Los acontecimientos de la última semana resumen bastante bien
algunos tópicos de las sociedades en que vivimos. Yo lo sintetizaría en tres
conceptos: responsabilismo, exculpación y opinología.
“Siempre tiene que haber un responsable”, es la definición de
“responsabilismo”. Se trata, claro está, de una de las caras de una sociedad de
la denuncia. Ya no existen los accidentes porque todo es culpa de alguien. Más
allá de que aparentemente ahora se dice que los dos muertos en el recital del
indio Solari no murieron por la presunta avalancha, podemos salirnos de este
caso y pensar cómo se encaran los debates públicos cuando sucede alguna
catástrofe natural. Dado que desde hace algunos siglos se ha impuesto la
concepción de que el Hombre domina la naturaleza, toda manifestación indómita
de la misma, se adjudica directa o indirectamente a alguien. Pareciera que no
podemos soportar el azar, lo accidental, lo que no se puede prever. No podemos
vivir con esa incertidumbre. Alguien debe ser culpable. Pero cuando ese alguien no es fácilmente
identificable por suerte queda el latiguillo: la culpa es de todos. Entonces,
volviendo al caso “indio Solari”, fue el indio por ser k, fue el intendente por
ser PRO, fue la productora del indio (por trabajar con un K), fueron algunos
muchachos entre una multitud tranquila o fue la horda salvaje. Y si nada de eso
nos satisface, podemos decir que fue la expresión de una sociedad decadente. Y
ya está: imprimamos una remera que diga “Je suis Olavarría” y durmamos tranquilos.
Asimismo, está claro que en una sociedad responsabilista, el
juego político es cómo librarse de la responsabilidad y si nos apartamos de las
catástrofes naturales para adentrarnos en las teorías conspirativas, llegamos
al segundo concepto que les presenté al principio: la exculpación, esto es, el
quitarse las culpas y depositarlas en un tercero. Es más, si bien no hay
espacio para desarrollarlo podría decirse que el “Errorismo de Estado” o el
pedido de disculpas permanente del gobierno ante cada acción que perjudica a
las mayorías es también una de las formas de la exculpación porque cuando se
pide disculpas no se asume de lleno la responsabilidad ya que la
responsabilidad está asociada a la voluntad y quien habla de errores nos dice
que en su voluntad no estaba el dañar. Pero la estrategia de la exculpación más
allá del “errorismo” y de la ya clásica “pesada herencia”, tomó una nueva forma
el domingo pasado cuando comenzó a instalarse en la agenda el supuesto afán
desestabilizador de la oposición kirchnerista. Todo comenzó con una acción en
tándem que incluyó una entrevista en tapa del diario Clarín a Héctor Daer y un editorial con escenas de oficialismo
explícito de Joaquín Morales Solá. Y lo culminó, naturalmente, América TV en
una conversación entre uno de los voceros presidenciales, Luis Majul y el
propio Mauricio Macri (de hecho, hay quienes dicen que el intercambio fue tan
armónico que por momentos parecía que era Macri quien entrevistaba a Majul).
Pero la operación llegó a una cumbre orgásmica el último
viernes gracias a una nota firmada por Marcelo Bonelli cuyo título podemos
incluir en el top 10 del “periodismo de guerra”: “Los inversores quieren saber
cuándo la justicia pondrá presa a Cristina Kirchner”. Si bien la noticia fue
desmentida por el propio Felipe González, mencionado en la nota como aquel que
habría hecho la pregunta en representación de “los inversores”, el título es
una obra maestra del mensaje subliminal porque en pocas palabras, y presentándolo
como información, afirma, desbordando de sesgo ideológico, que Cristina
Kirchner es culpable y solo resta averiguar cuándo pagará su responsabilidad;
que Macri es un líder con autoridad a tal punto que puede manejar los tiempos
de la justicia; y que la economía deprimida no es responsabilidad del actual
gobierno sino del fantasma del anterior.
Por cierto, es curioso lo que sucede con el kirchnerismo pues
los mismos que enuncian una y otra vez que se trata de una etapa pasada, le
adjudican la virtud de manejar parte de la justicia, coparle la movilización a
la CGT, organizar decenas de cortes de calle para generar caos, controlar al
menos un sector de los servicios de inteligencia más allá de que todo lo que
sale de allí siempre perjudica al kirchnerismo, y tener cooptados a los
maestros, los cuales, por cierto, en buena medida votaron a Macri en 2015.
Llegamos así al último concepto: la opinología.
Efectivamente, los temas aquí mencionados fueron desarrollados por hordas de
opinadores compulsivos incapaces de guardar silencio o al menos tener la
honestidad de un “no sé”. El derecho a opinar parece haberse transformado en
obligación de hacerlo, y la igualdad en el derecho a opinar es confundida con la
igualdad de valía en el contenido de cualquier argumentación. Dicho en criollo:
cualquier pelotudo habla y encima cree que su opinión en tanto tal tiene el
mismo valor que cualquier otra aun cuando esa opinión se realice desde el más
ramplón sentido común y sin ningún fundamento.
Si estas líneas te aburrieron es tu responsabilidad, de modo
que exijo que me exculpes pues, además, ya ha aparecido un nuevo tema sobre el
cual opinar.
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