miércoles, 25 de junio de 2008

Los idiotas

Debo confesar que a partir de los sucesos de público conocimiento, desde hace ya más de 100 días estoy tentado a escribir una nota que se llame “los idiotas”. Finalmente, creo haber encontrado el momento. Pero para que no se malinterprete diré que no me refiero a la cadena nacional de los medios privados que transmite en vivo y en directo cualquier exabrupto de un De Angeli que más que un Blumberg campechano parece cada vez más un Jacobo Winograd patriotero; tampoco a la supuesta demostración de militancia que suponen las carpas K ni a la insólita persistente cobertura que se les da; tampoco voy a referirme al Gobierno de la Ciudad que en su ineficacia ni siquiera puede lograr el desalojo de esas carpas ni a las poco felices acciones y declaraciones de Delia ni a la funcionalidad de ex líderes sociales como Castells; no se tratará tampoco de hacer un análisis de las cadenas de mails ciberrevolucionarias ni de los valientes comentarios de anónimos en blogs.
También es necesario aclarar que cuando digo idiotas no me refiero a los que ponen en primera plana el sismo político que produjo la conmocionante derrota del kirchnerismo en una ciudad termómetro de la Argentina como lo es aquella que es conocida por el crimen de Nora Dalmasso, ni hago alusión a aquellos que consideran que Riquelme es el jugador número 1 de la Argentina. Permítaseme agregar que en este caso tampoco voy a decirles idiotas a aquellos que, una vez muerto, consideran que Neustadt, al fin de cuentas y más allá de algunas opiniones controvertidas, era un gran comunicador y un hombre fiel a sus ideas; tampoco llamaré idiotas a los idiotas que consideran que el Congreso tiene una oportunidad histórica de demostrar su utilidad. A ninguno de estos personajes citados llamaré hoy idiotas.
Más bien llamaré idiotas a un conjunto de ciudadanos comunes algunos de los cuales ocupan espacios en medios de comunicación, que han interpretado que la nota escrita por Verbitsky este domingo en Página 12 ( http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-106452-2008-06-22.html ) suponía un viraje en el pensamiento del periodista hacia posiciones anti K.
Para explicar esta oligofrenia interpretativa, Orlando Barone hizo mención a un libro de Wiñazki, cuyo título resulta bastante explicativo: La noticia deseada. En este caso, es tal el deseo de ciudadanos comunes y vecinos de escuchar críticas al gobierno de parte de intelectuales que alguna vez fueron afines a éste, que llovieron comentarios a las radios anunciando la buena nueva del cambio de Verbitsky sin percatarse la ironía, que por momentos ni siquiera fue fina, que desarrolló a lo largo de todo su artículo.
Entiendo que Verbitsky introdujo en su nota, a modo de mofa y con el fin de desnudar la precariedad de algunos argumentos, la catarata de pareceres del sentido común que intentan dar cuenta de la realidad política y que poco tienen que ver con las verdaderas falencias que tiene este gobierno. En su nota, el periodista afirma que los problemas de la Argentina son: la confusión que genera el doble comando ya que la gente no sabe quién gobierna; las peleas de la Presidenta con el ex presidente; el afán de dividir el país; el odio de Kirchner; la utilización de las madres de Plaza de Mayo; la soberbia de la Presidenta: la falta de conferencias de prensa; la no invitación al diálogo; la ausencia de calidad institucional; las joyas de la Presidenta; las apariciones públicas de Kirchner. Verbitsky también exigió emular a España en la resolución del conflicto de las rutas (como pedían muchos analistas) y también reclamó que la Presidenta oiga las palabras del humilde líder agrario Alfredo de Angeli, como así también que acceda a que líderes democráticos como Buzzi, alguien con declaradas convicciones religiosas, imparta clases de democracia.
Siguiendo con el juego, el periodista de Página 12 también criticó al ex presidente por no confrontar con Duhalde, por no hacer una exégesis del pensamiento de Delía y por no reconocer la brutal y genocida represión realizada a los cientos de miles de hambreados campesinos revolucionarios de Gualeguaychú.
Todo esto dijo Verbitsky irónicamente en una nota que muchos idiotas interpretaron literalmente. Detrás de este deseo de viraje está la idea de que el arrepentimiento es una vía de acceso a una verdad privilegiada. Casi a la manera de la dialéctica hegeliana, el arrepentido llega a una verdad superior porque ha pasado por el error, por el mal, y la salida de allí supone una superación jerarquizada por contener en sí su negación. Además, mejor si el arrepentido es un intelectual pues al fin de cuentas siempre se nos siembran dudas cuando alguien formado piensa distinto que nosotros.
Si bien para algunos, esta interpretación dialéctica es la muestra fiel de que Cristina no es alguien especial ya que la Argentina estaría llena de hegelianos como ella, a mí me interesaría regresar al tema de esta nota y cerrar con una pregunta: ¿a qué nivel de idiotez hemos llegado para no darnos cuenta que a muchos de los argumentos que se repiten a diario no les hace falta nada para conformar una perfecta ironía?

viernes, 13 de junio de 2008

Política y verdad

Tras casi 100 días de conflicto con el campo, la sensación de estancamiento se debe menos a la parálisis en la comercialización de productos que al desfile incesante de analistas, políticos y amplificadores del sentido común cuya única salida a la repetición hartante de lugares comunes es la exageración de calamidades y desastres por venir. Si bien la aparición repentina de casos de inseguridad y las vergonzosas imágenes de Charly García tomada por un celular de aquellos vecinos que trabajan gratis para grandes multimedios con la misma lógica de invasión a la intimidad de los programas vespertinos de infundios parece mostrar cierto aplacamiento del conflicto con el campo, no deja de sorprender la capacidad para exprimir un tema que, más allá de sus matices, no es más complejo que otros.
La estrategia del gobierno, en los últimos días, está dando resultados: el desgaste de los representantes de la Mesa de Enlace resulta visible y junto a De Angeli hay más cámaras que seguidores. La tarima de Gualeguaychú parece el escenario de una comedia Stand Up y el frío hizo que la gente se fuera a la casa. Sin embargo, la estrategia del gobierno es peligrosa puesto que en situación de acorralamiento, la víctima puede reaccionar de diversas maneras. Los dirigentes del campo han quedado presos de su propia radicalidad y la misma crítica paroxística que por momentos los llevó a plantear el cambio de un modelo de país, es la que hace que cualquier triunfo en la negociación se juzgue nimio. Jugar a la expectativa de máxima incentivados por la fama de la repetición en cadena, no es siempre la mejor manera de obtener resultados. Absurdo sería conseguir un poquito de rebaja en las retenciones y salir a justificar públicamente que 100 días de paro tuvieron que ver nada más que con unos puntitos de más o de menos. A estos grupos y a la oposición, lamentablemente, lo que les queda es la apuesta al caos: alguna cadena de mails reenviada por idiotas y algún gatillo fácil que contribuya a construir un mártir anónimo bastará para hacer olvidar las razones originales del conflicto.
El gobierno tiene razón en la aplicación de las retenciones móviles y más acertado estuvo cuando modificó buena parte del plan inicial bajando el porcentaje que, pasado determinado umbral, llegaba al 95% del excedente; cuando discriminó entre grandes y medianos y pequeños a través de devoluciones y subsidios y cuando facilitó los trámites burocráticos delegándolos a las respectivas provincias. También, ante el insólito argumento de que no debía pagarse porque no se sabía a dónde iba la plata, el gobierno acertó en inventar un destino social para los fondos. Esta última estrategia hizo imposible oponerse a tal punto que los representantes del campo no pudieron decir más que “estamos de acuerdo con el destino de los fondos, nada más que no queremos que se nos saque a nosotros la plata”. Ningún periodista repreguntó. La necesidad de diálogo es un latiguillo pero nadie repregunta para que avance el diálogo. Se habla de redistribución y nunca falta un ignorante que plantea que la redistribución es correcta si no afecta a nadie. Lo que estos analistas no parecen entender es que la redistribución supone sacarle a algunos para darle a otros. Si se puede hacer dialogando y a través de la persuasión mejor pero si no el gobierno deberá imponerlo. Si tiene fuerza, decisión política y una buena estrategia comunicacional lo hará. Si no no (por cierto, de las 3 mencionadas, la que seguro no tiene es la tercera).
Pero el gobierno se equivoca en un elemento que va más allá de cualquier plan y que es más grave que esto. El gobierno se equivoca al encarar mal el juego de la política, al creer que en este tipo de conflictos está en juego la verdad. La verdad no necesariamente genera estabilidad política, paz y prosperidad, lo cual, por supuesto no significa que el precio por éstas deba ser la mentira. Pero la fantasía de que la verdad pacifica es la de aquellos fundamentalistas de la verdad que creen que ella es tan fuerte como para sojuzgar voluntades e ignorancias. Piensan la política como piensan la religión. Es la misma idea de Carrió quien cree que el problema de la política es el de la verdad y que el escenario de la política argentina no se divide según ideologías ni programas sino por la decencia en los comportamientos.
Insisto con esto: no se trata de un llamamiento a la mentira y a la construcción de burbujas de consumo y felicidad. Simplemente trato de decir que el juego de la política es más bien el de la persuasión y la negociación antes que el de la verdad. Aún los que tienen la verdad deben, a veces, sentarse a negociar pues la mesa de negociación no es sólo la que admite a equivocados e interesados. También admite a los que tienen razón. Por eso el gobierno debe entender que aún teniendo la razón y la verdad de su lado, debe negociar para resolver el conflicto. La negociación supondrá otorgarle algo a aquellos que mienten lo cual no debilita la verdad, más bien, simplemente, muestra que la política planteada en términos de Verdad/Mentira generalmente no sirve de mucho.
En este sentido, pragmáticamente hablando, el gobierno debe sopesar cuál es el precio que está pagando por poseer la verdad y quizás deba darse cuenta que la verdad de su lado no le permitirá resolver un conflicto que le está quitando el caudal político que merecidamente se ganó.

jueves, 5 de junio de 2008

La corporación blogger

Hace unos días el portal de Clarín se hizo eco de una controversia que tuvo como disparador unas declaraciones de José Pablo Feinmann acerca de los blogs. El escritor argentino afirmó, palabras más palabras menos, que detesta los blogs, que no hay pelotudo que no tenga un blog (SIC), que a la gran mayoría de los que escriben un blog cualquier jefe de redacción les pegaría una patada en el culo (SIC); que hay que saber escribir para no hacerle perder el tiempo al que lee y que los blogs son utilizados muchas veces por idiotas que hacen de la puteada un deporte (Ver las declaraciones en http://weblogs.clarin.com/camara-libre/archives/2008/04/post_40/ ).
Estas declaraciones me hicieron recordar unas de Horacio González que en tono más críptico y academicista también se referían despectivamente a los blogs en tanto promotores de una “disentería verbal” y el elogio de una espontaneidad sin control de calidad. Al igual que Feinmann, el director de la Biblioteca Nacional abre un interrogante respecto de la aparente revolución de la libertad y la democracia que los blogs estarían llevando adelante y concluye que tras una suerte de explosión burbujeante, en unos años, renacerá el estilo clásico y necesario de la escritura, aquel que compromete al escritor con nombre y apellido y que restaura una suerte de objetividad del texto. (Ver el artículo de González en http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2007/12/21/01569971.html )
Confieso que me ha llamado la atención las vehementes respuestas que se les han dirigido tanto a González como a Feinmann. Por supuesto, las críticas provinieron, en su mayoría, de aquellos lectores y editores de blogs que se sintieron tocados en su amor propio, por cierto, para nada virtual. Aun blogs de personas con pretensiones de seriedad y capacidad argumentativa se ocuparon del tema y tildaron a los escritores mencionados de vetustos oficiales de una resistencia extemporánea. Yo, por mi parte, considero que tanto grito desaforado, tanto ofuscamiento contra Feinmann y González, parece más una exageración de espíritus entre ingenuos y limitados por un horizonte umbilical.
Sin intentar hacer una hermenéutica de algunos exabruptos de Feinmann podría decirse que, más allá de algunas generalizaciones poco fundadas, éste tiene razón. Es verdad que cualquier pelotudo tiene un blog, lo cual no significa que el que tenga un blog sea necesariamente un pelotudo. La diferencia perece sutil, pero no lo es y también habría que preguntarse por qué tanto enojo ante una afirmación que parece valorativa pero es casi descriptiva: cada vez son más aquellos que creen tener algo para decir y lo dicen y seguramente, en la medida en que este fenómeno se amplíe, serán más los contenidos obligatoriamente olvidables. En esta línea también es correcta la aseveración de que ningún jefe de redacción podría aprobar la gran mayoría de los contenidos que son vertidos en los blogs. Más allá de ello, en este punto, debería aclararse que hay gente que no tiene pretensión alguna de hacer de la información de su blog un potencial candidato a ser contenido de algún tipo de publicación seria. Más bien habría que preguntarse cuáles son las razones por las que muchos jóvenes tienen una compulsión a mostrar una representación de su aparente intimidad. En todo caso, la crítica de Feinmann se dirige más a aquellos blogs que pretenden plantear una alternativa respetable a las corporaciones mediáticas.
Tan real como las anteriores es la afirmación de Feinmann respecto a la utilización abusiva del anonimato para proferir todo tipo de agravios. Mediocridad y carencia de valentía suelen aunarse en un cocktail que atraviesa la mayoría de los comentarios en los blogs. Tanto guapo virtual, tanto revolucionario de cibercafé y Ipod son más una muestra de decadencia que de ejercicio de la libertad. En esta línea, tanto Feinmann como González tienen razón en, al menos, abrir un interrogante respecto de las aparentes bondades de los blogs. Sin duda, los blogs son un espacio muy útil para muchas personas que por diferentes razones ven vedadas sus posibilidades de participación en grandes medios que pudieran promover sus ideas. Ante tanta homogeneidad y linealidad en los análisis de los grandes multimedios, algunos blogs parecen ser una caricia al intelecto. Sin embargo, muchos otros reproducen, desde el humilde y pobre espacio de poder que supone ser el editor de un blog, lo peor de las grandes corporaciones. Censura, pretensiones de exclusividad y pedidos de contribuciones sin retribución son, entre muchas otras, monedas corrientes en los blogs, lo cual nos lleva a pensar que no existe una conciencia, por llamarlo antisistémica, en los bloggers, sino más bien, se trata, en su gran mayoría, de sujetos que no ejercen toda la vehemencia despótica del poder sólo porque no tienen la posibilidad de hacerlo. En este sentido, esta reacción exagerada y en bloque contra los dichos de González y de Feinmann parece propio de corporaciones, esto es, estructuras interesadas y acríticas, con un despotismo tan monolítico que no parece entender que debería generar mecanismos para que lo que se democratice no sea solamente la política del agravio anónimo y los mediocres balbuceos pseudo libertarios de editores censores.