domingo, 21 de diciembre de 2008

Otra oposición: la Solicitada de Binner

Si hay algo en lo que confluyen casi unánimemente vastos sectores de la sociedad es en la percepción de que no existe una fuerza política con capacidad de gestión capaz de disputarle el Gobierno al kirchnerismo. Aun en el peor momento K, las voces antioficialistas se multiplican pero atravesados por sus propias limitaciones, ambiciones y vedettismos no parecen tener la capacidad de estructurar una oposición coherente, robusta y programática.
A la hora de distinguir y clarificar al interior del conjunto “oposición”, podemos tener en cuenta a aquellos que tienen al menos algún tipo de experiencia en la gestión de territorios importantes del país. Me refiero aquí al PRO en la Ciudad de Buenos Aires y al socialismo en Santa Fe. Tras 1 año, el gobierno de Macri se ha mostrado estático, timorato, preso de la fragilidad interna y, por sobre todo, profundamente incapaz para gestionar la maquinaria estatal. Asimismo, la coraza idílica de toda nueva gestión parece empezar a reblandecerse, lo que en la jerga de los pasillos se menciona como el momento en que “le empiezan a entrar las balas”. Esto, seguramente, no impedirá una aplastante victoria en las legislativas 2009 pero deja ciertas dudas con miras al 2011 cuando el desgaste sea mayor y Macri sea expuesto como candidato a Presidente.
Distinto parece el caso de Binner en Santa Fe: con menos amplificación mediática, son pocas las noticias que circulan fuera del ámbito regional. A esto debe sumársele el perfil bajo del Gobernador y su decisión de no salir histéricamente a confrontar con el Gobierno Nacional aun ante el dilema que le planteaba el conflicto con el campo.
Sin embargo, el gobierno socialista pareció tomar nota de que un presidenciable no puede mantenerse en silencio y decidió enviar una propuesta al Gobierno a través de una solicitada que apareció el domingo 21/12 en los principales diarios y que lleva como título “Aporte a la Nación Argentina. Cinco propuestas para superar la crisis”. En términos generales podemos decir que se trata de las pocas intervenciones opositoras que plantean propuestas razonables y que se encuentran en un horizonte de posibilidad. Además proviene de un partido con experiencia de gestión (recordar los sucesivos gobiernos socialistas en la intendencia de Rosario). De hecho, varios pasajes de la solicitada hacen referencia a cuestiones técnicas y de implementación lo cual puede leerse como la necesidad de mostrar que un gobierno no peronista también puede ser capaz de mover la burocracia estatal. Por otra parte, se deja entrever, con la moderación de siempre, cierto diagnóstico que lo distancia del Gobierno nacional, en cuanto a que la crisis económica “reforzó los síntomas de desaceleración de la economía argentina que fueron evidentes desde el prolongado conflicto agropecuario”. Asimismo se hace hincapié en un creciente clima de desconfianza manifiesta en diferentes sectores de la economía.
En cuanto a las líneas programáticas y las propuestas concretas se parte de la base de que la política fiscal y una política de redistribución deben ser los pilares de la superación de este contexto. En esta afirmación se conjugan buena parte del equilibrio que busca la Solicitada. Equilibrio complejo entre principios “liberales” de correcta administración (similares a los del Gobierno nacional) y una visión más progresista que hace hincapié en políticas más inclusivas y redistributivas más cercanas al ideal socialista y a algún tipo de peronismo. A esto debemos sumarle elementos coyunturales y geopolíticos: se trata del gobierno de la provincia de Santa Fe cuyo eje central es la producción agropecuaria y la agroindustrial, sectores que, por cierto apoyaron en buena medida al socialismo en las últimas elecciones.
Todas estas variables hacen que la propuesta resulte un gran ejercicio de malabarismo que se parece bastante a la política real del día a día donde los grises son más que los colores puros.
Así, el gobierno socialista no tiene ningún inconveniente en señalar en varios pasajes el problema de “la caja”. Sí, efectivamente, tanto hemos oído hablar de “la caja” que parece haberse estigmatizado la necesidad de las administraciones de obtener fondos. Así, es razonable que Binner reclame “coordinación”, “articulación entre Nación, Provincia, municipios y comunas” y “acceso de municipios y comunas a los recursos financieros”. Esta búsqueda de descentralización es también una pelea por “la caja” y al darla no se ponen colorados, lo cual por cierto, resulta correcto.
Otro de los puntos tiene que ver con medidas de carácter impositivo en el que se intenta conciliar los intereses de diferentes sectores. Por un lado se habla de defensa de las fuentes de trabajo, aumento de las jubilaciones en función de la ley de movilidad jubilatoria, incremento en las asignaciones de los planes sociales, reducción escalonada de las tasas impositivas, (acaso una razonable y menos vilipendiada “tablita de Machinea”) y una canasta básica de productos que queden exentos de IVA. Por otro lado, una medida que se toma en los principales países del mundo, esto es, el proteccionismo industrial y aranceles para las importaciones sumado a quizás la propuesta que más puede incomodar al kirchnerismo: el tema “retenciones”. Allí se propone la eliminación total de las retenciones a los cereales, las oleaginosas, la leche y la carne y se propone reemplazar la pérdida en la recaudación con el impuesto a las ganancias, a los activos financieros, al cigarrillo, al alcohol y a los bienes suntuarios.
Esta es, en síntesis, la propuesta. La misma posee, seguramente, puntos que abren interrogantes. Dejando de lado la implementación técnica de la posibilidad de una descentralización en el manejo de los recursos lo cual, por cierto, tampoco garantiza mayor transparencia, podemos pensar cómo podría garantizarse que los productos de la canasta básica sin IVA se mantengan a un precio accesible y que esa quita impositiva redunde en una rebaja al precio al público. La conducta de los empresarios en ese sentido dista mucho de ser la ideal lo cual parece dejar a la medida en el plano de las buenas intenciones y el voluntarismo. En cuanto a la eliminación de las retenciones para los productos mencionados parece razonable discutir medidas en pos de ayudar a fomentar la diversidad en la producción pero debería reconocerse que la resolución 125 modificada que vetó el senado parecía dar un paso importante en esa línea aunque era resistida en parte, porque a través de las devoluciones se exigía el fin de la informalidad. Recurrir al impuesto a las ganancias, se sabe, es una medida teóricamente inobjetable pero de imposible control en la práctica: nada más fácil que evadir el impuesto a las ganancias. Más razonables resultan los impuestos a la renta financiera, a los bienes suntuarios, al cigarrillo y al alcohol aunque hacerlo supondría tener que tolerar un despiadado ataque desde los sectores interesados. Será cuestión, en ese punto, de ver quién tiene más fuerza. Pero más allá de estas cuestiones controvertidas vemos aparecer un partido con poder de gestión que más allá de sus críticas parece intentar seguir llevar adelante un espíritu continuista en algunas de las políticas de la actual Gestión Nacional.
Señalar algunos aciertos del oficialismo es una de las formas más sensatas de evitar este mal endémico de los gobiernos argentinos: los vaivenes en las grandes líneas del proyecto del país que hizo que en 20 años se oscile constantemente de visiones neoliberales a estatistas.
La de Binner, parece pues, una oposición más constructiva, lo cual quizás no le dé el rédito político de los rezongos del Pro, la CC, los disidentes del PJ y varios multimedios. Queda abierta la cuestión de si la forma socialista de profundizar cierta línea progresista que se encuentra en la gestión actual del Gobierno Nacional podrá estructurar una fuerza a nivel nacional que no surja del mero enfrentamiento con las políticas oficiales y no se constituya desde la lógica tradicional del trueque entre apoyos y cargos.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

El primer año de CFK

Los aniversarios de la asunción de un gobierno son la excusa perfecta para realizar un análisis de la gestión y en el caso del turbulento primer año de la presidencia de CFK, parece imposible dejar de soslayo esta empresa.
Podemos decir que el idilio que generalmente poseen quienes acaban de asumir su rol ejecutivo duró mucho menos de lo usual. A esto contribuyeron una campaña mediática feroz que ya comenzó a desplegarse en el último año de la presidencia de Kirchner y varios errores del gobierno entre los que podemos mencionar un excesivo énfasis en la continuidad de nombres y estilo, la profundización de las falencias comunicacionales, un diagnóstico errado del equilibrio de fuerzas de determinados sectores opositores que esperaban agazapados el primer paso en falso de la nueva gestión y un afán de radicalización del conflicto cuya única consecuencia fue dilapidar el capital obtenido en las elecciones de octubre.
Si desarrollamos un poco más los errores del gobierno recién mencionados notamos que la selección de los nombres del gabinete fue, en general, desacertada, sea por sostener en el cargo a dirigentes desgastados, sea por incluir nuevos ministros cuya capacidad comparativamente dista mucho de ser elogiable. Para decirlo con nombres propios: que sea Randazzo y no Aníbal Fernández el portavoz del gobierno es una pérdida irreparable; que Alberto Fernández haya seguido en el cargo más allá de los cuestionamientos tampoco pareció la mejor decisión; que Ginés González García haya dejado su exitosa gestión por la de la honesta y eficaz Ocaña resultó un guiño al lobby eclesiástico al precio de sacrificar una de las pocas gestiones progresistas en salud. Ni que hablar del joven Lousteau, impulsor de una medida que en teoría resultaba razonable pero con una cantidad de fallas técnicas e imprecisiones que invalidaban cualquier atisbo de bondad y justicia.
En este sentido, si el gobierno cree que rodeándose de inoperantes de perfil bajo obtendrá la garantía de ausencia de ensombrecimiento a la figura presidencial, estará en lo cierto pero el precio de esa estrategia será un excesivo desgaste de la figura de Kirchner y CFK. Por ello, el gobierno debería observar que la exposición de figuras como Rossi, Boudu o Massa favorece la idea de una dirigencia renovada y capaz de enfrentar el sinfín de embates que trae aparejada cada iniciativa.
En cuanto al entramado político, el gobierno parece, tras la derrota de la 125, optar por un doble movimiento: refugio en la base tradicional pejotista y alianzas transversales progresistas en las cámaras. El equilibrio de este doble movimiento es ampliamente inestable pues ninguno de los actores se siente cómodo en él. Sin embargo, en los últimos meses ha funcionado y el apoyo abrumador al proyecto de eliminación de las AFJP es testigo de ello. Sobre este punto, claro está, no se puede obviar la casi deshecha concertación plural. Si bien resulta infinitamente más simple hacer estos señalamientos una vez ocurridos los hechos, el fenómeno Cobos probablemente servirá de advertencia para las futuras alianzas electorales. En algunas notas anteriores, había indicado que, en vísperas a las elecciones de 2007, el gobierno de Kirchner había optado por la gobernabilidad en lugar de la transversalidad y que en ese gesto había, en parte, una renuncia a una construcción más horizontal y progresista. La necesidad de gobernar vencía al quizás ingenuo intento de aunar fuerzas diversas en una propuesta superadora de ideología progresista. No tengo la suficiente lucidez como para poder afirmar que Kirchner se equivocó al ir “sobre seguro” en detrimento de un proyecto mucho más interesante pero con un futuro y una eficacia incierta.
Si continuamos con el mapa de alianza, asumiendo el total riesgo de caer en falacias ad hominem podemos decir que si el gobierno tiene como aliados a los principales caudillos de la provincia de Buenos Aires, a Moyano, a Rico, a Kunkel, a Delía, a Hadad, a Cristóbal López, a los aparatos jurásicos que sacan y ponen gobernadores en los feudos provinciales y ha tenido funcionarios como Piccolotti o Felisa Miceli, debemos decir que, evidentemente, algo estará haciendo mal. Sin embargo siguiendo esta misma lógica es necesario aclarar que si el gobierno tiene en contra a Carrió, a Macri, a Rodríguez Larreta, A Fontevechia y al Grupo Prisa, al Grupo Clarín, a de Narváez, Manzano y su multimedio, a Laje, a Longobardi, al CEMA, a Pando, a Grondona, a Marsans y al resto de los dueños de las privatizadas que no cumplieron con sus obligaciones, a los ex represores, a Vargas Llosa, a Kovadloff, a Ámbito Financiero, a La Nación, a De Angeli, a Bussi, a la Sociedad Rural, a Cavallo, a Menem, a los Rodríguez Saá, a Piñeiro, a Duhalde y su esposa, a De la Sota, a Bergoglio, etc. quiere decir que algunas cosas estará haciendo bien.
Pero vayamos a lo más importante y dejemos este tipo de argumentos falaces: las políticas del primer año de gestión. Con todas las deficiencias técnicas ya mencionadas, la resolución 125 de las retenciones móviles era una buena medida. Si a eso le sumamos las concesiones que se habían hecho en la cámara de diputados podríamos decir que se había llegado a una norma que era beneficiosa para el fisco, para los pequeños y medianos productores y para desincentivar el monocultivo. Menos controvertida aún es la resolución que acabó con lo que iba a ser el nuevo gran fraude argentino: las AFJP. Por otra parte, ha habido avances en esta lógica de “empresa privatizada que falla vuelve al Estado”, lo cual a priori parece una buena señal. También, aunque lentamente, se ha comenzado a disminuir los subsidios de forma escalonada haciendo que paguen más los que más tienen. Más allá de sus bemoles, todas estas medidas poseen un costado progresista y un afán redistributivo, de aquí que la crítica de la oposición no sea mayoritariamente a las medidas en sí sino al hecho de que el dinero fuera a parar a la supuesta caja política.
En cuanto a la inflación, ésta se ha frenado aunque claramente no ha sido por el mérito del gobierno sino por la crisis financiera, algo que, paradójicamente le da la razón al gobierno cuando afirmaba que la inflación era empujada por el precio de los commodities.
Si dejamos de lado el paquete de medidas que el gobierno adoptó para incentivar el consumo tras la crisis financiera mundial que sorprendió a todos, CFK parece haber recuperado tras el fracaso de la 125 el factor sorpresa y la marcada de agenda que tanto caracterizaba a su marido. Está claro que si no es el gobierno quien marque el camino, lo harán los Medios inundándonos de noticias de asaltos a kioskos, secuestrados profesionales ilustres de la zona norte, fatalistas economistas de compulsivas predicciones falsadas, ex aliados K arrepentidos y problemas en torno de la vida de Riquelme.
Queda por avanzar, parecería, en la ley de despenalización del consumo personal de drogas y una agilización de los mecanismos de la justicia. También sería deseable tener más noticias del Ministerio de Ciencia y Tecnología y habrá que ver cuánto peso tendrá el nuevo Ministerio de la Producción.
Además, resta saber cuánto margen tendrá el gobierno para profundizar una política redistributiva en el contexto de elecciones, crisis y desaceleración de la economía. Asimismo, ojalá algún día cercano nos levantemos con la sorpresa de que ahora que la inflación se parece a la del INDEC, se pueda reconstruir la confianza de los índices. Todo esto sin olvidar la ya utópica reforma tributaria, algo que en este contexto parece impensable llevar adelante.Pero por sobre todo, existe la gran incógnita de si este gobierno erosionado por campañas feroces podrá enfrentar la madre de todas las batallas: la nueva ley de radiodifusión. Ojalá la cercanía de las elecciones y las consecuencias de la ubicua e inasible crisis financiera no vayan en desmedro del debate de una ley que exprese que con monopolios no hay libertad de prensa ni sistema político que no acabe subsumiéndose a los intereses de los acaparadores de diarios, radios, canales de TV y servicios de Internet.

jueves, 27 de noviembre de 2008

La renuncia

Está claro que en los últimos años la calidad de las operaciones de prensa ha mermado. Las sutilezas han dejado lugar a lo grotesco y una prueba de ello puede ser la vergonzosa campaña lanzada por Clarín el último domingo en la que se afirma en tapa que la tensión entre CFK y Cobos es “máxima” y que en el entorno del mendocino estudian la posibilidad de promover un plebiscito que determine si él debe renunciar a su cargo en el poder ejecutivo.
Parece que, terminado el “tema AFJP” con una votación que acabó con los 2/3 de ambas cámaras apoyando la propuesta del ejecutivo y digiriéndose de a poco el pavor de la crisis financiera, el acento estará puesto espasmódicamente en las internas del gobierno. Si bien la propuesta del plebiscito es descabellada y tanto Clarín como Cobos y el resto de los ciudadanos pensantes y no pensantes saben que nunca se llevará a cabo, podríamos jugar al contrafáctico “qué pasaría si se hiciera el plebiscito”. Digamos que cualquier resultado sería interpretado a favor del hombre que tomó notoriedad a partir de su “voto no positivo”: si la gente decide que no renuncie se dirá que la ciudadanía valora a un hombre como Cobos que puede expresar la diversidad al interior del gobierno y puede equilibrar la irritabilidad y la compulsión de CFK. Si el resultado se inclina mayoritariamente hacia el pedido de su renuncia, se afirmará que la gente valora tanto a un hombre como Cobos que no desea que se inmole en tanto rehén del grupo de psicópatas que ocupa el gobierno nacional.
Pero más allá del plebiscito, lo que sí resulta obvio es que existe tensión entre Cobos y el resto del Gobierno. Más bien, uno debería decir, que la relación está rota. Presidente y vice no tienen ningún diálogo y resulta llamativo registrar las intervenciones de Cobos en las que él comenta las acciones que impulsa el poder ejecutivo en el que interviene, como si fuera un observador externo que generalmente acuerda, aunque con reservas y desconocimiento de los detalles de los proyectos. Vista así la situación parece ser insostenible con lo cual cabe preguntarse por qué no renuncia.
Para hacer frente a este interrogante hay muchas posibles respuestas: podemos pensar como opción que tal vez Cobos no renuncia porque especula con que la gobernabilidad de los Kirchner está resquebrajada y más temprano que tarde, pegarán un portazo o se irán en helicóptero. En ese sentido, él no quiere cometer el error de Chacho Álvarez y aguantará todo tipo de desaire y agravio con encomiable paciencia digna de Oriente.
Otra opción es que él apueste a un proceso de victimización y que busque irritar “desde adentro” haciéndose relativamente prescindente en 2009 y preparando el desembarco en el 2011 apoyado por la UCR y la Coalición Cívica.
La última es que sea más pusilánime que especulador y que en realidad no sepa bien qué hacer.
Otra pregunta que uno podría hacerse es por qué CFK no le pide la renuncia. Aquí también hay varias respuestas.
Podría ser que los K hayan interpretado que el precio de exigirle la renuncia será mucho más alto ante la opinión pública, que el hecho de, simplemente, “invisibilizarlo” y someterlo al desgaste del poder y a la incomodidad que le acarrearía presentarse como oposición habiendo sido parte del gobierno. Otra es que simplemente no han encontrado aún el momento adecuado y que la “ejecución del traidor a la causa” haya sido aplazada hasta nuevo aviso.
La gran paradoja es que, desde mi punto de vista, Cobos le ha hecho, sin desearlo, un grato favor al Gobierno pues de haber renunciado el mismo día de la caída de la 125 la hecatombe política hubiera sido total, el Gobierno K estaría más tambaleante y encerrado sobre sí y el nombre de Cobos sería indiscutiblemente el del Jefe opositor. Si bien aún es posible que renunciando o “renunciado” Cobos se victimice, cada día que pasa su situación es más incómoda para su futuro puesto que resultará difícil justificar que se ha quedado unos meses más sólo porque creía que en el Gobierno iba a ver espacio para el disenso. Restará, para los que nos interesa conceptualmente la política la discusión en torno a qué votamos cuando votamos. Si votamos un Programa en el que los candidatos son meros ejecutores, resulta claro que Cobos debió renunciar por no haber llevado adelante el mandato que el pueblo le exigió al manifestarse en las urnas. Si, por el contrario, al votar votamos, más que Programas, la capacidad y la idoneidad del representante para poder decidir sobre los asuntos de la cosa pública, existe la posibilidad de que aceptemos que una misma lista pueda llevar candidatos al ejecutivo que no funcionan de manera homogénea y que lejos de dejarse llevar por ideologías y programas, apelan a ese ámbito especial que es la libertad de conciencia. Esta última visión, más aristocratizante, supone que el representante está más capacitado que el pueblo mismo para saber qué es lo que hay que hacer y cómo debe hacérselo. De aquí que el representante tenga plena independencia en sus decisiones aún si éstas van en contra de aquello por lo que el pueblo lo eligió.
Pero este tipo de discusión, la más interesante y la menos coyuntural, hoy sucumbe ante los operadores berretas, los editorialistas interesados y las variables del periodismo de espectáculos aplicadas al análisis político.

jueves, 20 de noviembre de 2008

La caja, el Estado y la carga de la prueba

Siempre existe la sensación de que los sucesos de la política se dan cada vez más rápido pero lo que ha ocurrido en el último mes tal vez sea demasiado: crisis internacional con derrumbe financiero que no cesa; caída en el precio del petróleo y los comoditties; fin de las AFJP; reagrupamiento y alianzas electorales con miras al 2009 (léase Carrió-UCR; Solá-De Narváez); pronunciamiento de la Corte en torno de la “libertad” sindical; presión alcista sobre el dólar y presión sindical ante la posibilidad de despidos, etc.
De la inflación y del precio del tomate ya no se habla más. Tampoco se habla de la siempre anunciada crisis energética ni se hablará de la inseguridad hasta tanto no maten a algún vecino de la zona norte. Por suerte De Angeli volvió con su mujer quien deberá tolerar la libido contenida del toro de su marido. Ahora los vaticinios tienen que ver con la amenaza de recesión (según Broda llegará al 4% en 2009) y los despidos. Todo esto pasó en un mes a punto tal que si las empresas quisieran despedir gente no han tenido tiempo aún de mandarle el telegrama.
Intentaba pensar alguna variable que pudiera contener todos estos fenómenos y sin ninguna originalidad, encontré que, como casi siempre, está en juego el rol del Estado. Ya se ha mostrado hasta el hartazgo la forma en que los países del primer mundo sugieren recetas liberales para las crisis del tercer mundo y aplican canones keynesianos para las crisis puertas adentro. Asimismo los países más importantes del planeta han hecho gala del Estado más bobo: el que sale al salvataje de los grupos financieros. Ahora se discute, como en la reunión del G20, ya no si el Estado debe intervenir sino cuánto debe hacerlo. La disputa es ahora si interviene muchísimo o un poco menos que muchísimo.
En el ámbito vernáculo, las disputas entre el gobierno y la oposición tienen mucho que ver con la concepción que se tiene del Estado. La discusión en torno de las AFJP es sintomática en ese sentido y quienes insólitamente defendían el mantenimiento del sistema mixto público y privado, enmascararon la discusión en torno de “caja para el gobierno versus ahorros privados”. En el medio de esa discusión aparecieron una cantidad de afirmaciones irresponsables y demagógicas. De todas ellas, la mayor fue la de la aparente necesidad de intangibilidad de los depósitos para dar transparencia a la operatoria de traspaso de esos fondos. Esto lo exigió desde Lozano hasta Pinedo con una manifiesta dosis de ignorancia. Sin embargo, primó la cordura y las alianzas más o menos naturales entre cierto costado progresista del gobierno, los socialistas y los bloques unipersonales para sacar con holgura la ley en diputados. Pero me quiero detener en el punto central del debate. El tema de “la caja”. Con otros términos, este tema estuvo en medio de la discusión en torno de la resolución 125. Se afirmaba “le sacan la plata a los trabajadores del campo para quedársela los Kirchner”. Detrás de esta afirmación está la clásica idea argentina de que el Estado es sinónimo de robo y malgaste de fondos. Si luego se realiza la operatoria conceptual de homologar Gobierno/corporación política y Estado, la ecuación esta resuelta: lo público y estatal es sinónimo de robo mientras que lo privado es equivalente a la meritocracia, el control y el esfuerzo.
Esta homologación opera también en el plano discursivo en algo que me resultó llamativo en los últimos días. Me refiero a las charlas de café que salen por la radio y se escriben en columnas de diarios que afirman que los Kirchner quieren la plata porque necesitan pagar deuda. Esa es una muy buena razón pero uno puede preguntar, ¿la deuda es de los Kirchner o es del Estado? Claro que el gobierno necesita plata para pagar la deuda. Si no lo hiciese, veríamos desfilar a los economistas de siempre, afirmando que estamos “afuera del mundo”. Pero la deuda es un problema del país, no de los Kirchner. Uno podrá discutir si esa deuda es legítima, etc. Pero por lo pronto habrá que pagar o transformarse en pseudoparias del mercado.
Si triunfa esta cosmovisión que describe al Estado como el foco de toda corrupción, volveremos a ser testigos de la constante oscilación argentina por la cual pasamos de políticas de un Estado activo y motor a un Estado mínimo. Debo confesar que iba a terminar la nota afirmando que probablemente esta idea volviera a instalarse pero hubo un hecho que me genera esperanza para que no sea así: el gobierno de Macri intenta establecer un impuesto a los pagos con tarjeta de crédito, algo que sin duda, afectará el consumo, y que se suma a la suba de los impuestos de ABL, a la instalación de miles de parquímetros, etc. En este caso, la discusión solamente transcurrió por la vía razonable de si esta medida es necesaria, si afectará mucho al consumo o si es o no un impuestazo. Esta vez se interpretó que el Estado quiere recaudar impuestos no por “la caja”, tampoco por el hecho de que el año que viene hay elecciones. En el caso de la Ciudad la discusión no presupuso que el Estado sea esencialmente corrupto y que el gobierno de turno esté compuesto por una runfla de ladrones. Macri afirmó, como lo hizo CFK, que con el dinero recaudado hará obras y en el caso de la Ciudad no se interpretó a esto como un intento de crear guiños electorales ni mecanismos clientelísticos. De esta manera, respecto del Gobierno de la Ciudad, no está invertida la carga de la prueba: éste no tiene que demostrar a priori, como sucede con el de CFK, que no va a robar (como insólitamente lo exige el fotogénico juez Griesa en Estados Unidos). Tal vez la era K deje un tendal de corrupción pero todavía no consta que esto sea así y tampoco consta que el gobierno de Macri termine impoluto en este sentido. Pero sería bueno, tratarlos con igualdad y darles al menos el beneficio de la duda. No por el bien de ellos, sino por el bien de nosotros y de las instituciones.

lunes, 27 de octubre de 2008

Los ladrones preferidos*

En una muestra de puro estilo K, el gobierno sorprendió con el fin del régimen de capitalización y el regreso al sistema de reparto. Así, tras la derrota de la 125, Cristina busca emular la “muñeca” de su marido y marcar agenda, una costumbre que parecía estar agotándose incluso en los últimos meses de la gestión anterior. En este caso, esta medida cuenta con mayor sustento teórico y práctico, en todo sentido, que las retenciones móviles y la estatización de Aerolíneas. Francamente parece difícil oponerse: con el traspaso al Estado las jubilaciones serán más altas y el Estado dejará de cubrir al 41% de los jubilados que con el régimen de capitalización no alcanzan la mínima. En este sentido el Estado se evitaría poner los 4000 millones de pesos que tuvo que desembolsar este año para rescatar a estos jubilados y se ahorraría en total unos 25000 millones de pesos en los próximos 5 años. En los últimos doce meses, las AFJP perdieron casi 13.300 millones de pesos de sus afiliados y la crisis financiera internacional agudizaría esta pérdida. Por si esto fuera poco una parte importantísima de las inversiones de las aseguradoras está en los bonos del Estado argentino, bonos que vienen “sufriendo” la subestimación de la inflación y que han perdido buena parte de su valor. Pero podríamos agregar algunos puntos más: con el nuevo proyecto se acabará con las exorbitantes comisiones que cobraban las AFJP por recibir nuestro dinero y el Estado argentino, es decir, todos nosotros, terminará con la sangría de 100.000 millones de dólares que viene padeciendo en los últimos 14 años por haber dejado de recibir los aportes previsionales (esta cifra es, justamente lo que creció la deuda pública en este período. (Ver la nota de Cufré en el página 12 del 26/10/08) http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-114019-2008-10-26.html
Por último, ni siquiera es de prever que aparezca una ola de juicios al Estado puesto que aquellos que éste y pretendan que se les “restituya” cash lo aportado individualmente a las AFJP fracasarán en su intento puesto que los aportes no son de disponibilidad inmediata; por su parte aquellos que exijan que sus aportes vuelvan a las AFJP argumentando que se ven perjudicados por el sistema solidario de reparto que le quita a algunos para darle a otros, probablemente reciban una respuesta positiva de la justicia pero dado que en el futuro perderán los años de aporte (puesto que de aquí en más deben empezar a aportar al Estado), tendrán que pagar de su propio bolsillo la comisión a las aseguradoras y a su vez aportar paralelamente al Estado, probablemente, harán bien las cuentas y notarán que ganar el juicio sería peor que perderlo. (Ver la nota de Gustavo Arballo, “Hacerle juicio al Estado, en Página 12 del 26/10/08)
Con algo menos de tecnicismos podemos decir que el sistema de capitalización falló en lo que eran sus aparentes dos pilares fundamentales: el fin de las jubilaciones de miseria que pagaba el Estado y un respiro inmenso en la espiral de déficit fiscal en la que parecía entrampado. Por lo dicho anteriormente, el sistema privado ha fracasado en ambos puntos de lo cual se sigue que no tendría sentido mantener el régimen mixto de la actualidad.
Si bien se trataba de un tema que no estaba en la agenda y que no generaba mayores preocupaciones en la medida en que los jubilados por el régimen privado eran pocos y sus haberes eran, en muchos casos, complementados por el Estado, existía cierta desconfianza mayoritaria hacia un régimen establecido compulsivamente en medio de la fiebre privatizadora. De aquí que no sorprendiera el traspaso de 1.300.000 trabajadores al sistema de reparto en 2007 con la apertura de la opción.
Pero más allá de estos datos está el juego de la política: por un lado el gobierno parece muchas veces preso de su propio estilo y el afán de repentización y establecimiento de agenda se traduce muchas veces en apuro e imprevisión. Pasó con la 125, pasó con Aerolíneas y puede pasar ahora. En los 3 casos los proyectos eran, en general, buenos, y sin embargo, con diferentes resultados, sufrieron (o van a sufrir) numerosos embates que desnudan que su bondad no los exime de errores e imprecisiones a punto tal que puede darse el caso que, aún ganando, el proyecto recibiera tantos cambios que acabe transformándose en “otro” proyecto y redunde en un fracaso político o una victoria pírrica para el oficialismo.
Asimismo vuelve a fallar la comunicación: lo que debió ser una campaña de desprestigio contra las AFJP en los meses previos comienza ahora, una vez que el proyecto tomó estado público. Así, el gobierno realiza un movimiento paradójico: parece muy hábil para sorprender pero una vez publicitadas las medidas, sus falencias técnicas y comunicacionales lo obligan a establecer estrategias ad hoc que no han demostrado ser efectivas. Por otra parte se presta a la suspicacia el hecho de que el año pasado se haya abierto la posibilidad de elegir a qué régimen aportar y un año después se realice este traspaso compulsivo. Esto no hace más que agitar los fantasmas de “la necesidad de la caja” más allá de que no resulta menor tener en cuenta que el contexto internacional pos crisis financiera es muy distinto al de hace un año.
Por el lado de la oposición, lo de siempre. Aun a riesgo de repetirme, encontramos la gran mayoría del arco político opositor agitando el lema “no sé de qué se trata pero me opongo“. Si bien esta vez uno supone que los ex ARI del SI y algunos radicales van a acompañar el proyecto en ambas cámaras, Carrió, Macri y una parte importantísima de los multimedios, al no tener argumentos contra el proyecto cambiaron el eje de la cuestión e hicieron hincapié en que se trataría de una maniobra de los K por “la caja”. Como hemos visto en los últimos meses, existen grados de odio visceral hacia el gobierno K. Estos odios van desde manifestaciones timoratas de moda y de rezongo berreta hasta campañas más robustas como la que se puede observar en el grupo Clarín con la inclusión permanente en TN del número de baja del Merval al costado derecho de la pantalla; los agresivos comentarios de los editorialistas del diario Clarín y de los programas de TN; los títulos del diario de, por ejemplo, el domingo 26/10 que afirman que la mitad de los legisladores que anticiparon su voto votaría en contra; que los ejecutivos son “todo” preocupación; que la mayoría de la gente quiere que coexistan ambos sistemas, es decir, se oponen al proyecto del gobierno; y que el gran problema de la gente ahora ya no es la inflación sino los despidos. Por si todo esto no alcanza, estemos atentos a la pretensión destituyente que sobrevuela la redacción del diario La Nación y el grupo Perfil. No resulta casual que en los últimos dos días Morales Solá haya afirmado que de no aprobarse el proyecto de reestatización de las jubilaciones, tiene la información precisa de que la presidenta renunciará; o que la tapa de Noticias indique que los K se irían del gobierno si pierden las legislativas de 2009. En esta misma línea Mariano Grondona llamó hoy desde la radio a pensar el poskirchnerismo puesto que los K se van a ir “en un mes, un año o a más tardar tres años”.Más allá de estos exabruptos, la denuncia de la oposición parece hacer justicia con la historia argentina, esto es, una historia de saqueos de los aportes previsionales. En este sentido, el proyecto oficial debería establecer la mayor cantidad de posibilidades de control: desde la autarquía del ANSES, pasando por un comité de seguimiento, hasta la restitución del 82% móvil. En cuanto a la cuestión de la intangibilidad de los depósitos, asumiendo el riesgo de introducirme en fangosos tecnicismos que me exceden, parece más un espasmo demagógico que otra cosa. Esto se debe a que el cambio al sistema de reparto implica más allá de todo un cambio conceptual. Se trata de pasar de la capitalización individual al sistema de reparto solidario y de compromiso intergeneracional. Esto supone que ya no existen más cuentas individuales y que el dinero que uno aporta puede ir a cubrir a otros que aportan menos o no han aportado por permanecer parte de su vida en el plano informal. Asimismo, ¿supone la intangibilidad que los aportes se guardan en una caja fuerte envueltos con un papel y una etiqueta que diga “no tocar”? Sería absurdo inmovilizar 30.000 millones de dólares y no invertirlos con lo cual cabe preguntarse qué estamos diciendo cuando hablamos de intangibilidad. En todo caso habrá que encontrar la forma adecuada para evitar que este y los gobiernos que vengan no utilicen ese dinero con una finalidad, llamémosle, ilegítima o “antipopular”. Si este gobierno encontrará la forma a través de piruetas legales o corrupción flagrante para hacerse de parte de esos recursos es algo que no se puede saber de antemano. Lo que sí resulta llamativo es que tanta gente permita que las aseguradoras le cobren comisiones vergonzosas y que tomen el dinero que uno aporta para su jubilación utilizándolo para transacciones financieras que pueden salir tanto bien como mal. Es como que yo le fuera dando todos los meses parte de mi sueldo a un señor para que lo juegue a la ruleta. Por hacer esto, él me cobra 3 de cada 10 pesos que le doy y asume el compromiso de devolverme en cuotas dentro de 30 años lo que haya quedado de sus triunfos y pérdidas en sucesivas apuestas. Si a los 30 años a este señor le ha ido mal en la ruleta vendrá el Estado y me pagará lo que me falta para vivir con la mínima. No hay saqueo probable del Estado que pueda ser peor que el robo del sistema de capitalización. Sin embargo, hay quienes tienen en las AFJP a sus ladrones preferidos.
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miércoles, 22 de octubre de 2008

La hora de Kirchner y la hora de Cobos*

Hubo un hecho este fin de semana que por su nivel de irracionalidad me llamó la atención: la mitad del país decidió no cambiar el horario y mantenerse en la hora “antigua”. De esta manera el país quedó dividido en 2 husos horarios. Existen buenas razones, especialmente de las provincias más cercanas a la cordillera para oponerse al cambio de horario sugerido por el gobierno. Sin embargo, en la mayoría de los casos, aunque no justificable públicamente, la decisión de mantener el horario tuvo que ver con un intento de diferenciarse políticamente de la Casa Rosada antes que buscar evitar las dificultades que acarrearía que en algunas regiones oscureciese a las 23:00hs.
Desde mi punto de vista, la medida de las provincias “rebeldes” resulta sintomática de una forma de hacer política que si bien no es nueva parece tener indicios de una profundización en los últimos años. Ser opositor en la Argentina significa oponerse sistemáticamente a toda acción de gobierno. En esta línea, salvo Binner, todo el arco político desde la extrema izquierda a la extrema derecha le dice que “no” a cualquier iniciativa que surja del Ejecutivo. Si le paga al club de París, le achacan que lo hace con reservas; si abre el canje con los holdouts le dicen que no es momento; si reestatiza Aerolíneas afirman que es cómplice de Marsans; si está relativamente mejor parado para enfrentar la monumental crisis financiera mundial, adjudican esta condición al “error” de estar “fuera del mundo”; si baja la inflación dicen que no es mérito del gobierno y que esto obedece a la variación de la demanda y los precios internacionales (algo que no decían cuando la inflación subía), etc, etc.
Mientras tanto, cuando los incisivos reporteros consultan a referentes opositores respecto a qué tipo de actitud tendrán frente al gobierno nacional, la respuesta es menos insólita que subestimadora: “acompañaremos al gobierno en las acciones correctas y criticaremos las incorrectas”. Resulta interesante observar cómo el simple hecho de ser no oficialista tramita nuestro acercamiento a la verdad sin escalas y nos permite discriminar lo correcto de lo incorrecto con meridiana precisión. Pero dado que el arco político no surge por generación espontánea como parecen suponer los que esputan el “que se vayan todos”, debemos notar que también el ciudadano común tiene una suerte de intrínseca desconfianza hacia todo lo oficialista sea del signo que fuere. En este sentido, me atrevo a decir que el argentino medio tiene una propensión de mediano plazo hacia el antioficialismo. Esta característica que puede justificarse por el desgaste propio del ejercicio del poder es acelerado por la ubicua presencia de canales de información y por la propia lógica de los Medios cuyo mecanismo de éxito asegurado no es el compromiso con algún contenido bueno o malo sino simplemente con la idea de que ese contenido pase rápido. Se conjuga paradójicamente repetición incesante de la notica y velocidad. Si bien los Medios no son neutrales, a la larga, por suerte, les toca a todos. Los De Angeli son incinerados en poco tiempo y los Cobos tienen fecha de vencimiento máxime si son timoratos en sus decisiones.
Al impulso del ciudadano común a oponerse a todo lo que sea oficial, debemos agregar unas condiciones estructurales de la historia argentina que apuntan a pensar la política en términos de opuestos. A su vez, si a esta forma binaria de pensar le sumamos que buena parte de los que toman posición lo hacen de manera pseudo fanática, (aunque es verdad que en estos tiempos ya no podemos hablar de “mi casa radical”, “mi casa peronista”), las divisiones, algo distorsionadas y complejizadas, siguen siendo variables explicativas a tener en cuenta. Lo vimos en la reacción de buena parte de la ciudadanía contra los Kirchner en el conflicto con el campo donde rápidamente quedó en claro que la discusión en torno a la 125 era una simple excusa para expresar viejos y nuevos rencores políticos, ideológicos y de clase. Y lo vemos también, por ejemplo, en las protestas de los docentes contra Macri en la Ciudad. Los docentes de la ciudad están mal pagos; el gobierno de Macri se ha mostrado torpe, lacónico e ineficaz; sus acciones son más representaciones grotescas para una clase media enamorada que otra cosa, pero da la sensación de que los progresistas opositores a Macri evaluarán toda acción del hijo de Franco como equivocada, fascista, de derecha, etc. En esta línea es que uno puede enmarcar el desatino del cántico “Macri basura, vos sos la dictadura”. Macri, nos guste o no, no es la dictadura y esa homologación, antes que demonizar al jefe de Gobierno, trivializa el proceso que comenzara en 1976.
Asimismo, de la vereda de Macri, la mayoría de sus votantes reproducen la pústula de sentido común que emana de Rodríguez Larreta y sus asesores y que responsabiliza al Gobierno nacional, a los “docentes que hacen política” y a los sindicalistas oficialistas, de todos los supinos problemas de coordinación que arrastra un gobierno sin cuadros ni sujetos capaces de hacer frente conceptual y empíricamente a los desafíos de la administración pública.
Ante este panorama de divisiones, profundización del vértigo informativo y tomas de partido intransigentes y fanáticas a priori, queda poco espacio para el indeciso y para el poder en las sombras. Lo sabe Kirchner quien parece entender que el 2011 se gana en el 2009 y lo sabe Cobos a pesar de haber cometido el gran error político de no haber renunciado al Ejecutivo tras el voto “no positivo”. Parece ser la hora de ellos mientras Carrió y Macri especulan y hacen lo que pueden al precio de, quizás, perder el futuro en el presente. No resultará casual, entonces que Kirchner y Cobos cierren filas en sus partidos de origen y se vean las caras, aunque sea indirectamente, el año que viene. Parece que 2009 será “la hora” de ellos.
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martes, 7 de octubre de 2008

El riesgo de "ingresar" a la política

En los días previos al lock out patronal algunas de las principales figuras de la Mesa de Enlace entraron en escena no sólo anticipando la medida sino también respondiendo a la consulta respecto de un posible futuro como candidatos a cargos legislativos y/o ejecutivos. Específicamente, el representante de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi y el de los Autoconvocados de Entre Ríos, Alfredo de Angeli, no tuvieron empacho en admitir su “salto” a la política nacional. En el caso del líder de la FA, se han hecho públicos sus contactos con Duhalde y también ha expresado su simpatía por Cobos. Más allá de ello afirma que no sería candidato en 2009 pero sí en 2011 aunque uno puede suponer que tal vez las ansias de poder y de cámaras le jueguen una mala pasada y lo “obliguen” a adelantar su presentación. De Angeli, fiel a su estilo de soberbia vocifería más inimputable que espontánea dijo que aunque no tiene la intención aún, se animaría a ser gobernador de su Provincia o Presidente de La Nación.


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martes, 30 de septiembre de 2008

Operaciones de lesa verdad*

La semana pasada me sorprendió la cobertura que se le dio al trigésimo quinto aniversario de la muerte de Rucci. Todos los años uno encuentra, es verdad, alguna cartelería y se entera de algún acto pero este año pareció especial. De todas las coberturas hubo una que me llamó más la atención. Me refiero al anuncio que promocionaba el programa de Andrés Kipplan y titulaba, “El asesinato de Rucci: un crimen de lesa humanidad”. Todos sabemos que un título sugestivo invita al televidente a acercarse al programa pero éste fue como mínimo poco feliz. Si bien no me consta que Kipplan haya consentido esta presentación resulta penoso que periodistas que uno ingenuamente supone progresistas se presten tan burdamente al juego de la atracción publicitaria. Especialmente cuando ésta llama tan flagrantemente a mentir. Esta operación de prensa de lesa verdad se repitió de manera solapada en varios otros programas y entrevistas.
Sea como causa o como efecto de la forma en que se cubrió la noticia, se reabrió la causa Rucci tomando como testigo a un periodista de La Nación que tras hacer una investigación afirmó que dos de los asesinos del sindicalista aún están vivos. Esto fue tomado por algunos interesados como una posibilidad más de reabrir el debate acerca de si los crímenes de los guerrilleros pueden ser interpretados como crímenes de lesa humanidad. Lo llamativo es que fueron los periodistas y no los Rucci los que quisieron descarrilar la discusión hacia allí, pues la estrategia de estos últimos no es la de equiparar los crímenes perpetrados por el aparato estatal, a los de una organización guerrillera. Más bien, lo que busca la familia Rucci es probar que hay un hecho “nuevo” que permita reabrir la causa y buscar a los culpables. De este modo, en todo lo que rodea a este juicio no aparece nunca la idea de extender el campo de lo que se considera crímenes de lesa humanidad. Por si aún no queda claro, estos crímenes son aquellos realizados por los Estados sobre individuos o grupos de individuos, son de carácter imprescriptible y hasta pueden ser causales de intervención de potencias extranjeras en los territorios donde se perpetren sistemáticamente. Existe jurisprudencia internacional en este sentido.
Hay quienes creen que un crimen de lesa humanidad es simplemente “un crimen grave”. De aquí parecen inferir que un crimen realizado por civiles donde, por ejemplo, hubiera secuestro y tortura seguida de muerte es un crimen de lesa humanidad. Y no lo es. Es un crimen atroz, sus autores merecen pasar en la cárcel muchos años pero no es un crimen de lesa humanidad. Tampoco un violador que descuartiza a su víctima menor de edad comete un crimen de lesa humanidad. Comete un crimen indescriptible y le deseo la peor vida, pero no es un crimen equiparable al que se realiza con sistematicidad desde un Estado.
Guste o no, no hay discusión aquí. La justicia argentina se ha expedido en el asunto brindando infinidad de pruebas. Por si esto fuera poco, la jurisprudencia de los Tratados internacionales a los que suscriben los Estados y los órganos legales cosmopolitas también se han pronunciado en ese sentido. Quien derive de aquí que eso supone apoyar a los montoneros parece carecer de la estatura intelectual para entablar una discusión sin espuma en la boca.
El respeto mundial por la figura del crimen de lesa humanidad ha sido parte de un proceso largo en el que tuvo que haber inmensos derramamientos de sangre para que se llegara a este mínimo acuerdo que parece sentar las bases de un sustrato común a las distintas civilizaciones o al menos a la mayoría de ellas. Bastardear esta figura, ampliarla irresponsablemente puede significar un desgranamiento de la misma y la pérdida de su fortaleza. El sesgo ideológico de los que pregonan por una memoria completa que nada tiene que ver con el recuerdo sino con la intención de inducir cambios en la cosa juzgada, parece cegarles la mirada y no les permite darse cuenta que el precio de su revancha es quitarle especificidad y transformar en tan amplia como ambigua a la idea de crimen de lesa humanidad. Si en la Argentina sucede esto, su pequeña victoria será la derrota de una visión cosmopolita que rige sin duda, al menos, el mundo occidental. De ser así, ahí sí que estaremos “afuera” del mundo.
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martes, 23 de septiembre de 2008

Los ecos de la 125*

Sin duda, tras la crisis de los bancos de Inversión en Estados Unidos y el desplome de las Bolsas del mundo, el factor económico ha sido el que ha dominado la semana. De aquí que hayan sido los economistas quienes hayan inundado páginas y páginas con análisis, lobbys y predicciones. Tal vez por ansiedad o por la misma lógica mediática que exige títulos rimbombantes y videograph atrayentes, algunos parecen haberse apresurado a hablar de una crisis similar a la de los años 30 o el fin de, al menos, una etapa del capitalismo. Dado que probablemente nadie sepa bien cuál es la magnitud de una crisis que parece recién comenzar, toda elucubración debería llevar a conclusiones provisionales si es que no pretendemos que un archivo nos ponga en ridículo algunos meses más tarde.
Más allá de ello, la crisis deja lecciones que algunos en Argentina parecen deseosos de desaprovechar. En rasgos generales, verdad de perogrullo pero verdad al fin, la economía y la política tienen muchos más grises de lo que los varios precandidatos abonados a programas de opinión parecen estar dispuestos a reconocer. Llama la atención en este sentido que economistas como Samuelson acaben reconociendo que “El capitalismo puro no puede evitar algunos ciclos económicos. Ni se puede contar con que los mercados, librados a sí mismos, curen sus problemas” (Ver la nota en el Clarín Económico del domingo 21/9/08), y sin embargo debamos oír a los gurúes argentinos recordsman de desaciertos, dirigirse al público con recetas caducas que encienden la alarma ante el más incipiente intento de intervención estatal. El gobierno de Estados Unidos, parece entonces adoptar una lógica que cuando es aplicada aquí es acusada de “fidelo-chavista-soviética”. Podría sucintamente expresarse así: “Que el Mercado ande solo lo que pueda pero cuando se necesite salvarlo, bienvenido el Estado”. De esta manera, una estatización solapada como la que promovió el gobierno de Bush al comprar el 80% de AIG, una empresa de Seguros, es interpretada como una medida de un Estado inteligente que trae confianza a los mercados. Como contrapartida, insólitamente, la estatización de la Aerolínea de Bandera en Argentina, es vista como la nueva manifestación del Estado bobo y un negociado en el que se encuentra entre las sombras Kirchner; como si esto fuera poco la estatización de Aerolíneas Argentinas demostraría la importancia de los sindicatos. En cuanto a AIG nada se dice de ellos a pesar de suponer que no puede ser menor un sindicato de una empresa que cuenta con 116.000 empleados. Tampoco se habla de la injerencia del Poder Ejecutivo en el Poder Legislativo estadounidense ante la insoportable presión que se ejerce sobre los demócratas para que éstos aprueben en el Congreso el pago de 700.000 millones de dólares por el rescate del sistema financiero. Allí, seguramente, los legisladores, como la mitad más uno de nuestros senadores, no son venales, ni corruptos, pues todos votan “con el corazón”.
En el ámbito vernáculo se vienen dando señales claras en un sentido más allá de que los operadores “corran siempre el arco”. La recompra de los bonos para demostrar voluntad y capacidad de pago, pasando por el anuncio del pago al Club de París, la apertura de la negociación con los holdouts anunciada hoy y el aumento de tarifas a los hogares de más consumo, son señales claras a lo que podría llamarse establishment. Si el gobierno hace mal o bien, ese es otro asunto. En términos económicos, sin duda, el default de 2001 trae inconvenientes para que lleguen inversiones y normalizar esta situación permitiría, teóricamente, en un tiempo, recuperar la confianza del Mercado además de refinanciar la cuantiosa deuda que Argentina debe honrar en 2009. Por otra parte, también es verdad que estando “desconectados” del mundo no nos ha ido tan mal. Sin caer en chauvinismos vulgares podemos decir que Argentina ha logrado crecer a “tasas chinas” estando “fuera” del mundo” y ha salido completamente airosa, cuando no fortalecida, de las últimas crisis globales. Si bien este crecimiento “con lo nuestro” tiene límites, podría aprenderse la lección de una vez por todas para el día de mañana adoptar políticas de apertura que no contengan los vicios de la década del 90. En este sentido, parecen más auspiciosos y relevantes para la Argentina los vínculos con Brasil y el Mercosur hacia una cada vez algo menos utópica unión monetaria.
Lo que sí parece un hecho es que habrá menor crecimiento en el mundo lo cual afectará a la Argentina por la reducción de los precios de los commodities y la posible revaluación del peso frente al dólar. Si efectivamente esto se da, espero ansioso que aquellos que afirman que la economía va bien sólo por unas condiciones inmejorables en el mundo, consecuentemente, no carguen las culpas en el gobierno cuando en vez de crecer a un 8% se crezca a un 4%.
En el plano político, la ecuación parece aún más compleja. Podríamos preguntarnos si el gobierno gana algo electoralmente dando estos gestos hacia los mercados, lo que en el frente interno sería el segmento ABC1. Si se busca una reconciliación con esos sectores la batalla parece perdida de antemano: nada que haga este gobierno podrá calmar críticas que en algunos casos proceden de un odio ancestral y visceral. Al fin de cuentas, es el mismo dilema que se dio a lo largo del conflicto contra algunas entidades del campo: conciliar (eufemismo por el cual se quería decir “ceder”) o doblar la apuesta hasta “quemar las naves”. Si bien se cedió mucho, en el imaginario popular, el gobierno “quemó las naves” y se quedó sólo en la Isla. Doble fracaso: el de la elección de una de las patas del dilema y, tal vez el más importante hoy, el de la comunicación a la opinión pública. Más allá de esto quizás debamos reconocer que buena parte de estas señales pueden comprenderse mejor a la luz de las consecuencias de la caída de la 125. En todo caso, comienza el tiempo en que quizás debamos evitar los análisis acerca de en qué medida este gobierno es más o menos progresista presuponiendo ingenuamente que la coyuntura del 2008 es similar a la del 2005 y que el gobierno puede elegir casi libremente qué política seguir. Sin llegar a decir que el kirchnerismo no ha podido profundizar su progresismo porque no lo dejaron, quizás tengamos que empezar a acostumbrarnos a un gobierno que deberá sortear un escenario en el que el margen de maniobra y la capacidad de imponer su voluntad parece ser cada vez más estrecho.
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lunes, 15 de septiembre de 2008

El otro juego de la Oca*

Ahora que los intentos desestabilizadores en América Latina son sólo “conflictos” y que los precios del maíz y el trigo estarían aportando un porcentaje menor si las retenciones fueran móviles; ahora que se afirma que resulta imposible que haya interferencias políticas en la justicia estadounidense y que comprobamos que el pago al club de París no ha generado un aluvión de inversiones ni la baja del Riesgo País ni la recuperación del precio de los bonos; ahora que la Mesa de Enlace desapareció y que la suerte quiso que una caída de avión no nos diera un mártir ni un nuevo motivo de procesión llamado San Alfredito, podemos ponernos a hablar de la Ciudad de Buenos Aires.
Para referirse a los casi 9 meses de gestión del PRO se puede tomar la figura del Juego de la OCA que bien utilizó Zaiat en el Página 12 del 14/9/08 para describir la forma en que el gobierno nacional parece avanzar retomando la iniciativa y la agenda y sin embargo se expone a la torpeza de manipular un índice de inflación que horada, a veces injustamente, cualquier signo de credibilidad y lo obliga a recomenzar (el juego) de cero una vez por mes.
Pero más allá de la analogía, el caso de la Ciudad de Buenos Aires tiene una diferencia importante respecto al gobierno nacional puesto que este último nos guste o no, con cierta ambigüedad a veces, otras con torpeza y en algunos casos retrocediendo, parece tener cierto horizonte, (lo que no es lo mismo que “proyecto”), y ejecuta acciones en determinada línea. De hecho, generalmente se le achaca al kirchnerismo un exceso de ejecutividad, término que muchas veces parece encontrarse en una zona gris indistinguible rayana en actitudes más autistas que autoritarias.
En el caso de la gestión PRO, no puede haber otra cosa que perplejidad ante la, desde mi punto de vista, sorpresiva inoperancia para gestionar. Creo que es importante señalar esto porque el partido de Macri logró instalar que la crítica hacia el PRO sólo podía entenderse desde el punto de vista de las diferencias ideológicas, elemento que nunca alcanzaba la supuesta efectividad y aséptica capacidad de administración del joven y exitoso empresario. Si a esto le sumamos que la “ideología” posee una, muchas veces bien ganada, mala fama, puede tenerse allí un dato más para entender el porqué de la victoria del PRO.
Pero veamos en qué sentido la gestión PRO juega a la OCA. Por un lado resultó clara la estrategia de los primeros meses de gestión: se buscó ganar adhesión apuntando a los actores tan vulnerables como predilectos de la clase media porteña, a saber: contra los bolivianos, paraguayos, peruanos y cualquier cabecita negra de la Argentina “profunda”: la prioridad para los porteños en los hospitales; contra el mito (y la realidad) de los empleados públicos: la intervención de la obra social y el anuncio de 2000 despidos; contra la histeria de las “olas” de inseguridad: la policía porteña; a favor de la sacra educación: obras para que los chicos gocen de estufas suficientes para tener menos excusas para hacer sentadas y perder días de clases con el apoyo, muchas veces, de varios revolucionarios padres; ante la caótica situación del tránsito: los carriles exclusivos; frente al despilfarro de las arcas del Estado: eliminación de becas para alumnos secundarios, reducción drástica de talleres gratuitos en la ciudad y desaparición de los inútiles Guardias Urbanos; por último, frente a los baches y las veredas rotas, plan de bacheo y arreglos masivos y frente a los cartoneros, algún desalojo mediático.
Todas estas iniciativas suponen avanzar un casillero en el perfil de su gestión. Sin embargo, en todos los casos mencionados tuvo que dar marcha atrás y retroceder ese casillero (hasta el punto de, en casi todos los casos, “perder su turno”). El tema de la prioridad para los porteños en los hospitales no se implementó; respecto a la intervención en la Obra social y a los despidos de los empleados públicos, se negoció realizar un censo que permita obtener mayor información sobre las actividades de cada uno de los trabajadores. De todo esto, lo único que se sabe es que algunos empleados fueron censados. En cuanto a la policía porteña, acallados los rezongos y sollozos ante la negativa del gobierno de transferir los fondos, se anunció la creación de la nueva policía que estaría preparada para salir a la calle en poco tiempo. Sin embargo, aún se espera el llamado para aquellos interesados que deseen comenzar el curso y se desconoce de qué manera se vinculará esta nueva fuerza con la Federal, cómo podrán resolver la superposición de jurisdicciones y cuánto deberemos pagar los porteños de ABL para poder solventar semejante cantidad de efectivos.
El tema educación merece cierto párrafo aparte puesto que Narodowsky parece más un empresario cementero que un Ministro de educación. Todo su proyecto educativo pasa por “recuperar el respecto por los maestros” y solucionar los problemas edilicios de las Escuelas. Nadie afirma que el respeto y un techo roto o un aula sin estufas no sean problemáticos, pero basar una gestión en esos dos pilares parece cuando menos insuficiente. Por cierto, aun si estos dos elementos fueran suficientes, hasta ahora no se ha recuperado el respeto y en la mayoría de los colegios no pudieron llegar a tiempo con las obras.
En lo que respecta al tránsito, hace falta estar un poco despierto para observar cómo colectiveros y taxistas intentan ganar la batalla de la persuasión ciudadana, acción que muchas veces es acompañada, por si la habilidad retórica no alcanza, con manifestaciones de 600 colectivos en el Centro o de cientos de taxistas por la nueve de julio. El gobierno del PRO postergó la decisión ante la amenaza de los taxistas y ahora se encuentra acorralado puesto que los colectiveros no son muy afectos a la marcha atrás. En lo que respecta a los guardias urbanos, lo que primero era un seguro cese de sus contratos, se transformó en una reubicación en una suerte de “Policía de tránsito” cuya entidad nadie tiene demasiado clara y que parece gozar del beneficio de la invisibilidad.
En cuanto a las becas, como se vio la semana pasada, finalmente tuvieron que dar marcha atrás con el proyecto que planeaba la desaparición de varios miles de ellas y en cuanto a los talleres gratuitos en los cuales se pagaba $170 por mes a los profesores, tras un primer intento de reducirlos a la mitad, no sólo se dio marcha atrás sino que se aumentaron los magros sueldos.
Por su parte, el auto de papá es testigo de la ubicuidad de los baches tanto como mi barrio padece la aniquilación estética de baldosas que se reemplazan por grises y compactos baldosones y adoquines que dan lugar a más y más pavimento.
Por último, frente a los cartoneros: aquél desalojo mediático.
Si a esto le sumamos que tras nueve meses no se ha podido realizar ni un kilómetro de los 40 prometidos para el subte, (ni siquiera se pudieron inaugurar las 4 estaciones de la línea A construidas en la gestión Telerman, dos de las cuales, al menos, ya estaban enteramente terminadas antes del 10 de diciembre) y que faltando tres meses para la finalización del año sólo se lleva ejecutado el 15% del presupuesto, la consecuencia no puede ser otra que el escepticismo de cara al futuro.
En este sentido, cometen un error los sectores que desde el progresismo “corren” a Macri con el argumento de que es “de derecha” puesto que está claro que la verdad no siempre gana elecciones. Es el mismo error que hace que ciertas ideologías de izquierda consideren que el asunto de “la administración” es sólo una “agenda de la derecha”. Pero es justamente en el déficit e ineptitud de la gestión de Macri donde habría que hacer más hincapié. Así es que tal vez sea más conveniente reafirmar la caída de algunos de los grandes mitos del PRO. Por un lado, la “nueva” política todavía no ha demostrado ser “buena” y, por otro lado, ni es real que el empresario exitoso puede traspasar mecánicamente ese éxito a la gestión pública ni debemos fiarnos de esa idea, instalada en el imaginario popular, de que la derecha siempre tiene “cuadros” capaces de gobernar.
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lunes, 8 de septiembre de 2008

Corridas

Y de repente el gobierno protomarxista-leninista, expropiador de la renta fruto del esfuerzo individual de los trabajadores del campo, demagogo y populistamente chavista, le pagó al Club de París.
Pero paralelamente, también de repente, este gobierno neoliberal, capitalistamente hambreador y explotador que sólo elevó por ley el presupuesto educativo al 6% del PBI y aumentó en 5 años nada más que aproximadamente un 500% los sueldos docentes además de darle el carácter de Ministerio a Ciencia y Tecnología y apoyar económicamente al Conicet, busca destruir la educación pública al no triplicar el presupuesto y no darle a Sociales un edificio único.
Pero más bien, el problema es este gobierno estatista que no brinda la seguridad jurídica suficiente para poder pensar, como hizo España, un pacto de La Moncloa, donde todas las fuerzas políticas se pongan de acuerdo y ayuden así a crear un clima de inversiones. Este gobierno intervencionista y manipulador del INDEC expulsa a todos los bonistas que ven incrementar el precio de los bonos ajustables por CER en menos de la mitad de lo que recibirían si se tomara en cuenta la inflación real. Resulta clara la reacción del Mercado en este sentido: caída de la bolsa y del valor de los bonos argentinos. No podía ser de otra manera pues este gobierno que pregona por la vuelta a un Estado bobo, hace que Argentina sea impredecible y que además no honre sus deudas con los plomeros estadounidenses y los jubilados italianos que apostaron a nuestros bonos de buena fe, con la única intención de aprovechar un interés algo elevado, para luego ser estafados por la quita de un 75% de la deuda.
Por todo esto es que este gobierno que se dice de izquierda pero le paga cash al FMI al costo del hambre del pueblo lo único que hace es pactar con el establishment reduciendo su deuda del 134% del PBI en 2003 al 50% en 2008. Números que son aún inferiores al gran traidor brasileño Lula, cuyo gobierno mantiene una deuda del 65% del PBI y que a pesar de eso, quizás por ser tan traidor, goza de la prerrogativa de tener 259 puntos de riesgo país contra los 721 de nosotros.
Claro que tampoco podemos obviar que no hay medida que pueda redimir a un gobierno que no entiende la estructura republicana en la que todos los argentinos queremos vivir, y llega a grados de autoritarismos que hasta un Hitler o un Ceaucescu envidiarían. Porque aquí la persecución a la prensa es feroz y prácticamente ya no es posible escuchar voces opositoras salvo la de aquellos periodistas que arriesgan su vida todo el tiempo y se sostienen por el clamor del encendido popular que los legitima mucho más que cualquier votación nacional en la medida en que quien aparece en la TV, habla en la radio o escribe en un diario es elegido por el pueblo todos los días y, últimamente, minuto a minuto.
¿Pero a usted le parece que la deuda de Aerolíneas Argentinas, ahora al servicio de los gremios cómplices de Jaime, sea pagada por todos los argentinos?
¿Y no salió aún a comprar dólares sabiendo que tras la pérdida de U$S 7000.000.000 de las reservas el dólar podría llegar hasta $4,40?
Lo que usted no entiende es que este es un país donde la droga ya no es de paso y donde el flagelo de la inseguridad alcanza a los pobres, a la clase media y hasta a los 3 jóvenes dueños de droguerías que fueron aportantes de la campaña a la presidencia de nuestra presidenta y que, como si esto fuera poco, también fueron asesinados.
Porque como no hay proyecto, este país se descarrila como los trenes que subsidiamos los argentinos de nuestros bolsillos. Dinero que le significa a cada argentino mucho más que el precio de la entrada de una película sobre trenes estrenada este jueves. Porque los derechos humanos tienen que ser para todos: los de un lado y los del otro. Y no olvidemos que hay 30.001 desparecidos y que mientras Julio López no aparezca no habrá juicio a ningún militar que alcance. Porque si no sabemos si nos gobierna ella o él no sabremos para dónde ir y ahí no hay tren bala que alcance.
Y porque debemos correr como sea, por izquierda y por derecha y porque el dicho del Nono está vigente “-¿Piove? –Governo ladro!!” (-¿Llueve? –Gobierno ladrón!!).

domingo, 31 de agosto de 2008

Representación y "partidos de"

En los últimos días, especialmente a partir de la estrategia utilizada por los candidatos presidenciales estadounidenses a la hora de elegir sus compañeros de fórmulas, parece haber resurgido una problemática que puede ser interesante para discutir el presente de nuestro país. Como suele ocurrir en muchos sistemas presidencialistas, la actividad del vicepresidente parece condenada al perfil bajo. Sin embargo, al momento de la construcción de la fórmula, el candidato a vice generalmente aparece como el objeto de seducción de aquella parte del electorado que el candidato principal no logra sumar. Sin llegar a ser su contraparte, generalmente, si el candidato es “demasiado” de derecha elegirá un vice “más” de izquierda y viceversa. Asimismo, y en la medida en que el género parece cobrar cierto peso en las decisiones, si el candidato a presidente es mujer, elegirá a un hombre como acompañante y, en los casos de coaliciones, el vice será con seguridad el referente del segundo partido en importancia dentro de ese agrupamiento. La campaña estadounidense no escapa a esta lógica casi de sentido común: un negro, eligió a un blanco como vice, y un hombre eligió a una mujer. Asimismo, si nos dirigimos a elementos más sustantivos, el compañero de fórmula de Obama, Biden, es más conservador, tiene más llegada a la clase trabajadora blanca, se opone a la despenalización del aborto y es experto en política exterior además de ser casi 20 años mayor que él. En el caso del veterano Mccain, eligió a la joven gobernadora de Alaska, Sarah Palin, reconocida militante en favor de la portación de armas y ferviente crítica de la despenalización del aborto. Si tenemos en cuenta que Maccain tiene problemas de salud y que cuenta ya 72 abriles, la elección de su vice tiene una importancia excepcional. Hasta aquí un análisis que probablemente no sea falso pero sí lineal. En otras palabras, todas estas estrategias de armado político descansan en el supuesto de que existe una relación más o menos directa entre el representante y los intereses de aquellos a los que representa de manera tal que, también de manera más o menos directa, el apoyo a través del voto está garantizado. Se cree que los negros votarán necesariamente por un candidato negro y que los blancos jamás lo harán; o que los hombres nunca votarán a una mujer pero que todas ellas sí lo harán, etc., etc.
Este error se apoya a su vez en la utilización recurrente de esa figura retórica de la sinécdoque en la cual es muy fácil caer y que presenta a una parte como si fuera el todo. Este error, tan utilizado para estigmatizar a ciertos grupos (todos los musulmanes son fundamentalistas; todos los villeros son ladrones, todos los políticos son corruptos) es el que opera también en la suposición de que Obama representa los intereses de (todos) los negros o que Palin es el emblema de las reivindicaciones de (todas) las mujeres. De más está decir que en ningún momento Obama parece erigirse en un discurso radical o revolucionario respecto a la situación de marginalidad en la que viven los afrodescendientes (véase, por ejemplo, el porcentaje de negros que ocupan las cárceles o la cantidad de embarazos no deseados entre las adolescentes negras) y que Palin, paradójicamente, es una mujer que se manifiesta en contra de los derechos de autonomía de su género.
En el ámbito vernáculo, estas fantasías y errores se vienen repitiendo en los últimos meses. Que una mujer sea presidenta, que la ministra de salud y la de acción social también lo sean y que una de las principales referentes de la oposición sea, también, una mujer de peso, no parece haber redundado en una política orientada hacia las reivindicaciones de la mujer. Como lo demuestran estudios realizados en diferentes países, que aparecieron tras el gran avance que significó la ley de cupo femenino (ley en la que Argentina fue pionera), no hay garantía de que esa representación genere un viraje en las políticas estales respecto a la mujer (lo cual, por supuesto, de ningún modo supone que la ley de cupo sea inútil). En esta línea, muchos casos, aunque no todos, muestran que de la representación meramente formal a una más sustantiva hay una brecha que no siempre es fácil de zanjar.
Por otra parte, en las últimas semanas, tras los 4 meses de lockout promovido por diversos sectores del campo representados por la Mesa de Enlace y algunos satélites como los autoconvocados de la, últimamente, irascible Entre Ríos, la inercia del triunfo por la derogación de la 125 y varios grupos interesados comenzaron a sugerir la posibilidad de armar un “partido del campo”. En esta línea, quien parece haber tomado la iniciativa es la diputada socialista Alarcón, cuyo único mérito parece haber sido ser expulsada de las filas del Frente por la Victoria y generar en cada intervención una profusa verba cacofónica desafiante de la gramática más amable.
Dado que es probable que “el partido del campo argentino” no se nuclee detrás del Pampa Sur de Alarcón que, dicho sea de paso, dice tener como faro al Partido del Campo australiano, reconocido por su perfil ultraconservador y por sus alianzas con el partido liberal, existen emisarios de la vieja y de la nueva política que intentan cooptar a algunas de las figuras mediáticas para generar algún tipo de alianza que les permita hacer pie en un, para ellos, siempre inalcanzable interior que parece responder mucho más a la lógica de los intendentes locales que a los grandes centros urbanos rebalsantes de sensaciones térmicas.
Hay varios puntos aquí para destacar. Por lo pronto, la insistencia en la aparente necesidad de la formación de tal partido puede obnubilarnos de tal modo que empecemos a considerar que el campo no tiene representantes ni en los partidos nacionales ni en los provinciales. Dejar de soslayo esto parece haber digerido acríticamente la operación discursiva por la cual se dejó entrever que todos aquellos que votaron contra la 125 lo hicieron por poseer la virtud de la racionalidad o la decencia.
Asimismo, como se indicara más arriba, que el descontento hacia el gobierno que buena parte de la sociedad manifestó durante los 4 meses de conflicto se canalice y efectivice en el partido de el campo parece más la fantasía de algún analfabeto “videographero” de programa de entrevistas que busca títulos efectistas y profesa una devoción patológica hacia la descontextualización, que una posibilidad que valga la pena discutir. Que algún operador nos diga que dado que CFK tiene una imagen positiva del 30% tras el conflicto, por lo tanto, un partido del campo obtendría el 70% restante es cuando menos una afrenta a nuestros raptos de inteligencia.

Por otra parte en términos más generales, esta idea de “los partidos de” parece implicar un retroceso hacia las formas corporativas de representatividad medievales, relegando así las visiones más plurales, mediadoras y generales de los grandes partidos. En el juego de particularizar cada vez más los intereses, llegaremos a partidos unipersonales donde salvo en algunos casos patológicos, sin duda no habrá internas. Claro que los partidos, como su propio nombre lo indica, representan intereses de una parte, pero gobernar un país supone poseer una plataforma mucho más robusta que una identificación veleidosamente coyuntural como la que ha unido a las 4 entidades del campo. En esta línea fracasaron los “partidos de” la seguridad como los de Patti, Rico y Blumberg y probablemente fracase también el del campo, languideciendo pálidamente conforme la euforia se vaya canalizando por los carriles normales. Pero por si esto fuera poco, el partido del campo, quizás a diferencia de otras formaciones de este estilo, contendría una heterogeneidad pasmosa pues como ya se ha dicho varias veces, está claro que hablar de “el campo” sin más es como mínimo una ingenuidad que intenta instalar que los intereses de la sociedad rural pueden ser los mismos que los de un trabajador golondrina, que trabaja en negro y con sueldos de miseria. Que Buzzi aparezca en la foto inaugurando la Rural habla de una crisis de representatividad de la Federación agraria y de la transformación de los sujetos representados que en muchos casos han pasado de arrendatarios a rentistas. Pero es de esperar grandes fracturas allí especialmente tras la insólita postal de un Buzzi festejando la derogación de la 125 y con ello, reafirmando una situación comparativamente peor para todos los pequeños y medianos productores que con las modificaciones que se le iban haciendo a la ley, habían conseguido el reconocimiento de devoluciones, subsidios y bajas en las retenciones.
Llama la atención que mientras llevamos años escuchando que lo que necesitamos es un proyecto de país, visiones a largo plazo y una cosmovisión amplia para insertar a Argentina en el mundo, retrocedamos y seamos testigos de cómo el bicentenario nos encontrará subdivididos en intereses microparticulares que pueden llevarse al infinito y que son guiados por los espasmos de las reacciones ante la compilación arbitraria de dos o tres asesinatos, el aumento del tomate y el precio de los commodities.

miércoles, 13 de agosto de 2008

La duda y la confirmación

Terminó el escrutinio del referendo revocatorio en Bolivia y su resultado fue sorprendente: Evo Morales obtuvo el 64%, 9% más que en la elección en la que fue designado Presidente. Pocas veces ha sucedido en la política latinoamericana que tras 2 años y medio al frente de un gobierno, un presidente sea refrendado de este modo. Sin embargo, como muchos analistas se han encargado de señalar, este apoyo masivo no resolverá los inconvenientes que el gobierno central mantiene con los prefectos de la “Media Luna”, los cuales, por cierto, en su mayoría, también recibieron un apoyo masivo. Sin duda esto marca un país dividido si bien habría que ser más precisos cuando hacemos esa afirmación. En otras palabras, generalmente, cuando se habla de país dividido se piensa en dos partes iguales, dos mitades en un equilibrio de poder en el que ninguna puede prevalecer sobre la otra. En Bolivia, el país está dividido pero 2/3 están de un lado y 1/3 del otro (si bien este tercio, claro está, es el que tiene el poder económico). Más allá de esta simple aclaración quisiera detenerme en el hecho mismo del referendo. La pregunta sería la siguiente ¿qué es lo que hace que un gobierno decida someterse a una elección que puede revocar un mandato que constitucionalmente le corresponde cumplir? De manera abstracta, podría suponerse que habría dos escenarios en los que podría tomar esa decisión. Un primer escenario de extrema debilidad en el que un gobierno desgastado no pueda resistir la presión de la oposición y se vea obligado a someterse a una instancia de revocación popular que legitime su salida y el llamado a nuevas elecciones. El segundo escenario, podría ser, por el contrario, una forma de ganar un apoyo masivo de cara a tomar una serie de medidas que son resistidas por una parte más o menos importante de la población (incluyo en esto, los casos, bastante frecuentes en las últimas décadas en Latinoamérica, de intentos de reformas constitucionales).
A juzgar por el resultado arrollador que refrendó a Evo, la realidad boliviana se acerca más al segundo escenario que al primero si bien hubo quienes interesadamente quisieron transmitir una sensación de debilitamiento del poder presidencial. Lo mismo podría decirse del contexto que rodeó el referendo revocatorio (o “confirmatorio” según desde donde se lo mire) del 15/9/2004 en una Venezuela que parecía al borde de la guerra civil tras el fallido golpe de Estado de 2002, el paro petrolero y las continuas movilizaciones opositoras en las que confluía la Iglesia, los estudiantes, los empresarios, algunos medios de comunicación y los partidos de la oposición.
En los dos casos resulta llamativo que dos gobiernos con un apoyo popular que parece resistir el desgaste propio del poder, sean empujados a someterse a la instancia de revocación. Mi hipótesis es que no resulta casual que esto suceda con gobiernos que, al menos comparativamente, realizan políticas “de izquierda”. Dicho en otras palabras, pareciera que existen determinadas políticas de gobierno que deben ser refrendadas y otras que no. De este modo, algunas acciones políticas parecen llevar en su seno la duda y la necesidad de confirmación, como si hubiera que preguntarle al pueblo si está seguro de lo que quiere. En este contexto los referendos revocatorios de Venezuela y Bolivia parecen erigirse como sendas manifestaciones de paternalismo aunque en un sentido bastante distinto del que se le da generalmente a este término. Se trata de paternalismo porque se supone que el pueblo se está equivocando, que debe pensar de nuevo lo que quiere, como si en una primera instancia hubiera actuado de manera casquivana. Hay una falla de origen en esa decisión, de aquí que el lema paternalista pudiera ser: “démosle una segunda oportunidad al pueblo”. Esta visión paternalista, a su vez, mantiene una relación paradójica con lo que considera “el pueblo”. Por un lado, lo visualiza como la masa ignorante determinada por el clientelismo o la pertenencia étnica y por el otro considera que el pueblo no puede equivocarse y que cualquier resultado eleccionario a favor de los considerados gobiernos “populares” es fruto del fraude. Sucedió en Venezuela, en Bolivia y en Argentina. No hay espacio para el error en la decisión del pueblo. Hay acierto o fraude. Este punto de vista supone que la decisión mayoritaria, en tanto tal, es verdadera y acertada, cuando, en realidad es sólo una forma de legitimar un gobierno que no es ni más ni menos verdadero, ni más ni menos acertado.
En este sentido, podría decirse que el cambio en los perfiles ideológicos de los actuales gobiernos latinoamericanos en relación a sus antecesores neoliberales no ha logrado aún quebrar la hegemonía de un pensamiento que desde diferentes sectores, obliga a los gobiernos más o menos progresistas a estar continuamente desgastándose en confirmaciones que no hacen más que invertir la carga de la prueba: es la oposición la que debe demostrar un apoyo mayoritario. Los gobiernos ya lo han demostrado.

domingo, 3 de agosto de 2008

Conferencias

Tras la conferencia de prensa de CFK, aquellos que pensaron que iba a haber una repentina inoculación de calidad institucional en la Argentina se sintieron decepcionados. Esta misma decepción destacaron los principales editorialistas de los diarios del domingo. Pero lo interesante es señalar las razones aducidas para tal sentimiento.
Digamos que, para sintetizar un poco las posiciones, los editorialistas de Perfil, La Nación y Clarín resaltaron la tozudez de la Presidenta especialmente en los temas espinosos como Moreno/INDEC, Inflación, Cobos y resolución 125. El conjunto de los partidos del arco opositor, agregó a esta interpretación la idea de que, al fin de cuentas, CFK “no había dicho nada”.
Así, todos estos actores, aquellos que durante años hablaron de falta de calidad institucional por ausencia de conferencias de prensa, acaban desnudando con la crítica de hoy, la estupidez de la crítica de ayer. Dicho en otras palabras, pareció quedar en evidencia que la transparencia de un gobierno poco tiene que ver con las conferencias de prensa. Más bien parecería que vuelve a cometerse el error de confundir forma con contenido, como se hizo tras la resolución del senado. Allí, se había establecido la idea de que el Senado sólo tendría legitimidad en la medida en que se oponga a la resolución 125. En esto que llamé “Democracia de contenidos” el proceso, la forma, esto es, lo esencialmente democrático, no importaba. Importaba el contenido (la derogación de la resolución). Tras la conferencia de prensa y la idea de que “CFK no dijo nada” se vuelve a cometer el error de dejar de soslayo la importancia del formato “Conferencia de prensa” para hacer hincapié en el contenido de la misma. La conferencia de prensa, entonces, no importaba, lo que importaba era que “dijese algo”, eufemismo por el cual debe entenderse “decir lo que queremos oír”. Como CFK no dijo que Cobos es un traidor, no echó a Moreno, no dijo que los índices del INDEC son una barbaridad y no admitió un error al impulsar hasta las últimas consecuencias la resolución 125, se infiere de allí que CFK “no dijo nada”. Por cierto, ¿alguien verdaderamente creyó que era posible que CFK dijera algo así? (quizás el que lo creyó fue Massaccesi, el periodista de TN, al preguntarle a CFK si Cobos tenía un perfil de traidor. Ante este requerimiento seguramente esperaba que la presidenta trazara un perfil psicológico del vice y pidiera públicamente su linchamiento).
Yendo a lo realmente importante, las conferencias no aportan nada a la transparencia y a la calidad institucional simplemente porque no es eso lo que está en juego en ellas. Una conferencia de prensa, pone en juego las habilidades retóricas de quien las brinda y la inteligencia de quienes preguntan. Ni más ni menos que eso. Lo mismo sucede con los debates: se ha instalado la idea de que quien vence en un debate lo hace porque tiene la mejor opción. Como indiqué en otras notas, esta visión supone ingenuamente, que la verdad tiene una fuerza tal que puede prescindir de la persuasión. En el caso analizado tenemos una muy hábil oradora y unos muy poco inteligentes interrogadores a punto tal que quizás la pregunta más inteligente fue la que hizo Doman cuando con un gran poder de síntesis inquirió: “De lo hecho hasta aquí, ¿qué es lo que volvería hacer y qué es lo que no?”. Tanto en los debates como en las conferencias de prensa, el televidente no llega a allí como una tabula rasa: generalmente ya ha tomado partido por alguno de los contrincantes y salvo algún caso excepcional, no cambiará su posición. Por otra parte, el periodismo dista mucho de ser aquel representante de la sociedad civil que permite controlar las acciones de gobierno. Es muy triste que especialmente, las segundas líneas de periodistas, aquellos que ponen el cuerpo y que acatan devotamente la línea editorial del multimedio, crean ser los portavoces de la sociedad. Algunos hasta creen representar al pueblo en un sentido casi literal al considerar que observar un programa de televisión o leer un diario equivale a un voto en una jornada política electoral. No entienden el juego ni el poder. Se indignan como se indignan los chicos caprichosos, rezongan y no se suenan los mocos.
Pero volvamos al tema de las conferencias: el peor político o el más corrupto puede dar conferencias de prensa diarias y con ello no elimina los desastres de sus acciones de gobierno, ni brinda trasparencia o calidad institucional. Lo mismo pasaría a la inversa, el mejor político, el más honesto y capaz, podría no dar conferencias de prensa, o ser muy torpe para dar respuestas. Podría quizás ser muy solemne, aburrido y tener poco poder explicativo. Podría tener alguna disfunción que le trajera problemas para hablar o quizás tener un carácter inadecuado para ganar debates. Las habilidades de carácter y retóricas no son detalles menores en la carrea política por ocupar cargos pero no tienen una relación directa con la sustancia de la política que lleva adelante el candidato. Si así fuera y dado que la capacidad discursiva de la presidenta resulta incuestionable, no habría duda de que CFK estaría haciendo el mejor gobierno de la historia casi tanto como el de Alfonsín o Chacho Álvarez quienes ocupando cargos ejecutivos y aún en situaciones de crisis profundas pusieron casi siempre sobre la mesa una capacidad admirable para persuadir.
Por mi parte, considero que es mejor que haya conferencias a que no las haya pero lo digo por cierto placer estético por la retórica y no lo vinculo en ningún momento con la transparencia de las acciones de gobierno. Cuando me siento a ver una conferencia de prensa, me siento a ver un “show” y no lo digo en términos peyorativos. Me dispongo a observar el enfrentamiento de capacidades discursivas en contrapunto donde La Verdad es una invitada ocasional y casi secundaria.
Por otra parte, en este caso puntual, creo que la confianza en la solvencia de sus respuestas le jugó a CFK una mala pasada especialmente al afirmar que “volvería a hacer cada una de las cosas que hice” y al dar razones convincentes para ello. Particularmente me hubiera gustado que más allá de que sea verdad que todas las mediciones del mundo son cuestionadas, se reconociera que hace falta modificar los índices del INDEC para lograr credibilidad. También me gustaría que se desplace a Moreno por la razón estratégica de que mantenerlo genera más desgaste que beneficios. Incluso dejaría sin efecto la construcción del tren bala pues es una erogación innecesaria y será condenado como signo de sinrazón, de opulencia y desequilibrio. También hubiera deseado que se señalara algún error, no en el espíritu, pero sí en la forma en que se manejó todo lo que rodeó a la resolución 125. Es una tontera que este tipo de errores opaquen medidas progresistas como las de la última semana: regreso a las jubilaciones móviles, aumento del mínimo no imponible y primeros pasos en relación a la eliminación de las exenciones impositivas a la renta financiera. Por cierto, para tomar este tipo de medidas, más que conferencias de prensa, hicieron falta, simplemente, acciones de gobierno.

lunes, 28 de julio de 2008

Dios, julio, y el pensamiento de los opuestos

Estoy escribiendo esta nota el 28 de julio de 2008 y debo reconocer que faltando 3 días para fin de mes, tengo la esperanza de que Dios obre nuevamente a través de Julio Cobos, quite a Moreno y haga parir la república. También espero que Dios obre y detenga el cada vez más cercano desastre profetizado por Piñeiro que la estatización de Aerolíneas Argentinas acelerará (Ojalá Dios obre durante los próximos 20 o 30 años porque cualquier accidente aéreo “confirmará” la, popperianamente infalsable, profecía de Piñeiro).
Ojalá Dios siga obrando en la Argentina y detenga el maniqueísmo y la estructura binaria del pensamiento occidental que se manifiesta con ingenuidad interesada en varios medios y que siempre piensa en términos de pares de opuestos, el primero de los cuales es "el bueno" como contraparte del segundo que es "el malo": Hombre/Mujer; Racional/Pasional; Activo/Pasivo; Hetero/Homo; Centro/Populista; Presidente/Presidenta; Campo/Zoológico; Verdad/falsedad; Sociedad civil/Política; Deberes ciudadanos/derechos humanos; Felicidad general/Secretario de Comercio Moreno; TVR/Programación Estatal; Alberto Fernández después de la renuncia/Alberto Fernández antes de la renuncia; Libertad de expresión/Nueva ley de radiodifusión; Políticos con convicciones/Políticos presionados; Políticos con convicciones/Políticos venales; Políticos con convicciones/Políticos que votan a favor de la 125; Riquelme/Gracián; Gente/beneficiarios de choripán; Cualquier arquero de Boca/Chilavert; Espontáneos/Obligados; Cortes blancos de ruta/Cortes negros de rutas; cualquier estimación privada/INDEC; Sensación térmica de unos/Sensación térmica de otros; un Feinmann/el otro Feinmann; Exabruptos de D angeli/exabruptos de D elía; Exabruptos de Biolcatti/Exabruptos de Kunkel; Diálogo/Confrontación; Dios cristiano/Alá; Pro-vida/Legalizadores del aborto; Memoria completa/Memoria; Perros/Gatos; Batman/El guasón; Activia/tránsito lento; Uribe/Chávez; Carlotto/De Bonafini; Ortega/Simeone; Sofovich/Celina Rucci; Celina Rucci/Sofovich; Brasil/Argentina; Lula/Kirchner; Rabino Bergman/Pérsico; Ringtones/”rin rin”; un Rozitchner/el otro Rozitchner; Sócrates/Nietzsche; Nietzsche/Sócrates; Macri/Gámez; Wikipedia/Enciclopedias clásicas; Política de derechos humanos por convicciones/Política de derechos humanos por oportunismo; Toro Alfredito/Carpas K; Un comando/doble comando; Conferencias de prensa/Ausencia de conferencias de prensa; Pedófilo Grassi/Pedófilo Corsi; Amigos/Novia; Control de gasto público/Aumento de sueldos; Disciplina fiscal/Aumento de sueldos; Seguridad jurídica/Aumento de sueldos; Inversión extranjera/Aumento de sueldos; “A dos voces”/Muchas voces; Carrió/Resto de los mortales; Películas comerciales del BAFICI/Películas comerciales que no van al BAFICI; Sarmiento/Alberdi; Estadistas/Ideólogos; Peludos/Pelados; Oportunidad histórica/Conflicto por la redistribución; Detalles estúpidos/Etcéteras.
Si la incontinencia oral y la hemorragia de simplificaciones de los idiotas útiles y operadores conocidos acabara en el mes de Julio, no habría ninguna duda: Dios existiría, obraría en julio y sería argentino.

viernes, 18 de julio de 2008

El problema de la representación y la democracia de resultados

Cobos dijo “no” y el escenario de repente cambió. Lo que hace 3 días era una victoria oficialista segura en el Senado se transformó en derrota con una puesta que causaría envidia en el contexto hollywoodense. Hubo suspenso, falsos resultados, momentos en que ganaban los malos y todo parecía perdido, recuperación de la esperanza, expectativa creciente, el héroe que al final entra a escena, da un discurso durante 20 minutos sin dar a entender para dónde se inclinará, pide cuarto intermedio que le es negado, el rating sube a su pico y, luego, final feliz. La virgen en manos de LLambías sube a escena y en Palermo hacen abrazos de gol al ritmo del himno interpretado por el arquetipo del gaucho cantor. Los rezos de los militantes en la puerta del congreso no fueron oídos: la virgen y el himno viven en Palermo y ellos nunca se enteraron.
En ese instante, Carrió se recibe de Cassandra, se queja de que nadie le creyó y le otorga a la decisión de Cobos el status de prueba ontológica: “Ahora créanme. Dios existe. Hemos tenido una revolución en paz. Dios obró en la historia y también en Julio Cobos”. Gerardo Morales y Sanz, pasan a considerar que Cobos no era tan traidor como ellos habían afirmado al echarlo del partido. El nuevo frente peronista que aglutina a varios pretendientes de resucitación se anota un poroto. El Senado, o, más bien, el aguantadero generoso, el órgano ansiado de emisor de fueros que soporta a Menem, a Romero, a Saadi y a Rodríguez Saá, cambia la actualidad política y el gobierno mutis por el foro. Entre tanta hojarasca permitámonos algún análisis metacoyuntural.
Tomemos en cuenta el problema de la representación: fue muy interesante en ese sentido el discurso de Piccheto. Él habló de la democracia de partidos y de la defensa vertical de la plataforma; del otro lado se afirmaba la necesidad de la libertad de conciencia. En el medio todos dicen representar al pueblo. Al fin de cuentas, no es más que el problema de las democracias representativas: ¿cómo es posible garantizar que nuestros representantes representen de manera transparente los intereses de sus representados? Lo que en principio parece resolverse en sistemas de democracia directa donde son los propios interesados los que defienden sus intereses, en los sistemas representativos es un problema. En las democracias representativas de partidos, en principio, los representantes deberían encolumnarse detrás de la plataforma. Al fin de cuentas, teóricamente, la gente no ha elegido nombres y menos en los casos de listas sábanas: elige plataformas. Asimismo, esta defensa tan vertical parece simplificar los asuntos de la política pues las plataformas no dejan de tener un espacio de ambigüedad e incluso, sobre algunos temas, no se expiden. ¿Qué votamos entonces? ¿Un conjunto de ideas plasmadas de manera más o menos precisa en una plataforma o más bien, como muchos pensadores clásicos suponían, votamos la capacidad de los representantes? La respuesta es difícil pero cuando se apela a la idea de libertad de conciencia extremamos el costado aristocrático de todo sistema representativo: suponemos que hay un conjunto de hombres que son más capaces que el resto del pueblo y además creemos, paternalistamente hablando, que ellos sabrán mejor que el propio pueblo lo que el pueblo quiere. Por eso podemos darnos el lujo de descansar en su libertad de conciencia. La conciencia del representante capaz, no se transforma necesariamente en lo que el pueblo quiere. Más bien será lo que es mejor para el pueblo, aun si no es esto lo que el pueblo quiere.
Vayamos a la cuestión de la particular manera de entender la democracia. Esta es otra discusión interesante que tampoco resolveré aquí. Pero digamos que interesada y peligrosamente se ha puesto un especial hincapié en el contenido de la decisión democrática y no en el proceso democrático. En otras palabras, se instaló la idea de que habría democracia si y sólo si, la decisión del poder legislativo era a favor de la derogación de la 125. El proceso, esto es, lo esencialmente democrático no importaba. La democracia argentina se transformó de repente en una democracia de resultados. A esto abonó una irresponsable oposición que en ningún momento exigió a los representantes de la mesa de enlace que se acepte el resultado sea cual fuere. Fue patético observar cómo varios representantes de lo oposición, suponiendo que iban a perder, llamaban al campo a seguir la vía judicial. La gran paradoja es que estos representantes que rezongan ante la ubicuidad del poder ejecutivo, desprestigian su propia labor legislativa afirmando que la decisión de este poder es legítima sólo si se da en un sentido.
Pero dejemos las abstracciones y volvamos a la coyuntura. Mi sensación es que la forma en que el gobierno perdió fue la mejor posible. De más está decir que el gobierno no buscó perder pero entre todas las posibilidades de derrota, ésta es aquella de la que se puede sacar provecho. Incluso hasta podría decirse que tal vez, la debilidad que manifiesta la derrota es preferible al desgaste que hubiera generado el triunfo. ¿Usted se imagina que estaría pasando si Cobos hubiera votado a favor del Gobierno? El gran problema es el propio Gobierno. ¿Tendrá la capacidad de poder sacar provecho de, quizás, la última oportunidad para poder sobrellevar los 3 años y medio que quedan? A juzgar por lo ocurrido ayer me permito ser escéptico. Que Cristina no haga mención directa a lo ocurrido y se maneje con ironía es más la actitud de un niño enojado que la de un adulto con responsabilidad. Parece más simple salir a decir un par de frases hechas que descompriman: “este es triunfo de la democracia; las instituciones funcionan: no hay vencedores ni vencidos, etc.” Al fin de cuenta, efectivamente, fue una gran demostración de institucionalidad y participación cívica. En cuanto al mediano plazo parece una incógnita saber cuál será el camino de alianzas del Gobierno. Parece claro que Kirchner interpretó que la manera de defenderse de lo que venía era refugiarse en las viejas estructuras del partido justicialista y renunciar a la transversalidad de la formación de un gran frente de centroizquierda. Es en esta línea que debemos entender que al dejar de lado la transversalidad por la concertación plural se hizo un viraje del plano ideológico al de la gobernabilidad. El punto es que ahora también se está rompiendo esta concertación y con el partido justicialista solo y resquebrajado no alcanza para gobernar. El futuro es pues una incógnita, especialmente si le sumamos un contexto nuevo en esta joven democracia: Sin riesgo de golpe militar, las crisis se canalizaron generalmente en el apoyo masivo a algún dirigente opositor. En este caso, ninguno de éstos parece emerger ni estar a la altura de esa responsabilidad. En este sentido, o el gobierno saca a relucir cintura política o al no haber oposición donde canalizar el malestar, el gobierno implosionará.