sábado, 30 de mayo de 2020

Censurados (en nombre de la libertad) [editorial del 30/5/20 en No estoy solo]

Episodio 1: el último sábado entrevisté al ex vicegobernador de la Provincia de Buenos Aires, Gabriel Mariotto. Hizo declaraciones fuertes y la nota fue levantada por los principales medios de este país, entre ellos el portal INFOBAE y los diarios Clarín y La Nación. Incluso el diario ABC de España, a través de una corresponsal militante, se hizo eco de la nota. Días después, varios editorialistas dedicaron sus espacios de radio y televisión para comentar las supuestas declaraciones de Mariotto. Digo “supuestas” porque la mayoría de los medios reprodujo el recorte de la nota radial que había realizado el primer medio importante que levantó la nota. No usaré este espacio para hacer una exégesis de las palabras de Mariotto pero claramente hubo una tergiversación. Se presentó a Mariotto como formando parte del gobierno y como protagonista de una estrategia gubernamental por la cual se eligió a un moderado para engañar al electorado y luego dar rienda suelta al “verdadero peronismo” que vendría a estatizar los servicios públicos y el comercio exterior cuando él simplemente dijo que eso era lo que le gustaría aunque lamentablemente, en el gobierno, no había lugar para el debate. Es decir, lo que era una crítica al gobierno se expuso como un plan del gobierno y para reinstalar la idea de la coexistencia, cada vez más en tensión, entre un ala dura y un ala moderada dentro del Frente.
Episodio 2: el humorista Dady Brieva, quien no se caracteriza por las declaraciones solemnes, fue titular de cuanto medio exista en la Argentina por haber afirmado, supuestamente, “Tenemos que ser Venezuela”, “Seamos Venezuela”, etc. Quizás Brieva quiere que seamos Venezuela pero no dijo eso, al menos según lo entiendo yo. El sentido de su intervención fue que dado que cualquier intento de avanzar en una política de transformación del statu quo provoca que la oposición acuse al oficialismo de seguir el modelo de Chávez y Maduro, pues entonces “seamos Venezuela”. Es decir, si por apenas hacer algunas pequeñas modificaciones nos acusan de radicalizados, entonces seamos radicalizados y vayamos por las transformaciones. Total nos dicen radicalizados aunque no lo seamos. Una vez más, se toma a alguien que no forma parte del gobierno como portavoz del mismo cuando en realidad está criticando al gobierno, al igual que lo hizo Mariotto, por ser demasiado moderado; y, una vez más, se intenta azuzar la disputa interna entre un ala dura y un ala blanda en el gobierno.
Episodio 3: a principio de la semana, el canal TN exponía imágenes que presuntamente correspondían a una protesta en Villa Azul. Horas más tarde, los intendentes de Avellaneda y Quilmes, Jorge Ferraresi y Mayra Mendoza, denunciaban que esas imágenes correspondían a protestas en Chile. Tenían razón y el medio tuvo que pedir disculpas; días más tarde varios medios hacen circular un supuesto video de Milagro Sala bailando en una fiesta en plena cuarentena. Todos se indignan. A las horas alguien advierte que se observa un arbolito de navidad en el video. Pues claro, correspondía a la fiesta del año nuevo. Uno de los periodistas que había difundido el video y había obtenido más de 1800 RT hasta este momento, finalmente aclaró que se había equivocado y que el video no correspondía a la cuarentena. Este segundo mensaje no llegó a los 50 RT. 1800 contra 50. El trabajo estaba hecho. “Que la verdad no disminuya tu indignación”, podría ser uno de los nuevos apotegmas del periodismo. Nadie censuró nada y hasta pidieron disculpas. Y sin embargo fueron más los que se enteraron y se quedaron con la mentira que con la verdad.    
Episodio 4: un día después de una marcha libertaria anticuarentena que reunió unas 200 personas en Plaza de Mayo, C5N publica que el economista libertario que se pasea por cuanto canal de TV exista, Javier Milei, cobró ayuda del Estado. En realidad la cobró porque su empleador la pidió pero a nadie le importó. Lo que se intentó mostrar es una doble moral del economista al que diariamente vemos realizar sus performances antiestatistas. Como si no pudiéramos rebatir con argumentos teóricos sus tesis perimidas y los desastres que generó en nuestro país cada intento de aplicar las políticas que Milei defiende. ¿Hacía falta intentar desacreditar su persona tal como muchas veces hace el propio Milei cuando habla de “los políticos”? Alguien dirá que se le ha dado un poco de su propia medicina. Pero la verdad es que es una medicina de mierda. Sigo prefiriendo los debates. Si Milei decide no hablar más que sea porque siente que pierde la batalla discursiva. No por una supuesta mancha en su vida personal, mancha que, además, insisto, en este caso a mí no me parece tal.
Episodio 5: el exministro de justicia de Brasil, Sergio Moro, iba a dar una charla en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Cuando la información circuló, hubo una enorme ola de repudios de personalidades de relevancia y hasta de algún funcionario del gobierno nacional. Finalmente los organizadores decidieron dar de baja el encuentro. ¿Saben cuál es mi opinión de Moro? Que ha sido una de las principales espadas del Lawfare en Latinoamérica, que ha utilizado de manera corrupta su rol en la justicia para atacar políticamente a sus adversarios. Lejos de observarlo como alguien que lucha contra la corrupción lo considero parte de un sistema que atenta contra las democracias del continente. Y sin embargo, creo que debería haber podido dar la charla; creo que merece decir lo que cree; también tienen el derecho quienes lo repudian a repudiarlo en los canales correspondientes pero la cancelación de un evento, esto es, la cancelación de la palabra, no es algo que haya que celebrar. Es muy peligroso que haya un grupo social que se erija en tribunal de quiénes pueden y quiénes no pueden hablar. Si se censurara la palabra de figuras del gobierno nacional porque un sector de la población los considera ladrones, autoritarios o lo que fuera, ¿qué pensaríamos? A mí me indignaría. Lo interesante es que las personas que repudiarían a las figuras del gobierno nacional creen tener razones tan potentes como las que yo tengo para repudiar a Moro. Esto muestra que una vez abierta la puerta de la censura por algunas razones se produce una pendiente resbaladiza que rápidamente lleva a que mucha gente se quede sin voz, máxime en tiempos donde nadie escucha argumentos sino la moralidad de los actos personales de quien los emite. Yo no creo que la libertad de expresión ni ningún derecho sean absolutos. Pero tienen razón los liberales cuando afirman que una vez que se justifica una censura comenzarán a justificarse muchísimas censuras más. 
Último episodio: en los momentos en que escribo estas líneas Donald Trump firma un decreto para garantizar la libertad de expresión en Twitter. Esto se relaciona con que la red del pajarito ha blanqueado la existencia de editores capaces de censurar o calificar noticias. En nombre de la lucha contra las fake news, Trump entiende, y entiende bien por cierto, que Twitter aplica un sesgo ideológico en esas ediciones porque solo se censuran y se califican mensajes de algunas cuentas y no de otras; solo se llama la atención sobre opiniones, denuncias falsas, agravios personales e incitación al odio si refiere a personas o grupos que pertenecen a la agenda de la corrección política de Twitter. En cambio, si usted tiene una opinión, una denuncia falsa o incita al odio y a la persecución personal de grupo o persona que esté fuera de la agenda de protección, tiene plena libertad para decir lo que le dé la gana. En este sentido, Trump afirma: si hay editores, entonces Twitter debe responder legalmente como lo haría cualquier medio tradicional sobre todo lo que se escriba allí. Frente a ello Twitter afirma “nosotros no somos un medio”. Probablemente Trump pierda legalmente la querella pero triunfa en la disputa simbólica que expone que las redes sociales no son un espacio de neutralidad. No solo por los algoritmos y las burbujas que generan sino ahora porque directamente tienen editores con una línea ideológica clara. Lo cual no está ni bien ni mal. O quizás esté muy bien pero entonces habrá que responder. Esto de “atacan como partido político pero se defienden con la libertad de expresión” vale entonces para medios tradicionales como para redes sociales.
Con todos estos episodios quise hablar, entonces, del problema de la libertad de expresión en Argentina y en el mundo. Dejé de lado la cuestión teórica porque los dilemas aparecen sobre casos concretos. Entonces, si declares lo que declares un medio tergiversará lo que vos digas, ¿de qué libertad de expresión me están hablando? ¿De la libertad del medio a hacerte decir lo que no dijiste?  ¿Ustedes en lugar de Mariotto y Brieva seguirían hablando o más bien se autocensurarían para evitar la tergiversación? Si por razones políticas, (porque un error que siempre se repite para el mismo lado no es un error), un canal importa imágenes de disturbios de Chile para generar zozobra en nuestro país o miente sobre la actualidad de Milagro Sala; si una red social te dice que es neutral pero te muestra lo que quiere y te bloquea; si las actividades públicas van a depender de la aprobación de personas o grupos que se sientan ofendidos, ¿en qué sentido podemos creer que nos estamos expresando libremente?
Y fíjense que en ninguno de los casos mencionados intervino un gobierno; es más, en el caso de Trump su intervención es a favor de la libertad de expresión. Es decir, la censura hoy pasa menos por los gobiernos que por las empresas (medios tradicionales y/o gigantes tecnológicos) y se enmarca en un clima cultural en el que en nombre de la protección de presuntos ofendidos, antes que un cambio en el modo de actuar, se promueve la hipocresía de un lenguaje para el ámbito público y un lenguaje distinto para el ámbito privado.
Quienes todavía defienden los medios tradicionales como espacios de libertad son ridiculizados en el día a día; y quienes ingenuamente creyeron que la libertad la iban a encontrar en las redes sociales, empiezan a ver cómo explota su burbuja. No solo porque los que controlan estas redes están decididos a censurar sino también porque buena parte del público que las consume son los primeros que, en nombre de la libertad, harán todo lo posible por cercenarla.              
        

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