los últimos hechos da la sensación que, perdido por perdido, parte de la oposición apunta al caos y a correr por derecha al gobierno. En este sentido, cierta oposición parece haber hecho suyo el “apuro” del Grupo Clarín para el cual sería difícil resistir 4 años más las leyes de la democracia. Ojalá haya una oposición más moderada que entienda que Argentina no termina en 2015 y que no resultaría descabellado que para ese año exista un cambio de signo político en el ejecutivo nacional.

- ¿Podrá la Jefa de Estado dejar de lado su alianza con sectores de la ortodoxia peronista y que se enmarcan dentro del pensamiento más conservador y retrógrado de la política nacional, y llevar adelante un gobierno con personas que provienen del progresismo nacional?.

- La política real es también una política territorial con corporaciones enquistadas fuera y dentro del Estado y los partidos. Un gobierno que decida de un día para otro “barrer” con todas esas estructuras recibirá un aplauso de algunos intelectuales idealistas cómodos en su lugar de críticos sin gestión. Pero mientras esto ocurre, el país se incendia. En todo caso, uno desearía que el acercamiento a sectores progresistas en detrimento de los aparatos mafiosos se vaya dando al menos como un ideal regulativo, algo a lo que habría que tender. Pero esto necesita decisión política y tiempo.

- La muerte del ex presidente Néstor Kirchner, dejó en la consideración pública la importancia que tiene en el ciclo político iniciado en el 2003 la presencia de la juventud, haciendo creer nuevamente a muchos jóvenes en la importancia de la política para cambiar la realidad existente. ¿Cómo puede llegar a cambiar la participación de la juventud en la política de ahora en adelante el discurso de la clase dirigente nacional?.

- Entre los grandes editorialistas de medios monopólicos la irrupción de la juventud es vista con miedo. Por ello, no será casual que comience una campaña de deslegitimación como se está viendo, por ejemplo, con La Cámpora o con los bloggers K. Pero el político, a sabiendas que al fin de cuentas de lo que se trata es de persuadir, deberá aggiornar su discurso de manera tal que pueda ser seductor a una gran masa etaria que encontró en el gobierno un abanderado de las disputas contra los poderes fácticos.

- En un artículo en la revista Veintitres de la semana pasada, usted carga duramente contra los políticos de la "era twitter" que luego usa sicarios y barrabravas para resolver los problemas que se deberían resolver más que nada políticamente y en base al diálogo y el consenso. ¿Por qué cree que buena parte de la derecha argentina es democrática de la boca para afuera, pero a la hora de los hechos siempre recurre a la violencia y la represión?.

- La situación de la derecha en la Argentina es, en un sentido, incómoda pues sin puertas de cuarteles a los que golpear encuentra en un discurso republicanista que funciona como mascarada, el ámbito donde lavar las culpas. Hay republicanismo en tanto “lo otro” del enemigo populista. Pero su apego a los valores republicanos resulta muy veleidoso e inconsistente. Para colmo, sus principales cuadros no están hoy en la actividad política sino en los medios de comunicación.

- En ese mismo artículo usted defiende la creación del Ministerio de Seguridad dictado por la presidenta Cristina Fernández. ¿Será esta cartera un comienzo para la solución del problema de la inseguridad, que según todos los sondeos de opinión es el que más preocupa a la sociedad argentina?.

- No lo sé. Por lo pronto parece un gesto con una carga no sólo simbólica. Además, como indicaba en esa nota, en todo caso se trata de, además, disputar la agenda con la derecha respecto a las soluciones para la inseguridad. El desafío estará en darse cuenta que el progresismo debe dar lugar también a soluciones en el corto plazo sin que eso signifique que sea falso que el gran generador de inseguridad es la iniquidad económico-social.

- El programa "6,7,8" de la televisión pública ha puesto en el medio debates que antes no se daban en la clase dirigente nacional y menos aún en los medios de comunicación masiva. ¿Por qué cree que el programa de Diego Gvirtz ha saltado el sólo interés de la pantalla televisiva para pasar a ser un suceso político y cultural que va más allá del propio espacio televisivo?.

- Es difícil de contestar. Desde mi punto de vista el resurgir del kirchnerismo después de la crisis con el campo no fue sólo por mérito propio sino por el exagerado y desmedido ataque de la oposición mediática. En un contexto de continuos embates asfixiantes en noticieros repetitivos que cada media hora nos cuentan el mismo crimen, 678 se transformó en un espacio en el que mucha gente escuchó una voz que era la propia y que no estaba representada en los medios. Eso hizo que alrededor del programa se generara un movimiento político y cultural que lo excede ampliamente. En alguna nota dije, quizás algo temerariamente, que parafraseando a Laclau, Clarín apareció como el “otro” poderoso y claramente delineable que permitió cerrar filas hacia “adentro” y generar una usina popular de resistencia que en Kirchner encontró su líder y en la disputa en torno a la ley de Medios, su épica.

- Dentro del progresismo nacional, hay una variada gama que van de hombres del oficialismo, hasta Pino Solanas, Ricardo Alfonsín, Margarita Stolbizer, Luis Zamora, Hermes Binner, entre otros. ¿Cuáles son las diferencias que cree que hay entre cada uno de ellos y por qué estos sectores que se definen todos como antikirchneristas, no han podido articular una propuesta que los reúna para pelear electoralmente con el Frente para la Victoria ?.

- Las diferencias entre ellos, en general, se han borrado frente al kirchnerismo como enemigo común. Pero apenas el kirchnerismo comienza a debilitarse salen enseguida diferencias que más que programáticas son narcisistas.

- Los hechos de Villa Soldati dejaron en claro que un gran sector de la sociedad argentina sacó a relucir lo peor de ellos, como lo es la xenofobia, el racismo y la discriminación. ¿Qué cree que lleva a una persona como el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, a tomarse de ese discurso y basar parte de su campaña en un discurso anti-inmigratorio que reúne a lo peor del pensamiento de la ultraderecha?.

- Hay dos opciones. O Macri cometió un exabrupto revelador de su inconsciente o fue impulsado por sus asesores o quizás las dos cosas a la vez. En términos generales cuando los discursos se radicalizan son una señal de debilidad que apunta a ganar espacio en ese núcleo duro que es incondicional y al cual no hace falta convencer. Que Macri radicalice su propuesta es una buena noticia para el kirchnerismo pues su estrategia de ser “lo otro” del kirchnerismo no puede alcanzar el 50% de los votos a nivel nacional.

- ¿Por qué cree que muchos militantes del kirchnerismo que provienen del pensamiento más progresista y nacional del campo popular, utilizan la frase "hay que tragarse algunos sapos cuando se está en el poder" para definir las alianzas del gobierno nacional con hombres como Moyano, Pedraza, Gildo Insfrán, José Luis Gioja, entre otros?.

- Porque entienden la complejidad de la política.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

El caso Wikileaks: ¿confirmación o eco? (publicado originalmente el 15/12/2010 en Tiempo Argentino)

El escándalo que se montó desde el momento en que el sitio Wikileaks dio a conocer más de 250.000 informes de la diplomacia estadounidense permite un sinfín de lecturas. Inicialmente no sería descabellado afirmar que este episodio es una demostración de que aquella frase de Magnetto que define al cargo de presidente como “un puesto menor” puede extenderse hasta llegar el país más poderoso del mundo. En otras palabras, son diversos poderes fácticos los que, al fin de cuenta, tanto desde dentro del propio Estado como desde afuera, acaban tomando las decisiones. En segundo término aunque quizás, en algún sentido, vinculado con lo anterior, casi como un signo de los tiempos, cabe destacar que los enemigos de la gran potencia ya no vienen en “frasco estatal” ni pretenden disputar un sistema de producción. Es decir, sea un terrorista como Bin Laden, sea un enigma como Julian Assange, el enemigo es invisible y tan escurridizo como el despliegue rizomático que la información desarrolla en la web.
Pero más allá de estas afirmaciones, algunas de las cuales padecen del mal propio de las teorías conspirativas, el caso wikileaks es un ejemplo maravilloso para analizar el funcionamiento de los Medios de comunicación en el mundo y en la Argentina específicamente, en una época en la que éstos están sumergidos en una profunda crisis de credibilidad.
Un lector inteligente podría indicar que si de 250.000 informes sólo se destaca aquel que pregunta por la salud mental de la presidenta y por el colon irritable del ex presidente, estamos, simplemente, frente a un ejemplo más de lo que llamo “psico-política”, esto es, una naturalizada perspectiva que desde el sentido común de analistas pretendidamente serios, supone que es posible que las características psicológicas de un líder se transmitan a toda la política gubernamental y a cada una de las instituciones del Estado.
Pero no es sólo la estupidez que permite a algunos indicar que una política de confrontación se vincula con el paro cardíaco de aquel que la lleva adelante. Se trata de algo más profundo que intentaré explicar a través del mito griego de la ninfa Eco. Hay muchas variantes de esta leyenda pero daré la que recuerdo a riesgo de algunos errores. Eco era una ninfa del bosque que se caracterizaba por una gran verborragia a tal punto que ésta entretenía a la esposa de Zeus, Hera, mientras éste se dedicaba a saciar su sed libidinal con diferentes amantes. El mito indica que cuando Hera se enteró de esto, presa de la ira, condenó a Eco a que sólo pudiera repetir las últimas sílabas de cada palabra. De esta manera, por ejemplo, si Eco quería decir “Murciélago”, sólo podía pronunciar “ciélago” (hay otra variante del mito que dice que el castigo constaba en que Eco no podría hablar por sí sola y que sólo podría repetir lo que decían otros pero esta variante la utilizaré para escribir una nota sobre Cynthia Hotton).
Con todo, el castigo de la ninfa no acabó ahí, pues tuvo la desgracia de enamorarse de Narciso quien la rechazó burlándose de su dificultad en el habla, algo que hizo que Eco se recluyera para siempre en los bosques. Esta es una hermosa leyenda que explicaría por qué sentimos el eco de nuestra voz cuando proferimos algún sonido en el marco de un espacio verde abundante o en una geografía montañosa: se trata de la ninfa Eco que, guarecida allí y con su castigo a cuestas, sólo es capaz de reproducir las últimas sílabas de lo que oye. Ahora bien, usted preguntará atinadamente qué tipo de relación existe entre la cobertura al escándalo de wikileaks y el mito de Eco. Me permitiré la siguiente hipótesis al respecto: cuando los principales medios de la argentina destacaron las trivialidades de los informes de la diplomacia estadounidense no lo expusieron como el insólito eco que los funcionarios norteamericanos se hacían de las operaciones de prensa de poca monta a las que estamos acostumbrados. Más bien, dejaron entrever que tales informes no eran más que la confirmación de que lo que ellos decían era verdadero. Para ser más específicos: no se indicó que los diplomáticos poseen una ignorancia tan supina que consideran creíble la tapa de la revista Noticias en la que se sugería que CFK sufría de trastorno bipolar. En este sentido, presentaron como confirmación lo que fue simplemente un eco. Interpretaron que la opinión estadounidense era garantía y que además era una voz suficiente para dar por verdadero lo que hasta ahora había quedado en aquella tapa de una revista que hoy debe rondar los cestos de la sala de espera de las peluquerías. Así, se construyó un relato en el que había dos voces, la del periodismo argentino y la de los diplomáticos estadounidenses, cuando en realidad, había sólo una voz y la que aparecía como segunda y confirmatoria no era más que el eco de la primera. De este modo, llegamos a algo tan absurdo como considerar que el mito de Eco es verdadero y que, si gritamos en un bosque, lo que oímos no es nuestra propia voz sino la confirmación que realiza nuestro garante, la ninfa ignorada por Narciso.
(Hay quienes dicen que aún hoy día, funcionarios estadounidenses, toman nota de lo que algunos comunicadores argentinos vociferan para su tribuna en el bosque y que la transcripción de tales delirios están próximos a ser enviados secretamente a la oficina del Estado norteamericano para “confirmar” la misteriosa noticia vertida por una sagaz divo-periodista que afirma que, dentro del cajón, no estaba el cuerpo de Kirchner).

viernes, 3 de diciembre de 2010

La cláusula contra los ánimos destituyentes (publicado originalmente el 2/12/10 en Veintitrés)

La IV cumbre de UNASUR no sólo fue el ámbito donde se rindió un sentido homenaje a Néstor Kirchner sino que, además, significó la entrada en vigencia de uno de los puntos centrales de la agenda de la política continental del ex presidente argentino. Se trata de lo que se dio en llamar la “cláusula democrática”, la cual supone un paquete de medidas a utilizarse en caso de que en algún Estado corra serio peligro la continuidad del orden constitucional. De este modo, los intentos de golpe pueden tener como consecuencia formas de aislamiento que van desde la expulsión de UNASUR, el cierre de fronteras, el fin del intercambio comercial y diferentes tipos de sanciones diplomáticas y políticas. Sin duda, el episodio fallido de Ecuador y el golpe lamentablemente exitoso en Honduras aceleraron los tiempos y obligaron a una acción rápida de parte de todos los miembros de lo que empieza a erigirse como el espacio donde pueden profundizarse institucionalmente los nuevos vientos que soplan en estas latitudes. Pero más allá de lo estrictamente coyuntural, la cláusula democrática nos traslada al ámbito de interesantes discusiones algunas de las cuales tienen ya varios siglos. Tales controversias se dan en el ámbito de las propuestas internacionalistas en torno a bloques regionales en un momento muy particular, esto es, el de la crisis financiera del bloque europeo y la insólita adquisición de las recetas del Consenso de Washington que, a duras penas, pensábamos que se encontraban en algún “Outlet de discontinuados”.
La idea de poner en tela de juicio los límites políticos de los Estados-Nación tal como los conocemos, tiene varios antecedentes pero es de destacar el aporte de Immanuel Kant quien en 1795, en un pequeño librito llamando “Sobre la paz perpetua”, afirmaba que la única manera de acabar con la guerra y llegar a una paz duradera era a través de la formación de una Confederación, un bloque, en el cual los Estados miembros respetasen una serie de principios básicos. Ahora bien, el ingreso a tal Confederación no era irrestricto siendo el requisito más importante el de poseer un diseño institucional republicano y representativo. Ningún Estado que no sea republicano podía formar parte de la Confederación puesto que sólo en este sistema de gobierno, la ciudadanía, a través de sus representantes, gobierna. Dicho de otro modo, con importantes presupuestos racionalistas que luego serían desmentidos por la historia del nacionalismo, Kant consideraba que ningún pueblo elegirá ir a la guerra puesto que eso supone siempre costos materiales y humanos. En este sentido, son, justamente, los regímenes que hoy llamaríamos “no democráticos” los que, al estar gobernados por un sujeto o un grupo que toma las decisiones de forma inconsulta, resultan más proclives a estimular los conflictos. No hace falta demasiada teoría para dar cuenta de esto. Sin ir más lejos, recuérdese la historia argentina reciente en el que un General que no pasaría ni el más benevolente control de alcoholemia, valga la redundancia, “tomó” la decisión de hacer una guerra mandando chicos de 18 años muertos de frío al frente.
Más cercanos en el tiempo, la problemática de los requisitos para el ingreso a un bloque económico y político tiene ejemplos por doquier. Así, la disputa en Europa acerca del ingreso de Turquía pone sobre la mesa el fenomenal choque cultural entre un occidente pretendidamente laico y otro tipo de sociedades donde la separación entre la Iglesia y el Estado resulta, como mínimo, difusa. En este sentido, un teórico político norteamericano fallecido hace algunos años y que podríamos ubicar en la tradición socialdemócrata, John Rawls, se encarga, en la misma línea de Kant, de tratar de establecer un requisito preciso para lo que él llama, una eventual, “Sociedad de los pueblos”. Rawls, hijo de su época e hijo de su cultura, intenta formular una opción que pueda incluir dentro de un mismo bloque a pueblos de tradición occidental/cristiana y pueblos islámicos a los cuales se les exige como mínimo que posean un sistema de representación política que sin ser republicano y liberal posea canales en los que la ciudadanía toda pueda expresarse y donde se respeten los derechos humanos. En Latinoamérica, el choque religioso no resulta problemático más allá de que el peso de la religión resulta más importante en algunos países que en otros. Asimismo, los sistemas políticos resultan democráticos y representativos, más allá de que algunos trasnochados periodistas militantes de derecha confundan regímenes presidencialistas con autoritarismo.
Sin embargo, quizás debiéramos hacernos una pregunta inicial cuya respuesta no es trivial ni obvia, esto es: ¿qué es lo que haría que un Estado-Nación soberano eventualmente arriesgue al menos parte de su soberanía en pos de participar de un bloque junto a otros Estados? ¿Qué motivación tendría para hacerlo? Como suele ocurrir con muchos aspectos de nuestra vida, el gran estímulo es la posibilidad de comerciar para así confirmar una vez más aquel adagio milenario de “no importa de que hablan: piensan en dinero”.
La corriente liberal que en la Argentina ha tenido muchos cultores conoce bien este aspecto y muestra que el gran problema de la guerra es, más allá de las pérdidas en todo sentido, las dificultades que trae aparejadas para el comercio. De hecho, los liberales consideran que la necesidad de vender un producto hace que se estrechen vínculos de amistad y que pueblos que pudieran arrastrar odios ancestrales vean disminuir tales sentimientos en la medida en que efectúan actos comerciales que suponen crecimiento y bienestar.
Tomemos los casos más cercanos: la Unión europea tuvo su principal antecedente en la Comunidad del Carbón y Acero suscripta por seis países, y tras varias décadas de instituciones comunes y paulatino declive de barreras arancelarias, logró lo que para algunos hoy es su peor ancla: la unidad monetaria, el euro. Salvando las distancias, el Mercosur no fue más que un gran acuerdo económico. Pero, como lo muestra el ejemplo de UNASUR y la “cláusula democrática”, el vínculo económico no puede ser un fin en sí mismo, y el paso posterior parece ser el del acercamiento político y cultural. Sin embargo no puede desconocerse que aun con todas las ventajas que Latinoamérica tiene en relación con Europa, si lo económico no trae ya, de por sí, suficientes conflictos, los avances en torno a fomentar la convivencia armónica de diversas culturas y poner en tela de juicio la soberanía estatal con instituciones supranacionales que, por ejemplo, en el caso de una Corte Penal Regional, pudieran pasar por encima del sistema jurídico de algunos de los Estados-miembro, abre una infinita cantidad de interrogantes respecto al proceso de profundización de estos bloques.
Pero más allá de las naturales dificultades y aunque viene a paso lento, el impulso de esta “cláusula democrática” sumado a la inminente entrada en vigencia, refrendado por los parlamentos de 9 de los países miembros, del Tratado Constitutivo de UNASUR, parecen buenas señales para dejar bien en claro que aquellas intentonas golpistas y esa compulsión destituyente que aún existe en los países de la región, cada vez verá más acotada su posibilidad de éxito. Más compleja aún será, una vez profundizados los vínculos económicos y políticos, dar la batalla cultural pero no resultan menores los ánimos revisionistas que al menos en algunos países de la región han decidido comenzar esa disputa en torno a la verdades naturalizadas de la “historia oficial”. Esta disputa cultural que, alguien podrá decir, existió siempre, ahora tiene una ventaja: se va a realizar en un contexto donde parece existir la decisión política de dejar bien en claro que la democracia no es negociable.

domingo, 28 de noviembre de 2010

La política que enloquece y mata (publicado originalmente el 28/11/10 en Miradas al Sur)

Si algún ingenuo supuso que la muerte de Kirchner podría generar una tregua en el ataque sistemático de los medios dominantes, su esperanza se desvaneció pronto. Más precisamente 11:15 AM, es decir apenas dos horas después del deceso del ex presidente, el diario La Nación publicaba lo que desde mi punto de vista es el acta fundacional del periodismo tras la muerte de Kirchner. Siguiendo la línea de Claudio Escribano en 2003, el analista militante de derecha Rosendo Fraga, travestido de sesudo analista, promulgaba el decálogo de lo que el gobierno de Cristina debía hacer de ahora en más: desembarazarse de Moyano, abrirse al mundo, asumir de una vez el poder y todos los clichés harto escuchados. Sin embargo, la comparación con aquel editorial de 2003 que profetizaba un año de vida para el gobierno recién asumido, expone a la intemperie el cambio de los tiempos. Dicho de otro modo, siente años atrás era posible que la pluma reaccionaria tuviera esperanzas de ser una referencia para ese enigmático gobierno que asumía un país que zigzagueaba entre la represión y el riesgo de disolución. Hoy, Rosendo Fraga, sabe que escribe nada más que para su tribuna. Este dato resulta sintomático de un proceso de repliegue opositor que, radicalizándose, desvanece su pretensión de alcanzar sectores moderados en pos de un núcleo de fundamentalistas del odio que pululan por las redacciones. Esto, como no podía ser de otro modo, sumado a la claque de lectores que sólo buscan confirmar el bloque desordenado de prejuicios que excretan diferencia de clase, histeria e incomodidad frente a un fenómeno político que los interpela.
Claro que este repliegue no redujo la capacidad de inventiva, más bien todo lo contrario. En este sentido, los análisis de los días inmediatamente posteriores a la muerte de Kirchner, dejando de lado los discursos hipócritas o los exabruptos de la analogía entre los jóvenes que llenaron la plaza y las juventudes hitlerianas, se enmarcó en un relato que se venía desarrollando ya en los últimos años. Me refiero a lo que llamaré “psicopolítica”.
Elijo el término “psicopolítica” para no confundirlo con aquella categoría del filósofo Michel Foucault, esto es, la “biopolítica” entendida como el gobierno y el control sobre la población. La psicopolítica, en cambio, es la explicación de las acciones de un gobierno a partir de la psiquis de su líder. Como una pendiente resbaladiza, todas las características psicológicas del líder se transmiten al conjunto de acciones del Estado e instituciones de la República. De este modo, el avance y la disputa contra determinados poderes fácticos no se explican por una concepción de la democracia como conflicto de intereses sino por el ánimo confrontativo de ese hombre violento. En esta línea, la psicopolítica propone análisis simples y esclarecedores. Afirma que Kirchner realizaba una construcción verticalista y mesiánica del poder por su personalidad megalómana; que tomó la decisión política de derogar leyes de impunidad por una estructura psíquica basada en la falta, el odio y la culpa; que el avance contra los monopolios de la comunicación no obedecía a legar un mapa de voces más pluralista sino a una personalidad manipuladora y controladora que no acepta la crítica ni los errores. Por último, que una política de paulatino retorno del Estado tras su desguace, el superávit fiscal y las pretensiones redistributivas, eran sólo la consecuencia inmediata de un alma signada por la avaricia y que, por lo tanto, sólo desea “Caja”.
Pero si la psicopolítica era un tipo de aproximación al análisis político que se venía desarrollando mucho antes, ¿agregó algo la muerte de Kirchner? La respuesta es afirmativa y preocupante pues lo que agregó es un elemento profundamente dañino: la subrepticia idea de que si Kirchner era un político de raza y un loco, entonces la política enloquece y mata.
Es éste el nuevo viraje que las plumas reaccionarias le dan al eufemismo de la necesidad de un gobierno que sea pura administración, técnica y neutral; y por sobre todo, es la contrapartida de una euforia por la participación política, especialmente en los sub 30 y en los que cuentan más de 55 abriles.
Tras intentar instalar que la política enloquece la psiquis y mata el cuerpo, la psicopolítica realiza su último absurdo paralelismo para indicar que la muerte del individuo Kirchner y sus previos “ataques de locura” se transmitirán a la sociedad en su conjunto produciendo divisiones y, por fin, necrosando el tejido social como una suerte de última venganza de aquel espíritu crispado. Seguramente las ficciones de la psicopolítica no se agoten en este breve resumen y es esperable que haya nuevas sorpresas en poco tiempo. Pero mientras tanto, por suerte, la realidad y una imponente mayoría de ciudadanos han decidido comprometerse en política con la esperanza de que ésta vuelva a ser un instrumento de cambio independiente de la marcada de agenda que la tapa de dos diarios quiera imponer.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Muerte y resurrección del doble comando (publicado originalmente el 4/11/10 en Veintitrés)

Es injusto e imposible, frente al deceso de Néstor Kirchner, soslayar las transformaciones concretas y el cambio cultural que, guste o no, mantienen al país en una seductora ebullición. También resultaría inicuo, en honor a su memoria, dejar de mencionar la cohorte de zánganos hipócritas que, por corrección política o por pánico ante la beatificación que toda muerte trae y que funciona como un bumerang que impúdicamente nos salpica de finitud, empiezan a pergeñar formas de alabanza lo suficientemente vacías como para poder ser interpretadas de modos extravagantes y variopintos. En este sentido, no debe sorprender que aquel demonio crispado, ambicioso, corrupto y violento, tras su muerte, merezca una misa, reciba condolencias y sea definido como un “hombre con ideales”, (sin determinar cuáles eran esos ideales) o un simple “animal político” algo que, seguramente, entre Borges y Aristóteles podríamos definir como una “redundancia muy poco elegante”.
A su vez, probablemente, la ansiedad y la angustia ante tamaño hecho, haga que el ciudadano común esté esperando de quienes tenemos la dicha de poder comunicar en medios masivos, algún germen de certidumbre, un indicio que pueda permitir proyectar el futuro inmediato. Tal exigencia, en este caso, del lector, será, saciada a medias, pues hay que aprender a esperar el desarrollo natural del reacomodamiento de las fichas. Con todo, especulo que la sorprendente muerte de Kirchner no hará más que profundizar el repunte en la imagen positiva que la ciudadanía viene teniendo de toda la era K. Quienes odian al kirchnerismo, (pues intervenciones como la de Fraga, Sirvén, Morales Sola, Fontevecchia o algunos de los salieris progresistas incómodos con el kirchnerismo, no merecen ni la dádiva de ser mencionados como “análisis”), dirán que se debe al “efecto muerte”. Es más, no debería extrañar que empiecen a construir mañana la operación de los meses venideros y adjudiquen a Cristina signos de aprobación astronómicamente altos y falsos, para meses después poder titular que los números ya no son los de antes y que, por lo tanto, asistimos al escenario natural en el que, realizado el duelo ciudadano, la gente vuelve a reflexionar y a tomar distancia del gobierno.
Desde mi punto de vista, entonces, supongo que, quizás, paradójicamente, en lo inmediato, esto es, de aquí a la próxima elección, este triste desenlace fatal sirva para comprometer más a los ya comprometidos con el proyecto y permita que “regresen” aquellos “desencantados” que alguna vez apoyaron y que hoy, interpelados por las crónicas que recuerdan lo hecho y asustados por las “ofertas” que hay “del lado de en frente”, decidan apoyar a un gobierno que, en la balanza, al fin de cuentas, siempre dio positivo. En esta línea, aquellas almas nobles que, esperanzadas, se apresuraron a hablar del poskirchnerismo y que creen ver confirmadas sus sospechas tras tener como cómplice a la biología, seguramente deban esperar a 2015 pues es recién durante el desarrollo de la que sería la próxima presidencia K, donde las fichas se van a empezar a mover con mayor fuerza auspiciadas por desgastes naturales y por el límite jurídico a una tercera elección de CFK. Hoy, todos los actores del PJ K e incluso buena parte de los disidentes que apuntaban a la posibilidad de Scioli como figura reunificadora, probablemente acaben encolumnándose detrás del liderazgo de Cristina.
Pero todo esto es terreno de especulación y seguramente los hechos me den un baño importante de realidad, aunque quizás menos fuerte que el que recibieron los principales medios opositores “doblegados” por una manifestación tan conmovedora como espontánea alrededor del féretro del ex presidente.
Ahora bien, donde creo que podré moverme con mayor certeza es en lo que respecta a los caminos que atravesará el relato antikirchnerista, aquel que ni siquiera pudo esperar dos horas para empezar a emitir sus directivas siguiendo aquel inolvidable artículo de José Claudio Escribano en 2003 cuya emulación hoy día, sin duda, aparece como repetición “farsesca”, una suerte de diario de Irigoyen dirigido a los lectores del diario de Mitre, sin ninguna esperanza de incidencia práctica.
Entre todo lo que va a venir, lo más interesante creo que será el regreso del “doble comando”. ¿Se había olvidado usted? Seguramente, y las razones de tal olvido son atendibles pues aquella ficción, en los últimos meses, estaba siendo contraproducente a los intereses de sus propulsores. Pero vayamos al origen y a la posibilidad que tal hipótesis nos da. Digamos que permite atacar por diferentes razones a dos referentes y que, por ello, es una acusación “económica” dado que permite “matar dos pájaros de un tiro”. En este caso puntual, pues tal argumentación ha aparecido repetidas veces a lo largo de la historia, le debemos agregar cierto componente misógino. La idea era que Cristina había sido “puesta” por su marido y que, en el fondo, la que gobernaba no era ella sino él. El poder en la Argentina finalmente reproducía la estructura de una familia occidental tradicional con todo el componente patriarcal que eso supone. Ella tenía carácter fuerte pero su aspecto femenino la superaba y la invitaba al gasto desproporcionado en banalidades vinculadas a la belleza, algo que no sucedía con prototipos más masculinos de mujeres con poder como Michelle Bachelet. En Chile, el aspecto andrógino de la líder seguramente ayudaba a la confusión y evitaba el odio de las mujeres coquetas y competitivas de las clases medias y altas de la Argentina. Pero la idea de doble comando era útil en el contexto de declive del kirchnerismo, pues desgastaba a él, esto es, quien presuntamente tenía el poder, y desgastaba a ella, en tanto mera figura decorativa. Él era el culpable de todos los males, ella un títere. Es sintomático que el énfasis en el doble comando haya desaparecido en los últimos meses y haya regresado con la muerte de Kirchner. La razón es que en la medida en que la administración del gobierno comenzó a repuntar, la idea de doble comando sólo afectaba a ella y ya no a él. En otras palabras, ella puede ser un títere pero manejado por alguien que empezaba a hacer las cosas bien. De aquí que, con el avance K en las encuestas, salvo el trasnochado libro de Silvina Walger, hayan sido pocos los que se atrevieron en los últimos meses a insistir con tal idea. Pero ahora vuelve con otra intencionalidad. Se trata de afirmar que el títere se ha quedado sin titiritero y que por lo tanto, lo que hay es un “vacío de poder”. Sabemos lo que este diagnóstico supone en la Argentina pues nunca esa vacancia es receptora de poderes democráticos. Por si esto todavía no alcanza y el insólito parangón con Isabelita no fuera suficiente, Morales Solá sale a reforzar la idea del vacío afirmando que Boudou también era un títere y que, por lo tanto, la Economía ha quedado acéfala con la muerte de Kirchner.
A juzgar por las palabras de CFK y por lo que uno intuye, la necesidad de gobernabilidad la obligará a ser todavía más radical en sus transformaciones. El episodio de la muerte de su esposo e imprescindible estratega, puede ser conmocionante pero en el fondo, muy en el fondo, no cambia el diagnóstico por el cual, con los poderes de facto, a veces es mejor no negociar. O se va a fondo o se perece políticamente en el intento. Se dirá, entonces, que esta mujer irá hasta las últimas consecuencias impulsada por el odio y la venganza pero quizás sea simplemente por saber que tiene un importante apoyo popular y porque si negocia demasiado, pierde ella y perdemos todos.

domingo, 31 de octubre de 2010

El legado más profundo (publicado originalmente el 31/10/10 en Miradas al Sur)

Cuando referentes de la derecha vernácula culposa y psicoanalizada describen a Kirchner como un simple “hombre que luchó por sus ideales”, realizan una exposición tan vacua que el elogio deviene manipulación insidiosa. No se trata más que de un nuevo capítulo de la disputa discursiva de aquellos que intentan imponer el reino de las formas por sobre lo concreto. Presentado así, lo importante es que Kirchner hizo siempre lo mismo, lo cual lo deja en una zona gris entre la coherencia y la obstinación además de no reposar en el elemento central, esto es, cuáles eran, concretamente, esos ideales por los que luchó.
Pero ¿por qué hacernos esta pregunta? ¿Por qué, en el momento en el que se trata de repensar las transformaciones puntuales de un gobierno partimos de la cuestión discursiva de “cómo presentan los opositores acongojados el legado de Kirchner”? Justamente creo que ahí está el punto central pues además de la importante cantidad de cambios estructurales que introdujo Kirchner, lo que deja es un legado más difuso pero también profundo, esto es, la transformación cultural que se expresa en arremeter críticamente y más allá de los bemoles, frente al status quo y el pensamiento hegemónico.
Esta transformación se ha librado especialmente en el plano de lo discursivo, lo cual no equivale a una pura cosmética retórica disociada de las transformaciones concretas pues como se verá, van de la mano. Enumeremos: puso en tela de juicio que se tome a la protesta social como un problema de tránsito y/o seguridad y se enfrentó con sobrados argumentos a aquellos que consideran que la reconciliación de la Argentina se logra amnistiando a represores; dio un debate necesario respecto a la justicia denunciando su pretendida asepsia y su compromiso con poderes fácticos. También cargó contra el manual de la ortodoxia económica y promovió un modelo neokeynesiano y una política de desendeudamiento además de denunciar la ideología liberal que sustenta la Carta Magna del BCRA. Por si esto fuera poco, también ofreció una visión alternativa de la identidad argentina estableciendo un relato que nos enmarca en el horizonte común de Latinoamericana. Por último, ya en el Gobierno de Cristina, tras gozar de un relativo idilio con las corporaciones de la comunicación, en particular con Clarín, decide dar la batalla final, esta es, la de la palabra. Lo hizo después de la derrota de la 125 y tras la evidencia de que se estaba “comunicando mal“. En este contexto, un humildísimo programa de la TV Pública, algunos medios gráficos de irrisorio poder frente a la potencia de los Medios dominantes, y la irrupción de algunas voces contra-hegemónicas en medios digitales y redes sociales, coadyuvaron para que en torno a la discusión sobre la Ley de Medios, se amplificara la voz de una importante porción de la ciudadanía que se sentía identificada con el modelo. Esta batalla contra los Medios dominantes, esta disputa por el contenido de los significantes, cargada con la épica heroica del peronismo de los 70, acercó, asimismo, a los jóvenes, aquellos que este miércoles 27 lloraron por primera vez ante la muerte de un político.
Probablemente los libros de historia recuerden las transformaciones concretas impulsadas por Néstor Kirchner pero no deberían olvidar que, además, estos cambios fueron posibles gracias a una batalla cultural que instituyó que es posible interpelar lo dado. Tal triunfo del espíritu transformador, a pesar de ser deudor del ciclo kirchnerista, posee una penetración transversal y tan profunda que, seguramente, de aquí en más, sea el legado más hermoso y constitutivo de una sociedad que se siente viva.

jueves, 21 de octubre de 2010

Cobos y la aristocracia del representante (publicado originalmente el 21/10/10 en Veintitrés)

Siempre resulta difícil escribir sobre temas que prácticamente saturan durante varios días los espacios periodísticos, pues al fin de cuentas, se trata de decir algo que no esté trillado y que pueda escabullírsele a reflexiones del sentido común, algo abundante en análisis cada vez más pobres e interesados. Pero es ineludible retomar el voto del Vicepresidente de la Nación que, en tanto Presidente del Senado, fue decisivo en la sanción de una ley que, al no detallar las formas de financiamiento, no tenía otro destino que un veto presidencial.
Se apresuran los que con más deseo que rigor analítico encuentran en esta decisión de Cobos una suerte de remake de aquella madrugada en la que el desempate en torno a la 125 lo catapultó a la fama como una suerte de Gardiner (aquél maravilloso personaje que fue llevado al cine por Peter Sellers en Desde el Jardín) que, en este caso, antes que caminar sobre las aguas, decidió transitar las hectáreas de siembra de soja ungido por la gratitud del multiclasista significante “gente”, que apareció para marcar una distancia con los “malos”, esto es, el “pueblo”, la masa aluvional de “negros” que sólo son movilizados clientelísticamente por aparatos y prebendas. Cobos tuvo la desgracia de que todo esto sucediera a más de tres años de una nueva elección presidencial, con lo cual su desfile triunfal expuesto en clave épica se fue apagando y tiene hoy como desenlace, más que el tono festivo de quienes se abrazaban aquella noche a su camioneta, el tono melancólico de un tango donde abundan traiciones y amores perdidos. De la 4 x 4 al ritmo del 2 X 4. Aquel paseo triunfal no sería más que un tango al cuadrado.
Por todo esto es que a la hora de comparar aquel voto en contra de la 125 y éste, a favor del 82% móvil sin financiamiento, más que nunca podemos expresar aquel adagio de “nunca segundas partes fueron buenas” pues las condiciones son otras, la reivindicación es otra y la sociedad es otra. De hecho, no sería descabellado pensar que tras aquella decisión, en la hipotética situación de elecciones inmediatas, Cobos hubiera sido elegido Presidente de la República. Hoy, en cambio, probablemente ni una saga de votos “no positivos” pueda permitir que Cobos gane la interna de su partido.
Pero hay un elemento que me interesa transitar y tiene que ver con uno de los términos más escuchados en la última semana casi a la altura de “mineros” y “milagro”. Se trata de “traición” que, en el contexto de una administración justicialista y en la semana del día de la Lealtad, cobra una significación particular.
La pregunta es si hay algo para decir al respecto, algo que no se haya dicho. Creo que sí pues no se trata simplemente de interpretar en qué sentido la actitud de Cobos puede o no encuadrarse en la categoría “traición” para así llevar esto a una discusión filológica “marianogrondonista”. Con todo, cabe aclarar que habiendo o no traición e independientemente de si la decisión particular de Cobos ha sido la mejor para el país, ni el más acérrimo de los antikirchneristas puede sostener en foro interno y frente al espejo, la anomalía institucional de un Vicepresidente opositor. Quien interprete que esta situación es la panacea del control de poderes probablemente no conozca los diseños institucionales de una República Presidencialista.
Ahora bien, si dejamos de lado estas vicisitudes de la realpolitik para depositarnos en cuestiones teóricas de la política, el caso Cobos parece ser la manifestación de un problema tan viejo como cualquier organización humana: el problema de la representación.
Dicho en otros términos, la cuestión es cómo garantizar que el representante “re-presente”, es decir funcione como alguien que “vuelve a presentar”, en la instancia que corresponda, a quienes lo eligieron. Recordemos que es posible reconocer dos tipos de participación: la representativa, en la cual, para decirlo de algún modo impreciso, el pueblo gobierna a través de sus representantes y la directa, donde los ciudadanos no delegan en otro sujeto su participación en lo público y se auto-representan. La primera es la elegida en las Repúblicas occidentales modernas y la segunda tiene como máxima referencia aquel ideal asambleario y participativo de la democracia ateniense en el “Siglo de Pericles”. Resulta evidente que ambas formas tienen pro y contra. La democracia representativa parece la forma natural para Estados con importante cantidad de población y vasto territorio pues está claro que sería absurdo movilizar constantemente a las poblaciones para realizar una Mega Asamblea con, por ejemplo, 40 millones de asistentes. Parece más fácil, aunque quizás sólo sea una apariencia, hacer una asamblea y tomar decisiones directamente sin representantes en una Asamblea estudiantil o en un Consorcio, salvo, claro está, el Consorcio donde uno vive. Asimismo, en algo sobre lo que se volverá, pues es el eje de esta nota, pareciera razonable que los ciudadanos ocupados en actividades privadas depositen su confianza en hombres y mujeres que tienen una vocación por lo público y que poseen la capacidad que algunos no tenemos, para tomar decisiones que involucran a todo un país.
En cuanto a la democracia directa, el punto a favor sería que el hecho de ser uno mismo quien levanta la mano, garantiza que el voto sea el deseado y no quede expuesto a la posibilidad de que el representante elegido finalmente acabe tomando una decisión con la cual no se acuerde. El ejemplo flagrante de este peligro es el que quedó inmortalizado en la honestidad brutal del ex Presidente Carlos Menem quien afirmó “si hubiera dicho realmente lo que iba a hacer nadie me hubiera votado”. Detengámonos en este punto porque aquí aparece la problemática del caso Cobos, el cual puede ser expresado en el siguiente dilema: ¿debe el representante tomar decisiones de conciencia o seguir a rajatabla el mandato que le otorgaron los ciudadanos que lo votaron? Recuérdese la justificación de aquella noche de 2008 por la cual Cobos consideró que la mejor decisión era la que él podía tomar en soledad o, en todo caso, en el marco del círculo íntimo familiar. No importaba el Programa de Gobierno, importaba la decisión de ese hombre, el cual elige independientemente del deseo de la gente que lo votó. Este es un problema de Cobos pero lo es también de la democracia representativa incluso tal como está expuesta en la tan mencionada Constitución de los Estados Unidos. Allí los “Padres Fundadores” justifican la idea de representatividad casi desde un punto de vista que bien podría ser juzgado de aristocrático. Se trata de la idea de que el pueblo no puede darse cuenta de lo que es mejor para él y por ello elige a un representante cuya decisión, aun cuando parezca contrariar los intereses inmediatos de la masa, resultará acertada. Dicho en otras palabras: el representante sabe mejor que el propio pueblo lo que es bueno para el pueblo. Desde este punto de vista, la ciudadanía no vota un programa el cual imperativamente debe ser llevado adelante por el representante sino que simplemente deposita confianza en un hombre que sabrá decidir lo mejor en las circunstancias que correspondan. Para concluir y lejos de exigir desde este espacio un regreso al espíritu asambleario, ese que fracasó en los meses posteriores al 2001, creo que cabe pensar si el particular caso Cobos, antes que una anomalía encarnada en un hombre timorato favorecido por las vicisitudes de la historia, manifiesta, en ese desoír del voto popular que con ideas equivocadas o no, lo depositó en el cargo, mucho más que una traición: manifiesta la versión dañina de un punto de vista aristocrático de la representación que ha regado de desconfianza a una ciudadanía que naturalmente busca el antídoto para tanta impotencia en el ensimismamiento, el desinterés por lo público y el alejamiento de la política.

lunes, 18 de octubre de 2010

Las razones de cierto magnetismo (publicado originalmente el 17/10/10 en Miradas al Sur)

¿Hay una relación constitutiva entre peronismo y juventud? La respuesta es compleja pero está claro que hablar sin matices de una continuidad entre la juventud sindical del peronismo del 45, la juventud armada de los 70 y la juventud militante de hoy día sería impropio. Evidentemente ni el peronismo ni las juventudes son las mismas. Sin embargo, también es posible encontrar puntos en común pues aquella juventud que no dudó en tomar las armas y la actual, provienen de una clase media bien educada. Sin embargo, quizás por el clima de época posmoderno, a diferencia de aquellos, los actuales poseen una serie de demandas heterogéneas que pueden ir desde el reclamo de gas en el colegio hasta la reivindicación de la Ley de Medios y el Matrimonio igualitario. La comparación con aquellos jóvenes del 45, en cambio, es más difícil, pues se trata de una extracción social distinta en el marco de una cultura y una estructura productiva del país inconmensurable.
Pero quizás sea útil una pequeña ayuda conceptual de Ernesto Laclau, este últimamente denostado intelectual de izquierda que ha teorizado sobre la constitución de las identidades populares, algo evidentemente caro al peronismo. Laclau afirma que el pueblo no es una entidad preexistente sino una construcción que se va gestando a partir de la unión de demandas particulares insatisfechas. Esta insatisfacción supone un otro, el poder, el cual funciona como límite constitutivo para la formación de un “nosotros” bajo el paraguas del significante “pueblo” y ayudado por el surgimiento de personalidades carismáticas. Tal visión binaria de la sociedad, que tanto escozor trae a los defensores de la democracia del consenso, parece capaz de poder explicar por qué el apoyo de la juventud hacia el kirchnerismo apareció con tanta fuerza en el marco del conflicto con las patronales del campo pues la violencia con que los multimedios trataron el tema operó como un efecto unificador de lo popular, quizás tan importante como el que generó en el 45 ese “otro”, la oligarquía, que explotaba a los trabajadores. En este marco se evidenció que lo que consideramos “el poder” ya no está estrictamente en el Estado, sino en los intereses económicos que atraviesan la sociedad.
La juventud de hoy es distinta de la de ayer y el kirchnerismo, más allá de la liturgia, debe hacer frente a contextos y problemáticas que no son los de otrora. Sin embargo, se mantiene un relato en el cual existe un poder al cual reclamarle por las demandas insatisfechas. Ciertas imposturas, exageraciones o tonos épicos que no se condicen con el tamaño de la gesta, poco importan a la juventud en la medida en que se genere una mística transformadora. De todo esto podrá ser acusado el peronismo, pero cuando se levanta la cabeza y se observa quiénes están nerviosos, es posible entender el magnetismo de un espacio que aun siendo contradictorio y complejo, encara batallas por la justicia social contra los sectores mezquinos que nunca quieren soltar el cetro.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Orlando Barone presenta el nuevo libro de Dante Palma



Amigas y amigos: el lunes 18/10 a las 19hs, estaré junto a Orlando Barone presentando mi nuevo libro "Borges.com, la ficción de la filosofía, la política y los medios". La cita es en la Biblioteca Nacional, Sala Juan L. Ortíz, Agüero 2502, Buenos Aires, Argentina. Me gustaría que vengan. La entrada es libre y gratuita. Dante

































viernes, 1 de octubre de 2010

Tomas, piquetes y dos libertades distintas (publicado originalmente el 1/10/10 en Tiempo Argentino)

La toma de una gran cantidad de colegios secundarios de la Capital Federal, protesta a la que se sumaron algunas facultades de la UBA en las que la medida todavía persiste y donde se impide el dictado normal de clases, dio lugar a una serie de debates que pueden agruparse en aquellos en torno a ciertas condiciones objetivas de la educación y aquellos de naturaleza político-filosófica donde lo que parece estar en juego son cosmovisiones profundamente arraigadas que trascienden la disputa coyuntural acerca de vidrios rotos o la falta de pupitres.
En lo que tiene que ver con los debates acerca de las condiciones objetivas de la educación, resulta claro que más allá de la forma de la protesta, no debe sorprender que si a la situación edilicia heredada se le agrega el afán inoperante y la compulsión sub-ejecutoria del macrismo, es probable que los chicos que cursan sus estudios secundarios en tales escuelas, tengan motivos para protestar. Pero algo distinto parece ser el caso de algunas de las facultades de la UBA, institución cuyo presupuesto depende del Gobierno Nacional. Quienes han visitado tales dependencias, habrán notado edificios deteriorados, ausencia de calefacción, anomia, apropiación de los espacios públicos y hacinamiento en los horarios de la noche pero no es menos real que las condiciones generales han mejorado ostensiblemente desde el 2003 a la fecha. Por mencionar algunas: ley de financiamiento educativo que establece un piso del 6% del PBI para inversión educativa; aumento promedio de más del 400% en los sueldos docentes; eliminación de todas las sumas no remunerativas logrando que los medios aguinaldos se transformen, por fin, en un sueldo entero más; rentas para una importante porción de los ad honorem; 82% móvil para los docentes universitarios; paritarias cuyo resultado siempre le gana a la inflación real; plan de repatriación de científicos cuyo éxito notorio redunda en el regreso al país de 783 investigadores; ampliación del presupuesto del Conicet lo cual implica mayor cantidad de becarios que podrán finalizar sus posgrados y mayor dedicación de los investigadores ya formados, etc.
Pero si dejamos de lado estos aspectos objetivos, como se indicaba más arriba, encontraremos una discusión de índole algo más abstracta en la que entran en juego cuestiones en torno a la legitimidad y a la forma de la protesta.
Como suele ocurrir últimamente, los debates no tienen demasiados matices: la variante liberal se opone a todo acto de interrupción del paso sea en forma de toma, sea en forma de piquete, siempre y cuando no se trate de una protesta por inseguridad pues éste es el único caso en el que resulta legítimo postergar el derecho al libre tránsito.
La pregunta que quisiera hacerme es: ¿cuál es la razón por la que se ha extendido esta visión liberal a punto tal de transformarse en un atributo del sentido común? La respuesta está en el desarrollo de la cultura occidental y en una forma de entender la libertad que irrumpió en el siglo XVII y es lo que en un texto clásico Benjamin Constant llamó “libertad de los modernos”. Esta forma de libertad es acompañada por la gran revolución en la Física y afirma que el individuo es libre en la medida en que nada se interpone en su camino. Esta libertad como “ausencia de impedimento” es la que legitima el ideario liberal que observa al Estado como aquello que viene a inmiscuirse en el libre desarrollo de las decisiones individuales.
Tan enraizada está esta concepción en todos nosotros que muchas veces solemos olvidar que existe otra manera de entender la libertad y que, como contrapartida de la anterior, Constant llama “libertad de los antiguos”.
Se trata de la característica distintiva de la democracia ateniense. Ser libre no tenía que ver con la libertad individual sino con que el ciudadano pueda ser autónomo, esto es, darse su propia ley como participante de las decisiones de la Asamblea. Era clave en este sentido, la idea de que la identidad y la naturaleza humana sólo podía hacerse efectiva como perteneciendo a un colectivo social lo cual explica por qué el mayor castigo para un ateniense era el destierro, pena que, paradójicamente, muchos argentinos asustados por el cierre de Fibertel y por el cambio en la grilla de la televisión por Cable, verían con beneplácito.
Buena parte de la literatura de la Filosofía Política sigue girando en torno a estas dos formas de entender la libertad y a si existe alguna forma de poder complementarlas generando una suerte de híbrido entre las virtudes de la libertad moderna-liberal, útil para la defensa de las minorías y las virtudes de la libertad antigua-democrática, centrales para pensar una ciudadanía activa y empoderada.
Pero, claro está, los conflictos reales se parecen poco a los tecnicismos librescos o, en todo caso, suponen la introducción de una serie de variables que ninguna teoría podría sopesar. En este sentido, sin intención de soluciones fáciles ni salidas intermedias, sería bueno recordar a comunicadores y a representantes de cierto liberalismo conservador, por un lado, que es posible pensar una libertad distinta a la estrictamente individual y que no puede haber robusta democracia sin la participación activa de la ciudadanía en ámbitos donde circule la palabra, el debate, el conflicto y la inevitable imposición de mayorías. Por otro lado, también sería deseable advertir a aquellos que hacen de la lógica asamblearia y de la agudización de los conflictos un estilo de vida, que un rasgo distintivo de las democracias modernas es el respeto por las minorías y que la crisis de representación los afecta también a ellos especialmente en contextos donde la gran mayoría de los alumnos son indiferentes al resultado de asambleas cuya convocatoria muchas veces no alcanza a ser mínimamente significativa.

martes, 21 de septiembre de 2010

Presento "Borges.com. La ficción de la filosofía, la política y los medios" en Santa Fe, Paraná y Crespo (Entre Ríos)


"En el marco de la presentación de mi libro "Borges.com. La ficción de la filosofía, la política y los Medios", brindaré una charla titulada "Utopía, Verdad y el problema de la objetividad de los Medios". Entrada libre y gratuita



22/9. 21hs. Bar de Casa España, Rivadavia 2871, Santa Fe.


23/9. 17hs. Aula del edificio anexo de la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales, Urquiza 732, Paraná.


24/9. 20:30hs. Salón Municipal de Crespo, frente a la plaza Sarmiento, Crespo Entre Ríos.

domingo, 19 de septiembre de 2010

El enemigo maximalista (publicado originalmente el 19/9/10 en Miradas al Sur)

Una de las anécdotas más recordadas en torno a la figura de Borges tiene que ver con aquella indignidad a la que lo sometió el gobierno peronista al designarlo como Inspector de aves y conejos. Este castigo era la consecuencia de la posición política de Borges: esta suerte de fobia aristocrática hacia el “aluvión zoológico” y hacia la democracia entendida como “un abuso de la estadística” funcional a la “tiranía de los pobres”. ¿Pero cuáles son los fundamentos ideológicos que oponían el anarquismo conservador del autor de Ficciones al gobierno popular de Perón?
La clave central, a mi juicio, pasa por los pensadores que en la tradición anarquista y liberal sentían un profundo rechazo por el Estado. Por ello no debe sorprendernos que haya influido en Borges la lectura de El Único y su propiedad, del anarquista extemporáneo Max Stirner, tan criticado por Marx; o el liberalismo conservador de Spencer y de un profeso admirador de éste: Macedonio Fernández.
Con su amigo Macedonio, Borges repelía lo que se entendía por “maximalismo”, esto es, el crecimiento del Estado, pues implicaba una amenaza para el desarrollo de la libertad individual. En esta línea, como para muchos otros observadores de la época, el peronismo era homologado a los grandes movimientos estatalistas: nazismo, stalinismo y fascismo.
Un buen resumen de sus ideas políticas las da Borges en un pequeño ensayo de 1946, “Nuestro pobre individualismo”. Allí pregona por la formación de un partido conservador que reduzca el Estado a la mínima expresión y denuncia a los “nacionalistas” por no comprender la verdadera naturaleza de los argentinos, esto es, su virtuoso individualismo antiestatal.
Para Borges el argentino es individuo antes que ciudadano, lo cual explicaría por qué observamos al Estado como un otro que desde un exterior viene a quitarnos aquello que nuestro mérito individual se encargó de conseguir.
Borges aventura las razones de este rechazo a lo estatal con dos apreciaciones: la primera es el rezongo aristocrático de aquel que ve a la política y al Estado como una inmensa burocracia corrupta; la segunda, más filosófica, indica que el Estado no es más que una ficción.
Aquí se observa en Borges una herencia de tradición empirista: la realidad es siempre individual. Así, el “Estado”, el “Mercado”, el “Pueblo” no son más que abstracciones que no se corresponden con la realidad. Simplemente las hipostasiamos, esto es, las imaginamos como dotadas de voluntad y luego, en un descuido nos confundimos y le atribuimos pasiones y decisiones propias.
Dicho esto, ¿hace falta aclarar las razones por las que Borges veía en Perón y el peronismo un fenómeno monstruoso y amenazante? ¿O qué otro lugar podía ocupar un movimiento que ponía al Estado como propulsor de políticas de ampliación de ciudadanía con una construcción que privilegiaba lo colectivo y que tenía como interlocutor preferido al pueblo?

lunes, 13 de septiembre de 2010

Salió mi nuevo libro: "Borges.com. La ficción de la filosofía, la política y los medios".




¿Es posible vincular internet, la filosofía, la política y los medios de comunicación? La respuesta es Borges.com, un sendero rizomático de ensayos que usan y abusan de los cuentos de Borges para pensar problemas filosóficos. Verdad, persuasión, objetividad, identidad y poder son, así, algunos de los temas de este libro siempre pensados en y para la actualidad.Pero ¿por qué hablar de Borges si el interés está en discutir las utopías, las formas en que los medios representan lo real y la relación entre el individuo y el Estado? ¿Acaso tiene algo para decir Borges acerca del mundo de la web, los links y el hipertexto? Quizás la respuesta la dé Tomás Abraham en el prefacio de este libro cuando indica que de la misma manera que Foucault describió su actividad como una “intervención filosófica en la historia”, existen intervenciones filosóficas en los relatos de Borges.Este libro, entonces, tiene que ver con esta idea: tomar las categorías filosóficas que Borges utilizó con fines literarios y aplicarlas para intervenir en la realidad, ya no con grandes respuestas sino con un manojo de preguntas profundamente incómodas.

martes, 7 de septiembre de 2010

Arroz, medioambiente y generaciones futuras (publicado originalmente el 7/9/10 en Tiempo Argentino)

Las denuncias en torno al desastre ecológico que se seguiría de la construcción de la represa del arroyo Ayuí en tanto implicaría inundar 8000 hectáreas para el riego de arroz transgénico, el reciente conflicto sobre la pastera Botnia, y los presagios de una cercana “guerra por el agua”, muestran que la problemática del medioambiente resulta un eje central de las decisiones políticas como nunca había ocurrido en la historia de la humanidad. Ahora bien, de todas las implicancias que la degradación del medioambiente acarrea, me interesa aquí indagar en una afirmación bastante común, esto es, aquella que indica que cuidar el medioambiente hoy es un deber no tanto por lo que pueda afectarnos en el presente sino por el bien del planeta y de los hombres y mujeres del futuro.
Dicho esto, el lector atento notará que aparecen dos elementos que pueden distinguirse: por un lado, el planeta, por el otro, aquellos hombres y mujeres que vivirán en él. Si bien en la práctica probablemente la suerte de estos últimos esté atada, en buena parte, a la de aquél, no sería descabellado afirmar que resulta moralmente más relevante cuidar de la calidad de vida de los humanos que vendrán, antes que la del planeta como un fin en sí. A sabiendas de lo provocador de la última frase, para arrojar un poco más de leña al fuego, podría decirse que resulta algo absurdo decir que el planeta tiene derechos que deben ser respetados. Parecería más bien que somos los humanos del presente y del futuro los que podemos ostentarlos y reclamarlos ante las autoridades.
En este punto, llegamos, entonces, a un problema más interesante aún, esto es, ¿en qué sentido podemos decir que un individuo de una generación futura tiene derechos? A la hora de desarrollar este problema evitaré el tema de la controversia en torno a la despenalización del aborto y de las posiciones que se oponen al mismo afirmando que habría sujeto de derecho desde la misma concepción y no desde el nacimiento. Esto es lo que lleva a estos sectores a defender la idea de los “derechos del niño no nato”, algo que para algunos no deja de ser una afirmación carente de sentido.
Hecha esta aclaración y siendo más específico: ¿podemos afirmar que los humanos que hoy poblamos la Tierra tenemos el deber de no afectar el medioambiente puesto que un individuo que nacerá, por ejemplo, dentro de 100 años, tiene el derecho a acceder a un mundo “mínimamente vivible”?
No es fácil esa respuesta por varios motivos: en primer lugar porque resulta difícilmente justificable afirmar que quien nacerá dentro de varios siglos tiene derechos que le deben ser respetados hoy. En segundo lugar, es absolutamente controvertible el criterio para determinar en qué sentido estamos afectando el hábitat del futuro pues está claro que llenar de cianuro las aguas supondría un mundo en el que la vida humana tendría serias dificultades para desarrollarse, pero hay otros casos menos extremos que podrían abrir interrogantes, a saber: la presión de las sociedades de consumo, la tecnología como herramienta de control, la desigualdad y, su consecuencia, la inseguridad, ¿no podrían interpretarse, también, como elementos no del todo deseables para las generaciones futuras? Más aún: que nuestros hijos sean de la generación pos Tinelli y, quizás, si es que la eternidad no se ensaña, pos Legrand, ¿no nos transforma en culpables a los ojos de aquellas generaciones remotas que nos acusarán de haber permitido la destrucción del mundo y de la cultura?
Más allá del último chascarrillo, éticamente hablando, la cuestión no parece fácil de justificar si bien hay varias opciones entre los teóricos. Una posibilidad es afirmar que aquellos que vivimos en la actualidad tenemos interés en dejar un mundo en condiciones dignas a nuestros hijos y nietos. Esta es una opción atendible pero con dificultades para justificar mi interés por la suerte del hijo del hijo, del hijo….. de mi hijo, que nacerá allá por el año 2124. Además aun cuando pudiera justificarse, de allí no se seguiría que este interés se haga extensible al resto de los humanos que no descienden de mí.
Una opción interesante aunque también rechazada por algunos pensadores es la que propondré para cerrar este artículo. Se trata de pensar un contrato hipotético en el que estuvieran presentes las generaciones existentes y las que están por venir. Esto, claro está, es un experimento mental pero que se basa en una estructura semejante a la que permite justificar la existencia de las sociedades actuales y los Estados. Tal contrato, para ser justo, debería ser consentido por todos los contrayentes y así se notará que ninguna generación del futuro aceptaría firmar un pacto en el que se observare que las condiciones para la vida humana serán profundamente hostiles. Es necesario, entonces, un importante nivel de abstracción para justificar los derechos de las generaciones que están por venir. En el mundo empresarial, esa falta de capacidad de abstracción y de visión de futuro más allá de su horizonte umbilical, no puede quedar librada a la voluntad y a la responsabilidad ética de empresarios con buen corazón pues lo que está en juego, aun con los interesantes debates de índole moral que genera, resulta de por sí demasiado importante. Así, cuando la buena voluntad y la responsabilidad individual no alcancen, dejemos al Estado, esto es, aquella estructura que, idealmente, nos representa a todos y que, por sobre todo, pretende perdurar en el tiempo, que actúe con la severidad de la ley aun cuando no falten algunos estúpidos que rechacen tal intervención aduciendo que se viola su derecho individual a elegir entre diferentes marcas de arroz.

domingo, 29 de agosto de 2010

Salió mi nuevo libro: "Borges.com. La ficción de la filosofía, la política y los medios".

¿Es posible vincular internet, la filosofía, la política y los medios de comunicación? La respuesta es Borges.com, un sendero rizomático de ensayos que usan y abusan de los cuentos de Borges para pensar problemas filosóficos. Verdad, persuasión, objetividad, identidad y poder son, así, algunos de los temas de este libro siempre pensados en y para la actualidad.
Pero ¿por qué hablar de Borges si el interés está en discutir las utopías, las formas en que los medios representan lo real y la relación entre el individuo y el Estado? ¿Acaso tiene algo para decir Borges acerca del mundo de la web, los links y el hipertexto? Quizás la respuesta la dé Tomás Abraham en el prefacio de este libro cuando indica que de la misma manera que Foucault describió su actividad como una “intervención filosófica en la historia”, existen intervenciones filosóficas en los relatos de Borges.
Este libro, entonces, tiene que ver con esta idea: tomar las categorías filosóficas que Borges utilizó con fines literarios y aplicarlas para intervenir en la realidad, ya no con grandes respuestas sino con un manojo de preguntas profundamente incómodas.

viernes, 20 de agosto de 2010

Fidel, Chávez y el democraciómetro (publicado originalmente el 20/8/10 en Tiempo Argentino)

El giro ideológico que han tomado la mayoría de los países latinoamericanos en la última década y las reformas culturales y constitucionales que Ecuador, Venezuela y Bolivia han llevado adelante, generan recurrentes debates en torno a la definición de democracia y a las formas específicas que ésta adopta en nuestras latitudes. A esto, claro está, debemos sumarle “el caso Cuba”, una isla literal y metafóricamente con un régimen de gobierno y una ideología que, sesenta años después de la revolución, aún despierta pasiones difícilmente conciliables.
En las últimas semanas, la reaparición de Fidel Castro y la liberación de presos políticos han devuelto a Cuba a las primeras planas y es común una amplia cobertura para los casos de Venezuela y, en menor medida, de Bolivia, cada vez que sus líderes cometen algún exabrupto o realizan manifestaciones que podríamos denominar “excéntricas”. Sin embargo, el caso de Chávez, probablemente por su histrionismo y por la importancia geopolítica de Venezuela, ha hecho del bolivariano el blanco predilecto de aquellos liberales que otrora fustigaban el sistema cubano. Chávez es el nuevo demonio y se le achaca un afán de perpetuidad, un manejo despótico del poder, la persecución a los opositores y la demagogia típica de los caudillos latinoamericanos. Esta lista es por todos conocida e independientemente de cuánto se ajuste a la realidad, ya se ha instalado de manera tal que “lo chavista” se ha transformado en un calificativo negativo.
Pero lo que interesa elaborar aquí es una serie de interrogantes que debemos responder aquellos que nos consideramos defensores de ideales progresistas que hacen que observemos los casos mencionados con sentimientos que van desde la defensa fanática, hasta miradas más complejas que, aún con críticas, destacan elementos positivos de tales experiencias revolucionarias.
El dilema del progresismo frente a estos casos desnuda la necesidad de discutir qué sentido de democracia estamos utilizando pues, generalmente, para defender a Chávez de aquellos que lo acusan de ser una dictadura, acudimos a la idea de que se trata de un gobierno que ha sido legitimado, no una sino varias veces, por el voto popular. De esta manera, suponemos que el elemento central de la democracia es la participación del pueblo que a través del voto elige a sus representantes en una contienda abierta y en la que la participación es universal. Sin embargo, cuando se presenta el caso Cuba y ante la acusación de que se trata de una dictadura porque no hay un sistema de partidos, afirmamos que, finalmente, la democracia es mucho más que el voto popular en el contexto de pluralidad de opciones partidarias típicas de las democracias liberales. Apoyando esto último, se suele agregar que más allá del sistema de elecciones con partido único, no se deben soslayar los altos niveles de cobertura social presentes en la isla y la fenomenal calidad cultural, educativa y deportiva.
Tales formas de argumentar a favor de estos casos tienen inconvenientes: por un lado, si el voto popular fuese condición suficiente de una democracia, poco importaría si, una vez en el poder, el representante del pueblo, decide, por ejemplo, violar las garantías constitucionales de opositores y grupos minoritarios. Por otro lado, si la condición suficiente de una democracia fuese la protección social y la igualdad y dignidad económica, se trataría de un requisito que bien podría ser cumplido por un régimen autoritario, paternalista y en un contexto donde el pueblo no decide libremente entre opciones plurales.
Dicho esto, podemos retomar de manera un poco más precisa la cuestión de la democracia, expresarla en términos de derechos y preguntarnos: ¿Qué es lo distintivo de la democracia? ¿La garantía de los derechos civiles (libertad de asociación, de expresión, de tránsito) y políticos (derecho a participar libremente de la elección de los representantes del pueblo)? ¿O acaso la democracia debe comprometerse antes con los derechos sociales y económicos lo cual incluye un Estado que garantice salud, educación, trabajo y una vivienda digna?
Si bien en la práctica todo es mucho más complejo podría afirmarse que las democracias liberales en la actualidad se encuentran profundamente comprometidas con garantizar los derechos civiles y políticos pero mucho menos con los derechos sociales y económicos los cuales quedan librados a la inclemente lógica del Mercado. Por otra parte, las “democracias populares” parecen descuidar, en su afán de igualar y poner énfasis en lo económico y social, las libertades civiles y políticas y, especialmente, la propiedad privada, esto es, aquellos pilares de las democracias occidentales de los últimos siglos.
El lector acostumbrado a plumas simplificadoras probablemente espere que como corolario de este artículo, quien escribe concluya que la democracia ideal está en el equilibrio entre lo civil-político por un lado y lo económico-social por el otro. Lamento defraudarlo pero no será así. Tampoco se considera en esta nota que sea simple afirmar que la democracia que todos queremos es la que incluye ambos grupos de derechos pues, en la práctica, muchas veces, parece haber colisión entre ellos. Lo que resulta evidente es que los críticos a este tipo de democracias no toman en cuenta que no hay una única manera de entender el gobierno del pueblo pero quien aquí escribe no ha adquirido el “democraciómetro” de prestigiosos editorialistas para resolver la cuestión. Humildemente, frente a una problemática donde todo el mundo parece tener respuestas, se pretende aquí plantear algunas preguntas que a los progresistas con buena fe nos obligue a la reflexión propia de aquello que nos resulta incómodo.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Twitter: entre pajaritos y lindos gatitos (publicado originalmente el 11/8/10 en Tiempo Argentino)

El fenómeno de la red social Twitter, cuyo crecimiento exponencial resulta evidente, viene ocupando febrilmente el centro de la escena mediática especialmente a partir de algunas controversias que se han generado por los cruces poco amistosos entre personajes de la farándula por un lado y políticos por el otro. Más allá de este furor por la red social cuyo símbolo es un pajarito, creo posible hacer un análisis que vaya un poco más allá de estas disputas envasadas en 140 caracteres.
Hay dos caminos extremos que mi punto de vista tratará de evitar. Por un lado, se buscará sortear el enfoque superficial que presenta a Twitter como un eslabón más de “las nuevas formas de comunicar”, y no es otra cosa que una suerte de elogio senil y acrítico de la mera novedad. Pero, por otro lado, tampoco se tratará de reivindicar un romanticismo bucólico y neo-hippie que observe con fobia todo lo que huela a tecnología. En el medio de estas dos posiciones quizás se puedan decir algunas cosas.
En primer lugar, el fenómeno Twitter bien puede ser visto como una de las manifestaciones de la espectacularización del yo, la compulsión por hacer públicas acciones de la vida privada. Se trata, claro está, de un zeitgeist, un espíritu de época que, aun a riesgo de descansar en un lugar común, tiene su máxima expresión en el programa televisivo Gran Hermano. Como el lector sabe, en la novela de Orwell, 1984, el Gran Hermano es aquel emblema de un sistema totalitario que “todo lo ve” y que no deja resquicio para la libertad individual. Cámaras escondidas en las calles, en los bares, en los teatros y en nuestros propios hogares son la marca distintiva de este gran Ojo. Casi perversamente, el formato televisivo resignificó esta idea de Gran hermano y patentizó lo que ni Orwell pudo imaginar, pues son los mismos hombres y mujeres los que ahora eligen ser mirados, los que desean ser espiados y los que creen que esa visibilidad de su cotidianeidad resulta interesante. No es esto demasiado diferente a lo que hacemos miles de usuarios de Twitter cuando indicamos “estoy viendo el partido”, “ahora, asadito con amigos, después boliche” o “Pachano y Passman un solo corazón”.
En segundo lugar está la excitación que la mayoría de periodistas y comunicadores exhibe cada vez que se menciona esta red social, excitabilidad que no toma en cuenta que probablemente una de las razones del auge de Twitter sea justamente el declive del periodismo. Dicho de otra manera, lejos de ser la panacea de la comunicación horizontal sin mediación, los mensajes que políticos y hombres y mujeres realizan en la red son la concretización de un periodismo decadente que perdió el hábito de preguntar y se ha transformado en una plataforma de propaganda que sólo “presta” micrófono para que el encuestado diga lo que quiera. En Twitter, al menos, esto se ha sincerado pues cada uno ha decidido afirmar de manera escueta lo que quiere sin acudir a los favores de un periodismo que ahora ya ni sirve para prestar ese micrófono. Con un mensaje de 140 caracteres evitamos la pantomima del diálogo incisivo, el gesto adusto y la performance de entrevistado acorralado.
En Twitter el diálogo se interrumpe y se reemplaza por un entrecruzamiento de sentencias y preguntas retóricas, de lo cual se sigue una serie de interrogantes respecto a qué forma de comunicación se está privilegiando. Esto parece exacerbar las objeciones que ya se le hacían al lenguaje escrito hace unos 2500 años y que explica que, salvo el ex Presidente Menem, nadie haya leído jamás libro alguno de Sócrates. La razón de la decisión de no dejar nada por escrito obedecía, en el caso del gran filósofo ateniense, no tanto a que “sólo sabía que no sabía nada” sino al convencimiento de que sólo a través del diálogo se podía llegar a la verdad. La forma oral existente en la conversación tiene un dinamismo que no tiene un texto escrito que queda fijo e inmodificable. Un libro escrito no puede responder nuestras preguntas, un interlocutor sí. Una conversación en Twitter es, cuando no imposible, fragmentaria.
Por último y vinculado a esto aparece la extensión, los 140 caracteres. Para el lector desprevenido que no maneja este tipo de código, la frase que está leyendo tiene 163 caracteres, es decir, no podría ser incluida en un mensaje de Twitter. Por qué 140 y no 280, 560 o ilimitado, es una incógnita o, más bien, la instauración de un corset capaz de obturar cualquier reflexión que se precie de tal.
Ahora bien, al principio de la nota prometí no caer en la crítica romántica a la tecnología y hasta ahora me ha costado cumplir mi promesa. Cabe, entonces, ser justos y decir que tanto Facebook como Twitter pueden ser útiles para aquellos que consideren que tienen algo que mostrar y en ese sentido puede traer beneficios para los políticos que deseen mantener informados a sus seguidores de las pequeñas acciones diarias o para un artista que quiera promocionar un evento. En este sentido, el abaratamiento de los costos y una inmediatez masiva son dos pilares esenciales de este tipo de redes. Un tercer elemento podría ser el de los contactos profesionales, amorosos y la posibilidad, no siempre remota, de poder intercambiar algunas palabras con una persona a la cual de otra manera resultaría imposible acceder. Sin duda, también, estas redes sociales son una potente vía de convocatoria que puede derivar tanto en loables movilizaciones políticas como en inútiles rateadas de estudiantes. La conclusión de esta nota se la dejo a usted. Yo estoy ocupado observando la forma en que el diputado Fernando Iglesias twittea con afán provocador olvidando que la ironía es un atributo de la inteligencia y cómo Luli Salazar me deja entrar en su alcoba virtual como un intelectual “Sin reservas”.

domingo, 11 de julio de 2010

El periodismo en la trinchera de lo previsible

El debate sobre la Ley de Medios, independientemente de las cuestiones técnicas que le atañen, ha generado un quiebre en la corporación de periodistas y ha desnudado la ilusoria objetividad desinteresada del comunicador. Decir esto es casi una obviedad.
Ahora bien, la complejidad de tal debate también obliga a los ciudadanos a un ejercicio crítico dificilísimo que supone que es información relevante para la comprensión saber desde qué perspectiva, desde qué horizonte ideológico y a qué intereses económicos responde tanto el periodista como el Medio para el que trabaja.
Si a esto se le suma que la fractura en la corporación periodística ha abierto una “guerra” de operaciones y contraoperaciones entre los mismos Medios, asistimos a un momento en que la exigencia sobre el ciudadano común parece hiperbólica. Probablemente siempre haya sido así pero hoy en día quien intente informarse tiene que leer, escuchar y ver mucho para, encima, fracasar en la ingenua suposición de que la verdad se encuentra en “la mitad” entre el Medio más opositor y el Medio más oficialista. Es una pena que la verdad no responda a una cuestión aritmética, pero es así.
Sin embargo el día a día es mucho más simple: la mayoría de los ciudadanos leen el Medio que le resulta, por tradición, ideología o interés de clase, más afín. Y es aquí donde aparece una particularidad de estos tiempos porque los medios se han radicalizado y las líneas editoriales parecen atrincheradas en un núcleo básico innegociable atravesado por la emoción violenta. No es tiempo para grises. Guerra o nada.
Si, por ejemplo, los editoriales de Kirschbaum, Van der Kooy y Blanck en Clarín del domingo 4 de julio, castigan, como siempre, al gobierno, y ensayan una pobrísima intentona de mensaje subliminal a partir del uso de las palabras “derrota” y “paliza”, para así inducirnos a equiparar Fútbol y Política: ¿estamos frente a un mismo hombre que usa tres seudónimos, frente a la autocensura de quienes no quieren perder una guerra que los dejaría sin trabajo, frente a editores faltos de recursos retóricos e imaginativos o frente a un grupo de personas que subestiman a sus lectores?
¿Y cuando Perfil parece obsesionado con 678 y publica 2 o 3 notas por semana siempre vinculándolo a lo corrupto o lo espurio? ¿Qué pretende hacer?
Creo que es posible resumir esta cuestión en una pregunta, esto es, a quién le hablan. Si la respuesta es económica, es posible aceptar que se afirme que se le habla a un público que consume tales productos y que desea encontrar determinadas noticias interpretadas desde cierto sesgo ideológico. Pero si la respuesta es periodística asistimos impávidos a la necesidad de reformular la profesión, sus principios, sus normas y valores.
En este contexto no es menor dirigir esa pregunta hacia nosotros mismos, pues se corre el riesgo de que los Medios progresistas, que hoy ocupan un espacio discursivo contra-hegemónico, también acaben hablando sólo a sus lectores. Muchas veces parece no haber intención de asumir la incomodidad de abrir interrogantes, fisuras, dilemas o dudas de la propia cosmovisión. Más bien parece haber un regocijo en la homogeneidad atomizante que se apoya en lectores con necesidad confirmatoria. Leer lo que queremos y revalidar de lo que ya sabíamos. Onanismo de la información por el cual, por ejemplo, Macri ya estaba condenado por todos nosotros, los progresistas, antes de asumir (que la gestión del PRO haya confirmado la gran mayoría de esos prejuicios no invalida el error de la condena previa). De la misma manera que para los Medios opositores, el diabólico Kirchner nunca hará algo bien aun cuando las matemáticas esta vez sí sirvan y muestren que en la disyuntiva entre hacer todo mal o todo bien, la probabilidad es la misma.
La Ley de Medios es infinitamente útil y sin ella será imposible hablar de una democracia madura y con una ciudadanía crítica. Pero esta ley no es mágica sino sólo la condición de posibilidad para que los periodistas y aquellos que consumimos y formamos parte de los Medios revisemos cuán previsibles nos volvemos cuando trabajamos desde una trinchera.

domingo, 4 de julio de 2010

Más armas, menos Estado

La decisión de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos que declaró inconstitucional una ley federal que restringía el derecho de los ciudadanos a poseer armas, resulta una radiografía de una forma de concebir el Estado. Si se toman en cuenta los manuales de Filosofía Política, se hallarán allí múltiples definiciones pero la gran mayoría parece acordar en que el Estado mantiene el monopolio de la violencia legítima y vela por la protección de los ciudadanos dentro de un territorio. Ahora bien, cuando las estadísticas indican que en Estados Unidos hay 30.000 muertes al año por el uso de armas de fuego y que el 40% de los hogares posee al menos una, parece urgente interrogarse acerca del riesgo que supone una visión que reduce al mínimo cualquier tipo de intervención estatal, pues es bajo este paradigma que se hace inteligible el argumento de los jueces por el cual se afirma que poseer armas para defenderse es un derecho individual tanto como puede serlo la libertad de expresión. Sin embargo, podría decirse que esta concepción pone en tela de juicio aun ese mínimo de Estado que la tradición liberal admite, pues al fin de cuentas, ¿para qué obedecer al Estado si no es capaz de proteger la vida?
Esta necesidad de justificar al Estado desde el punto de vista de su utilidad, es una de las virtudes de pensadores políticos como Hobbes y Locke puesto que entendieron que debían darse buenas razones para que los individuos decidan abandonar su estado natural, aquel que, a decir del autor de Leviatán, se caracteriza por ser el escenario de una guerra potencial de todos contra todos, donde no hay ley y sólo sobrevive el más fuerte. En esta línea, los individuos consensuarán someterse al Estado si y sólo si se demuestra que obedecer la ley y pagar impuestos supone un costo menor al del riesgo de vivir en un caos en el que su vida corre peligro.
La gran paradoja es que una Constitución que parece tan recelosa del cuidado de los derechos individuales, acaba favoreciendo el retiro del Estado, esto es, el artificio humano por el cual esos derechos pueden ser exigidos y se hacen tangibles. Pues ¿qué derechos, aun cuando se los considere naturales, es posible exigir si no hay un Estado? ¿Frente a quién reivindicarlos? Por esto es que puede afirmarse que cada vez que un ciudadano elige portar un arma para su autodefensa, se debilita al Estado y con éste, la única garantía de visualización de todo tipo de derecho.

domingo, 20 de junio de 2010

Saramago y las preguntas insumisas (publicado originalmente el 20/6/10 en Miradas al Sur)

¿Qué sucedería si en los próximos comicios el 70% de la ciudadanía votase en blanco? ¿Y si en vez de gripe A este invierno nos trajera una horrorosa peste de ceguera? Estas dos preguntas no pretenden describir los deseos de un fanático ultraizquierdista argentino sino que son dos interrogantes a partir de los cuales podemos reflexionar acerca de la maravillosa obra literaria del recientemente fallecido José Saramago. De este portugués autoproclamado marxista libertario, hijo de una familia rural, ganador del premio Nobel de literatura y condenado al ostracismo por su ateísmo militante, se dirá mucho pero quisiera circunscribirme a sus ensayos sobre la ceguera y la lucidez, pues, quizás, pocos escritores hayan podido, desde la literatura fantástica, realizar un examen tan agudo acerca de la democracia liberal, el individualismo y el fundamentalismo de Mercado. En este sentido, me atrevería a decir que al mejor estilo de un contractualista moderno como Hobbes, Saramago construye su hipótesis del estado de naturaleza, a partir de la ficción de una extraña epidemia de ceguera “blanca”. En un mundo donde todos somos ciegos, antes que un tuerto rey, aflorará lo peor de la miseria humana y se impondrá la ley del más fuerte. Pero esta metáfora no es más que una fotografía de la sociedad contemporánea dado que al igual que en la caverna de Platón, Saramago denuncia que el Occidente actual “cree que ve, pero no es más que ciego” y casi no hay prisioneros que se liberen de las grandes desigualdades amparadas en un egoísmo que se presenta como natural. Así, con una impronta ilustrada, Saramago entiende, por un lado, a la ceguera como un síntoma de la ignorancia y un signo de nuestros tiempos.
Por otra parte, la sociedad actual, individualista y apolítica, entiende al Estado como un otro ajeno y es la causa de que en las democracias liberales de partidos los ciudadanos hayan decidido delegar su poder de autogobierno en una aristocracia parlamentaria. Pero, ¿a quién beneficia que el pueblo no gobierne sino a través de sus representantes? Esta pregunta acerca del poder, una de sus obsesiones, está presente en la idea de que es esta misma comunidad que padeció la ceguera la que, una vez recuperada, hastiada de una clase política aislada, vota mayoritariamente en un blanco que ahora es signo de la lucidez de quienes denuncian las kafkianas burocracias estatales y no avalan la casta de ricos funcionarios genuflexos ante los poderes económicos.
Saramago se fue y además de inolvidables novelas nos legó el espíritu de una insumisión constitutiva y la osadía de las preguntas que pocos se atreven a formular.