viernes, 6 de mayo de 2016

Objetivo: las emociones (publicado el 5/5/16 en Veintitrés)

Mientras una parte de la ciudadanía se da cuenta de que el aumento de la nafta, los alimentos, el transporte, la luz y el gas no se puede pagar ni con la unidad de los argentinos ni con comentarios indignados sobre “la búsqueda del tesoro” de Báez, cabe preguntarse en qué museo se encontrará aquella fantasía que nos invitaba a creer que los medios de comunicación eran esenciales para la democracia en tanto brindaban una información vital para las decisiones racionales que los ciudadanos debían tomar.  
Alguno dirá que estoy preso de una visión arcaica del periodismo pero, en todo caso, es la que comparto con la mayoría de los periodistas, incluso con aquellos que se consideran progresistas. Sin embargo, es verdad que esta pretensión pareciera de otra época, de una época en la que la palabra ocupaba otro lugar y tenía prioridad por sobre la imagen.
Pero hoy la velocidad del poscapitalismo nos obliga a mercantilizar signos y para que éstos circulen tienen que ser fácilmente consumibles. En este sentido, un razonamiento complejo, una idea desarrollada y con matices, no tiene lugar y queda automáticamente fuera del mercado en pos de todo aquello que pueda ser reducido a 140 caracteres o, en lo posible, a una imagen, sea ésta de una excavadora o de cualquier otra cosa. Puro impacto, amparado en una cultura visual contrariada por decenas de estímulos y una civilización más preocupada por la confirmación de sus prejuicios que por la búsqueda de la verdad; pura imagen apuntando a nuestras emociones y a que sean éstas las que motoricen las  intervenciones y las perspectivas sobre los temas centrales de la agenda pública.     
Ya que en números anteriores hemos avanzado en algunas hipótesis para tratar de dar cuenta de las razones que explicarían un fenómeno que es civilizacional y amplio, aquí me restringiré a algunas muestras acerca de cómo, desde los propios medios de comunicación, se promueve la participación de las emociones mucho más que el pensamiento reflexivo.  
Usted dirá que no habría en esto ninguna novedad pero hay al menos algunas particularidades o, en todo caso, la ubicuidad de los estímulos de la información existente en la actualidad agudiza enormemente una tendencia preexistente. Para ello, me tomé el trabajo de navegar en la página web del canal TN (tn.com.ar), perteneciente al Grupo Clarín, y en sus diferentes secciones. Lo curioso no es la agenda ni el sesgo con que se trata la información pues eso ya lo conocemos y en todo caso cada medio tiene su agenda y su sesgo; lo curioso es, en primer lugar, la imposición de que las noticias deben ser evaluadas de algún modo por los lectores; y, en segundo lugar, que esa evaluación debe hacerse según parámetros “emocionales”. ¿A quién se le habrá ocurrido que es bueno que los lectores evalúen una noticia? ¿Y en todo caso quién sabe lo que está evaluando cada lector? ¿Evalúa cómo está escrita la nota, su bajada de línea, el interés objetivo de la misma o cualquier otra cosa? Es difícil responder a ello máxime si se observa el modo en que se invita al lector a que realice la evaluación. En este sentido, por ejemplo, en la sección principal de tn.com.ar, el sitio promueve que se evalúe la nota según las siguientes categorías: “Me importa, Me gusta, Me aburre, Me da igual, Me indigna”.  
Si este tipo de categorías le resultó particular, observe las que aparecen en la sección “TN Tecno”: “Vendehumo, Lo quiero ya, No me interesa, Están choreando, Me re ceba” (SIC). Si seguir avanzando en esta nota no lo re ceba, fíjese que en la sección de Música “La viola”, usted puede elegir entre: “Me hago fan, Me gusta, Ponele, Me duermo, Derrota cultural”. Y si se hizo fan de este párrafo déjeme incluir las categorías de la sección “TN y la Gente” donde usted votará entre: “Bronca, Vergüenza, Indiferencia, Me impacta, Me encanta”; o la sección “TN famosos” en la que se puede elegir entre: “Me enfurece, Me calienta, Me resbala, Me estafaron, Me enloquece”. Por último, si no se calentó del todo, sepa que la sección de “TN Toda pasión” le permite a usted sentir: “Euforia, Orgullo, Nada, Ira, Vergüenza”.
Lo primero que a uno le surge es el recuerdo de aquel inolvidable pasaje del cuento de Borges, “El idioma analítico de John Wilkins”, en el que se exponía una clasificación completamente heteróclita que buscaba mostrar que cualquier clasificación sobre lo existente es arbitraria: “En sus remotas páginas está escrito que los animales se dividen en (a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas”.
Sin embargo, claro está, el asunto no es una ironía borgeana ni en ningún momento se devela la arbitrariedad de las categorías propuestas. De esta manera, al hecho de que nunca nos digan que el medio tiene una agenda y un sesgo, le sumamos que cuando usted termina de leer la nota la propia página le pregunta, tuteándolo: ¿qué sentís? Esa pregunta no es inocente. Es una decisión editorial porque no le preguntan qué piensa sino que desde la misma formulación la interpelación es al sentir, esto es, inducen al lector a que se comporte emocionalmente, a que no analice sino a que actúe irracionalmente, que exprese “lo primero que siente” como si eso fuera garantía o un certificado de espontaneidad y, con ello, de acercamiento a unas verdades presuntamente originales del Hombre. Es el más puro cinismo y una invitación a una participación degradada en una supuesta comunidad de la información al servicio de las necesidades de un sistema económico. Una decisión bien racional, con fines bien claros en la que, paradójicamente, el objeto son nuestras emociones.

   

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dante, no les pueden preguntar que piensan. Les reformatean el bocho 24 hs. por día y después le van a preguntar qué piensan?. Que van a pensar?. Que Cristina es chorra, que Lázaro es el valijero K, que la culpa es de la herencia y dos o tres "conceptos" más. La verdad es que los comentarios (y no únicamente len el sitio de TN) son tan lamentables que lo único que se puede desear es que no sean representativos de una parte importante de nuestra sociedad. Aunque no soy tan optimista.