domingo, 30 de mayo de 2010

El piso y el techo del bicentenario (publicado originalmente el 30/5/10 en Miradas al Sur)

Probablemente de manera algo apresurada, sectores afines al kirchnerismo dejaron entrever que la Semana de Mayo expuso en una misma escena y casi cuerpo a cuerpo las “dos Argentinas”: la de la 9 de julio y la del Colón. Si bien esto no es del todo falso, esta línea dicotómica presentó de manera algo carente de matices, una disputa entre “el pueblo”, entidad difícilmente definible pero que parece no poder prescindir de características tales como cantidad, pobreza y espontaneidad, y “la gente” entendida como la sociedad civil clasemediera, cuyos principales representantes no están en la Política sino en los Medios de comunicación.
Pero del otro lado también tenemos perspectivas conocidas. Por ello no debió sorprender que la aglomeración de una aristocracia tilinga que, comparativamente con la del centenario, posee fortunas en alza pero glamour devaluado, fuera vista como el espacio armónico de la Argentina de la concordia. Sin embargo, entre estas últimas interpretaciones trilladas creo entrever un sutil cambio en cuanto al tipo de interlocutor al que se dirige el discurso.
En otras palabras, las principales plumas de los Medios hegemónicos dejaron en claro que, de existir la “Argentina de la 9 de julio” y la “Argentina del Colón” tomarían partido por esta última. En efecto, todos sabemos que estos editorialistas, a la hora de elegir entre aquellos que sueñan tener “un techo propio” y aquellos que sueñan “un piso propio” (sobre Libertador), se inclinarán por estos últimos casi como una consecuencia natural, quizás, de clase. Pero como pocas veces le han otorgado al gobierno el beneficio de ser popular para luego esputarle con desparpajo el desprecio hacia todo lo que venga “de abajo”. Curiosamente, esta vez, la polarización, marca característica de los K y que algunos insólitamente atribuyen al influjo del filósofo alemán Carl Schmitt con su lógica amigo-enemigo, provino de los heraldos del consenso y los buenos modales. Polarización que puede costarles el descrédito frente a los sectores moderados de la sociedad.
Para entender este cambio no puede obviarse la variable electoral que muestra a la oposición cayendo estrepitosamente. En este sentido, la línea de los actores políticos de derecha no difiere de la doxa de los editorialistas de Clarín, La Nación o Perfil. En todos los casos, parecen inclinarse ahora hacia el interlocutor radicalizado pues, ¿no es esto lo que hace Macri cuando privilegia a la farándula vernácula y elige a Canal 13 para que transmita la Gala del Colón? En esta misma línea ¿no podrían explicarse los dichos de Sanz acerca de la Asignación Universal como un mensaje dirigido a quienes rechazan visceralmente todo lo que huela a popular? ¿No es esto mismo lo que hace Morales Solá cuando queda preso del odio que exige la tribuna monstruosa que ayudó a construir? ¿O a quién se está dirigiendo Pepe Eliaschev con su arrogancia cuasi lugoniana?
Ahora bien, esta nueva dirección del discurso es una estrategia defensiva: la utilizó Kirchner cuando prefirió cerrar filas al interior del aparato justicialista y ahora la utilizan los opositores recalcitrantes en la medida en que todos “sus” candidatos van cayendo en desgracia por inútiles, por riesgo a ir presos, por ser colombianos o por tener el don de la adivinación pero no el del apoyo popular. Y aquí vuelve la metáfora pues quienes antes peleaban por alcanzar el techo en las encuestas, ahora radicalizan el discurso para granjearse un humilde piso que les permita acceder a un indigno segundo puesto con riesgo de quedar huérfano de ballotage. Distinto parece ser ahora el horizonte K y mucho dependerá de la lectura que haga de los últimos acontecimientos puesto que si bien las millones de personas que desfilaron por la 9 de julio no necesariamente apoyan al gobierno, también es cierto que probablemente ninguno de ellos sea rabiosamente anti kirchnerista. En este sentido, el gobierno se encuentra frente a un fenómeno de movilización en el espacio público que lo trasciende. Quizás el desafío sea, entonces, tomar nota que en el contexto de repliegue de la oposición sobre sus banderas más reaccionarias, el kirchnerismo, si es que apunta a alcanzar un techo que supere el 40 porciento, no tendrá otra alternativa que salir del piso justicialista y buscar apoyo en buena parte de esa ciudadanía que en la semana de Mayo mostró ser una masa heterogénea de subjetividades a la intemperie.

domingo, 23 de mayo de 2010

El gen egoísta (publicado originalmente el 23/5/10 en Miradas al Sur)

Probablemente una de las notas más significativas en torno al bicentenario sea la masiva marcha de pueblos originarios que desembocará en el epicentro de la Capital Federal. Su intención, claro está, no es sumarse a los festejos sino aprovechar la ocasión para ganar en visibilidad y reclamar a las autoridades nacionales un conjunto de reivindicaciones con la esperanza de que en el marco de las nuevas tendencias de los gobiernos de la región exista una mayor receptividad.
Sintéticamente parece haber dos tipos de reclamos. Uno de ellos más novedoso y a tono con las reformas que en los últimos años realizaron Colombia, Venezuela, Ecuador y Bolivia entre otros. Se trata de reconocer el carácter plurinacional del Estado, esto es, admitir que bajo el paraguas de una misma formación estatal existen pueblos diversos, con valores y tradiciones distintos a los de la cosmovisión mayoritaria. Este reconocimiento podría no ser meramente simbólico en la medida en que sería la piedra fundamental para adquirir diferentes grados de autonomía que podría derivar incluso en la posibilidad de un controvertido pluralismo jurídico muchas veces reñido con el derecho liberal y, en algunos casos aislados, a contramano de la cosmovisión occidental de los derechos humanos.
El segundo reclamo, el cual está claramente conectado con el primero, es el reconocimiento de las tierras pero con una particularidad. No se exige que las miles de hectáreas sean restituidas como propiedad individual a cada uno de los miembros de la comunidad sino que se busca que sean otorgadas como propiedad colectiva. Hay una razón cultural y otra estratégica para ello: la cultural responde a la cosmovisión comunitaria y no individualista de estas culturas y la estratégica tiene que ver con que el otorgamiento de la propiedad en tanto colectivo imposibilita que los individuos de la comunidad sean seducidos por la posibilidad de vender su parcela lo cual generaría, a la larga, la diseminación y la pérdida de la unidad y la fuerza. Como contrapartida, el derecho liberal tiene un argumento que no debe ser desatendido pues una propiedad colectiva indivisible va en contra del derecho individual de un sujeto que eventualmente quisiera dejar la comunidad, puesto que de intentar hacerlo, no podría disponer de su espacio ya que si bien es ocupado por ese sujeto, no le pertenece a él sino a la comunidad toda.
Lamentablemente, a la hora de analizar la problemática de los pueblos originarios se deja de soslayo este tipo de debates y observamos en paralelo, por un lado, la indiferencia de vastos sectores de la sociedad y, por el otro, ciertos sectores progresistas que hacen una defensa indiscriminada de todo “lo indígena”, algo que, claro está, si bien tiene como fundamento, probablemente, una suerte de romanticismo colectivista, se apoya en el recuerdo del feroz genocidio que estas comunidades sufrieron.
Por si esto fuera poco, desde hace unos meses viene circulando un estudio genético de científicos del Conicet por el cual se comprobó que lejos de aquella construcción cultural por la que se afirma que el argentino “viene de los barcos”, el 56% de nosotros tiene antepasados indígenas, de lo cual, debería seguirse que tenemos una obligación moral hacia ellos por razones de sangre. De esta manera, se afirma que debemos apoyar la causa indígena porque al fin de cuentas, también es la causa “nuestra”. Esta forma de argumentar es similar a la que se oye en marchas donde se pide justicia ante una muerte injusta pues siempre aparecerá una señora diciendo “estoy acá porque el día de mañana puede pasarle a mi hijo”. No está allí por solidaridad con un otro sino por fines egoístas. Esta allí porque cree que la próxima víctima puede ser uno de “los nuestros”. Desde esta misma lógica, cuando un extraterrestre se presente ante la humanidad, si quiere ser respetado, debería probar que aun los habitantes de la Tierra somos fruto de un polvo cósmico que es todavía anterior a los pueblos originarios.
De este modo, la gran paradoja es que se hace una defensa de la solidaridad indígena y de su sentido colectivista no en tanto algo deseable en sí mismo sino por la razón egoísta de defender lo que uno mismo (o el 56% de los argentinos) es. En este contexto quedan dos caminos: o de manera contradictoria reivindicamos la solidaridad por razones egoístas o nos damos cuenta que a la hora de construir una sociedad más inclusiva, no tenemos por qué interrogar a nuestros genes.

domingo, 16 de mayo de 2010

Carta de un ciudadano argentino a la Presidenta (publicado como Carta de lectores el 16 de mayo en Miradas al Sur)

Antes que nada responsabilizo a la Señora Presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner y al Señor Presidente de UNASUR, Néstor Carlos Kirchner, por la eventual censura de esta Carta y agradezco al Señor Eduardo Anguita por defender mi trabajo cuando desde el poder exigían que se cocine mi cabeza.
En este clima de terror jacobino en el que hordas patoteriles asolan las calles y amenazan la integridad física y psíquica de los ciudadanos que, como quien les habla, ejercen con valentía el poder de la palabra, no puedo más que formularme una serie de interrogantes: ¿Cómo es posible que en la pantalla de la Televisión Pública, esto es, un canal que debe ser del Estado y no del Gobierno, se solvente con el dinero de todos nosotros un programa que aun sin la legitimidad que otorga un rating alto, se dedique sistemáticamente a ofender y perseguir colegas que hacen del pensamiento independiente su principal condimento?
Sí, efectivamente, y para decirlo sin rodeos, me estoy refiriendo a ese programa que diariamente a la hora en que la familia se sienta a la mesa, si, claro está, el “Fútbol para todos” lo permite, no hace más que reproducir una burda propaganda oficialista que nada tiene que envidiarle al tristemente célebre Gómez Fuentes. Si bien usted ya sabe de qué estoy hablando, mi ética periodística, esa que desde la eternidad es observada con severidad por Mariano Moreno o Rodolfo Walsh, hombres que probablemente hayan pasado por momentos tan difíciles como éste y cuyo desenlace es bien conocido por todos, me obliga a mencionar este programa con todas las letras: Cocineros Argentinos.
¿Qué novedad nos ofrece este programa? ¿Es posible que los hombres y mujeres que responsablemente contribuimos al fisco y cumplimos con nuestras obligaciones fiscales estemos aportando mensualmente 600.000 pesos para que un grupo de pseudo profesionales con estilo algo desacartonado, no ofrezcan nada nuevo detrás de sus escritorios y sólo calumnien el nutritivo alimento de la información libre?
Porque uno puede digerir, aun con tránsito muy lento, que el erario público se haga cargo de los sueldos terrenales de los Obispos; incluso puede aceptar que se subsidie desde el Estado a las escuelas privadas confesionales mientras en la Argentina hay hambre, pero evidentemente aun en esta, llamemos “democracia”, carente de valores y autoritaria, existe el límite de la Moral, el alimento del alma.
¿Qué esperan Narda Lepes, Martiniano Molina y la Hermana Bernarda para alzar la voz? ¿Acaso tienen miedo? ¿Acaso sus familias han sido amenazadas? ¿O será que los responsables de los Medios en los que ellos se desempeñan no tienen la hombría que el ya mencionado Eduardo Anguita posee y que refrendará en la publicación de esta Carta?
¿Cuánto tiempo más permitiremos que, justamente en el año de nuestro bicentenario y con un proyecto de nación inacabado al que le faltan varios minutos de horno, se nos diga que el asado con parquet es nuestra Comida nacional? Estoy de acuerdo en que el asado, que proviene de nuestras vacas y de nuestro campo es lo que identifica nuestro ser nacional pero ¿y el parquet? ¿Eso es “lo nuestro”? ¿Y el fuego del asado? ¿A quién pertenece el fuego? ¿Al movimiento nacional y popular o a los ciudadanos que sufrimos diariamente el caos de tránsito? ¿Acaso Prometeo robó a los dioses el fuego para distribuirlo clientelísticamente de la mano de los Barones Bonaerenses?
Preguntas y más preguntas cuyas respuestas dejo al lector inteligente, aquel que, claro, vive con miedo y que, como todos, da varias vueltas en el auto mirando atentamente antes de entrar a su casa. Es por lo dicho anteriormente que este ciudadano le exige a la Señora Presidenta que también se ocupe de los Derechos humanos de los que, pese a la inseguridad, aún estamos vivos y que debemos armarnos con cuchillos y hasta tenedores para defendernos frente a la pasividad de nuestra policía ante los menores asesinos que entran por una puerta y salen por la otra. Ojalá este mensaje se haga extensivo a toda la clase política para que nuestros hijos dejen de migrar hacia países prósperos como España y Grecia. Por el futuro de ellos y por el futuro de nuestra nación, este ciudadano común les pide encarecidamente a los políticos que hagan algo pues así no se puede vivir más. Saluda atte. Dante Augusto Palma

domingo, 2 de mayo de 2010

Los piratas también tienen derechos (publicado originalmente el 2/5/10 en Miradas al Sur)

El fallo de la Sala I de la Cámara Federal porteña, que consideró que la venta de CD truchos no afecta ni la Ley de Marcas ni el Derecho de propiedad intelectual puesto que quien falsifica en ningún momento intenta engañar a su comprador haciendo pasar por original lo que es copia, generó una polémica que no es más que uno de los tantos desafíos que las nuevas tecnologías ofrecen a legisladores y jueces.
Si bien no es éste el espacio para hacer una crítica a las formas en que Internet y el mundo virtual afectan la mirada que tenemos de nosotros mismos, puede decirse que, para bien o para mal, la entrada vertiginosa en la era digital es algo más que un celular táctil: es un cambio profundo que transformará la relación con el mundo, con los otros y, por si esto fuera poco, con la forma en que representamos y entendemos nuestros derechos y obligaciones.
Dejando de lado que este fallo es bastante más sutil que las interpretaciones que se hicieron de él y que privilegiando la mentira interesante a la verdad aburrida, fue acusado “amarillamente” de “avalar la piratería”, la gran dificultad que se plantea es que resulta evidente que los avances en materia de tecnologías digitales y telecomunicaciones son mucho más veloces que la posibilidad de conceptualizar sus límites y legislar sobre ellos. Esto más allá de que literatos como Orwell, Bradbury o Huxley ya nos vienen advirtiendo del peligro de estas utopías desde hace tiempo.
Ahora bien, si se tuviera que hacer una jerarquización de los elementos positivos de Internet, sin duda tendríamos en el podio a la posibilidad que nos brinda de tener un acceso casi irrestricto a una cantidad de información que antes nos era vedada y que ha puesto en tela de juicio la noción de autoría. Es decir, si bien la información vertida en la web no surge de un “repollo 2.0”, fenómenos como la Wikipedia se posicionan como propulsores de nuevas formas colectivas anónimas y “neutrales” de construcción del conocimiento que, a su vez, se encuentran abiertas a cualquiera que tenga acceso a Internet.
En esta línea, si bien en los últimos dos o tres años el perfil del usuario ha cambiado y ahora es más importante “subir” información (aunque más no sea un video erótico entre un perro y un canario), que “bajarla”, está claro que la masividad de la Banda Ancha ha hecho que los usuarios naturalicen la posibilidad de acceder on line o a través de descargas a discos, películas y libros que de otro modo supondrían una gran erogación. La posibilidad de acceder gratuitamente a tales productos hacen que estos “piratas” toleren canciones con un sonido pauperizado, imágenes que no son del todo nítidas y ojos rojos que comienzan cuando estamos leyendo la página 10 de un PDF de 486 páginas.
En este contexto, el peligro al que se expone el usuario en la medida en que no exista una legislación que proteja el derecho a la intimidad y al uso de información privada, parece tener como contrapartida el goce existente en la posibilidad de acceder libremente a prácticamente cualquier cosa. El punto aquí es que mal que nos pese a los autores de algo, en primer lugar, los usuarios se han acostumbrado a esta práctica y la consideran un derecho, de la misma manera que los televidentes de “Fútbol para todos” nos hemos convencido que nunca más aceptaremos un partido codificado; en segundo lugar, la posibilidad que tienen las compañías de controlar la bajada de contenidos es o bien débil o bien más costosa que una piadosa “vista gorda”; y por último también los autores nos vemos beneficiados en alguna medida con la posibilidad de difundir nuestras obras sin mediaciones y sin costo. Por todo esto es que la noción de autoría y de derechos de propiedad sobre nuestra obra, nos guste o no, sino se adecua resultará trivial. Sin duda, esta adecuación supondrá una redefinición del concepto de Propiedad intelectual y de la legislación sobre el mismo. En este sentido, la Justicia debe salir de ese punto de vista estático que considera que los derechos están allí, inmutables y esperando ser reconocidos.
Así, la noción de “piratería” debemos entenderla en un sentido histórico y relativo a su tiempo. La piratería de ayer no es la de hoy ni la de mañana. De aquí que o cambiamos nuestra concepción y nuestra legislación a la luz de los tiempos o tendremos que caer en la infeliz idea de que hoy “la piratería es un derecho”.