viernes, 7 de noviembre de 2014

La cruzada de la reconciliación (publicado el 6/11/14 en Veintitrés)

Días atrás se inauguró el “Museo del Periodismo”, de Luis Majul, con una muestra llamada “40 años de periodismo: de Walsh a Lanata”. Asistieron distintos referentes del establishment periodístico, desde los recalcitrantemente anti kirchneristas hasta algún moderado y algunos filo kircheristas, como así también buena parte del arco político opositor incluyendo varios de los precandidatos a presidente.
La muestra forma parte de una cruzada que viene llevando adelante el conductor de La Cornisa en pos de reivindicar el periodismo. Así, a sus intervenciones públicas, Majul le ha agregado un programa que se emite por canal “a” llamado “Un mundo con periodistas”, donde tanto él como el periodista de espectáculos Pablo Sirvén y el marido de Victoria Donda, Pablo Marchetti, entrevistan a distintos periodistas para hablar sobre la profesión.       
              La muestra ha generado particulares adhesiones, desde el Secretario de Cultura de la Ciudad, Hernán Lombardi, prometiendo que este Museo se incluiría en el recorrido de la multitudinaria “Noche de los museos”, hasta la legisladora excarriotista, exkirchnerista, exsolitaria y actual filoPro, Graciela Ocaña, quien presentó en la Legislatura un proyecto para declararlo de interés turístico. Tampoco se puede dejar de soslayo una insólita nota del editorialista opositor Jorge Fernández Díaz, quien desde La Nación embistió con un relato épico acerca de un joven y valiente Luis Majul, de zapatillas naranjas, que habría ingresado al periodismo después de haber knockeado (SIC) a un jefe de redacción.
Ahora bien, la pregunta es ¿por qué está cruzada? ¿Es una sobreactuación más? No me parece. Más bien hay elementos profundos para exponer y creo que una síntesis se la puede encontrar en las declaraciones que diera el periodista ante los requerimientos de sus colegas. Pues allí Majul respondió una y otra vez “Vamos a dejar atrás la grieta”, refiriéndose al término utilizado por Jorge Lanata para describir la fractura que se produjo en la corporación periodística. Considero que su deseo es sincero y es de los pocos que se atreve a hacerlo explícito pues lo que intenta hacer Majul es volver a hacer del periodismo aquel bloque monolítico y lograr, por fin, la reconciliación de todos los integrantes de la corporación.
También creo que tiene razón el conductor de América cuando afirma que ha sido el kirchnerismo el que generó la fractura y que en la medida en que el kirchnerismo continúe la fractura seguirá sin soldarse. Esto, claro, más allá de que esa cuña que introdujo la política señalando el accionar faccioso de la prensa, cada vez incomode más incluso a los periodistas cercanos al oficialismo. Es que, en realidad, cuando se puso en tela de juicio la objetividad y neutralidad del periodismo la bolsa tuvo lugar para todos, desde Clarín hasta Página 12 pues bastante absurdo sería afirmar que periodistas objetivos y neutrales son solo los que leemos nosotros y los que tienen la línea editorial que nos gusta.       
Dicho de otra manera, el kircherismo no solo ha discutido al periodismo opositor, sino que ha discutido al periodismo todo y llevar adelante semejante quijotada es jugar al límite, especialmente porque hay que saber que tarde o temprano la corporación va a tender a cerrarse una vez más sobre sí. Tendrá que ser más o menos generosa, perdonar algunos díscolos (por ejemplo, Víctor Hugo Morales, es parte del “Museo de Majul”), dejar a los bárbaros afuera como aquello que el periodismo no debe hacer (el seisieteochismo) y rápidamente aquellos que levantaban el dedito y se entusiasmaron primeramente con el enfrentamiento que proponía el kirchnerismo, recordarán que antes que hombres y mujeres con ideología son periodistas.
Lo he escrito varias veces pero lo repito: el kirchnerismo (y otros gobiernos populares de Latinoamérica) han puesto el énfasis en la disputa con los medios concentrados porque éstos disputan la representación de la sociedad civil y del pueblo desde una posición ventajosa.  Y los periodistas y referentes mediáticos opositores están profundamente enloquecidos no por una política keynesiana o por una cadena nacional sino porque la política les que está quitando el lugar de la representación. Hoy un periodista puede recibir un insulto en la calle, como lo recibieron siempre los políticos. Está muy mal en cualquiera de los dos casos pero para un periodista, que siempre fue saludado, alabado y hasta erigido como héroe, el cambio es muy duro. Entonces la disputa no es por dinero. Es por mucho más que eso. ¿Saben cuánto vale decir algo y que por el simple hecho de decirlo en un diario, en una radio o en la tele la gente te crea? No hay dinero que pague eso. Por eso los periodistas opositores están desesperados y los oficialistas están siempre incómodos. A todos les sería más fácil tener un adversario político claro, como en la década del 90 cuando en frente estaba Menem. Ese era fácil: se lo podía criticar por peronista, por neoliberal, por populista, por corrupto, por payasesco, es decir se le podía entrar por izquierda o por derecha.  Con el kirchnerismo es más difícil porque puso de manifiesto que hay disputa por la representación política profundamente desigual: por un lado están los dirigentes políticos, es decir aquellos que son sometidos al voto y al control popular. Se trata de hombres y mujeres cuya única herramienta es la persuasión, porque la política no tiene que ver con la verdad sino con la persuasión. En otras palabras, estatizar los fondos de jubilaciones o YPF, no es algo que se puede evaluar en términos de verdad o falsedad; en todo caso se evaluará en términos de “me convence” o “no me convence” en función de mis convicciones. Y aquí se da la desigualdad porque, por otro lado, la facción que disputa la representación, que gozaba del prestigio y la performatividad de la palabra, no acepta ser una facción, una parte, sino que dice representar a la totalidad, a la realidad. Así, en un debate entre un político y un periodista, este último habla desde el lugar de la verdad mientras que el primero solo puede hablar desde la propuesta persuasiva.
Dicho esto, lo que estos años de disputa han puesto en tela de juicio es que los periodistas hablen desde la verdad. Porque no lo hacen, lo cual, claro está, no quiere decir que siempre mientan o que mientan más que los políticos. Quizás, incluso, mientan menos pero a priori parten todos del mismo lugar y sin embargo, para mantener su lugar de representante, el político debe refrendar periódicamente frente a la sociedad su cargo, algo que no sucede con el periodista.     
La corporación periodística está ansiosa. Desea, de una vez por todas, el fin de la grieta, esto es, de la  fractura que fue producida por el modo en que el kirchnerismo desenmascaró el rol de la prensa. Necesitan hacer borrón y cuenta nueva, estigmatizar con letras escarlatas a los que los dejaron en evidencia una y otra vez y punto: a reciclarse y a continuar con el show de las noticias para que “usted sepa toda la verdad” y pueda descansar en paz, con el mundo ordenado y lleno de certezas. La cruzada de la reconciliación ya comenzó. Ahora hace falta el detalle de las urnas dando una mano. Porque con un gobierno de cualquier signo político no kirchnerista las cosas volverían a su lugar natural: los políticos a ser puteados por ladrones y los periodistas a ser creídos por periodistas.    



2 comentarios:

gustavo piazza dijo...

Lamento disentir, Dante, pero me parece que ver el periodismo solamente desde la capital distorsiona un poco la perspectiva. Y el hecho definitivo es que parece haberse perdido la intención de informar y sólo queda la pretensión de ideologizar, de fanatizar al lector. Un medio de prensa común hoy me recuerda al periódico del MAS en las primeras épocas de la democracia. No informaban, militaban con la noticia. En el estilo maniqueísta más desembozado.
Recuerdo haber visto páginas increíbles, como aquélla del País (trato de leer todos los días lo más representativo de la prensa del planeta) en que se alarmaba por los 30 muertos de la "dictadura " venezolana, y en la nota siguiente anunciaba con desparpajo absoluto la condena a muerte de 1.000 opositores en Egipto. Es solamente una foto, de algo que es común en todos los medios de prensa, en todo el planeta. Mientras un periodista quiera utilizar la noticia para conseguir un determinado voto de la gente, entonces no es periodista, es un militante político, convencido, en el mejor de los casos, o mercenario, si lo hace por dinero. Si quedan periodistas, se ve que a ésos ya no los contratan...

Anónimo dijo...

política les que está quitando el lugar de la representación