domingo, 7 de junio de 2020

Ni infectadura ni saludcracia (editorial del 6/6/20 en No estoy solo)


      La semana pasada se generó una polémica en torno a una carta que incluía firmas de miembros del CONICET, políticos, intelectuales y referentes de la cultura claramente opositores al gobierno y, por qué no decirlo, encolumnados en un antiperonismo furioso. Tal denominación no es un juicio de valor sino una descripción. De hecho un antiperonista furioso puede decir cosas atendibles y hasta puede tener razón. Sin embargo, los conceptos vertidos en la carta, salvo algún punto que indicaremos a continuación, desplazan para una próxima ocasión esta posibilidad. De hecho, muchos de los firmantes tuvieron que retroceder cuando se los invitó a debatir o cuando algún periodista amigo les llamó la atención sobre la desproporción de algunas de las afirmaciones allí vertidas. Así apareció la idea de que, en realidad, se utilizaron recursos estilísticos, cuando no, del marketing, para llamar la atención, como confesó Luis Tonelli en un reportaje; o Sandra Pitta quien indicó que la idea de “infectadura” no buscaba afirmar que estamos en una dictadura sino que debe entenderse en un sentido simbólico, etc. Incluso Juan José Sebreli, que del mayo francés sólo guardó la polera, días antes había afirmado que en Villa Azul se estaba reproduciendo el Gueto de Varsovia aunque parece que después dijo que era una metáfora que él usaba asiduamente. La carta contiene varios exabruptos más como trazar una equivalencia entre “la hora de la espada” de Lugones y “la hora del El Estado” de Alberto cuando el presidente hizo referencia a que la pandemia expone que hace falta una presencia más potente y eficaz del Estado; o cuando se indica que la democracia está en peligro como nunca estuvo desde el año 83. Cuesta preguntarse de qué están hablando los firmantes, desde qué burbuja ideológica se pueden generar semejantes anteojeras. Porque todos sabemos que la realidad es pasible de ser interpretada pero salvo que caigamos en un constructivismo delirante, hay allí afuera algo, hay allí afuera hechos que ponen ciertos límites a las interpretaciones. En buen criollo, no se puede decir cualquier cosa. O se puede pero entonces es difícil que quien las diga pueda ser tomado en serio. Lo digo con todo respeto porque me consta que entre los firmantes hay gente que no es tonta ni mucho menos.

Aclarado esto, hay una serie de aspectos que sí podrían ponerse sobre la mesa. En la carta algunos de estos puntos aparecen mencionados pero creo que se pueden expresar con algo menos de mala fe y con ánimo constructivo. Esto lo indico porque desde los sectores que apoyan al gobierno hay algo así como un nuevo límite moral: nadie puede oponerse a la cuarentena; oponerse es estar del lado de la muerte; es Bolsonaro, Trump; quienes se oponen solamente pueden ser esa Armada Brancaleone que se manifestó en el obelisco la semana pasada y que en cuestión de minutos podía decir que protestaba porque el virus no existía, porque las vacunas generan autismo, porque Alberto es un dictador, porque hace 80 días que no se coge, porque no queremos pagar impuestos, porque el nuevo orden mundial nos quiere encerrados, porque el comando venezolano-cubano-iraní asesinó a Nisman, porque Máximo Kirchner es un androide asesino extraído de una novela de Philip Dick, etc. Había de todo, claro. Y los medios más cercanos al oficialismo los mostraron una y otra vez para que hagamos consumo irónico de semejantes imbecilidades.
En lo personal, como lo vengo escribiendo aquí hace semanas, estoy a favor de la decisión gubernamental y el caso argentino ha sido un ejemplo en el mundo al menos hasta ahora; Alberto Fernández ha sabido llevar la situación con sus modos, con la construcción que ha hecho con los gobernadores y los intendentes. Seguramente que todo es perfectible pero es difícil afirmar que el gobierno en ese sentido no ha estado a la altura de la circunstancia, al menos en lo que corresponde a la estrategia sanitaria.
Dicho esto, considero injusto que plantear dudas o preguntas acerca de los pasos a seguir nos ubique automáticamente del lado de los exabruptos, la muerte, los “libertarios antipatria” o los dementes.
Porque no es alocado plantear que la cuarentena no puede seguir indefinidamente y que no se puede ritualizar que cada 15 o 21 días el presidente y los gobernadores elegidos simplemente nos digan que debemos seguir en casa. Es posible preguntar si tiene sentido una cuarentena que en CABA y en el conurbano proyecta extenderse unos 150 días. ¿Por qué no preguntar eso? ¿Podemos hacerlo o algún periodista converso nos acusará de traidores con tono de indignación? Claro que el gobierno tiene razón cuando dice que liberar ahora, con el crecimiento de los casos, sería una locura. Efectivamente, sería una insensatez. Pero la única solución no puede ser continuar con el encierro. Es incuantificable pero los problemas psicológicos, sociales, económicos que esto está trayendo son innumerables y no se los puede despreciar sin más en nombre de “la salud” porque como alguna vez dijimos aquí, a propósito de la historia que habíamos realizado sobre la medicina social como modo de control, somos vida, somos biología pero también somos más que eso. Y por supuesto que mi intención no es caer sobre la figura de Agustín Rossi quien respondió que no hay infectadura sino saludcracia, pero hilando fino, tampoco sería buena una saludcracia. Es que un “gobierno de la salud” me huele a algo que sí advierte con razón esa carta en medio de todos sus exabruptos: gobernar un país no es aconsejar sobre la salud de un cuerpo individual; el cuerpo social, si algo así existiese, no obedece a la misma lógica que un cuerpo individual y saber de virus no supone saber de política.
Nunca faltará algún zonzo que diga que ahora Alberto Fernández dejó de ser el títere de Cristina para ser el títere de Pedro Cahn, el cual de repente, pasará a ser Pedro “K”ahn; pero dejemos eso para los editorialistas amarillos. No tengo dudas que es Alberto el que toma las decisiones pero lo que se está observando además es que la dinámica social, económica y política está evidenciando que las políticas restrictivas que sugieren los expertos epidemiólogos no pueden ser la única variable. De hecho nótese que en CABA y en Provincia los gobiernos están obligados a ceder porque de otra manera la situación cedería de hecho. Y la contención se está dando en las villas con una lógica asistencialista que es la única que explica que no haya existido un estallido. No es una crítica, por cierto. Yo hubiera hecho lo mismo. Hay que hacer todo lo posible para que no estalle la clase baja pero la que va a estallar es la clase media. ¿Advertir eso es una herejía? Disculpen. Pero el problema es que cuando las clases medias estallan, estallan fascistas. Y a la clase media no le llega una: porque paga lo mismo de impuestos y lo mismo de servicios; y porque los 10.000 pesos, los créditos de hasta 150000 o la ayuda para pagar los sueldos a las empresas ayudan pero no alcanza y la enorme porción de gente que labura más o menos en negro sólo la ve pasar. Debe ser la cuarta vez que lo escribo pero lo volveré a hacer: sin guita no hay confinamiento que aguante y el problema no lo tienen sólo los pobres. De hecho es muy probable que, con las medidas, la pandemia arrase más a la clase media que a la clase baja. Si vas a mantener el confinamiento tenés que poner más plata porque lo que estamos viviendo hoy, y lo que va a quedar el día después, será terrorífico: recesión, despidos, poder adquisitivo por el piso, salarios medidos en dólares indignantes, pobreza cerca del 50 porciento, etc. Es curioso pero mirándolo así, pareciera que el coronavirus vino a cumplir las metas que se proponía el gobierno de Macri.
Yo no soy un exégeta de la voluntad popular pero intuyo que la gente votó otra cosa y, si no hay cambios estructurales, el actual gobierno acabará siendo testigo del éxito del gobierno anterior. ¡Claro que no hay una infectadura! Pero la gente necesita algo más que una saludcracia.                  

          


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