sábado, 28 de marzo de 2015

Las falacias detrás del caso Nisman (publicado el 26/3/15 en Veintitrés)

De repente, todo el arco de la oposición argentina, espacio que incluye a dirigencia política, intelectuales y periodistas, entre otros, bramó contra la circulación de las fotos del fiscal Nisman en boliches de Palermo rodeado de mujeres que intercambiarían “favores” a cambio de dinero. Estas se sumaron a fotos que demostrarían que el fiscal no solo habría compartido noches de juerga sino días enteros y viajes con, al menos, algunas de estas voluptuosas señoritas. Sabido esto, en privado, mucho varón argentino medio habrá dicho “¡Qué bueno hubiera sido ser Nisman!”, pero lo cierto es que, un mes después del 18F, el encuentro en homenaje al fiscal organizado por Santiago Kovadloff y Nelson Castro, no llegó a convocar a 100 personas. Con todo habría que aclarar algunas cosas: si alguno de los asistentes a aquella multitudinaria movilización convocada por fiscales opositores se sintiera decepcionado por ver al fiscal con antenitas en la cabeza abrazando mujeres que ostentaban tragos y consoladores, habría que advertirle que está siendo preso de una moralina conservadora pues aun un sexualmente desenfrenado fiscal puede desarrollar correctamente su trabajo. El punto, entonces, no son las fotos sino que la denuncia que realizó fue desestimada de una u otra manera por varios jueces, desde Canicoba Corral, hasta Servini de Cubría y Rafecas. En todo caso, lo que sí cabe investigar es el uso que Nisman le daba a los fondos públicos, pues, según publica la Revista Anfibia, su Unidad de Investigación, con 45 empleados, tenía un presupuesto de $31.000.000 solo para el 2015, y, entre otras sorpresas, el sueldo del propio Nisman era de $100.000 (es decir, cobraba más que la Presidenta de la Nación, por ejemplo). Pero además no hay que pasar por alto que, entre esos 45 empleados, estaba su nutricionista personal quien cobraba $28.000 mensuales y Diego Lagomarsino, alguien que se especializaría en sistemas y que venía recibiendo $41.000 mensuales, de los cuales la mitad, según una denuncia del propio Lagomarsino que deberá investigar la justicia, le era transferida al propio Nisman. En la medida en que van saliendo a la luz estos manejos discrecionales que bien valdrían, como mínimo, una investigación por malversación de Fondos Públicos, algunos le dicen al gobierno que debería haber controlado cómo gastaba el dinero Nisman. Nada dicen de la responsabilidad del poder judicial al respecto pero se les debe haber pasado por alto de tanto mover la cintura repitiendo una y otra vez el estribillo de la división de poderes.  
Con todo cabe decir que para no caer en una falacia ad hominem (aquella que determina que alguna característica o conducta execrable de un hombre convierte automáticamente en falso todo lo que ese hombre diga) lo que importa es evaluar la denuncia de Nisman independientemente de su vida privada y de los propios delitos que Nisman podría haber cometido. Pues el fiscal más corrupto y más fiestero puede realizar una denuncia consistente. Dicho de otra manera, de ser corrupto y fiestero no se sigue que la denuncia realizada por este hombre sea inconsistente. Pero, claro está, el pequeño detalle es que la denuncia es inconsistente. 
Es más, está tan “floja de papeles” la temeraria denuncia de Nisman contra la presidenta y funcionarios, que la operación de los principales interesados en que esta denuncia prospere, aquellos que en vez de decir #YoSoyNisman deberían haber dicho #YoSoyAntikirchneristaYMeSubiréACualquierCosaQueAfecteAlKirchnerismoAunPoniendoEnJuegoMiCredibilidad, fueron los primeros en impulsar una falacia que, a falta de nombre técnico, llamaré “falacia de la santificación”. Este tipo de falacia se aplica generalmente cuando sucede una muerte pues por alguna razón abordable desde el terreno mítico-psicológico, resulta que todas las personas que mueren de repente se transforman en buenas; la muerte, entonces, parece cumplir una función purificadora y hasta cuando muere algún reverendo hijo de puta (no estoy diciendo que sea el caso de Nisman, por favor), a lo sumo, el titular del diario dirá “Murió el polémico….”. Desde este punto de vista, la parca es siempre injusta porque se lleva a toda la gente que le hace bien al mundo. Con Nisman, la operación santificadora se agigantó con su muerte dudosa y terminó siendo el sustento de la aberración jurídica y la operación que su denuncia había implicado. El “santo” Nisman era la única garantía de poder sostener en el tiempo una denuncia insólita. Y durante más de un mes, el gobierno fue incapaz de estructurar una posición homogénea respecto de la todavía no esclarecida muerte del fiscal.
Pero no son estas las únicas dos falacias que atravesaron la discusión pública en las últimas semanas. Sin pretensión de ser exhaustivo, digamos que hubo al menos otras dos. Una de ellas es la que llamaré “falacia del dolor”. Este tipo de falacia podría pensarse como aquel razonamiento que se apoya en la idea de que una víctima nunca se equivoca. En este caso se dice que, por su condición de víctima, la exesposa de Nisman (solo en tanto madre de las hijas y no tanto por su condición de “ex”), tendría un acercamiento privilegiado a la verdad de modo tal que si ella dice que fue un asesinato, debe haber sido un asesinato. Frente a ello, recuerde cómo terminó el ejemplo más brutal de este tipo de falacia, esto es, el del “casi” ingeniero Blumberg que, de padre de un chico asesinado, pasó a ser un experto en temas de seguridad por obra, quizás, de alguna extraña revelación punitivista.
Y la segunda falacia, mucho más conocida, y vinculada tanto con la de la santificación como con la del dolor, es la de autoridad. Este tipo de falacia es la contraria de la falacia ad hominem que habíamos visto al principio pues si aquella suponía que todo lo que diga un hombre con características o conductas execrables será falso, la de autoridad afirma que todo lo que provenga de un hombre con características o conductas virtuosas será verdadero. Y resulta claro que esto no es necesariamente así pues aun el hombre más bueno del mundo puede mentir o equivocarse incluso cuando hasta hoy nunca hubiera mentido ni se hubiera equivocado. Aplicado al caso, aun cuando se probara que Nisman hubiera tenido una vida ejemplar y un desempeño laboral incuestionable, sería perfectamente posible que su denuncia careciera de fundamentos.   

Probablemente, en algunos años, algún profesor de Lógica brinde un curso sobre falacias informales en el discurso de los medios de comunicación a partir del caso paradigmático de un fiscal obsesionado por su imagen que, para su suerte, será más recordado por sus fotos indiscretas que por haber sido parte, voluntaria o involuntariamente, de un intento de desestabilización impulsado por una denuncia inconsistente. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente, Dante. Tu abordaje filosófico nutre la convicción general de la denuncia falaz con exclusiva vocación destituyente. La refuerza con precisión de analista sereno, extendiendo responsabilidades incluso al propio Gobierno.
Una satisfacción leerte.
Fabio Bustos Fierro.