lunes, 23 de julio de 2018

Gobernar es otra cosa (editorial del 22/7/18 en No estoy solo)


La denuncia periodística que reveló el caso de aportantes falsos a la campaña de Cambiemos finalmente fue visibilizada por la prensa hegemónica. Sin embargo, claro está, la recepción de la noticia indeseada por parte de los medios cuya línea editorial es afín al oficialismo nunca es aséptica y cuando se trata de casos de corrupción se resuelve de la manera más obvia, esto es, buscando equipararla con una denuncia similar contra la oposición. En este sentido, cuando hay una denuncia por presunta corrupción contra el kirchnerismo la denuncia es contra el kirchnerismo y también contra la política en general. Sin embargo, cuando la denuncia es contra Cambiemos, la denuncia se hace contra la política y no contra Cambiemos. Dicho de otro modo, el giro que hace la prensa oficialista, cada vez que se salpica al espacio del presidente, es presentarlo como un problema “de la política” y no de “Cambiemos”. Así, lo corrupto es la política y nunca Cambiemos o será Cambiemos en la medida en que sus referentes abandonen la pulcra tecnocracia que exigen los economistas de la ortodoxia neoliberal en sus stand up diarios, para pasar al bando de “los políticos”. Mientras tanto solo “conflicto de intereses”; mientras tanto solo “necesidad de modernizar el financiamiento a los partidos”; mientras tanto el periodismo indignado por el dinero en negro de la política ocultando el dinero en negro de las empresas multinacionales en el periodismo y, sobre todo, el dinero negro y blanco de la política en el periodismo.     
No hay ninguna originalidad en este diagnóstico pero quienes deberían reconocerlo serían las figuras políticas de la oposición. Porque uno no le puede pedir a los periodistas opositores que a duras penas se hacen un lugarcito en algún medio o en algún sitio web, que actúen como políticos opositores. Esta confusión entre referentes mediáticos y políticos atravesó buena parte del período kirchnerista y fue una confusión en la que cayeron los referentes políticos y mediáticos de la oposición de aquel entonces, y los referentes políticos y mediáticos de aquel oficialismo. Lejos de pretender defender la presunta neutralidad del periodismo frente al interés partidario del político, lo que quiero indicar es que la oposición al macrismo, naturalmente, sacará provecho de este escándalo, como sacaría provecho cualquier oposición, pero se equivocará si cree que va a vencer al actual gobierno con un discurso de transparencia republicana y poniendo como héroes de turno a los periodistas que hacen las denuncias que hoy son funcionales a sus intereses.
En última instancia, exponer los cada vez más frecuentes escándalos de corrupción protagonizados por este gobierno, debilita la imagen pública de Macri pero, en el mejor de los casos, logrará, como consecuencia, un “son todos lo mismo” o un “al final éstos afanaban como los anteriores”. Porque el discurso de la transparencia no nos hace mejores sino que hace a los otros tan peores como nosotros. No es una conquista menor exponer que el adversario juega en el mismo barro que nosotros pero no es ese el terreno más cómodo para la oposición actual. ¿Acaso se trata de mostrar que ellos tienen su José López? ¿Y si demostramos que ellos tienen decenas de José López les vamos a ganar la elección?
Es que la oposición debe ser transparente y honesta pero no puede hacer del transparentismo y el honestismo sus dos grandes banderas especialmente por razones estratégicas, esto es, porque no le va a servir para ganar y porque si le sirviera le estaría brindando en bandeja a la futura oposición un clima cultural en el que un caso de corrupción sería capaz de derribar un modelo y una manera de ver el mundo. Porque frente al que razona con una suerte de moral punitiva que indica que no le importa cagarse de hambre con tal de que los políticos dejen de robar, no se lo convence siendo transparente sino cambiándole el eje, explicándole que su bienestar y el de su comunidad no depende de una mayor o menor opacidad de los gastos vinculados a la política sino de un proyecto de país con otros valores. Y si con ello no se lo convence, queridos amigos, a ser pragmáticos y a buscar a esa porción del electorado que te puede votar. No hay que ser Durán Barba para darse cuenta de eso…
Correr el eje del denuncismo, entonces, es la tarea de los referentes políticos de la oposición, o por lo menos de aquellos que pretenden reivindicar la política. Al periodismo, de un lado y del otro, dejémosle la denuncia y la indignación no porque éstas carezcan de efectividad en el esmerilamiento de un gobierno sino porque si vamos por ahí, quizás, en vez de hacer política estemos haciendo periodismo y, que yo sepa, con denuncia e indignación podés ganar dinero, fama y hasta respeto pero gobernar un país… es otra cosa.  
           

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