jueves, 6 de abril de 2023

Cambio en el segundo tiempo (editorial del 1/4/23 en No estoy solo)

 

Finalmente, Macri se bajó tras el “primer tiempo” y no pudo terminar su partido. Las metáforas futboleras de las que tanto se precia servirían para decir que hubo un cambio antes de que empiece la segunda etapa, algo que sucede cuando los equipos han jugado muy mal los primeros 45 minutos. Así, entonces, el segundo tiempo fue para Macri, sinceramente, solo un libro. El expresidente tendrá algunos días de centralidad en la agenda mediática y no mucho más. Rey muerto, rey puesto.

Naturalmente habrá quienes por interés o miopía presentarán la decisión como un renunciamiento patriótico adornado con jerga republicana de coaching palermitano, pero la verdad está a la mano. Se bajó porque no le daban las encuestas y porque ni siquiera podía garantizar el apoyo de su espacio. No hay nada de malo en eso: CFK se dio en cuenta 2019 que no le alcanzaban los votos y le pidió a Alberto que la acompañara para sumar lo que faltaba.

Nada es imposible en Argentina, pero ni la peor versión de un gobierno popular pudo revitalizar la figura de Macri. Quizás porque todo está demasiado fresco. No lo sabemos. Pero pareciera que el ingeniero pasará a la historia como el responsable de una pésima gestión al frente de un gobierno. Aun cuando las comparaciones nunca son del todo precisas, digamos que si el gobierno de Alberto Fernández ha sido un mal gobierno con todo en contra (herencia, pandemia, guerra, sequía), el de Macri ha sido un mal gobierno con todo a favor (una economía con problemas pero con margen de maniobra, apoyo de poderes fácticos, peronismo en crisis, préstamos millonarios para financiar la campaña, etc.). Si Alberto no pudo hacer andar un auto heredado con serios problemas, Macri chocó la calesita. Esto no busca exculpar a Alberto. Solo pretende explicar por qué buena parte de la sociedad rechaza a Macri.

Otra interpretación que ha circulado bastante es la de Macri en el espejo de CFK. Se trata de una versión tentadora para los que ingenuamente creen que la verdad es un promedio entre dos polos, y necesitan un gobierno a imagen y semejanza de su presunta moderación.

Lo cierto es que más allá de las diferencias entre CFK y Macri, electoralmente hablando, el dato es que Macri no es el dueño de los votos como sí lo es CFK. A todo esto, claro está, hay que ponerle mil comillas, pero CFK es la que pudo poner un presidente a través de un video de youtube. Macri no puede hacer eso porque los votos de CFK son kirchneristas mientras que los votos de Macri no son macristas sino antiperonistas. Esto significa que cualquiera puede ocupar ese espacio: Bullrich, Milei, Rodríguez Larreta o un ladrillo. Por supuesto que si CFK confirma su decisión de no formar parte de una lista, esos votos van a ir para algún lado, pero la centralidad que ella continúa teniendo en el espacio es evidentemente más potente que la de cualquier otro dirigente, aun cuando parece imposible que 4 años después pueda, por dedocracia, poner al presidente que quiera. Pero esta CFK desgastada por el tiempo natural de la política, los ataques desproporcionados y los errores no forzados, sigue manteniendo una centralidad, para los propios y para los extraños.    

Por cierto, ¿hay beneficiarios de esta decisión? Alguien con ironía podría decir que el primer beneficiado es el pueblo argentino, pero aquí estamos para ser serios, de modo que, sin dudas, hay que mencionar a Patricia Bullrich quien, todo hace prever, competiría con Rodríguez Larreta en una eventual interna. En caso de triunfar, no faltarán biografías sobre el particular derrotero de una dirigente que arrancó en la guerrilla de montoneros para culminar de sheriff de un Tea Party vernáculo, pero lo cierto es que ella trae como aspecto novedoso el hecho de representar una versión de una derecha que dice lo que va a hacer. En esto se diferencia del Macri de 2015 que tenía que mentir para ganar la elección. Aquí puede que la situación sea exactamente la inversa: Bullrich tiene que decir exactamente lo que va a hacer para poder ganar, lo cual habla más de un hastío de la población frente a la vacuidad progre, que de un giro ideológico hacia la derecha. En realidad, y esto sucede también en el caso de Milei, sin ánimo de desestimar cierta euforia liberal, es probable que Bullrich reciba más votos por su supuesta “mano dura” antes que por su mantra de recortes en el Estado como única solución para el drama argentino.

Asimismo, decía que sucedía algo similar en el caso de Milei, en el sentido de que la inmensa mayoría de sus eventuales votantes apoyan su figura por el discurso antipolítico y anticasta, incluso hasta por su perfil disruptivo y sus exabruptos, pero no por las, por momentos, delirantes discusiones pseudo académicas acerca del paleo libertarismo y sectas varias.       

En cuanto al FDT, naturalmente, la decisión de Macri no fue bienvenida en la medida en que resultaba el candidato contra el que sería más fácil confrontar. En todo caso, para el oficialismo vienen semanas de “operativos clamor”: por un lado, aparecerán las operaciones del oficialismo oficialista de la Casa Rosada a través del off the record, intentando instalar un operativo clamor para que CFK confirme su paso al costado como lo hizo Macri; por otro lado, desde el oficialismo opositor del kirchnerismo duro, se insistirá en evidenciar el operativo clamor para que el presidente decline su candidatura y para que, al mismo tiempo, CFK revise su posición. Probablemente la realidad venza al narcisismo y haga que sea más factible lo primero que lo segundo, lo cual le resolvería un problema al kirchnerismo pero le mantendría vigente el más importante: ¿qué hacer si CFK no es candidata?

No sabemos si la inexistencia de un plan B para el caso de que CFK se mantenga firme en su decisión de no participar, es incapacidad o una forma de presionar a la líder. Quizás sea las dos cosas. En todo caso, lo sabremos en poco tiempo.

El internismo en los dos espacios con posibilidades de ganar la elección augura unas PASO con una fragmentación del voto que puede asemejarse a aquella primera vuelta del año 2003 con un candidato más votado que no llega al 25% de los votos. En este río revuelto, y dependiendo de un sinfín de variables, entre las que se podría mencionar una derrota por poco margen de Bullrich en la interna, asoma Milei como una figura que, siempre y cuando alcance un piso de unos 20 puntos, podría capitalizar, pos PASO, los votos de la exministra de seguridad.

Si no fuera por el hecho de que el desarrollo del proceso eleccionario y sus consecuencias van a afectar directamente la vida de millones de personas, podríamos afirmar, con una alta cuota de cinismo, que lo que viene resultará, al menos, entretenido.

     

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