viernes, 5 de mayo de 2017

De la credibilidad y del disciplinamiento (editorial del 30/4/17 en No estoy solo)

La credibilidad ha sido siempre el principal pilar de cualquier medio de comunicación pues es el elemento que, presuntamente, establece el contrato con la audiencia. En otras palabras, salvo para un consumo irónico, cuando elegimos un medio de comunicación entendemos, aun con reservas críticas, que la información que allí aparece es verdadera o al menos verosímil. El contrato tácito con un medio, o con un periodista, naturalmente, puede romperse tal como sucedió con muchos lectores de Clarín durante la década pasada pero inmediatamente, es de suponer, aparecerá un sustituto. Así, dejamos de creerle a X porque ahora consideramos que Y es el que dice la verdad.
Sin embargo, cabe matizar, como mínimo en parte, esta mirada tan lineal, pues hay otras variables que pueden jugar un rol importante para poder explicar por qué un medio o un periodista tienen audiencia, variables que van mucho más allá de la credibilidad. Allí se encontrará desde la costumbre de consumir un medio hasta el carácter oligopólico o monopólico que este medio pueda tener;  y, claro está, un fenómeno que existió siempre  pero que algunos han descubierto hace poco: el hecho de que hay una tendencia y una necesidad de creerle más al medio que casualmente coincide con nuestras convicciones previas. Por supuesto que, a su vez, los medios son activos en la conformación de sus propias audiencias y las estrategias de fidelización hoy son enormemente complejas, pero entre medios que les hablan a los convencidos y convencidos que solo quieren ser hablados por los medios que eligen una mentira amable antes que una verdad incómoda, se abren enormes interrogantes como para observar con incertidumbre el presente y el futuro del periodismo.
De todo esto se sigue que la credibilidad ya no forma parte del contrato con la audiencia, o, en todo caso, la creencia en un medio se ha independizado completamente de la relación que ese medio tenga con la realidad. Se elige creer por razones muy poco objetivas y por cuán funcional es la mirada de ese medio a nuestro prejuicio. Quienes manejan los grandes medios están al tanto de esta situación que algunos cínicamente presentan como novedosa y que catalogan como “posverdad”, pero es, diría yo, inherente a la prensa y, probablemente, a la comunicación humana, desde sus orígenes.       
Las pruebas de que a los grandes medios ya ni siquiera les interesa eso que llamaré, a falta de una categoría mejor, “credibilidad objetiva” o creencia vinculada a algún dato concreto y no como mera fe irracional, se da en la cada vez más frecuente práctica de sacar de contexto las declaraciones. Sin ir más lejos, en esta semana el actor Gerardo Romano fue entrevistado en TN a propósito del conflicto con el INCAA y, abrumado por la insistencia de los periodistas en torno a la presunta responsabilidad del kirchnerismo en la crisis actual, respondió “Cristina es una chorra hija de puta y Néstor se murió. Listo, ya está, terminemos con el pasado. Hablemos del choreo al INCAA hoy. Hablemos de que se cierra Dálmine-Campana hoy…”.
Naturalmente, en las redes sociales Gerardo Romano se transformó en lo más nombrado y a partir de allí el enjambre de idiotas azuzados por algunos trolls empezó a opinar, en la mayoría de los casos, tomando de forma literal lo que era una ironía. Pero lo más grave fue que los grandes medios, adrede, tergiversaron el mensaje de Romano sacándolo de contexto. El medio que llegó más lejos fue Infobae, que recortó el video de la participación de Romano a los 13 segundos esto es, el tiempo justo para que Romano afirmara “Cristina es una chorra hija de puta y Néstor se murió. Listo, ya está, terminemos con el pasado”. Un alma bella podría preguntarse por qué un medio masivo realiza ese recorte sabiendo que no solo los televidentes de TN sino cualquiera que accediera a la entrevista posteriormente a través de internet, notaría la manipulación. Y la respuesta, a mi entender, está, en un sentido, en lo que les indicaba anteriormente: por un lado, se les habla a los convencidos, aquellos que solo quieren escuchar que “Cristina es una chorra..etc.” y que no les importa si tal afirmación es una ironía. Sin embargo, por otro lado, hay un elemento que no podemos soslayar: hoy los medios sacrifican credibilidad en pos del disciplinamiento de la voz disidente. En este sentido, Infobae, o cualquier otro medio que realice este tipo de prácticas, las cuales, por cierto, no son propiedad exclusiva de “la derecha”, buscan que determinados referentes sociales no hablen. Entiendo que no será el caso de Romano pero es posible que en algún momento, en su foro íntimo, el actor se pregunte si tiene sentido exponerse públicamente cuando sabe que aun cuando no diga nada inconveniente sus frases pueden ser sacadas de contexto para que, durante un día entero, “la gente” lo castigue. El ejercicio de disciplinamiento es enormemente eficaz en las redes sociales también puesto que cualquier voz opositora con cierta capacidad de influencia es atacada sistemáticamente por cuentas trolls de modo tal que ante cada posteo reciba una catarata de amenazas e insultos. Más allá de la personalidad de cada uno y la capacidad de tolerancia, es factible que aquellas voces opositoras se pregunten si vale la pena someterse con completa indefensión a estos tratos por el simple hecho de desear opinar públicamente sobre algún determinado tema. Por último, en un libro de Pablo Boczkowski citado alguna vez en esta columna, se mostraba que hay una brecha entre aquellas noticias que a los periodistas les resultan dignas de resaltar y aquellas noticias consumidas por las audiencias. Si bien el autor no realiza tal inferencia, desde mi punto de vista, esta brecha se debe no solo a lo expuesto por Boczkowski sino también a que los medios, en muchos casos, le hablan a determinadas elites, a las cuales, en muchos casos, literalmente extorsionan, máxime en un contexto de guerra desatada al interior del gobierno y al interior de los servicios de inteligencia.           
Frente al hecho de que hoy es más importante el disciplinamiento que la credibilidad, algunos se preguntan si lo que aquí se describe puede llamarse “periodismo”; otros, más escépticos, se preguntan si hoy hay espacio para que el periodismo sea algo muy distinto.       





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