lunes, 26 de enero de 2009

"Lo que "El Choque" nos dejó" (publicado en Revista Ñ, 24/1/09)

Existen buenas razones para que el pensamiento de Huntington resulte antipático. Una de las principales es, probablemente, que su Choque de civilizaciones haya sido el manual de operaciones de los diseñadores de la política exterior del saliente presidente W. Bush. Sin embargo El Choque de civilizaciones, libro que amplía los contenidos de un artículo publicado por Huntington en 1993, es mucho más que esto. En él podemos encontrar una teoría que busca rivalizar con, entre otras, la famosa tesis del “Fin de la Historia” de Fukuyama afirmando que tras la caída del muro de Berlín, lejos de observar el triunfo del capitalismo y las democracias liberales de Occidente, nos enfrentamos a un mundo multipolar en que los actores son las grandes civilizaciones, las cuales son, generalmente, identificables por su religión. Dios resucita, se toma revancha y la religión reemplaza a las ideologías lo cual hace que las posiciones resulten más extremas e irreductibles.
El hecho de que Huntington haya asesorado a la Casa Blanca nos impide afirmar con certeza si estamos ante un investigador con gran mérito anticipatorio o ante una profecía autocumplida pero existen más elementos que pueden ser materia de reflexión. Específicamente, frente al hecho de la globalización y, con ella, el aparente triunfo de los valores de Occidente, Huntington se pliega a aquellos que advierten que Occidente, lejos de ser la civilización del mañana, se encuentra en franca decadencia ante el ascenso demográfico de los musulmanes y el poderío económico asiático. En este sentido, el choque entre civilizaciones parece inevitable y como suele ocurrir con las profecías del miedo, la solución estaría en una suerte de regreso romántico a la pureza de los valores (occidentales). Un tópico poco novedoso como el de la decadencia de occidente es interpretado en clave cultural, algo que directa o indirectamente puede llevar a interrogarnos acerca de nuestra propia identidad.
En esta línea, se observa que en la clasificación que realiza Huntington de las civilizaciones, Latinoamérica aparece como un espacio ajeno a Occidente que estaría compuesto simplemente por Europa y Estados Unidos (más Australia). A pesar de que el rasgo distintivo de las civilizaciones está dado por su religión y que Latinoamérica es mayoritariamente católica, el hecho de que hayamos asimilado parte de las culturas indígenas y la que, para Huntington es, una tradición política corporativa y autoritaria ajena a Occidente, nos ubica en el mundo no Occidental junto a las civilizaciones ortodoxa, sínica, islámica, japonesa, hindú y africana. En este sentido, quizás paradójicamente, la visión del ideólogo del partido republicano coincide con lo que suele denominarse neopopulismos latinoamericanos que reivindican una particularidad identitaria que en muchos casos, al menos discursivamente, reniega de los valores occidentales. Claro que esta discusión no obedece a un mero furor taxonómico sino que tiene consecuencias importantes. Especialmente porque en el momento en que la comunidad hispana se está transformando en la primera minoría en Estados Unidos y la inmigración resulta ser uno de los grandes desafíos que el primer mundo deberá enfrentar en el presente siglo, Huntington promueve la alarma y plantea que, puertas adentro, Estados Unidos debe dejar de propiciar un multiculturalismo que acabará disolviendo su identidad occidental en manos de africanos, latinos, musulmanes y asiáticos. Pero lo más llamativo es que El choque de civilizaciones elude la discusión en torno de la supuesta supremacía de los valores occidentales de la libertad y la democracia que en tanto tales serían bienes exportables. Lejos de pregonar tal universalismo, indicará que el mundo Occidental debe acabar con su arrogancia etnocentrista que buscando imponer sus valores a otras civilizaciones se ve expuesto a sus propias contradicciones y a la ira de aquellos que buscan reivindicar su particularidad. Así, bajo un lema que podría ser “ni monoculturalistas globales ni multiculturalistas domésticos” parece exigir el repliegue occidental ante la hipótesis de disolución interna y guerra civilizacional. No hay ideal kantiano ni posibilidad de hallar una paz (casi) perpetua como en las propuestas de los hijos del universalismo Rawls y Habermas.
Llegados a este punto quizás se pueda inferir otra de las razones por la que Huntington nos resulta antipático. Se trata de un ideólogo que está describiendo bastante bien un futuro que no nos gusta y que parece tener muy bien resuelta una pregunta que los latinoamericanos aún no podemos ni queremos responder, esto es, ¿quiénes somos?

3 comentarios:

Ester Lina dijo...

Para Huntington en el futuro las contiendas serán por causas culturales, y no por ideologías, como las que conocemos... En realidad, dicha separación me parece ambigua, porque siempre la filosofia de un pueblo hace (o ES) a su cultura. Claro que él se refiere a la cultura suya: occidentales, y la otra: asiáticos, musulmanes...
Celebro que latinoamérica no sea considerada occidental, porque nos deja fuera del conflicto temido, cuanto menos. Cuando el autor se propone el fortalecimiento de las relaciones de occidente con no-occidente, no creo que sea tomado para valorar las diferencias, sino para hacer lo que siempre hizo el imperio: entrar a un pueblo por su cultura ¿acaso a nosotros no nos han colonizado? ¿acaso no imponen a sangre y fuego SU ley en otros países?
Cuando cayó el muro se habló del fin de la historia, cuando en realidad, lo que estaban queriendo decir era el FIN del SOCIALISMO; y por ende, la prevalencia del capitalismo. Hoy sabemos que el capitalismo está en crisis, y que nuevas maneras de organización económica, comercial, financiera... se avecinan. No creo que sea la de los musulmanes...
De momento, y en el corto y mediano plazo, celebro que Huntington nos influya para indagar quiénes somos como argentinos, latinoamericanos y nuestro lugar en el mundo. Porque de verdad, somos muy desubicados. En esta semana que solamente los medios tratan la asunción de Obama he visto a muchos argentinos comparándose con el Imperio. Lo que no sabe es que tenemos varias cosas para enorgullecernos en la comparación. Pero... me fui de tema... disculpame.
Te saludo

César dijo...

Para mi el peor pecado de Huntington ha sido el de omitir deliberadamente el factor material en la configuración del mundo actual. No se puede hablar ligeramente de occidente, oriente medio, china y demas sin llamar la atención, al menos un instante, en el desarrollo económico que dio lugar al escenario mundial. Como si las guerras fueran meros "choques" entre "valores" y "modos de vivir" y no el resultado de comportamientos que explican en buena medida por las relaciones sociales de producción e intercambio, y el consabido desarrollo desigual que ocasiona en el capitalismo. Perdon por mi marxismo vulgar, pero a este Huntington, por lo menos, hay que tirarle con el tomo I. Hasta Fukuyama -otro funcionario- se animo a pensar mas...

Anónimo dijo...

Me caben algunas preguntas con respecto a la "cultura occidental", que no sea mas que un nefasto atractivo al consumo capitalista, que es la exportación colonizadora a la que Mona refiere, y coincido ademàs en que las contiendas deben ser culturales ya que las ideologías mercantilistas del imperio son insostenibles hoy por hoy, la debilidad humana al consumismo puede ser su único paradigma. Y con respecto a las alianzas, La incondicional con el gobierno sionista de Israel contradice algunos de los principios culturales, ya que si bien el sionismo provee una base militar dentro del territorio musulman, poca afinidad cultural los une, o...... tal vez sea esa...la activa alianza cultural imperialista de muerte, destrucción y saqueo.