viernes, 21 de octubre de 2016

Meteorología política (publicado el 20/10/16 en Veintitrés)

En estas líneas me propongo hablar de política, medios y cultura a partir del clima, de modo que esta columna será una verdadera “reflexión meteorológica”. Efectivamente, aunque parezca pretencioso, lo ocurrido semanas atrás con el Huracán Matthew que azotó Cuba, Haití y Estados Unidos puede ser la excusa para exponer un conjunto de ideas que van bastante más allá de un fenómeno natural. Pues gracias a este huracán se puede reflexionar sobre el modo en que ningún país está exento de un desastre natural pero cómo vivir en un país pobre agiganta enormemente las posibilidades de multiplicar sus graves consecuencias; incluso también puede ser útil para que quede expuesto, una vez más, el narcisismo de la humanidad y su compulsión por la detección de responsables cuando es incapaz de tolerar que a veces no se pueda hacer nada frente a los fenómenos naturales y que los desastres que estos ocasionan, en muchos casos, no sean responsabilidad ni de un gobierno, ni de un Estado. Asimismo, para los interesados en la comunicación, puede resultar digno de estudio el modo en que los medios argentinos estuvieron durante días informándonos sobre un huracán simplemente porque el afectado iba a ser Estados Unidos y porque tales medios locales no hacen más que replicar la agenda de las agencias de noticias internacionales cuya estrategia es regional.
Con todo, la preocupación por el clima trasciende la noticia de un circunstancial huracán a tal punto que basta observar cómo cada noticiero tiene su especialista y cómo, para la radio y la televisión, la temperatura y el clima son tan importantes como el anuncio de la hora.
Según el ensayista francés Pascal Bruckner, en su libro La euforia perpetua: “Los canales de televisión dedicados a la meteorología están sometidos a una doble obligación: de exactitud y de euforia. Las perturbaciones deben ser preferentemente breves y anunciar una mejora, el sol tiene que acompañar a los que se van de vacaciones, a condición de que no degenere en canícula y sequía. El tiempo ideal debe combinar constancia y moderación. Por eso el presentador pone cara de circunstancias cuando predominan el frío y la lluvia (…) y sin embargo alegra la cara cuando vuelve el buen tiempo. Siempre se ve obligado a combinar la seriedad de un científico y la solicitud de una madre que nos dice “¡Si vas a [salir] esta tarde, llévate el abrigo!””.
“Asepsia y moralina paternalista” podría ser el título de esta última reflexión de Bruckner en la que se muestra que, en el encargado de anunciar el estado del tiempo, se debe conjugar la pulcritud y eficiencia que compartirían, supuestamente, el discurso científico y el periodístico, con las lecciones y las buenas costumbres que emanan de todo presentador de noticias. 
Pero en los medios argentinos, la meteorología no pudo sustraerse a la espectacularización y al amarillismo, de modo tal que, de repente, cada anuncio de lluvia viene con “alerta por posible caída de granizo” y la temperatura objetiva cedió lugar a la sensación térmica. Es curioso este último caso porque el periodismo que dice siempre estar receloso de los datos duros, se encuentra obsesionado por el dato muy poco duro de la sensación que tiene la gente en el cuerpo, especialmente si las temperaturas son extremas, sea por mucho frío, sea por mucho calor. En este sentido, la meteorología mediática reemplaza al “riesgo país” y al “precio del dólar” en lo que respecta a la posibilidad de informar un número insuflado que cuantifique nuestro malestar. A su vez, la espectacularización de la meteorología le agrega una inestabilidad extra al ya de por sí inestable clima del mundo y son muy pocas las veces que el pronóstico viene sin alguna advertencia o algo de qué preocuparnos.  
En este sentido, en el libro antes mencionado, Bruckner afirma: “La meteorología, como pasión democrática, nace en la transición del siglo XVIII al XIX, momento en que deja de ser una ciencia de la previsión, útil para la vida rural y marítima, y se convierte en una ciencia de la intimidad, es decir, del humor. Ahora bien, ¿qué es el estado de ánimo sino una relación entre el hombre y el mundo que enfrenta a seres tornadizos, seres de una naturaleza siempre cambiante? Al acostumbrarnos a los atractivos de lo irregular, a las variaciones mínimas, la meteorología se convierte en una pedagogía de la diversidad minúscula: si no nos pasa nada, por lo menos nos pasa que llueve, que sopla el viento, que hace sol. El encanto del tiempo climático es su inestabilidad”.
El párrafo anterior viene al caso pues es interesante observar la centralidad que tiene el clima en nuestra vida diaria, algo que va más allá de, si se quiere, la necesidad objetiva de conocer cómo está el día y así prever si hay que llevar o no el paraguas. A su vez, si la meteorología pasó a ser una ciencia de la intimidad que regula nuestro humor y cómo nos predisponemos a vivir cada uno de nuestros días, el modo en que la comunicación de la meteorología se encare es relevante y puede ser una manera elegante de ocultar que nuestro malestar corresponde a frustraciones personales y/o decisiones políticas del gobierno de turno. Porque es más cool decir que mi irritabilidad de hoy responde a la humedad antes que al hecho de que mi sueldo no alcanza para nada gracias la política económica del gobierno que voté.
Digamos entonces que en tiempos de avance de una cultura de la desideologización y el consumo de lo presente, la meteorología reemplaza a la política. Con el gobierno anterior “nos pasaba la política”, hablábamos de ella, criticando o defendiendo a un gobierno pero ahora, como indica Bruckner,  “no nos pasa nada” y solo queda recurrir al clima para explicar la insatisfacción y la inestabilidad que nos caracteriza. De hecho, es el clima, y no la política, la temática común para iniciar un tema de conversación en un consultorio o en un ascensor casi siempre en formato de queja alternando, según la circunstancia, afirmaciones como “¡cuándo va a parar esta lluvia!”; “¡cuánto hace que no llueve!”; “este calor no se aguanta más” o “¡en mi época los inviernos no eran tan fríos!”. No podía ser de otra manera puesto que la conversación sobre el padecimiento del clima reemplazó a la conversación sobre política en momentos en que desde el establishment cultural, en nombre de la concordia, se impulsa la superficialidad; y el sector más ideologizado tiene menos tolerancia al comentario fascistoide del taxista que escucha a Lanata y nos quiere convencer de que el problema de la educación argentina es que vienen extranjeros a estudiar a la Universidad pública, laica y gratuita.       
Por cierto, ya que hablamos de política: ¿para cuándo un día de sol peronista?


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusto el concepto de la meteorología , como ciencia de la intimidad ..comparto también la idea de que en las conversaciones cotidianas está mas presente los factores climaticos que la idea de por ejemplo si la política tiene que intervenir en los asuntos centrales de la economía.
Una breve acotación , pensando en los pensadores de la escuela de frankfurt y los daños que genera el capitalismo, cuando hablan de la racionalidad instrumental , es decir la relación del hombre sometiendo y arrasando a la naturaleza... lo digo porque casi siempre a la naturaleza se la presenta como victimaria y no como victima ...
Gran artículo como nos tenes acostumbrados ...
No se cuando saldra el sol peronista ...pero está el sol de este artículo que nos da su luz para poder mirar con mas claridad la conyuntura actual...
Te mando un abrazo Dante querido...
Saludos de Martín de Berisso

Dante Augusto Palma dijo...

Sí, Martín, me parece que de fondo está la idea de razón instrumental pues solo así se explica que el Hombre intente buscar responsables cada vez que sucede algún desastre natural. O sea, solo entendiendo a la naturaleza como un objeto a ser dominado es que un desastre natural debe tener siempre un responsable (un responsable de no haberla dominado como corresponde).

Anónimo dijo...

Tiene razón Cristina no hay que prender la tele para ver la temperatura hay que mirar por la ventana. Se dieron cuenta que con este gobierno cada vez que el pueblo sale a la calle llueve? Es increíble como manejan la mente de las personas los medios, instalan la agenda que favorece sus intereses. Excelente la nota Dante querido, y ya va a aparecer el día peronista. Abrazo de gol. Alejandro matancero

Anónimo dijo...

Se es "uno" con los otros... no?