domingo, 17 de noviembre de 2019

Alberto: en la búsqueda de un nestorismo originario (editorial del 16/11/19 en No estoy solo)

Que el títere, que el doble comando, que Cristina es Saturno devorando a sus hijos, que en el peronismo la nueva jefatura siempre acaba con la anterior… las especulaciones respecto a la relación entre Alberto y CFK abundan y naturalmente no son más que eso: especulaciones. Pero dado que no son más que eso, me permitiré realizar las propias en función de cierto conocimiento de los actores, de la política, algo de información y una buena dosis de intuición. ¿Puede fallar? Claro.
Es verdad que en estructuras verticalistas no pueden coexistir dos liderazgos. Sin embargo, tal como se puede inferir del libro Sinceramente, CFK piensa su relación con Alberto como el de una sociedad y así busca “reeditar” la que tuvo con Néstor en la medida en que acabó reconociendo que la muerte de él generó un vacío en lo que respecta a la construcción política. Por otra parte, está claro que será Alberto quien tome las decisiones y quien dude de ello lo hace porque no conoce el carácter de Alberto. Pero además, ello se sigue del respeto que CFK tiene hacia la institucionalidad y las jerarquías y sobre todo porque, al menos desde mi punto de vista, CFK ha decidido correrse a un costado. Es decir, el gesto de decidir ser la segunda en la fórmula es también el gesto de quien ya no quiere/no puede cargar sobre sus espaldas la responsabilidad de una presidencia. Suelo decirlo en este espacio: para mí CFK ya estaba “afuera” antes de 2017 y fue la presión de su entorno y la responsabilidad de saberse líder de su espacio lo que la hizo volver a presentarse aun sabiendo que era una batalla perdida. Asimismo, si participa en 2019 en medio del difícil cuadro de salud por el que atraviesa su hija, es porque se sabe portadora de un importantísimo caudal de votos que es necesario garantizar en un traspaso hacia nuevos dirigentes. Este “estar afuera” o aportar ya no desde la centralidad sino desde un costado, no supone, obviamente, que CFK acepte ser una figura decorativa. Por el contrario, entiendo que CFK fue determinante en el armado de la provincia de Buenos Aires y en la configuración del Senado a tal punto que uno de los conflictos allí tiene que ver con su deseo de imponer quién lidera el bloque. Entonces podrá, por supuesto, sugerir nombres para el Gabinete, en cajas como el PAMI, inundar de militantes de su núcleo duro las segundas y terceras líneas pero la apuesta fuerte por el futuro del cristinismo está en la provincia de Buenos Aires y en el Senado.
En cuanto al albertismo no existe hoy algo así. En todo caso, el albertismo es un conjunto de dirigentes del peronismo de la capital, -entre ellos Víctor Santamaría, si es que se confirman algunos de los nombres del gabinete que responderían a él-, pero por ahora es, sobre todo, nestorismo. Naturalmente, con Cristina al lado no dirá “El nestorismo soy yo” pero pareciera, analizando sus discursos, que él intenta posicionarse como un continuador de aquel kirchnerismo originario, pregrieta. Las circunstancias no son las mismas y llega con enorme legitimidad y con un apoyo popular claro pero entiende que serán clave sus primeros meses para obtener aun mayor legitimidad porque, a diferencia del 2003, tiene un país dividido en mitades y no fragmentado en pedazos. Además, lo que se ve en estos días es nestorismo puro: movidas políticas en secreto, gestos simbólicos y potentes como posicionarse sin ambages frente a lo que sucede  en Bolivia, reunir al grupo de Puebla en Buenos Aires, aparecer imprevistamente en la presentación de un libro sobre el caso de una mujer que acabó presa por un aborto y tomar posición acerca de la necesidad de legalizarlo, etc. Y será nestorismo si se confirma una figura como Nielsen en Economía ya que probablemente Alberto entienda, al igual que lo confesara Néstor Kirchner ante una pregunta de Orlando Barone, que en determinadas situaciones de debilidad hay que dar señales y esas señales a veces imponen una figura de perspectiva pragmático/liberal antes que “un flaco Kunkel”.    
El albertismo, entonces, si es que llegara a constituirse, se hará sobre la base del nestorismo originario, distinguiéndose o asimilando una parte del cristinismo y surgirá del equilibrio inestable entre los distintos espacios que forman el FDT. Si se logra consolidar un adversario común, el escenario de los conflictos objetivos se mantiene en el tiempo -por ejemplo, una renegociación de la deuda que se extienda más de lo previsto-, y la economía, entrando el año 2021 empieza a dar muestras de estabilización, el presidente tendrá algo de tiempo para construir su propia fuerza. Si eso no sucediese, a las presiones externas de los adversarios objetivos, le sobrevendrán las presiones internas. Paradójicamente puede que éstas sean las más preocupantes.    

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