domingo, 1 de diciembre de 2019

El “volver” y el “ser mejores” (editorial del 30/11/19 en No estoy solo)


¿Cuánta paciencia le tendrán los argentinos al nuevo gobierno? Nadie lo sabe a ciencia cierta pero se puede coincidir en que la paciencia será poca y ni por asomo se acercará al “happy hour” del gobierno saliente que blindado mediáticamente tuvo prácticamente entre dos y dos años y medio de gracia mientras nos prometía que la salvación estaba siempre en un segundo semestre que nunca llegó. ¿Por qué habrá poca paciencia? Las razones son al menos dos y, para ser honestos, son razones que exceden al gobierno entrante. Por un lado habrá poca paciencia porque el bloque ideológico que hay enfrente buscará esmerilar desde el primer momento aun cuando la dirigencia política que busca representar ese espacio no esté a la altura del desafío y deba recomponerse tras el fracaso de Macri. En otras palabras, aun cuando Macri no tenga la capacidad de liderar la oposición desde el llano y aun cuando se auguran momentos difíciles para mantener cohesionada a la oposición, el gobierno de los Fernández tendrá enfrente un bloque cultural homogéneo en estado de ebullición permanente. La historia se repite como tragedia y luego como farsa, de modo tal que no habría que sobredimensionar los aprietes públicos de algunos personajes de las patronales del campo pero, a la luz de lo que uno observa en los países vecinos, es posible que se intente desde allí generar una continuidad asfixiante de conflictos, aquello que, finalmente, acabó horadando al gobierno de CFK, más allá de que entre 2011 y 2015 se cometieron muchos errores y la economía transitó un camino irregular. Pero si ustedes recuerdan aquellos días, el ataque era constante, contra lo bueno, contra lo malo, contra lo que era cierto, contra lo que era falso. En este sentido, es de esperar que vuelva “la inseguridad”, que cada instancia judicial se transmita en cadena nacional privada, etc.  
Por otra parte, el padecimiento de una mayoría de la población ha sido tal en estos cuatro años que el actual gobierno llega a la administración con una sobreexpectativa. Insisto: no tiene la culpa. Es más, ni siquiera ha prometido demasiado y en general Alberto ha sido bastante mesurado. Pero mucha gente espera un cambio radical en su vida diaria, un shock de bienestar que no va a venir, al menos en lo inmediato. Para apuntalar estos aspectos déjenme repetir dos cosas que comenté en editoriales pasados:
Primero: la Argentina será Venezuela no porque Alberto derive en el chavismo sino porque enfrente hay una oposición radicalizada que no tendrá mucho que envidiar al anticastrismo Made in Miami. Cualquier intervención estatal será vista como una injerencia comunista, como mínimo.
Segundo: no se olviden que el máximo de éxito posible para el gobierno de Alberto es llegar a 2023 con un escenario más o menos similar al de 2015. Es decir, con 25% de inflación, habiendo recuperado el poder adquisitivo que Macri quitó (un 20% a los que tienen paritarias y muchos más a los independientes), bajando la pobreza a menos de 30% y reduciendo unos puntos la desocupación. Es casi imposible pero, aun si lo lograra, eso tampoco garantizaría la paz social porque con esos números, en 2015, la elección se perdió, si bien, claro, no se perdió solo por esos números.
Asimismo, está el factor externo: renegociación de la deuda y contexto regional. En cuanto a lo primero, hay varios intereses cruzados que presuponen que finalmente habrá un acuerdo aun cuando algunos de esos intereses desearían que el gobierno peronista se hunda. Pero si el gobierno peronista se hunde parece que se hunden unos cuantos actores más.
Con todo, no será menor cuál sea el resultado de esa negociación. La paradoja es que es lo primero que debe hacer el gobierno y, a su vez, lo que surja de aquella negociación probablemente condicione sus cuatro años de mandato.
Y en lo que respecta a Latinoamérica… cualquier análisis que pretenda hablar de tendencias queda en ridículo: algunas semanas atrás era la crisis del liberalismo, Moreno y Piñera contra las cuerdas, Lula libre, triunfo de Fernández en Argentina, de Morales en Bolivia y del Frente Amplio en la primera vuelta de Uruguay. Hoy: Argentina, desde el punto de vista ideológico, solitaria y a contramano de la región. En este sentido, el denominado grupo de Puebla, aun cuando sea doloroso decirlo, reúne hoy a referentes del progresismo para los cuales parece haber pasado su momento y para los cuales, en general, resulta difícil imaginar un regreso. En otras palabras, podemos hacer reuniones y fotos para transmitirlas por C5N mientras contamos la historia como nos gusta pero allí hay más simbolismo y nostalgia que poder real. Si la única respuesta al neoliberalismo que viene a acabar con cualquier atisbo de redistribución material es política de identidad y reconocimiento mientras twitteamos causas nobles y miramos en Netflix el documental de Pepe Mujica y Noam Chomsky, auguro tiempos difíciles.     
Por último cabría una comparación, si es que se trata de poner el eje en las expectativas. Porque podría decirse que el gobierno de Macri se sostuvo gracias a la creación de expectativas que de a poco se fueron desmoronando para una mayoría de la ciudadanía pero lo que Macri venía a ofrecer era eso: puro futuro; el cambio por el cambio mismo, es decir, la expectativa de algo nuevo independientemente de qué tuviera adentro eso nuevo.
En el caso del gobierno de Fernández, la expectativa es bifronte o se apoya en una proyección y una experiencia pasada. Es decir, hay expectativa porque, hacia adelante, se espera mejorar y se espera mejorar porque en el pasado los principales pilares de este nuevo gobierno demostraron que era posible un país distinto. Se hace allí una mezcla que se sintetiza bien en el slogan de “volver mejores” que no es otra cosa que la expectativa basada en lo que se hizo, para lo cual se necesita “volver”, y la expectativa puesta en un futuro distinto de lo que hay ahora y también, en parte, de lo que hubo hasta 2015. Esta es la parte del “mejores”.
Pero habrá muy poco tiempo y el argumento de la pesada herencia, que en este caso es una pesada herencia verdadera, no dará más que unos meses. Será ingrato e injusto. Recién se estará volviendo… y ya habrá que ser demasiado mejores.     

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