martes, 30 de marzo de 2021

El olvido en un mundo de Eróstratos (publicado el 17/3/21 en www.disidentia.com)

 

Tomará el revólver, cargará las seis balas y saldrá a la calle. Las primeras cinco balas serán para los cinco primeros desgraciados que azarosamente se crucen en su camino. La sexta será para él mismo. Harto de vivir en un mundo de mierda, rodeado de gente de mierda que da náusea y a la que siempre es mejor mirar desde arriba para no rozarse, el personaje en cuestión ha decidido ser un Eróstrato de nuestro tiempo.

Para quienes no lo recuerden, Eróstrato era un pastor que allá por el siglo IV AC, según dicen, más precisamente, el mismo día en el que habría nacido Alejandro Magno, incendió el Templo de Artemisa en Éfeso, aquel considerado una de las siete maravillas del mundo antiguo. Nadie se explicaba por qué lo había hecho; no había razones políticas, ni religiosas ni simbólicas en un sentido amplio. Sin embargo, tras un largo interrogatorio que incluyó hasta torturas, el incendiario confesó: lo había hecho para ser recordado. Y a pesar de que los efesios ordenaron quitar toda referencia a su persona para que no lograra su cometido, la historia le daría la razón pues de hecho nadie sabe quién construyó aquel templo pero todos sabemos quién lo destruyó. Es más, hasta figuras de la talla de Unamuno, Gracián, Cervantes, Victor Hugo, Chéjov, Pessoa y Verne, entre otros, le han dedicado al menos una línea en sus obras. Estar en el recuerdo por la razón que fuera, o incluso por malas razones, pero estar. La psicología misma habla de un Complejo de Eróstrato para definir aquellas personalidades con baja autoestima dispuestas a buscar la fama a cualquier costo y cada vez que leo casos como estos recuerdo que una lógica parecida persiguió el asesino de John Lennon quien luego declararía que cometió el crimen para poder ser más famoso que el exbeatle.

Además de los mencionados, la figura de Eróstrato inspiró también a J. P. Sartre, quien publicara un cuento que llevaría justamente el nombre del pirómano más famoso y que sería recopilado en el libro El muro. Como se indicaba en el primer párrafo de esta nota, Sartre piensa en Eróstrato cuando crea el personaje de un hombre que aborrecía vivir rodeado de gente y, de repente, decide salir a la calle a matar de manera indiscriminada como una suerte de legado para la posteridad antes de suicidarse. Para desgracia del protagonista las cosas no salieron como pensaba pero invito al lector que lea por sí mismo esa fantástica historia. Con todo, lo que sí podemos sacar en limpio hasta ahora es que a lo largo de la historia ha habido muchos Eróstratos pero nunca fue tan fácil convertirse en uno de ellos como sucede en la actualidad.

De hecho, no casualmente, de manera periódica nos anoticiamos de locos terroristas que perpetran masacres que transmiten en vivo en sus redes sociales solo por ser “reconocidos”, por alcanzar una “fama” aunque más no sea desde el horror. No olvidemos ese punto ya mencionado. Se trata de trascender por la trascendencia misma y no necesariamente por alguna virtud.  El gran descubridor y el gran asesino valen lo mismo envueltos en el mismo lodo de wikipedia; y, a su vez, Eróstratos ha habido siempre. Sin embargo, como les indicaba, hay tiempos históricos que son un caldo de cultivo para este tipo de acciones. Y, claro, no descubrimos nada si indicamos que una cultura donde todo se hace para ser visto sea proclive a la multiplicación de Eróstratos. Si todo es trascender y la competencia por esa trascendencia es feroz, los más cuerdos vivirán empastillados para soportar la presión y los menos cuerdos serán capaces de hacer desastres contra terceros y contra sí mismos.   

Sin embargo, intuyo que en paralelo comenzaremos a convivir también con el fenómeno contrapuesto. Una suerte de pretensión de regreso al anonimato que será muy potente en las nuevas generaciones. Insisto en que serán fenómenos que se darán a la par: tendremos por un lado una dinámica disparatada de personas necesitadas de llamar la atención con cada vez más frecuencia en una competencia frenética, y, al mismo tiempo, muchos otros que aun presos de la tecnología tenderán a permanecer ajenos, a intentar pasar desapercibidos, a vivir una vida menos expuesta. Efectivamente, serán cada vez más frecuente los pedidos de lo que se conoce como “derecho al olvido” que más allá de referir, desde el punto de vista legal, al derecho a que se quite de la web información maliciosa o que daña la reputación de un afectado, podemos pensarlo de manera metafórica como un derecho a no ser recordados, el derecho a una vida que no trascienda.

A propósito, hace unos días revisaba el libro Teoría General del Olvido, del angoleño José Eduardo Agualusa, y me encontré con este párrafo en la página 158 de la edición de Edhasa de 2012:

“Ciertas personas padecen del miedo a ser olvidadas. A esa patología se la llama atazagorafobia. A él le sucedía lo opuesto: vivía en el terror de que nunca lo olvidasen. Allá, en el delta de Okavango, se había sentido olvidado. Había sido feliz”.

Estoy pensando en la cantidad de casos de jóvenes que hoy cuentan con 30 años y están arruinados en el presente por el simple hecho de haber expuesto su vida y sus opiniones en una red social cuando tenían, quizás, 13, 14 o 15 años. Esa web que todo lo recuerda y que privilegia lo viralizado, es decir, le da preponderancia a lo que más circuló independientemente de si ese contenido es verdadero o falso, está arruinando la vida de miles de personas impulsadas por una cultura y una tecnología incapaz de separar lo público de lo privado. Esa opinión indebida vertida cuando tenías 16 años, un video compartido con amigos, un comentario privado que alguien hace público, todo puede, de un momento a otro, transformar tu vida en un infierno, llevarte a ser un Eróstrato pero, claro está, de manera involuntaria.   

No deja de ser curioso que en casi todos los sistemas legales existe la figura de la prescripción de algunos delitos y que, sin embargo, en paralelo, culturalmente estemos presos de un sistema de memoria infinita que permite juzgar a la gente por hechos o acciones que ni siquiera son delitos; donde no hay posibilidad de arrepentirse por una foto desafortunada o por una opinión vertida hace 15 años con la cual quizás hoy no comulguemos. Porque la gente cambia, para bien o para mal, pero el combo entre una maquinaria de almacenamiento total con una sociedad deseosa de vigilar, juzgar y castigar con valores del presente hechos de un pasado en el que los valores eran otros, está generando mayores calamidades que actos reparatorios, además de minar una vida en sociedad en la que todos estamos a tiro de la policía del pensamiento que decrete la muerte civil del señalado de hoy.  

Como conclusión, entonces, seguirán floreciendo y, algo aún peor, seguirán intentando florecer los Eróstratos, cada vez más patéticos y probablemente más dañinos. Pero atención con la reacción ante ese fenómeno. Cuando creemos que todo está a la vista, puede que se esté gestando en paralelo un mundo subterráneo donde la gente pueda y pretenda vivir sin ser recordada. Y quizás, como decía Agualusa, puede que en ese mundo esa gente lleve adelante el acto contracultural más grande: la revolución de ser feliz.

 

lunes, 22 de marzo de 2021

Una solución porteña para los problemas de los formoseños (editorial del 13/3/21 en No estoy solo)

 

1)    Invito a todos los porteños a votar en change.org qué gobierno merece Formosa y que promovamos una encuesta en Twitter donde los usuarios opinen si Insfrán gana por los votos paraguayos, porque los formoseños son zombies que trabajan para el Estado o una mezcla de ambas. ¿En qué momento, y de una vez por todas, los porteños tomaremos la decisión definitiva de elegirles a los formoseños el gobierno que se merecen? ¿Qué esperamos para que Amnesty International o Bill Gates intervengan la provincia? Pero algo bueno tuvo el hecho de que desde hace semanas se busque esmerilar al gobierno provincial a pesar del evidente éxito en el control de la pandemia: muchos periodistas y dirigentes de la oposición pudieron visitar Formosa por primera vez antes de cruzar a Paraguay a hacer compras.

2)    Beatriz Sarlo mintiendo en lugares y sobreactuando una ética que se le debe haber caído pero que no fue encontrada ni siquiera debajo de la mesa; con la vacuna no, Beatriz. ¿Montar semejante escándalo para desdecirse en la Justicia? En la tele es más fácil decir “conmigo no” cuando se sabía que nadie iba a contestar porque el costo de responder lo que correspondía era demasiado alto para el programa que invitaba. En la justicia es otra cosa. Sarlo se equivoca bastante y se equivocó tal como hace algunas semanas atrás lo hizo Verbitsky. Pero si te equivocás siempre para el mismo lado no es un error. Por cierto ¿quién habrá instaurado que una prestigiosa crítica literaria como Sarlo tenía que ser una buena analista política y un faro moral de occidente? De maoísta a votante de Carrió. Lo único que mantuvo incólume Beatriz a lo largo de los años fue su antiperonismo y su petulancia.

3)    Rodríguez Larreta es incapaz de organizar una cola en el Luna Park. Pero con un blindaje mediático como el que tiene cualquiera se anima a ser inepto. Mi madre me decía que cualquiera puede ser incapaz pero que para serlo debía tener dinero. Estaba en lo cierto. Y Larreta tiene tus impuestos. Cuando la incapacidad de organizar la cola en un banco la evidenció el funcionario nacional Vanoli le costó el puesto. A los funcionarios del gobierno de la ciudad solo les cuesta un pedido de disculpas. Juan Domingo Perdón. No hace pero pide disculpas. Vivimos en una ficción que fue creada años atrás por un demiurgo llamado Peter Capusotto. Y no descansa ni en el séptimo día.

4)    Del regreso a clases y de los contagios no se habla más. Los hay y de a cientos, como evidencian los chats de los papis y las mamis, pero a ningún lado de la grieta le conviene que se dé marcha atrás con las clases. Todos están cómodos: los gobiernos, los gremios que no podrían explicar por qué permitieron esto y los padres cuyo hartazgo autopercibió performativamente el fin de la pandemia.

5)    El ritmo de vacunación está aumentando pero sigue lejos de las promesas. En la provincia presentan como un éxito que de alrededor de 12 millones de personas capaces de recibir la vacuna se hayan inscripto 4 millones. En CABA ni siquiera pudieron idear un sistema de preinscripción así que no saben cuántos interesados hay de modo que tampoco se entiende con qué criterio determinan cuándo se debe empezar a vacunar a un nuevo grupo. En este caso ni pidieron perdón.

6)    El caso Sarlo mostró que el periodismo de guerra nunca fue abandonado pero ahora es expuesto pornográficamente. Si la protagonista dice “no X” el diario titulará “X” porque le place y porque sus lectores lo necesitan. Por suerte Google se asociará con la prensa profesional que lanza fake news profesionales. Sigue sin respuesta quién chequea a los chequeadores y quién le va a poner un freno a los dueños de las redes sociales que determinan quién puede y quién no puede hablar. En la TV Pública la batalla cultural contra la desinformación la da Robertito porque no hay que politizar.   

7)    El gobierno nacional anuncia que se va una ministra y que no tiene reemplazante (o que llegaría en un auto manejado por el General Alais o en andas de Aquiles corriendo contra la paradoja de Zenón). Caso pocas veces visto. Lo que también es pocas veces visto es que todos los funcionarios que no funcionan sean premiados con embajadas. Parece ser un buen negocio no funcionar.   

8)    Macri saca un libro llamado Primer tiempo. Naturalmente, lo que el título nos quiere decir es que habrá un “segundo tiempo”. Fiel a su estilo, las futboleras son las únicas metáforas a las que intelectualmente puede arribar y es su forma de vincularse con lo que él cree que es el mundo de lo popular. Y tiene razón en cuanto a que segundo tiempo puede haber. Lo que no sabemos es si el técnico le va a pedir que se quede en el vestuario porque ya tiene un reemplazante.

9)    CFK hizo un fuerte alegato en la justicia por la delirante causa del dólar futuro. Demostró una vez más que sus intervenciones movilizan una fibra especial para los que la aman y sobre todo para los que la odian y sueñan con ella. No es el único problema de la Argentina pero el Poder Judicial va a poner límite a cualquier intento de cambio estructural porque detrás de él y de la Constitución hay un sistema económico. Por lo tanto, hay que avanzar sobre él pero hoy todo está mezclado. Algunos lo quieren cambiar por el lawfare, otros por la Corte, otros por Comodoro PY, otros para meter bala, otros para decir que la culpa es de la sociedad, otros dicen que hay que hacer una reforma judicial transfeminista ante la evidencia de casos aberrantes e indignantes como el de una chica que hizo 18 denuncias antes de ser asesinada. Pero lo cierto es que al ciudadano de a pie le importa poco cualquier reforma judicial porque no ve cómo ello puede repercutir en su vida diaria. Más de la mitad de los pibes son pobres y la sensación es que la política discute sus internas completamente alejada de las preocupaciones de las mayorías. Para un gobierno de derecha no sería problema pero sí para uno que pretende ser popular. Mucha gente pide que se haga algo que sea más que discutir si el fiscal de casación del ministro de la corte del secretario del jefe de la policía y los espías mandaron un whatsapp o saludan con la o, la a o la e; a mucha gente le es indiferente cómo se habla pero sí exige que alguien arme un proyecto de país que acabe con el hecho de que más de la mitad de los pibes sean pobres. El gobierno no está viendo eso y en las elecciones se puede pagar caro.    

10)                     Nuestras vidas transitan por una mezcla de inercia y anomia que no es propiedad exclusiva de la Argentina. La pandemia cumplió con el gran desafío que se propuso el neoliberalismo del siglo XXI de acabar con cualquier estructura, con cualquier base sólida para lanzarnos a un mundo donde nada se puede prever. Como dijera el profeta Esteban Bullrich: “Debemos crear argentinos capaces de vivir en la incertidumbre y disfrutarla”. En parte puede ser un consejo sabio frente a un mundo hostil pero solo percibe la incertidumbre quien tiene resuelta necesidades básicas. Hay incertidumbre sobre una base de certeza. Sin esa contraposición sería imposible identificar qué corresponde al ámbito de la incertidumbre. Por eso la incertidumbre es casi un lujo que nos damos algunos. Paralelamente hay ya generaciones enteras que ni saben lo que es porque desde que nacen nadie les está dando una puta certeza sobre nada, ni siquiera sobre lo que van a comer mañana. Y no estoy hablando de Formosa. Hablo de la rica Ciudad de Buenos Aires y de toda la Argentina.   

 

Un mundo sin bromas (publicado el 18/2/21 en www.disidentia.com)

 

Coleman Silk había sido el único judío en ser decano de la facultad y uno de los primeros judíos en enseñar en el departamento de lenguas clásicas de una universidad estadounidense. Tenía predilección por el teatro griego y por las tragedias en particular. A propósito de ello, justamente, en una clase, realizó una broma que sería su error trágico. Es que ante la ausencia de dos alumnos que figuraban en la lista pero que Silk no conocía porque nunca habían asistido a clase preguntó: “¿Conoce alguien a estos alumnos? ¿Tienen existencia sólida o se han hecho negro humo?”

Habría pasado como lo que era (una humorada) si los dos alumnos en cuestión no hubieran sido negros. Así, claro, lo que era una broma se transformó, para una audiencia sensible y una universidad sensible a la sensibilidad de los alumnos, en un insulto racista que comenzaría una serie infinita de peripecias que conforman la trama de La mancha humana, libro que Philip Roth publicara en el año 2000 y que tendría su versión cinematográfica pocos años más tarde.   

La mención viene al caso porque son cada vez más los que afirman que Roth es probablemente el escritor que mejor ha descrito a la sociedad norteamericana y es de celebrar que el éxito de la serie The plot against America, basada en su libro homónimo, invite a que tenga cada vez más lectores. Es que muchas de las preguntas que nos hacemos hoy encuentran una respuesta en la pluma de Roth.

En este caso específico, escrito algunos años después del affaire Lewinsky, Roth expone con precisión el modo en que las universidades comenzaban a irradiar hacia el resto de la sociedad el espíritu de un nuevo puritanismo que se transformaría en hegemónico a nivel planetario poco tiempo después. La absurda denuncia contra Silk, que culminó con la renuncia de éste, había sido impulsada por una joven profesora que respondía a todos los canones de la corrección política y es en este contexto que el abogado de Silk le indica a nuestro protagonista: “Anoche tuvo usted un buen atisbo del mundo que la ha formado [a esta profesora], que la ha reprimido y del que (…) jamás escapará. Todo esto puede terminar en algo peor (…) Ya no se pelea en un mundo donde quieren destruirle, echarle de su puesto y sustituirle por uno de ellos; ya no está luchando contra una banda de elitistas de buenos modales que aparentan ser partidarios de la igualdad social, política y civil y que ocultan su ambición tras unos nobles ideales. Ahora pelea usted en un mundo donde no hay nadie que se moleste en esconder su crueldad bajo el manto de la retórica humanitaria”.  

Este universo cultural que está muy bien desarrollado en el libro La transformación de la mente moderna, que publicaran los estadounidenses Jonathan Haidt y Greg Lukianoff en el año 2019,  es descrito por Roth con una agudeza encomiable. Es que en La mancha humana ya está presente cómo se estaba conformando la generación de la ultraseguridad con su victimización y sus espacios seguros; aquella capaz de exigir a profesores y a la universidad que quiten textos por considerarlos ofensivos para la nueva moral.

Sin ir más lejos y si bien el eje de la novela tiene que ver con el racismo, Roth, por ejemplo, dedica un pasaje a la controversia que Silk tuviera con la mencionada profesora a propósito de una alumna que le exigió a ella que intercediera en tanto directora de departamento para que Silk quitara de su plan de estudios dos tragedias de Eurípides por considerarlas ofensivas para con las mujeres. Allí se da un diálogo en el que Silk le dice a la profesora  haber leído estas obras y haber reflexionado sobre ellas toda la vida, a lo cual su colega le espeta que eso puede haber sido así pero que esas lecturas nunca fueron desde una perspectiva feminista. Frente a ello Silk responde con sarcasmo: “[Tampoco lo hice] desde la perspectiva judía de Moisés. [Ni] desde la elegante perspectiva nietzscheana sobre la perspectiva”.

Evidentemente a Roth no le importaba demasiado la corrección política y las citas podrían seguir pero quisiera tomar una última pronunciada por la hermana de Silk cuando se le revela aquello por lo que había tenido que pasar su hermano. Ella dice “Cada época tiene sus autoridades reaccionarias” y esto nos permite pegar un pequeño salto en el tiempo para conectar con otro texto, en este caso de 1967, escrito por Milan Kundera. Se trata de La broma, su primera novela y aquella que le valió una temprana persecución del gobierno comunista en Checoslovaquia. Ludvik, el personaje principal, un joven estudiante universitario y miembro del partido comunista checo, no hace un chiste sobre negros sino una ironía sobre el optimismo imperante y sobre la interna entre trotskistas y stalinistas fingiendo tomar partido por los primeros. Más específicamente, en su intento por agradar a Marketa, una joven compañera, Ludvik, que siempre creyó tener un sentido del humor sutil no apto para tiempos de pocas sutilezas, le escribió una carta que culminaba de la siguiente manera: “¡El optimismo es el opio del pueblo! El espíritu sano hiede a idiotez. ¡Viva Trotsky!”.

Como se comentaba anteriormente, esta ironía no captada le costaría muy caro a Ludvik quien se transformaría, a los ojos de los stalinistas, en un “trotskista” que acabará expulsado de la universidad y del partido para luego ingresar en un tortuoso régimen de conscripción que implicaba trabajos pesados y lo ubicaba dentro del grupo de “enemigos del régimen”. Pero él no lo era y de hecho se sentía identificado profundamente con el partido. Sin embargo, lo importante era que los demás ya no lo veían así. No había wikipedia, ni algoritmos, ni redes sociales para los tiempos en los que la novela estaba ambientada. Tampoco cultura de la cancelación. Pero al igual que ahora a nadie le importaba la verdad o la verdad era la que determinaba el partido, lo cual “no es lo mismo pero es igual”. De aquí que Ludvik realice una reflexión demasiado acorde a nuestros tiempos: “Comencé a comprender que no habría fuerza capaz de modificar esa imagen de mi persona que está depositada en algún sitio de la más alta cámara de decisiones sobre los destinos humanos; comprendí que aquella imagen (aunque no se parezca mucho a mí) es mucho más real que yo mismo; que no es ella la mía sino yo su sombra; que no es a ella a quien se puede acusar de no parecérseme, sino que esa desemejanza es culpa mía; y que esa desemejanza es mi cruz, que no se la puedo endilgar a nadie y que debo cargar con ella”.

Asimismo, no debemos pasar por alto que en su broma, más allá del comentario sobre Trotsky, lo que Ludvik hacía era poner en tela de juicio el optimismo. Ese punto es interesante porque cuando Kundera describe a la joven idealista Marketa, la ubica como una persona dispuesta a entusiasmarse por cualquier cosa pero manteniendo la seriedad de las personas afligidas cuya lucha es tan incesante que no debe olvidar la importancia del gesto adusto; y ese entusiasmo bobo es otro de los signos de enorme actualidad. Hay una suerte de vacío profundo que necesita ser rellenado por un entusiasmo vertiginoso sobre causas más o menos nobles. Este tipo de entusiasmo adolescente también abrazado por adultos tiene buena prensa más allá de que sea tan intenso como efímero.

Lo cierto es que la broma y la ironía, incluso el eventual cinismo, no tenían lugar en una generación demasiado comprometida como para darse el lujo de reír. Los espíritus demasiado graves necesitan un mundo sin bromas o, al menos, un mundo donde no se pueda bromear sobre determinadas cosas. Basta fijarse de qué no nos podemos reír para entender dónde está el poder. A su vez, en la novela, estos espíritus entienden que la alegría no puede ser individual sino siempre colectiva. Ludvik lo dice así: “sí, aquellos años afirmaban ser los más alegres de todos los años y quienquiera que se no se alegrara era inmediatamente sospechoso de estar entristecido por la victoria de la clase obrera o (…) de estar individualistamente sumergido en sus tristezas interiores (…) Porque mis chistes eran excesivamente poco serios, en tanto que la alegría de aquella época no era amante de la picardía y la ironía, era una alegría, como ya he dicho, seria, que se daba a sí misma el orgulloso título de ‘optimismo histórico de la clase triunfante’, una alegría ascética y solemne, sencillamente la Alegría”.  

La única “Alegría” llevaba mayúscula y era la del conjunto. Una “Alegría” seria, distinta de la alegría con minúscula, burguesa, corrosiva e individualista. 

Para concluir, entonces, quiero retomar el “Cada época tiene sus autoridades reaccionarias”. Eso no significa comparar lo incomparable, claro está. Vivir en los años 50 en Checoslovaquia no se parece a vivir en los años 90, o en la actualidad, en Estados Unidos o en el mundo occidental. Sin embargo algo en lo que sí parece haber una coincidencia es en la incomodidad que generan las bromas en contextos donde hay un poder que busca legitimarse en causas nobles. Es ese poder el que determina qué es lo risible y en la prohibición establece una nueva sacralidad, un nuevo canon de moralidad que comienza como una gran invención y luego se literaliza en base a repetición. Sobre x no se puede bromear porque en la disputa, en la indignación, en las acusaciones cruzadas la nueva hegemonía se posiciona pero lo que no puede tolerar nunca es la broma. La broma es la gran deconstructora de las construcciones impuestas. Es tal la potencia de la broma que en determinados regímenes podía costar la vida a quien la ejecutara. Hoy, en el marco de sistemas más o menos republicanos, más o menos democráticos y más o menos liberales, por suerte no se llega a tanto. Apenas se condena al bromista a la muerte civil y a una separación de hecho de la comunidad como gesto de disciplinamiento para el resto de potenciales bromistas.

Pero para llevar algo de optimismo digamos también que hay otra cosa en común que puede inferirse de los ejemplos de las novelas mencionadas y es que este tipo de procesos llevan siempre hacia un mismo destino: aquello sobre lo que no se puede bromear cada vez es más amplio y en un contexto donde todos competimos por tratar de demostrar que somos más víctimas que el prójimo, llegará un momento en que habrá un límite. Es como si por su propia naturaleza la burbuja que intenta proteger los nuevos principios sacros necesite ser más grande para mantener alejada de la crítica a esos principios que han dado lugar la burbuja. Y cuanto más grande sea esa burbuja, cuanto más pretenda abarcar, más injusticias y más opresión creará. Hasta que un día, sin saber exactamente por qué, lo que estaba al límite, explota.     

 

Una vida en pandemia (editorial del 20/3/21 en No estoy solo)

 

Quedate en casa; es una gripe; es una gripecinha; todos vamos a morir; la creó Bill Gates en un laboratorio chino; la culpa es del patriarcado antivegano que come murciélagos; es una infectadura; no hace falta usar barbijos; hace falta usar barbijos; es obligatorio usar barbijo; se sugiere usar barbijo; tapa boca; tapa nariz y boca; sostiene mentón que no tapa ni boca ni nariz; ¡no me toques!

Se cierran las fronteras; se abren las fronteras; se cierran más o menos; nuestros vecinos mueren más hasta que de repente mueren menos que nosotros; llega la vacuna comunista que te cambia el ADN y te transforma en un zombie putinista; llega la vacuna china que te hace chino; llega la vacuna de Oxford… pero no…esa no llega.

Que se vacunen los peronistas; que los peronistas no nos roben las vacunas; hay que cerrar todo habiendo pocos casos; hay que abrir todo habiendo miles de casos; los chicos que se hubieran infectado en las escuelas en 2020 no se infectarán en 2021; sucesivos permisos de tránsito; alcohol en gel; meritocracia de los esenciales; derecho a ser esencial; izquierdo a ser esencial; gobierno de científicos; gobierno de la vida; gobierno que sin economía se va al carajo y deja de ser gobierno de la vida; Verbitsky vacunado very important progre; echan a Ginés; Sarlo debajo de la mesa; cuarentenas medievales; cuarentenas modernas con app; gente responsable; gente que aplaude médicos; gente que pide al médico del edificio que se vaya; médicos que son estrellas de TV; médicos estrellados en TV; fin de los abrazos, sociedad a los codazos.

La ciencia equivocándose como nunca; la ciencia generando una vacuna y respondiendo interrogantes como nunca; parejas que se separan por el encierro; parejas que se reconcilian por el encierro; conocer a alguien con prueba de PCR negativa; besos por celular; burbujas con gente adentro; aforos; nuevas normalidades horribles como las viejas; se cae el comunismo chino; se cae el capitalismo; promesas de vivir en un mundo mejor con conciencia colectiva; soluciones mágicas; vacunas concentradas en los países poderosos; ricos que son más ricos; pobres que son más pobres; el presidente más atacado de la historia de los Estados Unidos perdiendo la elección por subestimar una gripe; el nuevo gobierno de Estados Unidos bombardeando con barbijos y respeto por la diversidad.

Hisopados; un amigo se enferma y no pasa nada; otro amigo se enferma y se muere; días de miedo; declaraciones donde se jura estar sano; días de esperanza; días donde estás podrido; acostumbramiento; datos contradictorios; repentina expertise mundial en biología molecular y políticas públicas de vacunación; adoradores del encierro; fundamentalistas que abogan por la libertad de ser un pelotudo negador; dióxido de cloro; escasez de papel higiénico que no disminuye la cantidad de culos sucios; la vida en zoom; vivir con delay; ¡No te escucho! ¡Se corta!

Silencios que desesperan; videollamada con tu carnicero; precios que aumentan y no respetan al virus; gobiernos pidiendo disculpas; filminas; fiestas clandestinas; famosos transmitiendo sus internaciones en vivo: “¡Hola! Aquí con mi respirador”; cotización del dólar junto a porcentaje de camas de terapia intensiva ocupadas; el colapso que llegó; el colapso siempre a punto de venir; gobiernos que no pueden organizar filas; gente enojada con gobiernos porque no se pueden enojar con un virus; periodistas indignados antes, durante y pospandemia; pronósticos; fútbol sin espectadores; espectadores sin fútbol.

Alberto Fernández; Alverso Fernández; Advierto Fernández; runners ansiosos; runners asesinos; runners saludables; fase 1; hay que pasar el invierno; hay que pasar la primavera; en verano el bicho muere; el otoño viene bravo; hay que pasar el invierno de nuevo…; anticuerpos; antialmas; matar por un estornudo; máscaras; fake news; tomarse algo caliente porque el virus se muere con 27 grados; el sueño de las vidas aisladas; la demostración de que, a veces, si sucede no conviene; inteligentes asintomáticos; boludos con síntomas leves de boludo; boludos con síntomas graves de boludo.

Curvas que nunca se aplanan; el covid, la covid y un covid no binarie; contactos estrechos; distanciamiento social; distanciamiento moral; teletrabajo porque, para ser explotados, nada mejor que estar en casa; aparatos que te miden una temperatura que siempre es la de un muerto; test serológico; un cero lógico para la actuación de casi todos los funcionarios del mundo; inmunidad del rebaño; impunidad del rebaño; negocios cerrados; desempleados; gente en la calle; pacientes con cormobilidades; impacientes sin cormobilidades; proyectos caídos; futuros inciertos; presentes en pausa; pasados venturosos; la posibilidad de una isla.

Cualquier salame dando una charla online; ansiolíticos; antidepresivos; la muerte como ejercicio de contabilidad; aglomeraciones que se permiten; aglomeraciones que no se permiten; protocolización de la vida; ingeniería social; expertos diciendo cómo debemos vivir; respuestas demenciales; reinfectados; mutaciones; cepas de virus; cepas de vino para olvidar las cepas de virus; los libros de distopías en la sección de actualidad; irresponsables vacacionando y sacándose selfies; varados sensatos sacándose selfies; varados desvariados sacándose selfies; gobiernos que un año atrás ordenaban y ahora desalientan; decretos que sugieren; infodemia; el buen ejemplo de un país cualquiera que no sea el nuestro; una vida sin Maradona; una vida en pandemia.

jueves, 4 de marzo de 2021

Pero ustedes son peores (editorial del 27/2/21 en No estoy solo)

 

No hay más oficialismo. Se terminó hace tiempo. Ni siquiera es un problema del actual gobierno. Venía de antes. Los gobiernos que administran no son oficialistas y los seguidores del oficialismo tampoco son oficialistas. Todos conforman el espacio de oposición a la oposición. En ese sentido, el mapa político no se divide entre oficialistas y opositores sino entre opositores y opositores de los opositores.

El macrismo lo hizo a la perfección cuando estuvo en el gobierno: sus funcionarios eran comentaristas de la realidad; gente a la que las cosas le acaecían y cuya única labor era pasearse por los medios amigos para indignarse por lo que supuestamente habían hecho los kirchneristas. Con esa lógica ganaron en 2017 e hicieron una buena performance en 2019 a pesar de haber realizado un gobierno desastroso. El macrismo no existió nunca. Siempre fue antiperonismo y antikirchnerismo. Si en vez de Macri hubieran puesto un ladrillo, los antiperonistas y antikirchneristas lo hubieran votado.

El caso del actual gobierno es distinto en un sentido y similar en otro. Es distinto porque el FDT tiene votos que eligen positivamente a una candidata y no para oponerse a otro candidato. En otras palabras, a CFK se la elige por lo que ella es y no por ser la opositora de Macri o de aquello que haya en frente. Pero por otro lado es similar en cuanto a que, tras más de un año de gestión, la principal virtud que tiene el gobierno para ofrecer hoy frente a sus votantes es ser lo otro del macrismo. Por eso sus seguidores están más cómodos haciendo antimacrismo que frentedetodismo. Contra Macri estábamos mejor y seguimos estando mejor que tratando de mostrar aciertos de Alberto. Del otro lado, pueden imaginar, lo único que tienen para mostrar es antiperonismo como si entre 2015 y 2019 hubiera habido un agujero negro. Contra el otro, hasta el degradado Rubinstein es una palabra autorizada y Macri da lecciones de cómo mejorar la educación. Pero en el fondo a sus seguidores no les importa lo que digan. Solo les importa que se opongan a lo que dicen los otros.

Para tratar de empatar el desastre simbólico ocasionado por la incontinencia verbal de Verbitsky, los seguidores del gobierno y sus pocos medios afines tratan de decir “pero Larreta es peor”. Si me allanan el Ministerio de Salud yo les allano a ellos y los acuso de privatizadores de vacunas. ¡A ver quién gana la carrera de los imputados de hoy! En ese sentido la oposición puede ganar o perder. Pero si es el propio oficialismo el que plantea que el debate debe ser moral y ético, no tengan dudas, el que va a perder siempre es el peronismo. No porque sea inmoral sino porque quitar el acento de lo político lo lleva directamente a jugar en el terreno que más le conviene al adversario.

Y esto sirve de base para entender que no es casual que la política se haya mimetizado con el periodismo a tal punto que los referentes opositores son los periodistas antes que los políticos y que, en todo caso, el político opositor que pretenda ser referente debe hacer como si fuese periodista, siendo Elisa Carrió quizás el máximo exponente en este sentido. Porque Carrió lleva décadas en la política y no se le conoce una política activa, un proyecto que haya transformado la vida de la gente. Pero denuncia (al otro). El macrismo hizo eso estando en el gobierno, lo cual, claro, es infinitamente más grave. El actual gobierno no hace eso porque tampoco hace demasiado mientras crea la comisión de la comisión del observatorio que observa la comisión y se muestra impotente frente al entramado judicial. En este sentido, también es un claro comentador. Dice “¡qué barbaridad! Ojalá esto se solucione pronto”. Sus seguidores le recuerdan que cuando se es gobierno no hay que comentar  pero en general salta un nuevo escándalo y hay que defender al gobierno mostrando que con Macri estábamos peor y que lo hubiéramos seguido estando si era reelegido.  

Ningún gobierno soporta las cargas del hacer, del ser activo, porque es más cómoda la crítica, el señalamiento y la indignación. La carrera es por mostrarse más víctima que el otro y quien hace puede transformarse automáticamente en victimario. El periodismo oficialista tampoco es oficialista. Solo es opositor de la oposición.

Que esté pasando ahora y que no sea un fenómeno circunscripto a la Argentina tiene que ver con la lógica de la posmodernidad y la fragmentación de las identidades. A su vez, la fragmentación es tal que todo aquel que llega al gobierno lo hace a través de coaliciones más o menos difusas cuya identidad es gelatinosa. Por ello es más fácil hablar del adversario al cual se le hace el favor de presentarlo como un todo homogéneo y claramente definible. Se habla de “la derecha” y del otro lado hablan del “chavismo populista” para que todos podamos gozar de tirarle piedras a nuestros fantasmas.

El fin de los oficialismos puede ser útil para triunfar en debates a través de las redes sociales o entre grupos de amigos. En un sentido, supone un estado de crispación paradójicamente confortable porque todos creen que el problema está en el otro. Cuando ese tipo de creencias las tenemos a nivel personal, se sugiere iniciar una terapia pero cuando se trata de un espíritu de época las soluciones no parecen tan simples y la incertidumbre es tal que bien cabe aferrarse a lo que se pueda.    

Por todo esto es que, probablemente, el “Volvimos mejores” esté siendo reemplazado por una frase mucho más modesta que no sirve de consuelo y que además suele cancelar todo debate. En otras palabras, del orgullo del “Volvimos mejores” estamos pasando lentamente al “Pero ustedes son peores”.