viernes, 22 de febrero de 2013

Usted y Buenos Aires (publicado el 21/2/13 en Veintitrés)


Déjeme hacerle una pregunta molesta, incómoda. Si no desea recibir este tipo de interrogantes, abandone ya la lectura de esta nota. ¿Es valiente o simplemente masoquista y quiere seguir? Muy bien, pero no diga que no le advertí. La pregunta es, entonces, ¿qué es lo que hace que usted siga siendo usted? ¿Su rostro? No lo creo pues su rostro ha cambiado. Mire sus fotos de bebé y mírese ahora. Notará la transformación. ¿Acaso no será la materialidad de su cuerpo? Al fin de cuentas, pareciera que ha vivido siempre dentro del mismo cuerpo. ¿No? Sin embargo, recuerde el enigma de la Esfinge que Edipo descubre: el Hombre es el único animal que a la mañana anda en 4 patas (el niño que gatea), a la tarde anda en dos (el adulto erguido) y a la noche en tres (el anciano con bastón). Si usted es un anciano sabrá de lo que estoy hablando y si no lo es y tiene la suerte de llegar a serlo corroborará que su cuerpo ha cambiado a lo largo de toda la vida y que la ley de gravedad nunca tiene clemencia. Si el cuerpo en tanto material es corruptible y no asegura, por lo tanto, que siga siendo siempre el mismo, la pregunta acerca de qué es lo que hace que usted siga siendo usted debería ser algo inmaterial. Quizás existe una esencia “usted” que permanece desde el nacimiento hasta su muerte. ¿Pero cuál sería? ¿Hay alguna característica, por ejemplo, de su carácter que se haya mantenido siempre? De haber sido así, ¿no cree igualmente que tal característica podría haber sido modificada sin que usted deje de ser usted? Piense en la situación de una primera cita, aquella en la cual usted se “presenta” ante el otro destacando todas las bondades de su ser. Es posible que en el mismo relato se mezclen dos aspectos contradictorios de su idea de identidad. Por un lado usted puede decir “Yo soy” esto o lo otro. Y a su vez también puede decir “yo era” tal cosa pero luego cambié (esto sucede, generalmente, cuando se está intentando reconquistar a una ex pareja). Si acepta este segundo comentario mejor sería eliminar para siempre el “yo soy” y cambiarlo por el “yo estoy”, esto es, mostrar que cualquier aspecto de la identidad es provisorio. No se “es” ansioso, obsesivo, ingenuo, generoso o melancólico sino que en determinados momentos de la vida (quizás siempre hasta el día de hoy pero tal vez no mañana) se ha sido de ese modo. Porque siempre se puede cambiar.
Ahora bien, suponiendo que usted ha sido condescendiente conmigo y ha aceptado lo dicho hasta aquí. ¿Se retiraría tan rápido de la batalla? No creo. Seguramente me diría “muy interesante tu juego sofístico pero yo soy yo”. Frente a esa respuesta, mi pregunta volvería a formularse: ¿Está seguro? ¿Cómo sabe usted que sigue siendo usted? Note que estoy diciendo “sigue siendo”, es decir, estoy introduciendo una dimensión temporal. Dicho con más propiedad, sería cómo puede saber que, a lo largo del tiempo, esa “sustancia” cambiante que es usted sigue siendo usted mismo. Tal aclaración puede darle una pista, pues si hablamos del tiempo, nada mejor que recurrir a la memoria. Entonces, quizás, lo que hace que usted sea usted sea su memoria, aquella que le recuerda cuando era chico y diferentes momentos de la vida en los que naturalmente, usted estuvo presente aunque, seguramente, con otro aspecto físico. Sin embargo, ¿usted recuerda cada uno de los instantes de su pasado? No lo creo pues eso le sucede nada más que a ese personaje de Borges llamado Funes. Entonces, incluso si usted dijese tener una gran memoria no podría recordar cada fragmento de su pasado de lo cual se seguiría que, si es la memoria la que hace que usted siga siendo usted, la falta de recuerdo supondría que usted dejó de ser usted en algunos  pasajes de la vida de esa persona que usted dice ser.
Ahora bien, este problema de identidad que le planteo, ¿puede trasladarse, por ejemplo, a una ciudad? Para decirlo con nombre propio, ¿cabe preguntar, por ejemplo, qué es lo que hace que Buenos Aires siga siendo Buenos Aires? Seguramente sí pues se supone que la ciudad tiene una identidad. ¿Pero cuál sería ese signo identitario que se mantiene y la hace seguir siendo la de antes? Si bien los baches se mantienen, ahora hay más basura, más edificios con amenities que harán que las cloacas exploten y las piletas y los salones de ocio acaben siendo tapados por las excreciones de quienes afrontan expensas caras pero cagan con el mismo olor que cualquier pobre. El ruido tampoco es el de antes: ha crecido a la par del parque automotor. Por su parte, los hospitales están “peor de lo peor que estaban” y los únicos árboles que se mantienen son los genealógicos. Es verdad que el subte está igual que hace 5 años pero se puede obviar ese detalle pues, al fin de cuentas, usted tiene la misma nariz que a los 18 años y sin embargo, ya le dije, no tiene manera de probar que sigue siendo usted. 
¡Pero un momento! ¿Acaso el obelisco no está igual? ¿No sigue siendo ese emblema fálico, esa porteñidad enhiesta que recibe al turista bien “a lo macho”? Podría decirse que sí pero si se comparan las postales que se venden sobre la avenida Corrientes con la imagen actual notará que al símbolo de la ciudad lo rodean metrobuses alocados que vienen y van captados por cámaras que reproducirán la próxima tragedia automovilística en los noticieros. No quedará más que ir a la plaza, entonces, aquella, la del barrio, la que usted jugaba cuando era chico. Pero está más chica que nunca (seguramente porque ahora usted está más grande, claro) y está enrejada.
Por lo tanto, lo que resta sería descansar en la esencia de la ciudad, ese no sé qué del espíritu porteño, el “targo de Carlitos” (que no era porteño), las mañanas de sol en el abasto (comprando en el shopping) o pasear por Caminito pensando en el desembarco de nuestros abuelos mientras ofrecemos sacarle una foto a la parejita de suecos que desean que le tomen el dólar al precio del blue, y unos japoneses se bajan contentos de un taxi en el que acaban de ser estafados. Pero quizás sea que a la ciudad no le interesa la memoria. Prefiere “mirar para adelante”, transcurrir el día a día, y dejar que continúe el avance material casquivano y onanista. Todo esto mientras vive con tanto miedo que necesita dos fuerzas policiales para que la proteja.        
Con todo, no se puede dejar de reconocer que hay cierta coherencia en el comportamiento electoral de la ciudad con el mayor nivel educativo del país y el mayor ingreso per cápita: eligió a De la Rúa y también a Erman González por ejemplo. Eligió a Mauricio por dos veces y si pudiese lo haría por una tercera porque el problema no es la reelección sino la reelección de “la yegua”. Hasta Fernando Iglesias logró una banca por la ciudad y también Patricia Bullrich, más allá de que lo haya hecho desde diferentes partidos (pero la identidad de “Pato” es asunto de otro artículo, quizás un libro entero o directamente un estudio a publicarse en 6 tomos).
Así que ríndase. No hay manera de saber si Buenos Aires sigue siendo Buenos Aires de la misma manera que no hay manera de saber si usted sigue siendo usted. Ni siquiera hay manera de saber si usted sigue siendo la misma persona que empezó a leer esta nota, aquella que comenzaba, simplemente, preguntándose qué es lo que hace que usted siga siendo usted y que ha sido escrita por un autor que no sabe cuál es la esencia de Buenos Aires pero tiene bien en claro que esto en lo que se ha convertido, sencillamente, y como diría un porteño, “no está bueno”.     

7 comentarios:

Anónimo dijo...

La mejor nota que leo hace mucho tiempo.
Me encanta que la filosofía esté en la calle, al igual que la política.

La mejor, saludos!

Anónimo dijo...

Estimado Dante:
Me parece que el paralelo no se sostiene. Un individuo es un sistema relativamente autónomo que cambia no solamente en su cuerpo y funciones (entre otras cosas)sino también de lugar. Un sistema nómade. En cambio, una ciudad es un lugar. Todo el tiempo se le agregan y quitan personas, cosas, ladrillos, vehículos .. Si uno se encuentra con su compañero de banco de la primaria posiblemente no lo reconozca. Si uno vuelve a una ciudad después de treinta años tampoco podrá reconocerla, pero ese lugar sigue llamándose igual. Y está en el mismo sitio. Esa es su identidad. Cordiales saludos.

ANIBAL NESTOR ZETA dijo...

ES VERDAD RESULTA MUY FORZADO ENTENDER EL VOTO PORTEÑO CON ARGUMENTOS QUE LO JUSTIFIQUEN PLENAMENTE EN FORMA RACIONAL Y REALMENTE LO UNICO QUE PARECE JUSTIFICARLO ES LA NEGACION "PORQUE SI" DESATADA POR UN ODIO TAN CIEGO COMO INEXPLICABLE EN LA GRAN MAYORIA DE LOS VOTANTES DEL PRO O DE OTROS PARTIDOS OPOSITORES,ES DIFICIL PARA NOSOTROS "VER"TAL CEGUERA DE PARTE DE NUESTROS COMPATRIOTAS QUE FORMAN PARTE DE NUESTRAS AMISTADES O TAL VEZ DE NUESTRAS FAMILIAS,SUENA COMO A UN MASOQUISMO INSISTENTE Y COMO YA DIJE ABSOLUTAMENTE INEXPLICABLE

Seb dijo...

Pero como hacemos para BUE "Esté bueno", si el 30 % de la poblacion vive hacinada aquí, y hace brillar la mas fea fasceta del argento. Concuerdo que cada momento cambiamos, pero JAMAS hay que olvidar el pasado, porque de esa forma aseguramos que seamos mas nosotros y no un completo desconocido como la derecha de este pais intenta decada tras decada que seamos.

Anónimo dijo...

Excelente y compleja disertacion que apelando a esencialmente a la mayéutica,logra provocar en quien la asimila el descubrimiento o la ratificacion definitivos de que mas alla de dudas existenciales que podamos tener, Buenos Aires esta malo, muy malo.

Héctor Maskin dijo...

Qué lástima. Mandé un comentario firmado 'El Étor' y, como no fue publicado, lo perdí. En fin.
@HéctorMaskin (en Twitter)

TATAHECTOR dijo...

El infierno es un buen lugar para un sofista K.¿?.-...