domingo, 28 de mayo de 2023

Una pregunta para la generación diezmada (editorial del 27/5/23 en No estoy solo)

 

Si la política está hecha de gestualidades y símbolos, un repaso rápido por la disposición de los que acompañaron en el palco a CFK en el acto del 25 de mayo, podría dar alguna pista del futuro cercano. Si tomamos la primera línea, parece claro que, aun cuando no sepamos en qué orden ni en qué lugar exactamente, la candidatura a presidente y vice, y la candidatura para la gobernación de Buenos Aires, tendría los nombres puestos: De Pedro, Massa y Kicillof.

Las especulaciones son varias y hay hasta quienes dicen que De Pedro o Massa podrían ir a la gobernación en tanto Kicillof sería el candidato a presidente. Mi intuición dice que Kicillof se queda en Provincia donde hoy es el favorito, pero todo puede pasar.

A nivel nacional, en todo caso, aun si se tomara la decisión de que fuera Kicillof, el dilema es similar al del 2019: ¿vamos con los propios para transformarnos en una oposición robusta o tratamos de abrir lo más posible, incluso al precio de que el presidente no sea de los nuestros, para intentar ganar? Si se elige la primera alternativa, Kicillof o Wado serían los posibles candidatos, ambos hijos de la generación diezmada. Si se elige la segunda, allí entraría Massa.

¿Por qué no elegir la estrategia de 2019 si electoralmente fue exitosa? Porque, hoy en día, abrirse a uno “de afuera”, como podría ser Massa, no garantiza el triunfo. De aquí que muchos vean las encuestas y digan: ya que vamos a perder, perdamos con uno de los nuestros y garanticemos un bloque homogéneo en las cámaras.

Siguiendo con el acto, si bien está claro que CFK no se retira de la política, detrás de ella estaba su familia, incluso sus nietos por primera vez en un lugar central. Una vez más: el futuro siempre es incierto en Argentina, pero el 25 daba la sensación de que CFK, si bien no se despedía, difícilmente vuelva a ser candidata. En todo caso se reservará un liderazgo en las sombras y su capital simbólico. No es poco.

Y a propósito del futuro, aunque el discurso hizo énfasis en la necesidad de renegociar con el FMI y establecer algunos mínimos acuerdos, como suele ocurrir en las intervenciones públicas, CFK estuvo más preocupada por reivindicar su gobierno que por exponer los senderos por los que debería transitar un eventual próximo mandato. Pareciera tan potente ese pasado, que no tiene lugar para la novedad.

Pero digamos que con CFK y Macri afuera de la contienda electoral, parece abrirse una nueva etapa en la Argentina. Si será mejor o peor, no lo sabemos. Es que, generacionalmente, con la excepción de Patricia Bullrich, todos los potenciales candidatos a presidente con aspiraciones andan por los 50 y pico y, en el caso de Wado, apenas 46.

Con las enormes transformaciones que se han sucedido en el mundo, a priori se podría suponer que una nueva generación de dirigentes es necesaria, pero debemos recordar también que lo nuevo no siempre es lo bueno. En todo caso, pertenecer a una generación diezmada o a los hijos de esa generación, no garantiza nada y no hay ninguna virtud intrínseca en el hecho de haber nacido después que otros.

Era hora de que así fuese, pero quizás no haya sido casual que el kirchnerismo haya corrido sutilmente su discurso para dejar de hablar de los jóvenes y centrarse en los hijos de la generación diezmada, aquellos que, con cuarenta y pico largos, ya han dejado de ser jóvenes aunque intenten aparentarlo. Es que la juventud, a diferencia de lo que sucedía 10 años atrás, es, como mínimo, un terreno en disputa donde hay una enorme cantidad de sub 20 que son partidarios de visiones de derecha, seguramente algo cansados de que una nueva religión les diga qué comer, cómo hablar, cómo comportarse, a quién amar y qué chistes hacer.

Si la juventud, o una parte de ella al menos, ya no es tan confiable, hay que centrarse en los “hijos de” (nosotros). Una vez más, presentarlo de ese modo no es casual pues lo que se intenta es trazar una continuidad ideológica más que un rango etario. Al fin de cuentas, Milei tiene 5 años más que Wado de Pedro y calificaría como hijo de la generación diezmada si nada más que de la edad se tratara.

Pero allí surge otro interrogante: ¿cuál es la propuesta de país que tienen los hijos de la generación diezmada? ¿O acaso los hijos de la generación diezmada vienen a proponer lo mismo que sus padres, aunque con menos arrugas y canas? No estaría ni mal ni bien, pero en todo caso habría que decirlo. Si traen alguna novedad, ¿cuál sería? ¿Hay alguna diferencia en la visión de país de Wado y CFK? ¿Y entre la de Kicillof y CFK?

Este planteo obedece a que quizás pueda tener un rédito electoral hablar de “hijos de una generación diezmada” pero también supone un riesgo. Dicho en otras palabras, detrás de esa denominación subyace una idea victimista demasiado acorde a los tiempos. Efectivamente, como todos sabemos, hoy en día lo único que importa es poder justificar de alguna manera ser víctima de algo porque una vez establecida esa condición, se otorga una suerte de cheque en blanco y se corre del debate a cualquiera que ose ponerlo en duda. La víctima siempre tiene razón y en tiempos donde ni siquiera es posible discutir sobre una base empírica común, una condición que nos permita siempre estar en la verdad, vale oro.

Pasó en la semana con el exabrupto de Levinas que, al tratar de explicarlo, tartamudeó más que el aludido. El ejemplo viene al caso, porque cuando todos pretenden ser víctimas de algo, si hay alguien que efectivamente ha sido víctima de algo es Wado de Pedro, por la historia familiar trágica que todos conocemos. Wado es el ejemplo de cómo la dictadura militar le ha jodido la vida a generaciones de argentinos con consecuencias todavía visibles. Y sin embargo, si él fuera el candidato, sería bueno que quienes lo elijan, lo hagan independientemente de esa condición, porque ser víctima no lo va a hacer mejor gobernante. Aunque resulte una obviedad hay que decirlo: su eventual gobierno dependerá de su capacidad y no de lo que padeció.    

Para finalizar, si el acto tuvo una única convocante, también tuvo un único excluido: el presidente.

Asumiendo cada vez más un perfil meramente protocolar, el presidente no gobierna, pero da entrevistas. No mucho más que eso. En todo caso anotará como una victoria propia si el internismo y algún ego desbocado obliga a unas PASO en el oficialismo. Con todo, como ya hemos dicho aquí: si hay algún tipo de acuerdo entre kirchnerismo y massismo, como parecería que va a haber, difícil que haya una PASO en el oficialismo.

Aunque no lo podrá decir públicamente, en todo caso, el gran triunfo del presidente es haber logrado que el dedo de CFK ya no alcance para ungir presidentes. Sin embargo, probablemente sí alcance para ungir candidatos irresistibles dentro del Frente.

Y hablando de resistencias, con algunos espacios dentro del oficialismo, a saber, movimiento Evita, CGT, algunos gobernadores, etc., sucede algo curioso: se pasan 3 años y medio tratando de esmerilar a CFK hasta que ven las encuestas y vuelven cansados a casa. Desde el 2013, al menos, vienen haciendo eso. Alguna vez les resultará porque ni CFK ni el kirchnerismo son eternos, pero hasta ahora han fracasado y solo reivindican la unidad cuando de armar listas competitivas se trata. Con el albertismo, que nunca existió, seguramente esté pasando algo similar, y de hecho ya se ve a algunos de los pocos que todavía se mantienen cerca del presidente, pegar el salto.    

La mesa política que el kirchnerismo y el massismo le reclamaban al presidente, parece que ya no será necesaria porque entre los primeros tomarán las decisiones, le guste o no a un presidente que aspira a que una lectura benevolente lo recuerde como un presidente que tuvo mala suerte.

En las próximas semanas sabremos por fin cuáles serán las fórmulas y comenzará una etapa en la que sin un presidente que busque la reelección, todos los candidatos serán opositores, incluso hasta el propio Massa, el actual administrador del gobierno. El hecho de que haya un 10% de inflación mensual en alimentos, obliga a que, independientemente de la generación a la que pertenezcan, nos digan rápido qué piensan hacer.    

miércoles, 24 de mayo de 2023

¿Un Papa relativista y poscristiano? (publicado el 19/5/23 en www.theobjective.com)

 

Probablemente impulsado por el documental de Jordi Evolé, titulado “Amén. Francisco responde”, la figura y el pensamiento del Papa han sido objeto de entrevistas y columnas de opinión en distintos medios españoles en las últimas semanas. Sin ir más lejos, algunos días atrás, Miguel Ángel Quintana Paz realizaba una extensa e interesante entrevista al filósofo italiano Diego Fusaro para The Objective https://theobjective.com/cultura/2023-05-11/diego-fusaro-papa-francisco-catolicismo/ donde abundan definiciones, al menos, controversiales sobre las cuales me gustaría realizar algunas precisiones.

Para Fusaro, a diferencia de la iglesia de Ratzinger, la de Francisco es una iglesia “relativista y posmoderna” que incurre en un “ateísmo líquido” que descree de la Verdad y es indiferente al problema de Dios. Sí, así como lo acaba de leer.

Pero no contento con esto, agrega: “A mi juicio, el buen cristiano en la nueva iglesia liberal progresista de Bergoglio es el buen consumidor. La de Bergoglio y la nueva iglesia liberal progresista es una fe de bajo coste. Para ser un buen cristiano debes creer en la globalización capitalista, debes estar en contra del soberanismo y del populismo, debes estar a favor de los puertos abiertos a la inmigración masiva”.

Fusaro, quien se reivindica hegeliano, indica además que esta “iglesia poscristiana bergogliana” converge con la “izquierda neoliberal fucsia” (woke) y que, para oponerse realmente al capitalismo, Francisco debería valorar el populismo. Por último, el filósofo italiano, quien posee textos donde demuestra lecturas más agudas, concluye que el papado de Francisco está llevando a la Iglesia a su destrucción: Bergoglio quiere hacer una perestroika de la Iglesia, abrirla al mundo, hacerla progresar, pero haciéndolo así la destruye como Gorbachov hizo con el comunismo”.

La crítica que realiza Fusaro es bastante curiosa porque, en general, a Francisco se lo suele identificar con la descripción exactamente contraria a la que realiza el filósofo italiano. Por un lado, especialmente a partir del documental, hay quienes lo acusaban de ser un conservador por no “abrirse” al aborto, a las nuevas teorías de género y al nuevo porno autogestionado de Onlyfans, lo cual prácticamente significa exigirle al Papa que deje de ser católico. Por otro lado, y esta es la crítica más común y más interesante, especialmente desde sectores liberales, se acusa a Francisco de ser una suerte de Papa populista e incluso marxista.  

De aquí que llame la atención la lectura de Fusaro, no tanto por su carácter controversial sino porque cuesta encontrar en las encíclicas y en las intervenciones públicas fundamento para la misma. A manera de hipótesis, es probable que Fusaro desacuerde con la mirada que Francisco expresa en la encíclica Fratelli tutti a propósito de la cuestión migratoria y que de allí interprete a Francisco en clave “liberal-globalista”… No lo sabemos, pero en todo caso es una buena excusa para repasar algunos aspectos del punto de vista Francisco.   

De hecho, el eje central de la encíclica mencionada es, justamente, que lo que él llama “la cultura del descarte”, se basa en el individualismo relativista que es la matriz cultural del neoliberalismo. Pero no solo eso: Francisco denuncia que la idea de “abrirse al mundo” ha sido cooptada por la globalización económica que entiende el flujo de personas como el flujo de mercancías y que, lejos de ser respetuosa de las diferencias, ha llegado para homogeneizarlo todo.

En relación al populismo, Francisco critica al globalismo que usa el término “populismo” en sentido peyorativo, pero al mismo tiempo se distingue de la lectura que hace Ernesto Laclau. Es que para este filósofo argentino referente de la izquierda lacananiana, el pueblo es una construcción que se origina a partir de un conjunto heterogéneo de demandas insatisfechas frente a un otro que aparece como “el poder”. Para Francisco, en cambio, “Pueblo no es una categoría lógica (…) Es una categoría mítica (…). La palabra pueblo tiene algo más que no se puede explicar de manera lógica. Ser parte de un pueblo es formar parte de una identidad común, hecha de lazos sociales y culturales”.  

Sin embargo, la propuesta del Papa no es la de un pueblo cerrado sino la de un pueblo abierto, vivo y dinámico que pueda incorporar lo diferente. Este pueblo, a su vez, es el pueblo trabajador, noción que echa por tierra otra de las críticas que se le suelen endilgar a Francisco en el sentido de impulsar una iglesia “pobrista” de la dádiva y la ayuda social. Incluso en el parágrafo 162 de esta encíclica indica explícitamente que la ayuda estatal y el asistencialismo hacia los pobres debe ser siempre provisorio.

Con todo, el concepto clave y que Francisco retoma de la doctrina social cuyas referencias obligadas son Rerum Novarum de 1891 y Quadragessimo anno de 1931, es el de la función social de la propiedad, por cierto, uno de los ejes de la Constitución “peronista” del año 1949 en Argentina. Que la propiedad tenga una función social que está por encima del derecho individual se basa en lo que se conoce como “el destino universal de los bienes”, esto es, la idea de que los bienes de la creación han sido otorgados a la humanidad en su conjunto. Por ejemplo, en el parágrafo 120 Francisco afirma: “Vuelvo a hacer mías (…) unas palabras de san Juan Pablo II (…): ‘Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes (…)’. En esta línea recuerdo que ‘la tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada’. El principio del uso común de los bienes creados para todos es el ‘primer principio de todo el ordenamiento ético-social’, es un derecho natural, originario y prioritario. (…) El derecho a la propiedad privada sólo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados”.

La novedad, si se lo puede llamar así, que ofrece Francisco en este caso, es la aplicación de este concepto para fundamentar el derecho que tienen los migrantes a ser acogidos en condiciones dignas. ¿Se sigue de todo lo dicho hasta aquí que este sea un Papa relativista, globalista y funcional al progresismo individualista?

Por si hiciera falta, en el parágrafo 13, a propósito de las políticas identitarias que Fusaro llamará “progresismo fucsia”, para Francisco no serían más que otra forma de fragmentación funcional al consumismo y contraria a la noción mítica de pueblo: “se alienta también una pérdida del sentido de la historia que disgrega todavía más. Se advierte la penetración cultural de una especie de ‘deconstruccionismo’, donde la libertad humana pretende construirlo todo desde cero. Deja en pie únicamente la necesidad de consumir sin límites y la acentuación de muchas formas de individualismo sin contenidos”.

En síntesis, podemos acordar o no con la perspectiva que Francisco ha adoptado para su papado e incluso podemos, y debemos, abrir el juego a profundísimas discusiones que van desde lo estrictamente teológico a lo político. Pero la formación de Bergoglio/Francisco y la tradición de la cual abreva, son lo suficientemente robustas como para quitarle fundamento a algunas singulares interpretaciones.  

 

 

sábado, 20 de mayo de 2023

Comprensión de texto (editorial del 20/5/23 en No estoy solo)

 

“La gente tiene comprensión de texto”, afirmó CFK en la entrevista que brindara a Duro de Domar a propósito de la enésima aclaración respecto a su decisión de no candidatearse. Los que no parecen tener comprensión de texto son muchos dirigentes y periodistas, algunos de los cuales han hecho burdas operaciones de prensa en torno a su eventual postulación.

En todo caso, y más allá de que el próximo 25 de mayo una plaza entera recitará “la letanía” de “Cristina presidenta”, el nombre de CFK no estará en las boletas, lo cual es, para el FdT, un problema.

Es que, aunque se ha dicho hasta el hartazgo, CFK es la candidata que más votos tiene en la Argentina. Sin embargo, también tiene una imagen negativa que casi con seguridad le impediría ganar un balotaje. “Piso alto y techo bajo”, para decirlo con la terminología de encuesta.  

Naturalmente, como parte de la disputa por el sentido del presente y de la historia, se discutirán las razones por las que CFK decide no ser candidata. Ella ha sido oscilante y lo que primero apareció como una decisión personal, luego comenzó a mezclarse con una supuesta imposición externa, lo cual es siempre una salida más elegante: la proscripción.

Pero digámoslo de esta manera: ¿Hay sectores del poder que la quisieran proscribir? Sí. ¿Es posible una eventual proscripción en el futuro? Sí. ¿Esta proscripta? No. Esto es un dato. En todo caso, luego podemos especular, pero esta es la foto de hoy: si ella quiere, se presenta.

Claro está, asumir que una de las razones por las que no se presenta es que electoralmente es casi una garantía de derrota en segunda vuelta, parece ofensivo para sus seguidores. Sin embargo, no debería serlo, especialmente si asumimos que es falso que los pueblos nunca se equivocan. Entonces, si hacemos el ejercicio de no tomar como una afrenta personal el dato de que CFK no es una carta ganadora para las elecciones, independientemente de si nos gusta más o menos, será posible un análisis más racional.

De hecho, hay muchas variables que pueden entrar en juego, pero de fondo la cuenta no es tan compleja: CFK perdió en 2017 contra Esteban Bullrich una legislativa en la provincia de Buenos Aires; luego, en 2019, como también indicara en la entrevista, frente a sectores del peronismo que le habían dado la espalda (Alberto-randazzismo, massimo, CGT, movimientos sociales, algunos gobernadores), y frente a la evidencia de que “con ella sola no alcanza”, debe ceder la cabeza de la fórmula para ganar. Tras cuatro años de un mal gobierno donde ella tuvo un grado de responsabilidad, no solo por ser quien ungió al presidente sino por ocupar el rol de vicepresidente y tener gente “propia” en toda la administración, ¿es posible pensar que puede ganar? Una vez más: que nadie se ofenda. No es contra ella. De hecho, todos los números avalan que durante los más de 12 años de kirchnerismo se vivió infinitamente mejor que lo que se vive ahora, lo cual explica que más de una generación se sienta profundamente identificada con el proceso kirchnerista. Nadie duda que, CFK dixit, “no éramos Disneylandia” con una inflación del 25%, restricciones externas, etc… pero vamos… cualquiera que se permita hablar sin espuma en la boca reconocerá esto, desde los que se llaman Juan Domingo, Néstor y Eva, hasta el gorila más recalcitrante. Se vivía mejor y vivieron mejor todos. Son datos. Ahora bien, ¿esto alcanza para ganar hoy? No.   

Es natural que ni ella ni nadie del espacio acepten esto. Si yo estuviera en su lugar, tampoco lo aceptaría. Pero además, y en este punto sí entro en un terreno de especulación o, en todo caso, en un elemento que creo inferir de sus acciones y sus discursos pero del cual no hay plena certeza, creo que hay un segundo conjunto de razones para la toma de esta decisión: CFK está cansada y asumir un eventual nuevo mandato supone un desgaste fenomenal. Una vez más, aun quienes más la detestan deberían aceptar que esta mujer ha pasado por todo y hoy cuenta con 70 años.

Mientras se escuchan comunicadores que dicen “ella ya no decide, es el pueblo el que la ha puesto ahí”, o cosas por el estilo, uno no puede dejar de imaginarse a CFK diciendo “¿por qué no se van a la mierda? ¿Quiénes son ustedes para decirme a mí en qué lugar me pone el pueblo?” Este desgaste probablemente esté acompañado de una profunda desazón, ya no con el ciudadano de a pie, sino con los propios dirigentes. Con esto quiero decir que, seguramente, salvo contadas excepciones, CFK sabe que el operativo clamor lanzado por muchos de ellos tiene que ver con el modo en que éstos se beneficiarían colgados de la boleta de CFK y no con convicciones profundas o respeto por su liderazgo. De hecho, muchos de estos dirigentes no solo forman parte de un kirchnerismo mágico, sino de una variante de “cristinismo no cristinista” o “cristinismo imaginario” que construye una CFK distinta a la que es en realidad: más progresista que peronista, más ideologizada que pragmática. Dicen obedecer a alguien al que no escuchan ni quieren entender. Son los que dicen que ella es la mejor, pero quieren que ella se parezca a ellos; son los obsecuentes de una CFK imaginaria creada a imagen y semejanza de las taras ideológicas de sus constructores.    

Entonces ahora se milita la épica de un 17 de octubre que llega como farsa de redes sociales, cuando lo cierto es que la amenaza del “Si la tocan a CFK, qué quilombo se va a armar”, quedó en la playlist de Twitter. Porque le tiraron piedras al despacho y la condenaron, y no se armó ningún quilombo; porque le gatillaron dos veces en la cabeza y no prendieron fuego ni un tacho de basura. Entonces, ¿por qué CFK debería volver a poner el cuerpo? Que alguien se dedique a la militancia política toda la vida y que entienda que primero está la patria, luego el movimiento, etc., no hace que su dimensión personal desaparezca.

Las referencias a “tomen el bastón de mariscal”, “yo ya di todo”, o el llamado al “empoderamiento” de algunos años atrás, van en esa línea. Nadie la obligó a ser presidenta, pero estar en ese lugar supone enormes costos a nivel personal, imagino, y no se puede dejar de lado ese aspecto en el análisis.

Para cerrar, entonces, entiendo que la conjunción entre el cálculo electoral y el hastío personal ante los ataques de los adversarios y una dirigencia propia que no ha estado a la altura de lo que está en juego, son las principales razones por las que CFK ha tomado la decisión de no ser candidata. Es más, considero que ya en 2015 ella había tomado la decisión de no ocupar cargos, pero la necesidad de sostener Unidad ciudadana en 2017 y convencer al núcleo duro para que en 2019 vote a Alberto Fernández, la llevaron a poner entre paréntesis su decisión original. Si las circunstancias hacen que en un futuro ella considere que es necesario volver a jugar, es imposible saberlo. Con todo, haciendo comprensión de texto (y de contexto), parece difícil.          

sábado, 13 de mayo de 2023

El clamor popular (editorial del 13/5/23 en No estoy solo)

 

A veinte años del comienzo del kirchnerismo, una pretendida revolución cultural depende de un apellido. El operativo clamor es el operativo propiciado más por los dirigentes que se beneficiarían con los votos de CFK que por el pueblo en las calles. Entonces el candidato no es el proyecto; el proyecto es ella. Incluso, intuyo, a pesar de ella. Quizás, entonces, habría que decir: el proyecto de quienes se benefician con ella, es ella.

En la calle se toma Fanta y se vota a Horacio. Se toman fantas chiquitas, individuales, porque las de 2 litros son para compartir y en la calle se anda solo. Las aglomeraciones se producen en recitales, mundiales de fútbol o para quejarse. No se moviliza en favor de nada que huela a política. La gente quiere circular. No está del todo mal, por cierto.  

La política reducida a “política electoral” deviene una ingeniería de expertos, operadores y punteros. Se trata de cómo comunicar, dice el asesor. Tiktok, avatares y convencer a Anamá Ferreyra. El dispositivo es democrático y hace ver a todos igualmente ridículos. Ya no se hace política para transformar sino para “estar adentro”; las reformas y la revolución pueden esperar a nuestra próxima especulación: que se desdoble para que no se rompa.

La Corte provoca cumpliendo su sueño húmedo de gobernar sin votos (no tendremos sangre azul, pero sometemos al resto de los poderes sin pagar Ganancias); las acciones de candidatos a gobernador y vice que anteponen sus ambiciones personales a lo indicado en sus constituciones provinciales, se lo dejan servido en bandeja.

El presidente comenta la realidad en cadena nacional para darle volumen a una voz impotente y consumar una vez más la distancia con la sociedad. Ofrece así un titular a los portales por unas horas. A nadie le importa, por cierto, pero confirma que la movilización popular espontánea es sustituida por la indignación espasmódica en las redes, incluso por parte de quienes han sido elegidos para hacer algo. La épica y la ética reemplazadas por la estética. Gobernar “como si”.

El presidente cede. No importa cuando leas esto ni referido a qué. Ahora dicen que podría ceder y aceptar que no haya una interna en el Frente, esto es, que haya un candidato de consenso. Electoralmente parece lo más razonable, pero echa por tierra toda la perorata discursiva de las PASO como herramienta republicana de participación, etc. Entonces mejor decir: hay que evitar las designaciones a dedo salvo que el dedo me designe a mí; hay que evitar las designaciones a dedo salvo que en la negociación del designado me incluyan a mí.

Los que se autoperciben herederos de Perón tiene una única respuesta para todo: “Más Estado”. De tan pop y andywarholeada, la nueva versión de Perón es una caricatura de Perón. Y la peor derrota cultural es que asumamos como propia la caricatura que el adversario hace de nosotros. Signo de los tiempos: se cita más de lo que se lee; se pretende gobernar con frases de sobrecitos de azúcar memeables para Instagram.

Pero a veces es necesario el Estado y a veces no. No lo digo yo, sino Perón. Y cuando el Estado se mete donde no debe meterse, jode. De hecho, el lado B de legisladores que legislan con bondad pero completamente alejados de la realidad, son leyes ideales que de tan ideales no se pueden cumplir. En el mientras tanto, la economía argentina, que al fin de cuentas es la gente, apela cada vez más a la informalidad. Frente a ello, el discurso oficial es el de la acusación: la culpa es de los propietarios, de los que viajan, de los que trabajan para el exterior por un sueldo en dólares paupérrimo según los estándares internacionales. La patria es (que la culpa la tiene) el otro. ¿Y luego se preguntan por qué el discurso de Milei penetra en los jóvenes?  

A propósito, y hablando de derrotas culturales: atacar a Milei por la torpeza con la que se embarca en masturbaciones conceptuales acerca de ventas de órganos, etc; o algo más grave y muy poco acorde a los tiempos de deconstrucción obligatoria: atacar a Milei por su modelo de familia, su presunta falta de pareja, el vínculo con la hermana, sus perros. ¿Acaso no hay buenos argumentos para disputar sentido con alguien que pretende dolarizar, quemar el BCRA, privatizar las calles o repartir armas y vouchers? Parece que no. A Milei entonces habría que descartarlo por razones personales y no por su ideario. Podemos permitir que cualquiera venga a dolarizar pero, por favor: nada de estar enamorado de la hermana.  

Milei fue creado para que el macrismo parezca de centro; el troskokirchnerismo fue creado para que Massa parezca de izquierda. El punto es que el macrismo sabe que no es de centro, Massa sabe que no es de izquierda, pero el troskokirchnerismo se asumió como tal y está cómodo en su rol testimonial. La política nacional como asamblea universitaria; y algo peor: la política nacional con discursos para seducir a una asamblea universitaria.   

Terminemos como empezamos: a 20 años del kirchnerismo la sociedad no ha devenido ultraliberal ni fascista. Solo ha observado que hace más de 10 años que vive cada día un poco peor. Con más o menos Estado, pero siempre un poco peor. Ese es un dato como también es un dato que en la calle se toma Fanta, que las únicas burbujas no son las del algoritmo y que el único clamor popular es el que les pide que, alguna vez, vayan al supermercado. 

 

 

 

jueves, 4 de mayo de 2023

ChatGPT y las hojas verdes en verano (publicado el 2/5/23 en www.theobjective.com)

 

Desde hace algunas semanas, el debate público alrededor del ChatGPT y la Inteligencia Artificial (IA) ha ofrecido desde posturas apologistas que anuncian la llegada del mundo poshumano donde todo límite será desafiado, hasta aquellos que, como el intelectual de moda, Yuval Noah Harari, consideran que la humanidad tiene pocas chances de sobrevivir. En el medio están quienes focalizan en los desafíos sociales que la IA plantea, por ejemplo, en torno al mundo laboral; o las personalidades que han indicado a través de una carta la necesidad de, al menos, retrasar un semestre los avances, no sabemos bien para qué.

El tiempo dirá quién estaba en lo cierto, pero uno de los aspectos en los que no se ha focalizado demasiado es en la reflexión filosófica acerca de la IA, en tanto una de sus posibles utilidades es la de avanzar, quizás de manera decisiva, hacia un mundo en el que sea completamente indistinguible la verdad de la falsedad. De hecho, el gran disparador de la discusión fue la fotografía que circuló hace algunas semanas, y que todos hemos visto, en la que el Papa Francisco aparece con una chaqueta blanca digna de un rapero del Bronx. No había técnicamente posibilidad alguna de determinar que se trataba de una foto trucada. Solo lo inverosímil de un Papa vestido así nos permitía sospechar. Con todo, si bien este debate se universalizó a partir de la masividad del ChatGPT, lo cierto es que ya veníamos siendo advertidos de lo que este tipo de tecnologías puede hacer. Así, por ejemplo, se han viralizado parodias en las que se pone en boca de políticos cosas que no han dicho; o se manipula material pornográfico reemplazando el rostro de las actrices originales por actrices famosas, con todo el daño que eso supone para la damnificada. Si con algo de atención todavía es posible detectar estos trucos, es de imaginar que en breve ya no podamos hacerlo.   

Pero si pretendemos ser más precisos, cabe decir que este debate acerca de una de las posibilidades que brinda la IA, se da en el marco de la proliferación de fake news, desinformación y teorías de la conspiración, esto es, todos elementos que muestran que lo que consideramos “la Verdad” y “la Realidad” ya venía atravesando una de sus más profundas crisis.

Sin ir más lejos, el filósofo Byung-Chul Han advierte en su libro Infocracia, que una de las características de este tiempo es que la información circula completamente desconectada de la realidad, lo cual hace que, al mismo tiempo, desaparezca el mundo común y con él la posibilidad de una sociedad democrática. Efectivamente, si nuestros enunciados ya no refieren a una realidad común, la idea misma de lo público se desvanece y ya no hay debate ni interacción significativa posible. Los diálogos serían así solo aparentes pues cada uno de los interlocutores referiría al mundo propio o, en el mejor de los casos, al mundo de su tribu.

Byung-Chul Han agrega que ni siquiera se trata de un mundo de mentirosos porque los mentirosos, en cada mentira, suponen la existencia de una verdad. Él pone el ejemplo de Trump quien no diría la verdad, pero tampoco mentiría simplemente porque los hechos le resultan indiferentes.   

El psicoanalista argentino y asesor de PODEMOS, Jorge Alemán, va en esa misma línea cuando en su libro Ideología indica: “(…)  Lo propio del capitalismo no es solo generar falsedades sino también abolir en cada sujeto la experiencia de la verdad, al ser difundidas informaciones y datos, supuestamente transparentes, de manera proliferante, para que los sujetos naturalicen la manipulación (…) La función de esos agentes de la derecha extrema es que la verdad desaparezca”.

Sin embargo, claro está, habría que indicar que no se trata simplemente de acciones de “la derecha”. De hecho, es la nueva izquierda heredera de la Escuela de Frankfurt la que, interpretando libremente algunas particulares concepciones del lenguaje, ha impulsado cambios culturales y políticas públicas basándose en que no existe algo así como la “Verdad”, y que lo que entendemos por tal es una construcción social impuesta por el poder económico, el imperialismo, el hombre blanco, el heteropatriarcado, etc.   

Si la realidad es una construcción, deducen, no hay nada allá afuera para objetivamente poder determinar si los enunciados son o no verdaderos. Sin embargo, claro está, estas nuevas corrientes no abandonan el concepto de “Verdad” sino que lo trasladan al ámbito subjetivo para escándalo incluso de la izquierda clásica.

Hay quienes afirman que quien mejor lo ha definido es el humorista Stephen Colbert allá por 2005, a través de un concepto intraducible al castellano, truthiness, esto es, la idea de que algo es verdadero porque así lo creemos.

Así, hay dos opciones: o bien la verdad deviene una solidaridad tribal, en el sentido de que es verdad lo que cree el de mi grupo porque lo que lo hace verdad no es la realidad, sino el hecho de que es creído por el de mi grupo; o bien la verdad deviene estrictamente individual y se afirma que es verdad porque así lo creo yo y porque mi autopercepción es incuestionable y debe ser aceptada por todos.

Para finalizar, entonces, no es menor la existencia de una tecnología que, en uno de sus múltiples usos, pueda dificultar la distinción entre la verdadero y lo falso. Sin embargo, lo más preocupante es el clima cultural que brinda las condiciones de posibilidad para que esa tecnología surja. En otras palabras, la destrucción de una realidad objetiva había comenzado mucho antes y el hecho de que hoy se nos invite a abrazar el relativismo donde hay tantas verdades y realidades como tribus o individuos, es una simple demostración de ello.

En este escenario, cualquier comentario está de más cuando contamos con el famoso pasaje de Herejes de Chesterton, quien ya en 1905 afirmaba: “La gran marcha de la destrucción mental proseguirá. Todo será negado. Todo se convertirá en credo. (…) Se encenderán fuegos para testificar que dos y dos son cuatro. Se blandirán espadas para demostrar que las hojas son verdes en verano”.

  

Cuando la realidad duele (publicado el 27/4/23 en www.disidentia.com)

 

El género musical surcoreano conocido como “K-pop” posee un éxito que claramente ha trascendido las fronteras del país asiático y se ha transformado en un instrumento de transmisión de su cultura. Sin embargo, desde hace algunos años viene siendo noticia por la enorme cantidad de artistas jóvenes que deciden quitarse la vida en lo que pareciera ser el pico de sus carreras.

El último caso fue el de Moonbin pero a este se pueden sumar los de Lee Seo Hyun, Ahn So Jin, Goo Hara y Sulli, ejemplos en los que se ha confirmado el suicidio como consecuencia de profundas depresiones. Asimismo, llama la atención otra importante cantidad de casos donde los artistas de este género musical han muerto en situaciones confusas, accidentes de tránsito y hasta estampidas humanas.

En todos los ejemplos opera el lado B del dinero, la fama, los amantes y los millones de seguidores. Me refiero, claro está, a las presiones insoportables de la industria del entretenimiento surcoreano lo cual implica contratos leoninos, entrenamientos extenuantes, giras interminables y una constante exposición en redes sociales.

Si bien insólitamente algunos medios de comunicación hablan de una suerte de “maldición”, lo cierto es que las razones expuestas parecen suficientes como para dar cuenta del fenómeno, al menos en parte. Ahora bien, la pregunta sería: ¿es justo restringir el análisis al mundo del K-pop coreano o es que, más allá de las particularidades, estamos frente a un escenario que, en mayor o medida, se replica en buena parte del mundo y va mucho más allá de famosos e influencers?

Para avanzar en una respuesta a este interrogante, tomemos el libro La transformación de la mente moderna, donde el psicólogo social Jonathan Haidt y el abogado Greg Lukianoff, ofrecen datos e hipótesis para comprender, entre otras cosas, el aumento exponencial de los suicidios y las autolesiones en adolescentes estadounidenses.

Según su punto de vista, entre 2007 y 2012 la vida social de los adolescentes en Estados Unidos cambió radicalmente. No se trató solo de que los padres cedieran y dieran vía libre al uso del celular por parte de sus hijos; la clave estuvo más bien en una innovación técnica: la aparición a nivel masivo de los smartphones y las app que les permitieron a los adolescentes acceder a redes sociales de manera constante. Y como todos sabemos, un acceso 24 X 7 es también una exposición 24 X 7.

Para los autores, hay una clara relación de causalidad entre el uso de estos dispositivos con acceso libre a redes sociales y los cuadros de ansiedad y depresión en adolescentes que, eventualmente, pueden derivar en intentos de suicidio. De hecho, allí se ofrecen los resultados de investigaciones que dan cuenta del aumento drástico de estos padecimientos al tiempo que se fortalece el paradigma de “jóvenes sensibles” excesivamente protegidos e infantilizados siempre dispuestos a ofenderse.

Mientras la palabra de moda es “inclusión”, Haidt y Lukianoff también recogen estudios realizados entre los años 2010 y 2015 donde el porcentaje de adolescentes que dijeron sentirse excluidos subió del 21 al 27%, en el caso de los varones, y del 27 al 40% en el caso de las mujeres. La diferencia entre mujeres y varones en este punto obedecería a que ellas usan más redes sociales, pero, sobre todo, a que la irrupción de la cultura “selfie” y la posibilidad de retocar las fotos mediante “filtros” ha disparado los ya de por sí exigentes cánones de belleza a los que estaban expuestas.

De hecho, ya en el año 2017 podíamos encontrar el particular fenómeno del auge de cirugías estéticas entre mujeres adolescentes con la intención de parecerse a la imagen que los filtros ofrecían de ellas: sin arrugas, con ojos más grandes, labios voluminosos y narices pequeñas. Parecernos a lo que los filtros han hecho de nosotros. Esa es la cuestión.

A propósito, recordaba un cuento de James Ballard que alguna vemos mencionamos en este espacio y que, a pesar de ser publicado en 1977, posee gran actualidad, máxime si se lo lee tomando en cuenta el escenario pospandémico.

El título es “La unidad de cuidados intensivos”, y describe la situación de una familia tipo, marido, mujer y dos hijos pequeños que viven en una sociedad donde no hay contactos físicos y donde todo vínculo se realiza a través de pantallas. La pareja se conoció a través de ellas; se casaron sin verse personalmente gracias a una ceremonia virtual; tuvieron hijos por inseminación artificial porque el amor se hacía a distancia, y criaron a sus hijos gracias los televisores y las cámaras que los filmaban constantemente. Incluso el protagonista, en su carácter de cirujano, trabajaba por medio de los televisores pues el avance de la tecnología permitía operar sin entrar en contacto físico con el paciente.

En un pasaje significativo, el cirujano recuerda: “De niño, me criaron en la guardería del hospital y, en consecuencia, me protegieron de todos los peligros psicológicos de una vida familiar con intimidad física (…). Pero lejos de estar aislado, estaba rodeado de compañeros. En la televisión, yo nunca estaba solo”.

La cuestión de la protección atraviesa todo el texto dado que la interacción física aparece como un peligro y, como les decía, de tan actual, la idea genera escalofrío. Pero hay más: el propio texto hace hincapié en el factor estético como uno de los detonantes de la trama. Naturalmente Ballard no hablará de “filtros” como los de Instagram, pero menciona que gracias al “maquillaje” que ofrecía la pantalla, todos los seres humanos se veían de 22 años independientemente de la edad real que tuvieran. Esto había propiciado que se hubieran desterrado “para siempre las crueles divisiones cronológicas”.   

Con esos elementos de fondo, la trama avanza cuando el protagonista tiene la mala idea de romper la armonía de una vida a través de pantallas, viola la ley y propicia un encuentro en persona, primero con su esposa, y luego con sus hijos.

El resultado no puede ser peor: en el encuentro con su esposa ni siquiera logran reconocerse en un principio dada la diferencia entre el aspecto que ambos tenían frente a las cámaras y la vida real; pero una vez conscientes de que estaban frente a frente, la sensación fue de horror y ambos se dieron media vuelta y escaparon. Lo que ocurrió en el segundo encuentro, esta vez con sus hijos, es el fin del cuento y supone una escena de violencia inusitada en la que participan los miembros de la familia agrediéndose físicamente todos contra todos. La interpretación acerca de las razones por las que se da este desenlace permanecen abiertas, pero es evidente que “el mundo ficcional” que ofrecen las pantallas no pudo tolerar el dolor de enfrentarse a una realidad sin filtros ni burbujas de protección.

De todo esto se sigue que, si bien lo ocurrido en el mundo del K-pop coreano obedece a la coyuntura particular de un tipo de cultura y el modo en que se desarrolla el negocio del entretenimiento, las bases que sustentan este fenómeno del aumento exponencial de depresión y ansiedad en adolescentes y jóvenes, está presente en todo Occidente.

Son innumerables los elementos que entran en juego al momento de exponerse en redes sociales y es natural que, especialmente los jóvenes, tengan dificultades para enfrentar todo lo que allí se produce. Sin embargo, y esto abarca no solo lo estético, puede que estemos ya inmersos en la profecía ballardiana.

De aquí que esa distancia que se da entre el mundo real y el mundo ideal de la protección, las burbujas y los artificios, genere, en buena parte de una generación de cristal, negación, fastidio y violencia. En algunos casos, esa violencia se puede dirigir hacia afuera. En otros, esa violencia acaba direccionándose hacia nosotros mismos.