lunes, 25 de febrero de 2008

El doble comando

Desde hace más de un mes que estoy siguiendo el programa que Longobardi conduce por C5N. Y en sucesivas emisiones noté algo que me llamaba la atención. Longobardi le preguntaba a la mayoría de sus invitados si gobernaba Cristina o Kirchner. Lo preguntaba siempre al final de la entrevista suponiendo quizás que la respuesta a esa pregunta tenía implicancias tan obvias que no hacía falta seguir hablando. “Kirchner” era la respuesta y lo que seguía era el corte y la pauta publicitaria. Se sabe que Longobardi es un operador por ello siempre es bueno escucharlo con detenimiento. Sin embargo con el correr de las semanas otras voces retomaron el tema. Primero fue Carrió quien dijo en Clarín que la “Casa rosada es una vicaría vacía (…) El poder sigue estando en manos de Kirchner”. Algunos días después, fue Duhalde que, algo crispado por la reorganización de un peronismo que parece tener espacio para muchos pero no para él, dio una entrevista y afirmó que “Cristina no está preparada para gobernar” y que existe en el gobierno un “doble comando”, lo cual quiere decir, más bien, un único comando liderado por Kirchner.
Tanta insistencia en este tema me llevó a preguntarme quién gobernaba y no hallé una respuesta de la cual pueda estar plenamente seguro. Más bien supongo que, en todo caso, siempre debe haber habido un “doble comando” aún cuando el presidente era Kirchner. Lo supongo pues se trata de dos personas que han militado y hecho política juntas desde hace tiempo y que tienen la particularidad de compartir la alcoba. Mi sentido común me dice que un matrimonio de políticos debe consultarse mutuamente las decisiones. Sin embargo éstas son simples especulaciones difícilmente comprobables. Por ello me llama la atención cuando algunos muy sueltos de cuerpo afirman con certeza que gobierna tal o cual. Lo que sí me parece interesante, aunque también resulta incomprobable por definición, es plantear el siguiente contrafáctico: ¿estarían diciendo lo mismo si la que primero hubiera ocupado el cargo hubiera sido ella y ahora fuese él el recién asumido? Tengo la sensación que allí el diagnóstico sería distinto probablemente por cierto imaginario misógino de algunos personajes de la actualidad. A pesar de que muchas veces se critica el mal carácter de Cristina en un sentido se la sigue considerando mujer, es decir, débil. Si su gobierno es bueno será que un hombre está detrás y si su gobierno es malo seguramente buena parte de su fracaso se justificará por el hecho de que por ser mujer ni siquiera pudo hacer un buen gobierno con un hombre atrás. En ese sentido, Cristina no tiene escapatoria y aún haciendo un buen gobierno no se le reconocerá mérito.
Pero digamos también que estas afirmaciones no son inocentes y que más que apuntar a desestabilizar el presente se dirigen al 2011. En ese sentido, la idea de doble comando es funcional a un desgaste de los dos: si es él el que gobierna en las tinieblas (aunque las oficinas de Puerto Madero parecen tener demasiada visibilidad) será él quien pague los costos ante un posible intento de buscar la presidencia en 2011. Evidentemente, hay muchos sectores que temen que Kirchner vuelva en el 2011 a tal punto que arremeten con pedidos disparatados como el que formulara Grondona un día antes de las elecciones cuando exhortaba a la Corte Suprema a que considerara a Cristina y a Kirchner como una misma persona (SIC) (pues ella había sido “puesta” por él) y que, por ello, ambos deberían tener vedadas las posibilidades de reelección en 2011. (La Nación, 9/12/07). Más allá del insólito pedido de Grondona y de este monstruo de dos cabezas en el que se habrían transformado los Kirchner, quisiera detenerme en la cuestión principal. Esta se puede formular así: aún suponiendo que efectivamente las decisiones las toma Kirchner y que Cristina es un simple títere: ¿cuál sería el problema de que esto fuese así?
Dicho de otro modo, en términos prácticos, ¿afectaría en algo al destino de la Argentina el hecho de que las decisiones las tomara él, ella, los asesores de cada uno de ellos o Alberto Fernández? Lo mismo sería. De hecho tal vez la mayoría de las decisiones son tomadas o influenciadas por personas distintas de las que votamos. Lo que importará será si estas decisiones son buenas o malas. Pero este punto nos traslada a otra perspectiva en la que el doble comando podría ser criticado: se trata de lo que tiene que ver con la legitimidad. En este sentido alguien podría decir que está de acuerdo con que no importe si es ella o él pero que, al fin de cuentas, si alguien no fue elegido por el pueblo no tiene legitimidad para mandar. Ese punto parece más razonable y la historia argentina nos puede señalar varios ejemplos. Algunos dicen que el último Perón se encontraba influenciado por López Rega. López Rega era un personaje siniestro y aún si hubiera tomado decisiones correctas (cosa que no hizo), no lo hubiera hecho bajo la legitimidad democrática del apoyo popular. Allí el doble comando sí que era un problema. Sin embargo no lo fue cuando Perón puso a Cámpora: todo el mundo sabía que con Cámpora en el gobierno, Perón estaría en el poder. En este caso, Perón, sin haber sido elegido directamente por el pueblo gozaba de la legitimidad política para tomar las decisiones de Estado. En el caso de Cristina y Kirchner creo que sucedería algo similar: todas las encuestas mostraban que de haberse presentado Kirchner hubiera sacado mucho más votos que su esposa. En este sentido si fuese él quien tomara las decisiones gozaría de la legitimidad del pueblo más allá de que en las urnas se votó por ella y no por él.
En este sentido, una vez más, algunos partidos de oposición y algunos comunicadores le realizan un gran favor al gobierno. Destacando debilidades donde no las hay o exhibiendo problemas que no son tales no hacen más que perder credibilidad ante la opinión pública y postergar el tratamiento de los problemas reales que el gobierno debe atender. Al fin de cuentas, la ubicuidad del rezongo por el rezongo mismo ayuda al rezongado pues si la alarma suena siempre no sabremos cuándo estar preocupados.

viernes, 8 de febrero de 2008

¿Adiós Roberto?

La tapa del Clarín del domingo 3 de febrero nos sorprendió a todos: Kirchner y Lavagna habían realizado un pacto para la reorganización del PJ. Esto supone, en líneas generales, un apoyo del ex ministro de economía a la candidatura de Kirchner como Jefe del partido a cambio de un espacio importante en la “mesa chica” en la que se toman las decisiones del PJ. De esta manera Kirchner sale a buscar apoyo por fuera del “riñón” e intenta armar una base cuya tendencia es más de centro que de centro-izquierda. Por su parte, Lavagna parece suponer, con mucha razonabilidad por cierto, que toda aspiración política en la Argentina de hoy no puede canalizarse sino a través del aparato peronista. En este sentido parece decidido a dejar atrás su “aventura disidente” y volver al partido del que nunca se desafilió.
Sin duda, la noticia generó cierta conmoción y dio lugar a las quejas de las principales autoridades de la UCR y de muchos ciudadanos que se sintieron defraudados. Parte del periodismo atacó también el acuerdo al que de manera muy poco feliz denominaron, en esta ansiedad por buscar el título, “El pacto de Olivos II”. Estos periodistas parecen suponer que el elemento distintivo del Pacto de Olivos I, más que el contenido y una coyuntura por demás particular, es el hecho de haberse realizado en Olivos. A partir de esto, infieren que dado que un nuevo acuerdo se ha realizado también en Olivos, sería una segunda versión de aquél. Siguiendo esta línea de razonamiento, lamento que Kirchner y Lavagna no hayan realizado este pacto en el Palacio de La Moncloa, pues, de haber sido así, estos analistas deberían haber titulado “El Pacto de La Moncloa argentino” y con eso acabar con este latiguillo que aparece en la página 1 del manual del sentido común de la nueva política. Dejando de lado esta confusión entre “contenido” del pacto y “lugar” donde se llevó a cabo, quisiera preguntarme lo siguiente: ¿Lavagna ha, efectivamente, “traicionado” a sus votantes? ¿Ha “salido del placard de la política” tras haber ocultado su verdadero rostro en las últimas elecciones? Francamente creo que no.
La propuesta de Lavagna en las últimas elecciones era, en líneas generales, dotar de institucionalidad (algo tan caro al radicalismo) al plan que lleva adelante el gobierno (peronista). Nunca se opuso de lleno al modelo de los Kirchner. De hecho sus críticas siempre fueron “de forma”: los datos del INDEC son irrisorios; Kirchner y su esposa tienen una actitud hegemónica; los salarios hay que aumentarlos pero no tanto, etc. En este sentido Carrió tenía razón cuando afirmaba que Lavagna no era oposición. Lo que cabe preguntar entonces es por qué la gente lo creyó así.
Sin duda, una posible respuesta tiene que ver con la lógica de la contienda electoral y la estrategia de marketing político de la coalición de Lavagna (UNA). Pero estoy tentado a pensar que salvo algunos deslices propios de la necesidad de sumar votos a como dé lugar, lo cual llevó a exacerbar muchas veces las críticas al gobierno, Lavagna nunca dejó de ser lo que era. Para mal o para bien. Nos guste o no. En este sentido, los rezongos paroxísticos de los votantes del ex ministro deberían reencauzarse hacia la pregunta: ¿sé yo a quién voto? ¿Es mi voto fruto de una reflexión sesuda o es consecuencia del vértigo mediático y el arrebato de una decisión que a veces se toma por azar dentro del cuarto oscuro? Si todos nos hiciéramos esa pregunta, no se gastaría tanta tinta y tantos minutos de aire en hablar de “borocotización”, “nueva decepción de la política” o “que se vayan todos”. Más bien se caería en la cuenta de que nunca debimos olvidar que Lavagna ha sido siempre Roberto.

jueves, 7 de febrero de 2008

"Sueños de la política" para Caras y Caretas

Hace unos días respondí a una convocatoria de la Revista Caras y Caretas (http://www.carasycaretas.org/) cuya temática era "Los sueños". Por eso me pareció una buena idea vincular los sueños y la política y esto es lo que intenté hacer en la nota que se reproduce a continuación y que acaba de ser publicada en la edición de Febrero de 2008 de la revista mencionada.
"Sueño una nueva política que además de nueva sea buena; sueño una sociedad que deje de preocuparse por la sensación térmica y se ocupe de la temperatura; sueño pseudo ingenieros que aceptan que el dolor no da derecho ni conocimiento; sueño corporaciones menos corporativas y periodistas políticos cuyos análisis dejen de lado la lógica del espectáculo y el deporte; sueño una política en la que el discurso solipsista de la propuesta compulsiva de un gerente no haga mudas a las urnas; sueño un tomate que pierda ese color amarillo que le dio la extenuante y exagerada aparición en la tapa de los diarios; sueño menos personalismos; sueño un votante hastiado de los profetas del nunca cumplido desastre por venir; sueño un debate en que discutamos una mejor policía y no si debe ser nuestra; sueño un índice en el que la calidad de la democracia no dependa de la presencia de conferencias de prensa y reuniones de gabinete; sueño una clase media que se ocupa de la redistribución de la riqueza y no de los megavatios; sueño un país en el que los únicos envenenados en las cárceles sean los que prefieren la cicuta antes que violar la ley; sueño que antes de bailar pensemos por un sueño; sueño el epitafio del elogio al sentido común; sueño."

sábado, 2 de febrero de 2008

La cancha embarrada


Los sucesos políticos de la Argentina, en los últimos tiempos, presentan un conjunto de idas y vueltas, marchas y contramarchas dignas de los culebrones propios de los asesinatos en countries a los que estamos acostumbrados en las últimas temporadas estivales.
Tomemos por ejemplo el caso de los despidos en el Casino flotante. De repente, el conflicto derivó en huelgas de hambre, gente atada en Plaza de Mayo, represión de la prefectura y todo el circo mediático y político girando alrededor. Como era de esperar el gobierno hizo silencio y la oposición, en esa extraña compulsión a opinar sobre todos los temas siempre de manera tal que la culpa sea del gobierno, comenzó el desfile por programas de cable y radios que interrumpían las importantes noticias acerca de la cantidad de accidentes de tránsito y el estado del tiempo para informar sobre el conflicto laboral. Pero como si esto fuera poco, la magnitud que adoptó el episodio de los despidos hizo aparecer en escena acusaciones cruzadas que denuncian una interna sindical entre un gremio kirchnerista y otro macrista y puso entre los principales títulos al empresario cercano al ex presidente Kirchner, Cristóbal López, quien estaría orquestando minuciosamente todo de manera tal de poder ver favorecidos sus negocios con el casino del cual ya es un accionista importante. Por otra parte, como siempre, está el condimento vernáculo de los partidos de ultraizquierda incitando a una violencia que lamentablemente parece estar sedienta de mártires que permitan enarbolar alguna bandera contra un gobierno que no ha reprimido la protesta social y que ha avanzado con fuerza en el juzgamiento a los represores.
La cancha se embarra y todos resultan salpicados. La ausencia de credibilidad excita la paranoia del argentino medio y todos resultan ladrones salvo la persona que realiza esa afirmación (quien, generalmente, cuando tiene la posibilidad, roba). Pero si de ausencia de credibilidad hablamos no podemos pasar por alto el tema INDEC. El gobierno sigue sin resolver el problema que generó de manera bastante torpe. No se tuvo la suficiente inteligencia como para observar que modificar el índice no sólo iba a generar una herida en la confianza que tardará muchísimo en cerrarse, sino que abriría el juego para que diferentes sectores interesados den rienda suelta a la timba de la impunidad de los números. Así, uno escuchaba a los líderes de la oposición y a algunos lobbystas mediáticos “jugar” a quién puede exagerar más la inflación. Así llegamos a escuchar a los moderados que duplicaban la inflación oficial (número que, por cierto, parece más acorde a la realidad) hasta otros como Carrió que días atrás vaticinó una inflación del 40% para 2008. Para sumarse a la timba, los trabajadores del INDEC que en la interna se oponen al gobierno, hicieron su propio índice que llamativamente manifiesta una oscilación entre el 22,3 y 26,2. Por todo ello, la lógica parece ser la siguiente: la manipulación del número por parte de gobierno permite que los opositores cuantifiquen su mal humor. Los más o menos malhumorados doblan la inflación oficial. Los muy mal humorados la quintuplican.
Mencionaré sólo un ejemplo más para no aburrir. El caso de la valija. Cuando la justicia norteamericana, a partir de las declaraciones de uno de los imputados dejó entrever que el dinero de la valija estaba destinado a la campaña de Cristina, el reducido séquito de mediocres que figura en las agendas de los productores de los programas abrumó con declaraciones que indicaban que era imposible que la justicia norteamericana hubiera cedido a la presión del poder político que intenta involucrar a Chávez y sus aliados en cualquier hecho oscuro que suceda sobre la faz de la Tierra. Declaraciones tan taxativas como esas no hacen más que abrir la sospecha de sesgo o ignorancia dado que la historia de los Estados Unidos parece dar abundantes ejemplos de manipulación de la justicia. Ahora, la justicia norteamericana desvinculó a la Argentina del caso y hubo acercamientos amistosos entre funcionarios del gobierno de Bush y Cristina. De repente, los mismos que 10 días atrás paseaban sus afirmaciones grandilocuentes, callan, rezongan y hasta acusan a la ex inmaculada e impoluta justicia norteamericana de ser un antro de corrupción cómplice de un arreglo secreto entre los gobiernos de Argentina y Estados Unidos. El gobierno norteamericano había embarrado la cancha, el argentino estaba dispuesto a hacerlo con toda la fuerza y la oposición en nuestro país generó los charcos suficientes para que el partido se detenga y no se pueda seguir jugando.
En todos estos hechos, la actitud del partido de gobierno y de los partidos de oposición resulta, en un sentido, comprensible. Pues los partidos, representan partes, facciones interesadas. Esto puede rastrearse tanto histórica como etimológicamente hablando. De aquí que resulte tan absurdo el pedido de “necesitamos un partido que gobierne para todos los argentinos” que realizan algunos comunicadores pacatos y hasta los propios políticos. Más inentendible o, quizás, imperdonable, resulta el papel de la prensa que completamente alejada de la pretensión de objetividad, hoy es una facción más que responde corporativamente y con casi nula autocrítica a sus propios negocios. En una sociedad mediatizada, como lo indica la propia denominación, percibimos aquello que llamamos realidad a través de los medios. Si son ellos los que ostensiblemente embarran la cancha con denuncias falsas y exageraciones resultará todo más difícil. Pues, como todo futbolero sabe, cuando la cancha está embarrada tienen más posibilidades de ganar los peores.