viernes, 27 de noviembre de 2015

La revancha de los ideólogos (publicado el 25/11/15 en Veintitrés)

El triunfo de Macri marca un giro abrupto en relación con la administración que gobernó el país los últimos 12 años. Evidentemente, el intento del gobierno de instalar que aquí se jugaban dos modelos de país no penetró lo suficiente y primó la propuesta macrista de una política new age, sin conflicto. ¿Ha sido el triunfo de las formas por sobre el contenido? En un sentido sí y prueba de ello podría estar en ese 24% que votó a Macri en la primera vuelta pues ese parece ser el número del electorado ideologizado que se opone fervientemente al modelo nacional y popular (a tal punto que 24% también había sido el porcentaje obtenido por Menem en 2003). El otro 27% que sumó Macri desde aquel agosto a este noviembre parece más bien un voto volátil que en buena parte está de acuerdo con las conquistas del kirchnerismo pero le molestan algunos aspectos puntuales y las formas. Decir eso no implica ningún juicio de valor, por cierto. Solo intento marcar que los ideólogos lograron ganar gracias a un voto desideologizado (que también existe en un porcentaje de los que apoyan al FPV, claro) entendible, en buena medida, por la campaña del terror que se impuso en la opinión pública, desde 2008, hacia todo lo que sea kirchnerista. Y cuando se logra instalar una negatividad, que en muchos casos, hasta es inexplicable para el propio sujeto, es muy difícil torcer la voluntad. Algo parecido había sucedido con Menem: en 2003 el riojano ganó la primera vuelta pero sabía que el 70% lo rechazaría en una segunda. ¿El rechazo era hacia él o hacia su modelo? Era hacía él porque si López Murphy hubiera desplazado a Kirchner del segundo puesto, habría obtenido el 70% de los votos defendiendo el mismo modelo económico que Menem. Aquí sucede algo parecido: si tuviéramos una votación en abstracto entre “el modelo nacional y popular” y “el modelo neoliberal”, hoy en día, una mayoría amplia se inclinaría por el primero. No hay por qué vanagloriarse de ello pues el recibir el apoyo de más o menos gente no acerca a ese modelo a la verdad ni pertenecer circunstancialmente a una mayoría debe ser motivo de orgullo necesariamente. Se trata simplemente de describir un clima de época.     
Sin embargo, los ideólogos que instalaron que lo importante eran las formas (cuando lo que les importaba era realmente el contenido), ahora van por la sustancia del asunto, tal como lo demuestra el editorial de La Nación del lunes 23/11 instando al próximo gobierno a acabar con los juicios de lesa humanidad contra los genocidas. Porque como estrategia política entendieron que había ganar como fuera pero a nadie le gusta ganar mostrándose como lo que no es ya que las ideas forman parte de nuestra identidad y en política eso juega un rol central. En otras palabras, hay tipos que gracias a su cinismo pueden hacer cualquier cosa para triunfar pero no quieren llegar al poder y ejercerlo disfrazados; tienen la necesidad existencial de demostrar que han triunfado sus ideas por más que no haya sido el caso. Es un tema personal y como sabemos, lo personal es político, a tal punto que van a intentar convencernos de que lo que triunfó fueron las ideas conservadoras que siempre han defendido cuando lo que sucedió fue la confluencia de un sinfín de elementos entre los que se encuentra el voto ideológico pero también aciertos electorales, errores del rival, blindajes mediáticos y una serie de casualidades que siempre juegan. Decir que para ganar tuvieron que ocultar lo que eran puede ser un consuelo de tontos pero estas breves líneas no buscan consolar sino advertir que ahora, sin máscara, estos tipos, van por lo que siempre les molestó del kirchnerismo. ¿Y qué es lo que siempre les molestó? ¿Acaso las cosas que el kirchnerismo hizo mal? No. Lo que siempre les molestó es, precisamente, todo aquello que el kirchnerismo hizo bien.   



sábado, 21 de noviembre de 2015

23N: incertidumbres y certezas (publicado el 19/11/15 en Veintritrés)

Cuando usted lea esto faltarán pocos días para la elección del 22 de noviembre. Como el final parece abierto, más que hablar de encuestas, parece razonable presentar los escenarios posibles del día posterior, el 23N, en una Argentina que evidentemente comenzará una nueva etapa.
¿Qué sucedería si gana Scioli? Por lo pronto, una conmoción más grande que la que acaeció tras el sorprendente resultado de la primera vuelta. ¿Por qué más grande? No solo porque se resuelve la elección sino porque, contrariamente a lo que sucedió el 25 de octubre, el que aparece instalado como favorito ahora es Macri más allá de que las encuestas reconocen un repunte de Scioli y hay alguna que lo da ganador al candidato del FPV. No le quedará margen a la oposición para denunciar fraude porque, desde que llegó a la segunda vuelta, el sistema electoral que era vetusto y corrupto se transformó en transparente y fiel expresión de la voluntad popular. Con todo, es de esperar que, como lo hizo en las elecciones anteriores, ante un resultado adverso, la oposición, busque “embarrar” la cancha y viciar la legitimidad del nuevo presidente.
Más allá de eso, Scioli presidente tendrá varios frentes abiertos desde la perspectiva política y económica. Porque gobernará sin quórum propio en Cámara de diputados y con un conjunto de legisladores representativos del kirchnerismo de paladar negro que garantizarán el apoyo durante el primer año pero estarán en una continua relación de tensión con los legisladores, llamemos, “peronistas” que responden a los gobernadores. En este sentido, no hay que ser opositor para admitir que aun dentro del oficialismo hay sectores molestos con La Cámpora y los privilegios que la agrupación liderada por Máximo ha tenido en los últimos años. Pues no hay trasvasamiento generacional que se haga con buenos modos pero esa falta de tacto ha golpeado también a dirigentes y militantes con compromiso y trayectoria valiosa, algunos de los cuales ya se han ido o prometen quitar obediencia a CFK a partir del 10 de diciembre. Con la presidenta fuera de la administración, esto es, sin “lapicera”, se observará la talla de esa camada de jóvenes que han crecido políticamente en estos años. Muchos han demostrado jerarquía y capacidad y han sido premiados por ello. Otros, igualmente premiados, no han demostrado estar a la altura de las circunstancias.    
En el terreno económico, Scioli también tendrá dificultades pues las promesas de campaña suponen cierto desfinanciamiento del Estado. Desde el oficialismo responden con buen tino que hay que redistribuir para crecer y que el crecimiento del mercado interno devendrá en mayores ingresos a través de los impuestos al consumo. Con todo, Scioli espera que la especulación, que tiene, en la Argentina, cara de silobolsa, liquide los dólares; a su vez, se espera llegar a un acuerdo razonable con los Buitres, esto es, pagarles una parte de lo que exigen y a la vez impedir una nueva negociación de la deuda con el 93% que había aceptado la anterior reestructuración. Asimismo, nadie del sciolismo niega correcciones económicas. Lo que se dice es que éstas no serán bruscas ni se harán a costa del bolsillo del trabajador. En ese sentido, hay un buen antecedente cercano. Me refiero a la devaluación de alrededor del 30% que se dio a principios de 2014. Si, tras ese ajuste, las paritarias se hubieran cerrado a un 15% y no hubiera existido una política de precios cuidados en los alimentos, el impacto en el poder adquisitivo de los trabajadores hubiera sido enorme. Sin embargo, las paritarias se negociaron como mínimo al nivel de la inflación que miden los privados y el golpe a los bolsillos de los que menos tienen no se sintió tanto, del mismo modo que tampoco se vio afectado el nivel de empleo que en octubre de 2015 alcanzó, según el INDEC, el 5,9%, esto es, el número más bajo de los últimos 28 años. Por último, Scioli deberá encarar con un Estado eficiente la problemática de los subsidios que, paradójicamente, favorecen a los que más se quejan de ellos: los ciudadanos de clase media y alta de la región metropolitana. Lo va a tener que hacer gradual y selectivamente. Y está bien que lo haga.
¿Y qué sucederá si gana Macri? Desde el plano político las condiciones son positivas para su espacio pues si bien no cuenta con mayoría en las cámaras, como pocas veces en la historia, una misma fuerza política poseería Nación, CABA, Provincia de Buenos Aires y, algo que no me parece menor, Boca Juniors. Ni el más optimista del PRO lo imaginaba y los más contentos son las terceras y cuartas líneas de los radicales que serán los principales beneficiados con todos los contratos que hacen falta para cubrir semejante estructura burocrática. Porque los correligionarios saben que el institucionalismo se cultiva mejor si hay contratos. Por suerte para Macri, los votantes que buscan equilibrio y que creen que no es bueno que haya un hombre o un partido con tanto poder, decidieron dárselo todo a él para combatir la supuesta concentración que tenía el gobierno anterior. Extrañas paradojas del republicanismo como el de Ernesto Sanz que anunció que, en caso de llegar Cambiemos al poder, no le temblará el pulso para gobernar a través de decretos. Si a este combo se le suma la afición de Macri por los vetos, el blindaje mediático, al menos de unos años, y un Poder Judicial cómplice, (pues se habla de contrapeso entre poderes pero quieren nombrar al jefe de los fiscales, cubrir con sus hombres los 3 lugares que estarán vacantes en la Corte Suprema, etc.), estamos ante un escenario de concentración de poder inédito que se enfrentará a un peronismo que, a diferencia de los años 80, ya ni siquiera cuenta con la fortaleza homogénea de los sindicatos y corre serio riesgo de balcanización en caso de perder la elección.       
Asimismo, en el plano económico no hay mucho misterio: las correcciones que Scioli haría gradualmente teniendo en cuenta el bolsillo de los trabajadores, Macri las transformará en un shock guiado por la decisión política de abaratar los costos laborales, esto es, bajar los sueldos (en USS). Se trata del combinado clásico de megadevaluación y transferencia automática de la renta hacia los sectores más concentrados. ¿Que no lo dice ahora? Lo dice a veces y a veces no lo dice porque es piantavotos pero, de llegar a la presidencia, apelará al clásico efecto de “la pesada herencia inobservada”. Esto significa que veremos desfilar a los principales referentes mediáticos diciéndonos que una vez en la administración se dieron cuenta que todo era peor que lo que pensaban y no les queda otra que recurrir a un indeseable ajuste fruto del populismo dilapidador de los k. Esto será acompañado por tapas de diarios con listas de ñoquis en el Estado (que los debe haber, claro) para que, naturalmente, se justifiquen miles de despidos (de los ñoquis y de los no ñoquis lo cual permitirá, no se olvide, el ingreso de nuevos ñoquis que por ser de colegio privado son más cool y llevan salsa de Palermo que no mancha la ropa).      

Pero a diferencia de Scioli, para Macri será más fácil conseguir los dólares que permitan destrabar una serie de cuellos de botella en los que está la economía argentina hoy: los buitres serán los primeros en celebrar porque entenderán que el acuerdo es inminente; habrá ayuda de bancos nacionales e internacionales además de una mediación de los organismos internacionales de crédito que ofrecerán frescos billetes verdes para blindar la economía. Porque la Argentina de Macri va a tener que demostrar prosperidad para aparecer como el faro que debe guiar las experiencias políticas de un escenario “pospopulista” en la región y generar el efecto contagio. Y, como si esto fuera poco, lo paradójicamente preocupante es que el kirchnerismo le deja al modelo neoliberal un país desendeudado, es decir, el mejor de los escenarios posibles. El margen es tal que si no existiera un deseo de revancha social de los sectores dominantes, el PRO podría implementar todas sus políticas de transferencia de ingreso paulatinamente hacia los sectores dominantes manteniendo la ayuda social durante dos períodos de un gobierno de Macri. Mientras tanto, la mitad de los argentinos gozará de una fiesta de consumo, del regreso del “deme dos” pero, el detalle, es que la Argentina tiene otra mitad, la que estuvo por debajo de la línea de pobreza en 2001 y que supo contar con un 20% de desocupación. Esos no viajarán a Miami y deberán contentarse con un todo por “200 pesos”, versión posdevaluación del clásico negocio de venta de baratijas importadas. Con todo, la prepotencia, la ambición pero, por sobre todo, repito, el deseo de una revancha tras 12 años fuera de gobierno de los sectores que siempre gobernaron este país, desde adentro o desde afuera de la administración, seguramente acelerará el proceso y probablemente comience a generar rápidamente enorme conflictividad social que no será tapa de los diarios. Como verá, el escenario ante un eventual gobierno de Scioli es un escenario inédito en tanto novedoso por la continuidad de un proyecto nacional y popular en un contexto internacional difícil y con un peronismo en estado de ebullición. El segundo, el de un eventual gobierno de Macri, es mucho más fácil de configurar por la simple razón de que no es una predicción sino el relato de una historia de la que ya hemos sido testigos.         

lunes, 16 de noviembre de 2015

Mi compromiso con el "Carta Abierta" macrista (publicado el 13/11/15 en Diario Registrado)

En los últimos días circuló una Carta de apoyo a la candidatura de Mauricio Macri firmada por más de doscientas personalidades de los medios y la cultura. Entre ellas se pueden visualizar hombres y mujeres de importante instalación pública como Marcos Aguinis, Juan José Sebrelli, Santiago Kovadloff, Marcelo Birmajer, Alejandro Rozitchner, Eduardo Levy Yeyati, Juan José Llach, Marcos Novaro, Pola Oloixarac, Pablo Sirvén, Iván Petrella, Liliana de Riz y Gustavo Noriega, entre otros.   
Más allá de que no concuerdo con el contenido de la Carta y de que no apoyo la candidatura de Macri celebro la iniciativa de comprometerse públicamente pues de esta manera se demuestra, incluso a contramano de lo que muchos de los allí firmantes han sostenido, que se puede apoyar un proyecto político y no por eso se deja de ser intelectual; o que se puede defender a un candidato y a una gestión que eventualmente pueda contratarnos como artistas y no por eso nos transformamos en venales y corruptos; y que no se es menos periodista si asumimos el lugar desde el que hablamos.  
Ojalá, entonces, estos referentes culturales no sean vilipendiados ni señalados despectivamente como acríticos “intelectuales orgánicos”, al igual que ha sucedido con el grupo de intelectuales afines al kirchnerismo. Espero, también, que no se estigmatice a los artistas allí firmantes aun cuando alguno haya sido contratado o sea contratado en el futuro por una eventual administración macrista, como también deseo que a los periodistas que engrosan esta lista no se los descalifique llamándolos “propagandistas”.
Porque si bien puede haber oportunistas en esta lista de personalidades, como los hay en todo grupo humano, al momento de la discusión pública no interesan las razones psicológicas o morales por las que alguien decide defender un conjunto de principios. Simplemente se intenta argumentar frente a las razones de quien piensa distinto independientemente de por qué lo dice o por qué lo hace. De hecho, en esa lista, por ejemplo, hay hombres y mujeres que en estos últimos años han sido contratados por el Gobierno de la Ciudad, han recibido pauta publicitaria y hasta son empleados de la administración citadina, y sin embargo no es justo espetarles que apoyan al PRO porque reciben dinero a cambio.
Por otra parte, deseo que los mismos editorialistas que le adosan la letra “k” a todo ciudadano con ideas afines al kirchnerismo para inducir a la audiencia y a los lectores, no le endilguen la letra “M” (de Macrismo) a los acá firmantes. Pues no sería justo que, por ejemplo, una nota afirme que el intelectual “M”, Marcos Aguinis, llamó a votar a Mauricio, ni otra que indique que el ultramacrista conductor de Radio Ciudad, Gustavo Noriega, defendió las políticas del expresidente de Boca. Sería, a su vez, estigmatizante que, por ejemplo, cada vez que Eduardo Levy Yeyati haga un pronóstico económico se le señale con el mote de “economista M” o que se llame “pseudo periodista” a Pablo Sirvén más allá de que él llame así a todo periodista cuya línea de pensamiento esté cercana al kirchnerismo. Además, espero que a ninguno de los firmantes se les indique que viven gracias a la plata de los impuestos de todos porque si alguno de ellos trabajara, como en algunos casos, insisto, ya sucede, para una administración macrista, tiene el derecho a recibir un sueldo.

Por último, y para finalizar, quiero decir públicamente que en caso de que Macri sea el próximo presidente, me comprometo a apoyar a los firmantes de esta Carta si periodistas o candidatos opositores los llaman “paraoficiales” y exigen que se les quite pauta oficial o que se silencie su voz en la Radio o la TV Pública por defender, con todas sus convicciones, las ideas y el proyecto político conservador al que suscriben.        

viernes, 13 de noviembre de 2015

Algo más que buenos modales (publicado el 12/11/15 en Veintitrés)

Una de las discusiones que se da al interior del oficialismo es cómo encarar estas últimas dos semanas de campaña. La situación es verdaderamente difícil tomando en cuenta que el que asoma como favorito ahora es Macri y, como suele suceder en el fútbol, cuando estás obligado a atacar te descuidas y cometes errores.
La idea del “ataque” no debe tomarse en sentido literal pero es claro que estamos viendo a un Scioli que ha dejado el rol de “pared impenetrable” que rebotaba con solvencia todo tipo de interrogación periodística, para transformarse en el candidato que busca interpelar a un adversario cuya línea discursiva es la “autoayuda chic”. Será difícil para el gobernador de Buenos Aires porque, guste o no, el kirchnerismo más duro es el que mejor se mueve en la confrontación pero, a su vez, se percibe un clima de desgaste de la lógica confrontativa. Si tal desgaste se produjo por la instalación en la opinión pública del mantra de la democracia como diálogo y consenso poco importa pero lo cierto es que existen sectores de la población que es necesario seducir y están recelosos de los presuntos malos modales k.           
Con todo, lo cierto es que después de la primera vuelta la campaña del oficialismo parece algo desordenada y la presidente parece ir por su carril, Scioli por el propio, y la militancia no orgánica, o más o menos orgánica, por otro. A tan pocos días de la elección el desorden no parece el mejor camino y se cae en lo que, desde mi punto de vista, son errores, más allá de tener las mejores intenciones. Me refiero a que identificar a Macri con la dictadura es algo que no solo no trae votos sino que es falso más allá de que buena parte de ese minoritario sector de argentinos que defiende las leyes de impunidad apoya al expresidente de Boca y que su plan económico sea similar al de Martínez de Hoz. Pero Macri no es Videla. Del mismo modo, tampoco se deben seguir convocando movilizaciones arrogándose la potestad del amor como si del otro lado solo hubiera odio.
Sin embargo, puede que ese desorden acabe siendo beneficioso pues, finalmente, CFK dirige sus discursos a “su tropa”, es decir, encolumna a los convencidos que no han militando como si lo estuvieran, Scioli busca seducir “por el centro” y la militancia no orgánica busca traer los votos que se puedan pero, por sobre todo, busca aparecer como ejemplo del compromiso frente al votante indolentemente progresista de grandes centro urbanos que susurrando “da lo mismo”, se garantiza la cómoda indignación de la cacerola que utilizará en el futuro. Todo eso, quizás, pueda confluir. Si alcanza o no es otra cosa pero si nada de esto se hiciese seguro que no alcanzaría.
A su vez, cuando usted lea esta nota se estará a pocos días del debate organizado por una ONG y que, se espera, esta vez, sea transmitido por varios canales incluida la TV pública. Quien sigue mis columnas sabe que si el dilema es entre que haya o no debate yo siempre preferiré que haya pero de ahí a suponer que ese evento es esencial para la democracia y la república hay un salto (al vacío). De hecho, tanto el debate en el que participaron 5 de los 6 candidatos como éste, acaban siendo funcionales a instituciones y símbolos que, desde mi punto de vista, debilitan nuestro sistema democrático. Me refiero a que el hecho de que el debate se realice en la Facultad de Derecho abona la idea de que el derecho y los abogados están por encima del Estado, la política y nuestros representantes; y el hecho de que sea organizado por varias ONG y moderado por periodistas legitima a éstos como neutrales guardianes morales de la República y heraldos de la voz de la sociedad civil. Con todo, la mejor razón frente a mis argumentos la obtuve de Carlos Zannini cuando en un reportaje tuve la posibilidad de interrogarlo acerca de las razones por las que Daniel Scioli había faltado al primer debate. Y su respuesta fue clara: “El debate es una cuestión táctica. Se concurre o no de acuerdo a la conveniencia”. Evidentemente, un Scioli ganador en primera vuelta no encontraba razones tácticas para asistir. Hoy la situación es otra máxime cuando el votante al que se busca seducir puede ser alguien que cree que en este tipo de debates se puede dirimir el buen o mal gobierno. Si alguien apresuradamente pudiera decir que Scioli no tiene convicciones republicanas pues solo asiste si le conviene cabe aclarar que tampoco parece del todo republicano haber vetado más de 100 leyes como Jefe de Gobierno de la Ciudad y que, hace apenas algunos meses, el candidato PRO, Horacio Rodrírguez Larreta, se negó a debatir. Y lo hizo, claramente, porque iba ganando, es decir, por razones tácticas.                
Más allá de esto, lo interesante es que Macri puede alcanzar la presidencia en un contexto de hegemonía cultural del kirchnerismo o, al menos, de consenso bastante expandido respecto de lo beneficioso que han resultado algunas políticas. La mejor prueba de ello es que el candidato del PRO tiene que desdecirse de todo lo que siempre dijo respecto de planes sociales, soberanía energética, fondos previsionales, Aerolíneas Argentinas y ampliación de derechos como fertilización asistida o matrimonio igualitario. ¿Qué es entonces lo que elegiría la ciudadanía? ¿Por qué no se inclina por el continuador de estas políticas? ¿Fantaseará con que se puede tener lo mismo pero con los presuntos buenos modales de la “gente bien”? Puede que así lo crea y, si es así, sería una tontería que el kirchnerismo no revisara sus modos pues, justamente, los kirchneristas entenderán que lo que importa son las conquistas obtenidas.
De hecho el último spot de Scioli va en esta dirección cuando afirma: "Yo sé que algunos están enojados. Pero no creo que estén enojados con la asignación universal para sus hijos, ni con las notebooks que recibe cada estudiante en las escuelas, ni con las casas del PRO.CRE.AR, ni haber recuperado YPF, Aerolíneas, nuestros ferrocarriles, y muchos logros más. Quizás estén enojados con las peleas, pero conmigo es distinto, yo soy un hombre de diálogo como ya lo demostré en mi vida. Moderado y pacífico. Pero decidido. Yo puedo darte a vos el cambio que esperas, pero sin los riesgos del pasado". Se trata de un texto que expresa un diagnóstico claro: las conquistas son valoradas incluso por aquellos que no nos votaron y si no nos eligieron fue por el clima de disputa y tensión que vive la Argentina al menos desde el conflicto con las patronales del campo. Asimismo, a vos, que por reflexión o moda crees que hace falta un cambio, te digo, yo, Scioli, que soy distinto y que si la opción es por el cambio puedo ser tu vehículo.
Por último, claramente, la referencia al pasado refiere a la relación entre el PRO y el neoliberalismo que llevó a la crisis del 2001. Como hemos elogiado en esta columna a Durán Barba, elogiemos ahora a los publicistas del sciolismo porque han logrado sintetizar en pocas frases el eje principal que puede permitir acercar posiciones con aquellos electores que se inclinaron por otras opciones.       
Sin embargo, algunos dicen que ya es tarde. Incluso hablan de clima de cambio de época, algo que ha sido bastante ostensible en varios municipios de la Provincia de Buenos Aires. Yo dejaría abierta la posibilidad, pero puede ser que tengan razón más allá de que ese cambio de época no se hubiera trasladado a las urnas si el oficialismo no hubiera cometido sendos errores de estrategia electoral, en especial, en la mencionada Provincia de Buenos Aires.  

Así, para finalizar, quizás el kirchnerismo quede preso de una enorme paradoja pues, por un lado, el hecho de que se hayan naturalizado las conquistas de la última larga década garantiza que un eventual gobierno de derecha tendrá enormes resistencias sociales si pretende avanzar sobre el piso alto de reivindicaciones y derechos; pero, por otro lado, esa misma naturalización, ese pensar que lo que se tiene es algo dado e inconmovible, generó una autonomización de esas conquistas respecto al origen histórico de las mismas. Dicho con más simpleza: sectores de la población pasan por alto que las posibilidades que han obtenido en esta última década se debieron no solo al esfuerzo personal sino a decisiones políticas y a políticas públicas llevadas adelante por una presidenta y un gobierno al que, por supuesto, se le pueden adjudicar caprichos, errores, desgastes y contradicciones. Es más, hasta se puede decir que ha sido un gobierno que ha equivocado varias veces sus candidatos y sus armados territoriales privilegiando inmerecidamente a algunos y maltratando a referentes políticos y sociales con cercanía ideológica que terminaron patéticamente, eso hay que decirlo también, “del otro lado”. Entonces, claro que podemos tener un gobierno mejor pero también podemos tener un gobierno peor que no será el que tenga peores modales sino el que te hará perder buena parte de las conquistas alcanzadas en los últimos doce años.            

sábado, 7 de noviembre de 2015

Poroto a poroto (publicado el 5/11/15 en Veintitrés)

Hubo un tiempo que fue hermoso y en el que creíamos en las encuestas. Pero ese tiempo terminó, como mínimo, el domingo 25 de octubre pues incluso los boca de urna del PRO daban una ventaja similar a la que supo obtener en las PASO Daniel Scioli. Pero también fueron errados los análisis y las elucubraciones, en general, así que hay buenas razones para descreer también de los analistas, por empezar, del que escribe esta nota. Y sin embargo, la desmemoria del lector y la vorágine nos da una nueva posibilidad para demostrar que a las imposibilidades metodológicas, las manipulaciones y los sesgos hay que agregar el factor de la imprevisibilidad.
Con todo, no es esta una nota sobre el azar si no sobre lo que puede ocurrir en el balotaje del próximo 22 de noviembre, esto es, una nota que intentará llevar adelante la temeraria tarea, una vez más, de predecir comportamientos (electorales). Y si nos dejamos llevar por el efecto psicológico el ganador es Macri. Sí, efectivamente, a pesar de ser segundo, la sobreexpectativa que se había generado en torno a un desenlace en favor de Scioli en la primera vuelta, hizo que Cambiemos apareciera como el gran ganador de la jornada, especialmente por el inesperado resultado en la Provincia de Buenos Aires. Si los encuestadores quisieran volver a pasar vergüenza deberían preguntarle a la ciudadanía, algunos días después de la elección del 25 de octubre, a quién va a votar y el resultado arrojaría, sin duda, una clara inclinación por el ganador “psicológico” de la contienda. Sin embargo, es de esperar que, con los días, ese efecto disminuya y el electorado pueda apartarse de la conmoción del resultado.
Haciendo números redondos, hay un 30 % de la ciudadanía que no votó ni a Scioli ni a Macri y allí estarían los votos en juego pues, naturalmente, parece difícil que alguien que haya votado a Scioli o a Macri decida apoyar a su oponente en esta instancia.
Por razones expositivas, quizás convenga tomar los votos por candidato más allá de que los votos, hace mucho tiempo, ya no son de los candidatos. Así que podría comenzarse por los electores que eligieron a Adolfo Rodríguez Sáa. No han llegado al 2% pero en una elección tan reñida pueden ser decisivos. ¿Qué perfil tiene ese elector? Inescrutable casi tanto como la política de San Luis pero lo cierto es que pareciera que allí habría un sector más filoperonista que opositor, con una retórica federalista, estatista y algo conservadora en el terreno de lo moral. Es posible que una parte mayoritaria de ese voto vaya hacia Scioli.
En cuanto a Margarita Stolbizer su “indignismo” moralizante y denuncista no obtuvo los votos esperados y apenas si rasguño el 2,5% de los votos. Hubo allí algún voto radical desencantado por la alianza del partido con Macri pero no mucho más. De hecho, seguramente, haber obtenido un porcentaje menor al de las PASO tuvo que ver con que parte de su electorado decidió apelar al voto “útil” en favor de Mauricio Macri. Habrá sido doloroso para Margarita pero buena parte de los que habían votado su pureza republicana la abandonaron por un procesado que se transformó en un “vetador serial” de leyes, incluso de aquellas apoyadas por sus propios legisladores. Pero ese comportamiento de su electorado permitiría augurar que, más allá de haber llamado a votar en blanco, un sector de sus votantes se acercaría más a Macri que a Scioli.
En lo que respecto a la izquierda, como era de esperar, sus referentes llamaron a votar en blanco tras obtener 3,27% en la primera vuelta. Naturalmente, afirmaron, todo es lo mismo porque para la izquierda todo lo que no sea ella misma es lo mismo. Sin embargo, los votantes difícilmente se plieguen estrictamente a la posición de Del Caño y es posible que una parte de esos votos, que no responden a un “trotskismo duro”, vayan hacia el FPV, pues puede haber allí electores enormemente críticos del oficialismo pero capaces de entender la diferencia entre un proyecto y otro.
Llegamos a los votos de UNA bajo la suposición de que dentro del aproximadamente 8% que los 3 candidatos mencionados reúnen, un sector se inclinará hacia el voto en blanco blanco pero la otra parte estaría más cerca de Scioli que de Macri, salvo en el caso de los votantes de Stolbizer. Es entonces cuando aparece Massa y esos más de 21% que pudo sumar resistiendo la polarización. Más allá de los coqueteos ambiguos de los referentes, en su programa económico y en su visión del Estado, la propuesta de UNA está más cerca del oficialismo que de la oposición. En todo caso, el massismo se diferencia fuertemente del FPV en su retórica antigarantista y su abuso de la demagogia punitivista pero la campaña, si bien ha tenido una fuerte presencia de la problemática del narcotráfico, a diferencia de elecciones anteriores, no gravitó tanto en torno a la “inseguridad”.
Sin embargo, nadie puede dejar de reconocer que el voto hacia Massa es también un voto opositor si bien es un voto más de oposición al kirchnerismo duro que a Scioli. Y allí es donde se abren los interrogantes: ¿qué prima en el voto massista? ¿La pertenencia peronista que aun no siendo kirchnerista entiende que Macri es un límite o la impronta opositora que haría todo lo posible para que el kirchnerismo no continúe aun en la versión más edulcorada que aparece con Scioli? Según Felipe Solá, quien, paradójicamente, afirmó que es muy difícil para los peronistas votar a Macri, el 65% de los votos de Massa se inclinaría por el líder de Cambiemos en el balotaje. De ser así, y volviendo a los números “redondos”, esto supondría que cerca de un 13,5% de aquel 21,3% iría hacia Cambiemos y alrededor de un 8% se trasladaría a Scioli. Me permito al menos dudar de esas proporciones pero aun si fueran ciertas supondría que, con los votos de Massa, el escenario del balotaje daría aproximadamente un 47/48% para Macri y un 44% para Scioli, números que se estrecharían aun más si fuera correcto el análisis realizado aquí en torno a los electores de Rodríguez Sáa, Stolbizer y Del Caño.
Asimismo, hay por allí un porcentaje, quizás pequeño, de una suerte de “voto pánico” de sectores progresistas que alguna vez pudieron votar al FPV y que esta vez no lo hicieron porque pensaron que la elección estaba resuelta y querían tener la conciencia limpia para el día de mañana levantar el dedo acusador frente a medidas de tinte conservador que, desde su perspectiva, podría tomar Scioli. Ese sector que puede haber ido a Del Caño pero que, en otra medida, difícil de calcular, se puede haber diluido incluso en algún voto en blanco, es probable que, viendo la posibilidad cierta de un Macri presidente, deje de lado la apatía y decida, con “desgarro” o como sea, votar al candidato del FPV.
Para finalizar, por lo dicho al principio, bien cabe preguntarse el sentido de escribir estas notas y de leerlas pues generalmente la realidad nos abofeteará y nos aleccionará en breve. Cuando eso suceda me escudaré en que lo aquí presentado fue simplemente la “foto” de un determinado momento y que no había nada que permitiera aseverar con certeza que estos serán los números del 22 de noviembre. Sin embargo, de no mediar algún suceso extravagante estoy tentado a afirmar que quien marcha a la cabeza de las preferencias hoy es el candidato de Cambiemos pero que el final del recorrido puede augurar un resultado abierto, tan abierto que supondrá un conteo largo, poroto a poroto.   

                

jueves, 5 de noviembre de 2015

Macri y el espejo que mete miedo (publicado el 2/11/15 en Diario Registrado)

Quienes durante años instalaron que La Cámpora adoctrinaba chicos en los jardines de infantes y tenía armas, que el gobierno te iba a secuestrar el pasaporte, que detrás de la SUBE estaba la SIDE espiándote, que se iban a cerrar canales de televisión opositores, que el plan económico siempre está a punto de explotar y que los BODEN se iban a pesificar porque no iba a haber más reservas en el BCRA, etc., denuncian una campaña de instalación del miedo de parte del oficialismo en contra del candidato opositor Mauricio Macri. Es curioso pero una denuncia tan subjetiva aparece como la noticia principal de los dos principales diarios el lunes 2 de noviembre y ya venía apareciendo en editorialistas menores durante los últimos días como así también en las redes sociales.
La prueba de la supuesta campaña oficialista sería un informe del programa de TV, 678, en el que se compara el discurso donde Martínez de Hoz, en 1980, expresa el plan económico que llevó adelante la dictadura, con pasajes de intervenciones públicas de los máximos referentes del macrismo.
En tal informe, entonces, se pueden visualizar 6 pilares del modelo neoliberal aplicados durante la dictadura. En primer lugar, la libertad de las transacciones cambiarias con eliminación de los controles del cambio. En buen criollo, se trata de dejar el precio del dólar a merced de la lógica del mercado, algo que los economistas macristas y el propio Macri vienen defendido tenazmente; en segundo lugar, el ministro de la dictadura menciona la decisión de quitar todo límite a las exportaciones, esto es, quitar todo tipo de impuestos o cuotas, algo que está en la agenda del macrismo desde el conflicto del gobierno nacional con las patronales del campo en 2008.   
En tercer lugar aparece la eliminación de cuotas, prohibiciones y licencias para las importaciones, medida que adoptaría el macrismo en caso de llegar al poder tal como reconoce el recientemente electo Jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta. En cuarto lugar aparece la completa libertad para las inversiones extranjeras, eufemismo por el cual se quiere afirmar que toda empresa que decida invertir dólares tendrá el beneficio de, como mínimo, girar todas sus ganancias a su casa matriz sin ningún tipo de obligación de reinvertir en el país. Tal medida es casi un “clásico” de los discursos macristas que hablan de generar “confianza” y “buen clima de negocios”.  
En quinto lugar, Martínez de Hoz realiza casi un fallido cuando habla de la “eliminación de las tarifas políticas de los servicios públicos”. Sí, leyó bien, habla de “tarifas políticas” y por “políticas”, aparentemente entiende “tarifas subsidiadas” mostrando el modo en que el paradigma neoliberal vincula “Estado” y “política” con “subsidios”, entendiendo por éstos un “gasto superfluo”. Aquí el informe muestra a la candidata a Vicepresidente, Gabriela Michetti, afirmando que es imposible seguir pagando los “precios irrisorios” de las tarifas de luz, gas y transporte. Por último, el mayor eufemismo, aquel que habla de la “libertad de contratación de los salarios sobre la base de los salarios establecidos como mínimos por el gobierno”. Para quien no lo entienda, se trata de bajar los salarios, es decir, que el trabajador gane menos. En esta línea se encuentra la afirmación de Macri en una entrevista televisiva cuando indicó que “lo que tenemos que hacer es bajar los costos y los salarios son un costo más”.

Más allá de que todo informe televisivo tiene una edición, nadie del macrismo ha salido a desmentir ni ha denunciado una tergiversación de cada una de las intervenciones que allí se muestran. Simplemente, en tándem con medios opositores, advierten una campaña de instalación de miedo lo cual, paradójicamente, es una demostración del triunfo cultural de ciertos pilares del kirchnerismo (más allá de que, claro está, el triunfo de esos pilares no garantice un triunfo en las urnas). Con esto me refiero a que denunciando una campaña de instalación del miedo, los denunciantes acaban admitiendo, sin reconocerlo, claro, que las recetas neoliberales son de temer, es decir, admiten involuntariamente que las propuestas que ellos defienden meten miedo en la población porque la ciudadanía las ha padecido en los años de dictadura y en la década del 90. Esto no es casual porque este es de los pocos países en los que la derecha no admite ser derecha, esto es, asume una culpa por ser lo que es, a diferencia de lo que sucede, por ejemplo, en España. Pero en Argentina, ser de derecha genera culpa y ser neoliberal también genera culpa a punto tal que, salvo alguna radicalizada excepción, ningún neoliberal admite serlo. Quizás, entonces, más que instalación del miedo, lo que haya sea simplemente la instalación de un espejo enfrente de aquellos que no toleran ni pueden admitir públicamente lo que son si es que pretenden llegar a gobernar, a través de los votos, la Argentina.