lunes, 28 de diciembre de 2015

La pregunta por los sueldos de 678 (publicado en Diario Registrado el 23/12/15)

En los últimos años ha sido recurrente la embestida de periodistas de corporaciones mediáticas y de algunos zonzos útiles en torno al dinero que cobran los panelistas de 678. La que instaló el tema fue una periodista llamada Silvia Mercado que, como dice la canción, debe creer que “escrúpulo” es un parásito del alacrán. Tal periodista mintió al afirmar que en 2010 los panelistas cobraban entre “40000 y 80000 pesos mensuales”. En aquel año, los sueldos de los panelistas eran de alrededor de un quinto de las cifras antes mencionadas, cifras que, incluso en 2015, cinco  aumentos mediante, sigue estando groseramente por encima de lo que percibimos quienes allí nos desempeñamos. Sin embargo, lo que me interesa analizar es qué es lo que está detrás de la pregunta acerca de cuánto cobran los panelistas de 678 pues usted notará que a los únicos periodistas a los que se interpela de esa manera es a aquellos que trabajamos en ese programa. Quienes indican que tal interpelación obedece a que somos empleados públicos mienten al igual que lo hiciera Silvia Mercado, porque los panelistas no tenemos ninguna relación con la TV Pública: fuimos contratados por la productora privada PPT. Lo que sí es público y, en tanto tal, está disponible en la web, son los contratos entre el canal público y la productora privada. Pero los contratos de los panelistas no tienen por qué ser públicos pues son contratos entre privados. Perdón por la autorreferencialidad pero, en mi caso, no tendría problemas en hacer público mi contrato. Sin embargo, lo haré con una sola condición: que todos los periodistas que lo exigen muestren los suyos también. Pues las condiciones son las mismas ya que todos hemos establecido contratos entre privados: algunos con una productora que lleva su producto a un canal estatal y otros directamente con canales privados o con productoras que llevan su producto a canales privados. Yo los muestro pero quiero también que me muestren los de ellos, especialmente porque calculo que la gran mayoría cobra más que cualquiera de los panelistas de 678. Y no me refiero a las grandes figuras del establishment periodístico como los Lanata, los Nelson Castro o los Majul, quien hace pocos días fue denunciado por cobrar millonarias sumas, en algunos casos, a través de contrataciones directas por parte del Gobierno de la Ciudad. Apunto incluso a cualquier conductor de segunda línea de noticiero de canal de cable.
Pero volviendo al punto, ¿saben qué hay detrás de la pregunta sobre cuánto cobra un panelista de 678? Una visión autoritaria de la verdad. ¿Cómo? ¿Qué tiene que ver el monto de un sueldo con una visión acerca de la verdad? Efectivamente, quien interpela a un panelista de 678 respecto de su sueldo y no interpela del mismo modo a empleados de la TV Pública y la Radio de la Ciudad (que sí tienen contratos con el Estado, es decir, que sí son empleados públicos), o a cualquier periodista que trabaja en medios privados y estableció un contrato entre privados (como lo hicieron los panelistas de 678), está dando a entender que los que defendemos una verdad relativa que era, en líneas generales, afín a la del gobierno saliente, lo hacemos por ser corruptos. En otras palabras, se supone que la verdad es una sola y que la posee el periodista crítico del kirchnerismo. Tal periodista no dice hablar desde una verdad relativa sino desde una única Verdad a la cual llega gracias a cumplir con las condiciones de ser neutral, objetivo e independiente. Gracias al autoritarismo que supone toda concepción de la verdad que se presente como única, desde Platón hasta la fecha, quien no está de acuerdo con ella o bien es ignorante o bien defiende cínicamente una mentira gracias a recibir favores a cambio. Pero como ni los más acérrimos detractores de 678 pueden afirmar que a los panelistas les falte formación, se acude a la segunda opción, esto es, la de acusarlos de corruptos. Y funcional a esa acusación es, por supuesto, la de mentir acerca de los montos que reciben. Porque afirmar que hay comunicadores que defienden una postura tolerando todo tipo de agravios y estigmatizaciones, en la mayoría de los casos, cobrando menos que lo que cobra un camionero (con todo respeto por los camioneros, claro), debilitaría enormemente la línea argumentativa de la perspectiva autoritaria de la verdad que aquí denuncio. Los panelistas de 678 tenemos diferencias ideológicas pues hay progresistas, peronistas, más de izquierda o más de centro; también tenemos diferencias en cuanto a la formación pues algunos son periodistas y defienden al periodismo en tanto tal y aquellos que no lo somos solemos tener una actitud más escéptica al respecto. Generalmente coincidimos pero a veces no. Sin embargo, en todos los casos, no hay ninguna razón para suponer que cada vez que opinamos lo hacemos con menos convicción que la que poseen los comunicadores que piensan radicalmente opuesto a nosotros. Es más, a pesar de que esos periodistas, en general, cobran más que nosotros, por lo menos desde mi punto de vista, considero que defienden las posturas que defienden por estar convencidos y no porque sean ignorantes o corruptos. Y si lo hicieran por ignorantes o corruptos, en realidad, poco importaría, pues lo que se debate en el ámbito público son las argumentaciones y no las razones últimas por las que alguien sostiene lo que sostiene. En este sentido, si Jorge Lanata hubiera cambiado de posición por mercenario, si Nelson Castro diagnosticara a distancia y le hablara a la presidenta por narcisismo o si Luis Majul fuera vocero de Macri por recibir pauta oficial o por fervor obsecuente, poco importa. Importa, en todo caso, las razones que utilizan para defender lo que defienden. Es eso lo único que a mí me interesa discutir. Por eso es que considero que se equivocan quienes dicen que, por ejemplo, Niembro defendía al macrismo por obtener dinero a cambio. Más bien, creo yo, es al revés: es porque Niembro siempre fue un “neoliberal populista” que se acercó naturalmente al macrismo. Pero, insisto, aun si no fuese así, no es eso lo que importa.

Para finalizar, es curioso que, en nombre de la pluralidad, periodistas exijan el fin de un programa periodístico. También es curioso que una de las promesas de campaña del actual presidente haya sido quitar del aire un programa de TV y que, en el primer debate presidencial de la historia, se haya utilizado como un agravio el hecho de ser panelista de ese programa. Por todo esto, si queremos seguir viviendo en democracias heterogéneas y plurales como las que hemos sabido forjar en Occidente, debemos hacer un esfuerzo por pensar en términos de verdades relativas o, si se quiere, debemos aprender que hay tantas verdades como perspectivas. Que haya relatividad o perspectivas no significa desprenderse de las convicciones o suponer que todo vale lo mismo. Es más, defender una verdad relativa es compatible con la suposición de que el otro está equivocado porque evidentemente, cuando cada uno de nosotros defiende una posición, considera que la otra está equivocada. Sin embargo, debemos asumir la falibilidad, tener la capacidad para revisar nuestras opiniones partiendo de la base de que la convicción no nos garantiza estar en lo cierto, y abandonar la idea de que el hecho de que exista gente que no piensa como nosotros solo puede entenderse por razones de ignorancia o corrupción.              

viernes, 18 de diciembre de 2015

Los ejecutores (publicado el 17/12/15 en Veintitrés)

“El ejecutor de una empresa atroz debe imaginar que ya la ha cumplido, debe imponerse un porvenir que sea irrevocable como el pasado” J. L. Borges


Más allá de que el nuevo gobierno lleva apenas unos días en la Administración, el escenario de justificación de las nuevas medidas económicas se viene disputando desde hace ya unos meses en la opinión pública. Si bien las condiciones objetivas derribaron el intento de instalar que la economía estaba en una crisis total de la cual solo era posible salir a partir de una política de shock, lo cierto es que, en otros aspectos, la prédica liberal fue efectiva. Por nombrar solo un caso, se impuso que el precio del dólar ilegal debía ser la referencia para el dólar oficial y que, en tanto tal, la devaluación era inevitable o que, incluso, ya existía de hecho. Si bien desde esta columna varias veces mencionamos que era necesaria una corrección en el tipo de cambio y, por ejemplo, una quita paulatina de subsidios para los sectores metropolitanos más aventajados, me interesa hacer énfasis en el modo en que el liberalismo económico justifica las políticas de ajuste y el lugar que ocupan los ejecutores de estas políticas. El lenguaje ya lo conocemos pero no es menor repasarlo pues las palabras instalan realidad. Pensemos en la idea de “sinceramiento”, por ejemplo. Se sincera lo que ya existe pero permanece oculto. En este sentido, quien sincera simplemente corre un velo pero no es el creador de aquello que sincera. Asimismo, sincerar supone un compromiso con la verdad que no tuvo el que mantuvo oculto el objeto o la información a ser sincerada.
El lenguaje del sinceramiento cobra especial relevancia en el engranaje semiótico de la economía como una ciencia “dura” que algunos liberales insólitamente sostienen, y de unas leyes económicas que se comportan con la misma firmeza que las leyes naturales. Sí, leyó bien, parecen anclados en los siglos XVIII y XIX a pesar de que dicen tener la llave para ingresar al siglo XXI. Así, desde una perspectiva epistemológica, intentan dar una batalla que, como mínimo, está saldada hace 50 años.
La perspectiva del liberalismo económico supone que lo único que hace su programa es respetar las leyes de la economía y que toda teoría económica que suponga formas de intervención violenta ese orden natural. En este sentido, caído el paradigma comunista, el nuevo enemigo del liberalismo económico se llamó “populismo”, un verdadero significante vacío capaz de condensar todos los males y que se caracteriza, en materia económica, por un intervencionismo estatal que, dependiendo el contexto, es más o menos preponderante pues si bien durante la larga década kirchnerista se recuperaron empresas para el Estado, esto se hizo solo en sectores estratégicos o ante casos flagrantes de servicios deficitarios. Pero en el paradigma de la economía como regida por leyes naturales, toda intervención supone una acción externa que, en tanto artificial, está destinada a ser circunstancial del mismo modo que el Hombre puede violentar a la ley de gravedad logrando volar pero no podrá hacerlo indefinidamente. En algún momento caerá, como, dicen, caerá toda forma de intervencionismo, acuciado por las contradicciones y las distorsiones que se juzgan así tomando como parámetro, justamente, el presunto orden natural del que venimos hablando. Como para el liberalismo económico, una economía populista se caracteriza por impedir el libre desarrollo de las leyes del mercado, se hace necesario adjudicar responsabilidades. ¿Quiénes han osado interferir y violentar ese orden natural? Los funcionarios populistas, claro, con nombre y apellido. Ellos son los que se interponen y los que desvían el cauce natural del río. Es exactamente el caso contrario del funcionario liberal pues éste nunca es responsable ya que a través de él circulan fuerzas que lo trascienden. No me refiero, claro está, a los intereses del capital y de los empresarios sino a las leyes naturales que se indicaban anteriormente. En este sentido, la fiesta del despilfarro la hace el funcionario populista pero el ajuste no lo hace el funcionario liberal sino “el mercado” o “las leyes de la macroeconomía”. Así, el funcionario liberal aparece como un heraldo, un médium cuya labor es, como mínimo, ser un espectador del desenvolvimiento de las leyes y, como máximo, correr los obstáculos artificiales que se la han impuesto a la economía. Cuando el funcionario liberal reconoce que estas leyes van a afectar a las mayorías hasta puede que sienta algo de dolor y bronca porque, como todo humano, siempre intenta ir un paso más allá en la conquista de la naturaleza. Pero está convencido de que no es el responsable de ese orden y que no tiene sentido oponerse pues el carruaje te va a llevar igual: confortablemente si lo consentís o arrastrándote si te resistís. Porque para el funcionario liberal, esto es, para el ejecutor de un mandato que lo trasciende, la economía es un texto que solo puede alterar la tergiversadora actividad humana de quienes no quieren aceptar las leyes del mercado, esto es, de quienes se resisten a lo irrevocable, sea que venga en forma de pasado, de destino o de ira de Dios.

              

lunes, 14 de diciembre de 2015

Alimentando el relato (opositor) [Publicado el 10/12/15 en Veintitrés]

En la última semana se vienen dando una serie de discusiones cuando menos curiosas. La primera que se puede mencionar es la que refiere al actual titular del BCRA, Alejandro Vanoli. Como usted sabe, si bien el PRO llegó al poder con un discurso republicano, tiene la pretensión de quitarse de encima, probablemente a través de sendos DNU, a una serie de funcionarios. Además del ya mencionado y aduciendo el carácter militante de cada uno de ellos, los liderados por Mauricio Macri buscan que Tristán Bauer en RTA, Martín Sabatella en AFSCA y Alejandra Gils Carbó en la Procuración General abandonen sus cargos y dejen el espacio para hombres de confianza del actual presidente. Cada caso es distinto pero en el de Vanoli se da una situación particular pues los kirchneristas afirman que la ley garantiza su continuidad y, con ello, acaban defendiendo una suerte de independencia del BCRA respecto de la política económica del gobierno. En otras palabras, defienden exactamente lo contrario de lo que defendían cuando, para quitar al atrincherado Martín Redrado, aducían que era absurdo y deudor de una lógica colonial impuesta por los ingleses, que el BCRA se manejara autónomamente. Por supuesto que, en ese momento, el PRO tomaba la bandera de la independencia y acusaba al gobierno de ir por las reservas del BCRA. Hoy, sin embargo, el PRO esgrime las razones que años atrás denominaba “populistas”. Un verdadero mundo del revés.
Por otra parte, en torno a la asunción de Mauricio Macri se vienen dando una serie de episodios  rayanos en lo bizarro. Me refiero, claro está, a todo lo que rodea al hecho de dónde se entregarán los atributos y si será la propia CFK la que los entregue. En medio de todo eso, como si hiciera falta algo, aparece Pallarols denunciando amenazas y no faltan zonzos que han dado a entender que el kirchnerismo quiere secuestrar el bastón de mando. El episodio Pallarols es ubicable entre El señor de los Anillos y cualquier relato de García Márquez así que, remítase a esas obras. En cuanto al conflicto por la entrega de los atributos, la ley es clara y, en este sentido, CFK tiene razón: se jura ante la Asamblea Legislativa y punto. No hay ninguna obligación del mandatario saliente de ir a la Casa Rosada a ponerle la banda y darle el bastón al entrante. Probablemente, Macri y su espacio buscan esa foto tan deseada, pues ellos mismos entienden que para CFK sería humillante esa escena. Incluso, haciendo psicoanálisis barato hay que pensar, a su vez, cuánto de fálico habría en esa simbología del traspaso y el modo en que los medios opositores encontrarán allí un regocijo que es sin duda, algo digno de niños o, quizás, de masturbación de adolescente. Pero a su vez, es verdad que si bien la ley no lo indica, se estila que el presidente saliente entregue al entrante los atributos en la Casa Rosada. En ese sentido, creo que CFK, al negarse a aceptar algo que, insisto, no tiene obligación de aceptar, acaba dándole pasto a los indignados de turno que con micrófono o pluma en mano destilan y supuran todos los lugares comunes y los fantasmas de señora gorda de barrio y de taxista canchero que es más conspirativo que la saga Zeitgeist. Así, se somete a que cualquier fronterizo le diagnostique enfermedades mentales por TV y da una razón más para que se la ponga en el centro de la escena como el demonio de la película. Sinceramente, parece más fácil ir a la casa Rosada, dar el chiche que el nene quiere y todos contentos. ¿No?
Y cercano a esto mencionaré dos episodios más: uno vinculado a una conversación telefónica entre Macri y la presidenta y otro relacionado con la movilización de despedida de CFK. En lo que respecta al primero, la presidenta acusó a Macri de maltratarla por teléfono, justamente, cuando conversaban acerca de la ceremonia del traspaso. Asimismo, expresó que tal trato era inadmisible no solo por razones de investidura sino por razones de género, esto es, un hombre no debe gritarle a una mujer. El relato del episodio es absolutamente verosímil pues solo una gran construcción mediática puede presentarnos a Macri como un maestro zen o como alguien con “cosas de Mandela” tal como afirmaría su flamante vocero Luis Majul. Sin embargo, me parece un error plantearlo en términos de género. Dicho en otras palabras: Macri le gritó a CFK no por su condición de mujer. Si hubiese sido un hombre también le hubiera gritado porque Macri se maneja como un patrón de estancia. Lo hizo siempre. ¿Se imagina ahora que es presidente?
En lo que respecta a la movilización de despedida, últimamente ya no se sabe cuál de las convocatorias es oficial, cuál es autoconvocada, cuál es para engañar, etc. etc. Lo cierto es que se anuncia una movilización de despedida de CFK para el 9 de diciembre. Tal fecha parece lógica pues se trata del último día de su mandato. La imagen de una plaza colmada será una escena que los medios opositores ocultarán pero mostrará que hay una importantísima porción de la población que apoya las grandes conquistas de estos 12 años. Sin embargo, hay quienes llaman a marchar el 10 de diciembre. Hacerlo ese día, cuando podían haberlo hecho el día anterior, parece, más que una provocación, una tontería que en el mejor de los casos termina en la anécdota y en el peor de los casos termina con violencia. Nadie es más militante por estar el 10 en vez de estar el 9 y parece razonable que el día de la asunción el gobierno entrante tenga su celebración.
Dado que los formadores de opinión van a seguir distorsionando la realidad y endilgando al kirchnerismo todos los males del universo: ¿hace falta darles buenas razones para alimentar su relato?       

viernes, 4 de diciembre de 2015

Kirchnerismo: ¿alcanza con los pibes? (publicado el 3/12/15 en Veintitrés)

Con un balotaje tan cercano a la fecha de asunción de las nuevas autoridades es natural que los análisis recaigan sobre las señales que va brindando el nuevo gobierno. En este sentido, no creo poder aportar mucha novedad ya que distintos comunicadores, por derecha o por izquierda, han coincidido en el perfil corporativo de los ministros (en su gran mayoría, ex CEOs de empresas multinacionales) y en la disparada de precios que produjo el hecho de que el candidato que era favorito en las encuestas, insólitamente, anunciara la magnitud de la devaluación que preparaba.
De lo que se ha hablado poco es de cómo enfrentará el peronismo su condición de oposición frente a un gobierno de derecha liberal no peronista. Esta novedad se da, a su vez, en medio de un proceso (no novedoso) de derrota electoral muy importante (pues, a pesar del 49% obtenido, se perdió Nación y los distritos más grandes del país incluida la Provincia de Buenos Aires) con el consecuente pase de facturas. A su vez, a diferencia de 1983, el peronismo no tiene omnipresencia en los sindicatos y hasta es de esperar que muchos sindicalistas, de esos que son más patrones que trabajadores, cambien la remera de Perón por la de la “Revolución de la alegría” amarilla.
Si bien al momento de escribir estas líneas se sabe que en los próximos días habrá un encuentro entre los gobernadores y la actual presidente, lo cierto es que el escenario resulta enormemente complejo para el peronismo y existe un claro riesgo de balcanización. Pues los gobernadores han aceptado la conducción de Cristina hasta el 10 de diciembre pero entienden que hace falta una renovación. En ese sentido, Scioli parece haber dado señales de pretender erigirse como el conductor del PJ y el movimiento tras una campaña en la que, por momentos, se lo vio batallando en extrema soledad y recibiendo un apoyo más autoconvocado que orgánico, al menos, en los grandes centros urbanos. Sin embargo, difícilmente Scioli pueda sostenerse allí para volver a ser el candidato dentro de 4 años. Al interior de ese espacio algunos mencionan la posibilidad de Urtubey aunque no creo que haya que descartar otras opciones y, mientras tanto, parece haber acuerdo en que el decano Gioja sea el presidente del bloque en Diputados. Por otra parte, Massa y De la Sota pretenderán disputar ese espacio para abrir el juego a una suerte de panperonismo no kirchnerista pero veremos hasta qué punto los que acompañaron al FPV serán capaces de tolerar que, en particular, el “gallego”, haya sido quizás el artífice principal de la diferencia que Macri le sacara a Scioli. Y por último, claro está, se encuentra CFK cuya figura se agigantará en la medida en que las políticas de Macri comiencen a traer conflictividad social, más allá de que se espera hacia su persona una estrategia comunicacional de demonización y vergonzantes ataques judiciales probablemente más grandes que los que ella sufriera ocupando la presidencia.  
Independientemente de esto, la duda gira en torno a cuál es la actitud que CFK adoptará aunque es esperable que se vuelva a exponer la tensión entre el peronismo clásico y un kirchnerismo que se ha nutrido de elementos de las tradiciones progresistas liberales y de izquierda. Incluso hasta en el plano discusivo la relación entre kirchnerismo y peronismo fue fluctuante y atravesó momentos “evitistas” no “peronistas”, molestias ante el canto de la marcha y rechazos (y luego abrazos) al PJ. A su vez, frente a los que ansiosamente buscaban desvincular al kirchnerismo del peronismo se le puede recordar aquella frase de Néstor Kirchner que indicaba: “Somos peronistas. Nos dicen  “kirchneristas” para bajarnos el precio”. Dicho esto, resulta claro que CFK, a partir de la muerte de su marido y de la irrupción del sujeto juvenil, intentó construir una fuerza propia. Como muchas veces hemos mencionado aquí, esa audaz construcción tuvo aciertos y errores, dirigentes a la altura de las circunstancias y dirigentes mediocres, pero fue una decisión clara que generó controversias al interior del movimiento que se invisibilizaban en la medida en que CFK sostenía su poder al frente del gobierno. Sin embargo, llegado el 10 de diciembre, hay militantes y dirigentes disconformes con lo que, juzgan, ha sido una enorme discriminación hacia todos aquellos espacios que no fueran de La Cámpora. En esta línea hay quienes señalan que CFK, en un determinado momento, decidió ser la conductora de La Cámpora y no del peronismo. Independientemente de si ello fue o no así, entiendo que, de ahora en más, si la idea de CFK es “volver con los pibes” en 2019, por fuera del peronismo, el kirchnerismo será más o menos competitivo en tanto ella tenga la voluntad de seguir al frente pero corre el riesgo de transformarse, en pocos años, en una fuerza testimonial de centroizquierda con el 10% de los votos. Asimismo, y en esto, por supuesto, no se trata de posar las culpas sobre CFK, un kirchnerismo por fuera del peronismo puede acabar empujando al movimiento fundado por Perón a transformarse en la fuerza de centroderecha en la que había degenerado 25 años atrás o, incluso, a ser fagocitado y desmembrado por el pragmatismo PRO que pretenderá transformarse en un significante vacío capaz de funcionar  como una desideologizada maquinaria de poder.    
Si en 2003 el kirchnerismo hizo revivir al peronismo, en 2015 era el peronismo el que podía garantizar la supervivencia del kirchnerismo como fuerza competitiva. La sensación es que de cara a lo que viene la ecuación sigue siendo la misma de 2015 y que, para que ello se produzca, CFK deberá tener una conducción más amplia capaz de incluir referentes y sectores que en algunos casos, injustamente, fueron dejados a un lado. Porque para volver en 2019 o 2023 se necesitará a los pibes. Pero también se va a necesitar al peronismo.