viernes, 2 de septiembre de 2016

La policía y la calesita (publicado el 1/9/16 en Veintitrés)

Desde el punto de vista económico, las críticas al macrismo provenientes de sectores no liberales son tan conocidas como atendibles. Si repasamos estos nueve meses de gestión, el eje se puso en la exorbitante suba de tarifas que el gobierno intentará presentar como “tarifacito del 300%” gracias a las opiniones recogidas en los focus group, pero en la última semana los números brindados por el INDEC volvieron a poner de manifiesto un fenómeno que había intentado ocultarse en los últimos meses. Me refiero al dramático aumento de la desocupación gracias a la ola de despidos, no solo en el sector público sino, sobre todo, en el sector privado.
Ahora bien, todo esto usted ya lo sabe de aquí que me interese ingresar en otro aspecto de la temática. Podemos plantearlo así: el plan económico de Macri es tan errático que ni siquiera ha cumplido con las metas que cualquier plan neoliberal ortodoxo cumpliría. Dicho de otra manera, el neoliberalismo precariza, margina y desclasa a masas ingentes de hombres y mujeres pero al menos muestra “algunos resultados”, a saber: reducción del déficit fiscal, llegada de inversiones y baja drástica de la inflación. En este sentido, con el macrismo se da una paradoja y es que viene logrando los calamitosos resultados que todo plan neoliberal ortodoxo se propone pero sin obtener los presuntos beneficios de tal modelo.
Si desagregamos los ejes encontraremos elementos sorprendentes. Hablemos, en primer lugar, del déficit fiscal. Con el Ministro de Hacienda y Finanzas a la cabeza, el macrismo había mentido instalando que el gobierno anterior había abandonado su gestión con un 7% de déficit fiscal. No hay manera de sostener con números realistas tal aseveración pero lo mismo da, pues, sea cual fuere el número, las cifras oficiales publicadas una semana atrás indican que el déficit fiscal primario se duplicó largamente respecto de julio del año pasado. Efectivamente, el déficit fiscal primario del austero macrismo es 112,5% más grande que el del populista kirchnerismo. Enorme lección para el paradigma neoliberal vernáculo pues tales números muestran que éste no es un país pobre y que el punto no está en cuánto se gasta sino en cómo se distribuye. Con el macrismo, plata hay, solo que gracias a la transferencia de ingresos del sector de los que menos tienen al sector de los que más tienen, esa plata se la están quedando unos pocos. Dicho de otra manera: ¿cómo no va a aumentar el déficit si se busca enfriar la economía, se liberan los precios y las importaciones, y se dejan de cobrar retenciones?
Sin embargo, el manual del buen neoliberal te dice que siempre están por llegar una lluvia de inversiones. Nobleza obliga, alguna vez, allá por los años 90, esa lluvia de inversiones llegó y una mitad de la sociedad argentina gozó del beneficio del 1 a 1 más allá de que el final ya lo conocemos bien. Sin embargo, hoy ni siquiera estamos gozando de tales inversiones. Nunca faltará algún zonzo que nos quiera decir que los inversores le temen a Hebe de Bonafini pero quienes quieran decir la verdad tendrán que admitir que los dueños del dinero deben mirar azorados cómo este gobierno cambia las reglas del juego con decretos y cómo ni siquiera ha sido eficaz para implementar un aumento de tarifas para el que había un consenso generalizado. Más allá de que a ningún inversor le importa la divina seguridad jurídica sino hacer pingües negocios, lo cierto es que los dólares no llueven y el blanqueo, a pesar de la presión internacional que amenaza a los evasores con el entrecruzamiento de datos, viene mucho más lento de lo que el gobierno se imaginaba.
Por último, el tema inflacionario es alarmante pues por primera vez en más de una década, el aumento de los precios le ganó ampliamente a los sueldos y la pérdida del poder adquisitivo se calcula, como mínimo, en un 10% para los cobran su sueldo en blanco y bastante más para los que lo cobran en negro. La cuenta surge de comparar una inflación anualizada que en la ciudad, por ejemplo, llega al 47%, con paritarias que rondaron entre el 30 y el 35% escalonado (curiosamente, el gremio que consiguió el número más bajo fue el de Prensa, con apenas un 27%).            
Una vez más, el que fue presentado como el mejor equipo de los últimos cincuenta años, logró que la inflación se duplique y estará enormemente satisfecho si logra, en 2017, una inflación similar a la que había dejado el kirchnerismo, aunque, claro está, tal cifra deberá compararse con el aumento obtenido en las paritarias que se realicen el año que viene. Si tenemos en cuenta que el gobierno, sea en el Consejo de las Américas, sea en una fábrica, no habla de otra cosa que del “costo laboral”, es de esperar que en 2017 se pierdan algunos puntos más del poder adquisitivo y se avance en un conjunto de políticas económicas que, aumentando la desocupación, condicionen toda mesa de negociación.  
Frente a este panorama tiene sentido retomar una visión interesante para poder entender el actual momento. Se trata de una mirada que proviene de la escritora canadiense Naomi Klein que, en su libro La doctrina del shock, hace un rastreo histórico acerca del modo en que las políticas neoliberales se aplicaron, en Latinoamérica y el mundo, en momentos donde las sociedades se encontraban en estado de shock, sea por un desastre natural, una guerra o una crisis económica, política y social de envergadura. Si esta hipótesis es correcta y se toma como base que el kirchnerismo, por más que tanto se insista, no dejó ni al país ni a la economía en llamas, el único camino que le queda al macrismo es generarse su propia crisis para luego ofrecer su propio antídoto. Tal crisis existe ya y está claro que se intenta todo el tiempo adjudicársela al gobierno anterior. Sin embargo, no creo que esta crisis haya sido autoinfligida por el macrismo sino que ha sido el producto de sus políticas, sus inoperancias y, sobre todo, del equilibrio de fuerzas en lo que respecta al terreno social. En este sentido, aun cuando el espacio opositor esté fragmentado y aún cuando, sin demasiado conflicto, se ha avanzado sobre conquistas de los últimos años, no resulta tan simple barrer con una experiencia política y subjetiva como la del kirchnerismo, al menos de manera tan abrupta. Es más, podría decirse que sorprende la rapidez y la violencia con la que han avanzado pero aún así la construcción colectiva y sus consecuencias individuales, más allá de todas las falencias que tuvo, ha generado anticuerpos.       
En el barrio, cuando queremos decir que alguien comete un desatino o una torpeza flagrante decimos que “es capaz de chocar una calesita”. En términos económicos y por las razones expuestas, el macrismo parece encaminarse hacia allí. Cómo intentarán evitarlo es algo que puede vislumbrarse y que no es novedoso. Así, si la economía no responde y la política es errática restará posarse sobre la moral y tratar de convencer a la ciudadanía de que, al igual que en 2015 cuando la mayoría no tenía problemas de dinero, los electores vuelvan a votar pensando más en la repetición de la cadena nacional y en algún caso de corrupción que en el bolsillo. Ahora bien, si estuviéramos frente a un momento en los que la apelación a la moral no alcanzara, el horizonte será preocupante y para resumirlo podríamos parafrasear a cierta publicidad de tarjeta de crédito y decir: hay cosas que la moral, el dinero y la política pueden comprar. Para todo lo demás está la policía.     


1 comentario:

Mabel Ovejero dijo...

Ay, Dante, qué están haciendo. Qué sencillo parece ser destruir y qué rápido. Temo por mis hijas y nietos.Se me hace cuesta arriba deglutir el sarcasmo y la iniquidad. Forza Dilma. Aguanten Evo, Correa y Maduro.