jueves, 27 de octubre de 2016

Mentiras, algoritmos y burbujas (publicado el 27/10/16 en Veintitrés)

La discusión en torno a la denominada “ley de medios” durante los últimos años de la administración kirchnerista, tuvo como consecuencia algo más importante que la sanción de la ley: el hecho de poder esclarecer que detrás de las noticias había intereses, y que la independencia, la neutralidad y la objetividad, en el mejor de los casos, son inalcanzables y, en el peor, solo son el eufemismo utilizado en una operación de encubrimiento ideológico. Asimismo, tomar conciencia de la posición dominante de determinados grupos mediáticos, hizo que la disputa comunicacional se trasladara a internet, plataforma que, con nulo o escaso costo, se transformaba en el espacio donde poder librar “la batalla cultural”. Hay infinidad de ejemplos de medios o usuarios que disputan esta batalla a diario, a veces, con relativo éxito, pero el sentido de estas líneas es llamar la atención sobre un fenómeno bastante particular que no deja de sorprender, pues muchos de los que tienen conciencia crítica respecto al rol de los medios tradicionales, consumen con enormes dosis de ingenuidad la información que circula a través de redes sociales o medios online. Podría decirse, entonces, que aquellos que se dieron cuenta que Clarín mentía todavía no se han dado cuenta que los usuarios también mienten y que la información que circula en las redes suele estar enormemente tergiversada. Si tomamos en cuenta que las nuevas generaciones ya no se informan a través de los medios tradicionales sino, fragmentaria y descontextualizadamente, a través de lo que circula en las redes sociales, el panorama es alarmante.
Sin ir más lejos, en los últimos meses se ha desatado una enorme controversia en EEUU respecto a Facebook. ¿Qué sucedió? Esta red social, que ya cuenta con aproximadamente 1700 millones de usuarios en todo el mundo, decidió incluir una suerte de “lista” de las principales noticias y/o posteos, tal como hacen otros sitios. La pregunta que surgió allí es: ¿quién determina cuáles son las noticias y los posteos a destacar? Facebook respondió que esa lista es confeccionada por un algoritmo que toma en cuenta tres criterios: afinidad, importancia y fecha de la publicación. En otras palabras, aquellas publicaciones que encontramos en las redes sociales estarían filtradas según la “cercanía” que tengamos con ellas, la cantidad de interacciones que los usuarios hayan tenido con tales noticias y la fecha de publicación, privilegiando, claro está, aquellas más actualizadas. Con todo, investigaciones periodísticas mostraron que tal algoritmo estaba digitado por un conjunto especializado de “editores” con la facultad para visibilizar o invisibilizar determinada información. Por ello, impulsado por el bloque republicano, el Senado estadounidense realiza una investigación al respecto pues hay sospechas de que esa edición tiene un sesgo político e ideológico.
Pero supongamos que detrás de Facebook no hay editores sino, efectivamente, un algoritmo. ¿Acaso esto disminuiría la gravedad del asunto? Todo lo contrario, por la sencilla razón que explicábamos antes: comienza a haber cierto acuerdo en cuanto a que todo editor de un medio es parcial pero no existe tal conciencia respecto de la información que circula y que es priorizada en la web. Ahora bien, ¿qué es un algoritmo? Se trata de un conjunto de reglas e instrucciones que, a través de un conjunto finito de pasos, permite llevar adelante una actividad o resolver problemas. Casi siempre se los vincula con la matemática aunque su definición las excede a tal punto que hasta un manual de usuario común puede ser visto como un algoritmo. A su vez, en la informática los algoritmos son clave y no existirían ni programas ni computadoras sin ellos.
En este sentido, Kevin Shavin, en una charla TED titulada How algorithms shape our world afirma: “Las matemáticas en general han pasado de ser algo que se extrae y se deriva del mundo a algo que realmente empieza a darle forma al mundo que nos rodea y al mundo dentro de nosotros, [y lo hacen] específicamente con algoritmos, que son básicamente las matemáticas que utilizan las computadoras para tomar decisiones. [Las matemáticas, a través de los algoritmos, moldean nuestro mundo y] adquieren sentido de verdad porque se repiten una y otra vez, se osifican, se calcifican y se vuelven reales”.
Ahora bien, los algoritmos no solo se encuentran en Facebook sino también en Google y en toda la web. Para comprender ello, pongamos algunos ejemplos. ¿A vos no te resulta curioso que minutos después de buscar información sobre un viaje a Europa, en páginas web que nada tienen que ver con viajes, te aparezcan ofertas de hoteles en Europa? Y si te gustan los libros, ¿te parece casual que internet te ofrezca todo el tiempo libros del autor que más te gusta? En este mismo sentido, ¿por qué un sitio como Netflix te ofrece mirar un estilo de películas y no otras?
Una respuesta a esto la dio Eli Pariser, en una charla TED de 2011 que se hizo viral y que se tituló Beware online “filter bubbles”. Allí se mostró que las búsquedas de Google no son estándar sino que varían de usuario en usuario. La razón es que Google utiliza hasta 57 criterios para personalizar la búsqueda, tomando en cuenta, por ejemplo, ubicación y tipo de dispositivo. Para dar cuenta de esto, Pariser le pidió a dos amigos que escribieran, al mismo tiempo, en el buscador de Google de sus dispositivos, la palabra “Egipto”. A uno de ellos, seguramente menos politizado, el buscador le ofrecía datos de la ubicación de aquel país e información sobre cómo ir a conocer las pirámides. Al segundo, más interiorizado en los sucesos políticos, Google le ofrecía acceso a información vinculada a la denominada “primavera árabe”. Este sesgo, producido por estos algoritmos que nos ofrecen información según la forma en que navegamos en Internet, se lo conoce como “burbuja de filtros” y echa por tierra las fantasías respecto a internet como un espacio abierto a todo tipo de intercambio, especialmente intercambio de puntos de vista divergentes. Las burbujas de filtro, basadas en nuestro comportamiento y nuestras preferencias anteriores, sesgan la búsqueda y el acceso sin contárnoslo; nos facilitan la información presuntamente relevante para cada uno porque hay grandes posibilidades de que sigamos interesados en navegar por los mismos sitios y consumiendo determinado tipo de información, pero de manera solapada van recortando la realidad a aquello que más se acomoda a nosotros. De hecho, Pariser cuenta que le asombró cómo, de repente, Facebook dejó de mostrarle las publicaciones de sus amigos conservadores, por el simple hecho de que un algoritmo identificó que él prestaba más atención a las publicaciones progresistas. Dicho esto, ¿ahora te resulta casual que en las redes sociales, mayoritariamente, tus amigos piensen lo mismo que vos? Estar rodeado de quienes piensan como uno no es en sí mismo malo pero sí lo es si se pierde vista que se trata de un microclima. Y esa es la gran trampa de los algoritmos y de las burbujas de filtro. Porque nadie te avisó de su existencia y vos, que seguís creyendo que lo que aparece en Google es objetivamente lo más relevante, creés que la prioridad de unas noticias sobre otras es representativa de una realidad objetiva. Por ello, tal como indica un estudio reciente de Comunicadores de Argentina, no resulta casual el modo en que el establishment político y mediático busca influir en determinadas redes como Twitter. El estudio analiza las noticias destacadas que brinda Twitter en ciento ocho pantallas durante abril y octubre de 2016, y allí se resalta que el 90,5% provienen de cuentas de funcionarios, referentes o ministerios del actual gobierno. Asimismo, si ponemos el énfasis en la presencia de empresas de comunicación, Twitter destacó las noticias que provenían del Grupo Clarín (53,7%), La Nación (15,3%) y CNN (11,4%). Esto quiere decir que cada vez que un usuario ingresa a Twitter se topa con más de un 80% de noticias tamizadas por el sesgo de estos conglomerados mediáticos. Y lo grave es que el usuario desprevenido no se da cuenta.
En este panorama, el desafío es enorme pues hay una porción de ciudadanos, en su mayoría jóvenes, que se enfrenta a los medios en general con la misma ingenuidad que se tenía antes de la discusión sobre la ley de medios; pero a su vez, existe otra porción de la ciudadanía que ya conoce el funcionamiento de los medios tradicionales y sus editores pero navega acríticamente por internet rodeado de algoritmos y burbujas de filtro que le construyen su propia realidad en cuanto consumidor, haciéndole creer, como hacía y pretende seguir haciendo Clarín, que esa realidad que le han construido, es la única posible.  


2 comentarios:

martin flaco dijo...

Es verdad que la ley de medios generó una mirada crítica en gran parte de la sociedad y tambien coincido que esa mirada crítica no se aplicó a redes sociales.
Te felicito Dante por el artículo.
Saludos Martín de berisso

Anónimo dijo...

Excelente