martes, 30 de septiembre de 2008

Operaciones de lesa verdad*

La semana pasada me sorprendió la cobertura que se le dio al trigésimo quinto aniversario de la muerte de Rucci. Todos los años uno encuentra, es verdad, alguna cartelería y se entera de algún acto pero este año pareció especial. De todas las coberturas hubo una que me llamó más la atención. Me refiero al anuncio que promocionaba el programa de Andrés Kipplan y titulaba, “El asesinato de Rucci: un crimen de lesa humanidad”. Todos sabemos que un título sugestivo invita al televidente a acercarse al programa pero éste fue como mínimo poco feliz. Si bien no me consta que Kipplan haya consentido esta presentación resulta penoso que periodistas que uno ingenuamente supone progresistas se presten tan burdamente al juego de la atracción publicitaria. Especialmente cuando ésta llama tan flagrantemente a mentir. Esta operación de prensa de lesa verdad se repitió de manera solapada en varios otros programas y entrevistas.
Sea como causa o como efecto de la forma en que se cubrió la noticia, se reabrió la causa Rucci tomando como testigo a un periodista de La Nación que tras hacer una investigación afirmó que dos de los asesinos del sindicalista aún están vivos. Esto fue tomado por algunos interesados como una posibilidad más de reabrir el debate acerca de si los crímenes de los guerrilleros pueden ser interpretados como crímenes de lesa humanidad. Lo llamativo es que fueron los periodistas y no los Rucci los que quisieron descarrilar la discusión hacia allí, pues la estrategia de estos últimos no es la de equiparar los crímenes perpetrados por el aparato estatal, a los de una organización guerrillera. Más bien, lo que busca la familia Rucci es probar que hay un hecho “nuevo” que permita reabrir la causa y buscar a los culpables. De este modo, en todo lo que rodea a este juicio no aparece nunca la idea de extender el campo de lo que se considera crímenes de lesa humanidad. Por si aún no queda claro, estos crímenes son aquellos realizados por los Estados sobre individuos o grupos de individuos, son de carácter imprescriptible y hasta pueden ser causales de intervención de potencias extranjeras en los territorios donde se perpetren sistemáticamente. Existe jurisprudencia internacional en este sentido.
Hay quienes creen que un crimen de lesa humanidad es simplemente “un crimen grave”. De aquí parecen inferir que un crimen realizado por civiles donde, por ejemplo, hubiera secuestro y tortura seguida de muerte es un crimen de lesa humanidad. Y no lo es. Es un crimen atroz, sus autores merecen pasar en la cárcel muchos años pero no es un crimen de lesa humanidad. Tampoco un violador que descuartiza a su víctima menor de edad comete un crimen de lesa humanidad. Comete un crimen indescriptible y le deseo la peor vida, pero no es un crimen equiparable al que se realiza con sistematicidad desde un Estado.
Guste o no, no hay discusión aquí. La justicia argentina se ha expedido en el asunto brindando infinidad de pruebas. Por si esto fuera poco, la jurisprudencia de los Tratados internacionales a los que suscriben los Estados y los órganos legales cosmopolitas también se han pronunciado en ese sentido. Quien derive de aquí que eso supone apoyar a los montoneros parece carecer de la estatura intelectual para entablar una discusión sin espuma en la boca.
El respeto mundial por la figura del crimen de lesa humanidad ha sido parte de un proceso largo en el que tuvo que haber inmensos derramamientos de sangre para que se llegara a este mínimo acuerdo que parece sentar las bases de un sustrato común a las distintas civilizaciones o al menos a la mayoría de ellas. Bastardear esta figura, ampliarla irresponsablemente puede significar un desgranamiento de la misma y la pérdida de su fortaleza. El sesgo ideológico de los que pregonan por una memoria completa que nada tiene que ver con el recuerdo sino con la intención de inducir cambios en la cosa juzgada, parece cegarles la mirada y no les permite darse cuenta que el precio de su revancha es quitarle especificidad y transformar en tan amplia como ambigua a la idea de crimen de lesa humanidad. Si en la Argentina sucede esto, su pequeña victoria será la derrota de una visión cosmopolita que rige sin duda, al menos, el mundo occidental. De ser así, ahí sí que estaremos “afuera” del mundo.
*Esta nota fue publicada en www.artepolitica.com

martes, 23 de septiembre de 2008

Los ecos de la 125*

Sin duda, tras la crisis de los bancos de Inversión en Estados Unidos y el desplome de las Bolsas del mundo, el factor económico ha sido el que ha dominado la semana. De aquí que hayan sido los economistas quienes hayan inundado páginas y páginas con análisis, lobbys y predicciones. Tal vez por ansiedad o por la misma lógica mediática que exige títulos rimbombantes y videograph atrayentes, algunos parecen haberse apresurado a hablar de una crisis similar a la de los años 30 o el fin de, al menos, una etapa del capitalismo. Dado que probablemente nadie sepa bien cuál es la magnitud de una crisis que parece recién comenzar, toda elucubración debería llevar a conclusiones provisionales si es que no pretendemos que un archivo nos ponga en ridículo algunos meses más tarde.
Más allá de ello, la crisis deja lecciones que algunos en Argentina parecen deseosos de desaprovechar. En rasgos generales, verdad de perogrullo pero verdad al fin, la economía y la política tienen muchos más grises de lo que los varios precandidatos abonados a programas de opinión parecen estar dispuestos a reconocer. Llama la atención en este sentido que economistas como Samuelson acaben reconociendo que “El capitalismo puro no puede evitar algunos ciclos económicos. Ni se puede contar con que los mercados, librados a sí mismos, curen sus problemas” (Ver la nota en el Clarín Económico del domingo 21/9/08), y sin embargo debamos oír a los gurúes argentinos recordsman de desaciertos, dirigirse al público con recetas caducas que encienden la alarma ante el más incipiente intento de intervención estatal. El gobierno de Estados Unidos, parece entonces adoptar una lógica que cuando es aplicada aquí es acusada de “fidelo-chavista-soviética”. Podría sucintamente expresarse así: “Que el Mercado ande solo lo que pueda pero cuando se necesite salvarlo, bienvenido el Estado”. De esta manera, una estatización solapada como la que promovió el gobierno de Bush al comprar el 80% de AIG, una empresa de Seguros, es interpretada como una medida de un Estado inteligente que trae confianza a los mercados. Como contrapartida, insólitamente, la estatización de la Aerolínea de Bandera en Argentina, es vista como la nueva manifestación del Estado bobo y un negociado en el que se encuentra entre las sombras Kirchner; como si esto fuera poco la estatización de Aerolíneas Argentinas demostraría la importancia de los sindicatos. En cuanto a AIG nada se dice de ellos a pesar de suponer que no puede ser menor un sindicato de una empresa que cuenta con 116.000 empleados. Tampoco se habla de la injerencia del Poder Ejecutivo en el Poder Legislativo estadounidense ante la insoportable presión que se ejerce sobre los demócratas para que éstos aprueben en el Congreso el pago de 700.000 millones de dólares por el rescate del sistema financiero. Allí, seguramente, los legisladores, como la mitad más uno de nuestros senadores, no son venales, ni corruptos, pues todos votan “con el corazón”.
En el ámbito vernáculo se vienen dando señales claras en un sentido más allá de que los operadores “corran siempre el arco”. La recompra de los bonos para demostrar voluntad y capacidad de pago, pasando por el anuncio del pago al Club de París, la apertura de la negociación con los holdouts anunciada hoy y el aumento de tarifas a los hogares de más consumo, son señales claras a lo que podría llamarse establishment. Si el gobierno hace mal o bien, ese es otro asunto. En términos económicos, sin duda, el default de 2001 trae inconvenientes para que lleguen inversiones y normalizar esta situación permitiría, teóricamente, en un tiempo, recuperar la confianza del Mercado además de refinanciar la cuantiosa deuda que Argentina debe honrar en 2009. Por otra parte, también es verdad que estando “desconectados” del mundo no nos ha ido tan mal. Sin caer en chauvinismos vulgares podemos decir que Argentina ha logrado crecer a “tasas chinas” estando “fuera” del mundo” y ha salido completamente airosa, cuando no fortalecida, de las últimas crisis globales. Si bien este crecimiento “con lo nuestro” tiene límites, podría aprenderse la lección de una vez por todas para el día de mañana adoptar políticas de apertura que no contengan los vicios de la década del 90. En este sentido, parecen más auspiciosos y relevantes para la Argentina los vínculos con Brasil y el Mercosur hacia una cada vez algo menos utópica unión monetaria.
Lo que sí parece un hecho es que habrá menor crecimiento en el mundo lo cual afectará a la Argentina por la reducción de los precios de los commodities y la posible revaluación del peso frente al dólar. Si efectivamente esto se da, espero ansioso que aquellos que afirman que la economía va bien sólo por unas condiciones inmejorables en el mundo, consecuentemente, no carguen las culpas en el gobierno cuando en vez de crecer a un 8% se crezca a un 4%.
En el plano político, la ecuación parece aún más compleja. Podríamos preguntarnos si el gobierno gana algo electoralmente dando estos gestos hacia los mercados, lo que en el frente interno sería el segmento ABC1. Si se busca una reconciliación con esos sectores la batalla parece perdida de antemano: nada que haga este gobierno podrá calmar críticas que en algunos casos proceden de un odio ancestral y visceral. Al fin de cuentas, es el mismo dilema que se dio a lo largo del conflicto contra algunas entidades del campo: conciliar (eufemismo por el cual se quería decir “ceder”) o doblar la apuesta hasta “quemar las naves”. Si bien se cedió mucho, en el imaginario popular, el gobierno “quemó las naves” y se quedó sólo en la Isla. Doble fracaso: el de la elección de una de las patas del dilema y, tal vez el más importante hoy, el de la comunicación a la opinión pública. Más allá de esto quizás debamos reconocer que buena parte de estas señales pueden comprenderse mejor a la luz de las consecuencias de la caída de la 125. En todo caso, comienza el tiempo en que quizás debamos evitar los análisis acerca de en qué medida este gobierno es más o menos progresista presuponiendo ingenuamente que la coyuntura del 2008 es similar a la del 2005 y que el gobierno puede elegir casi libremente qué política seguir. Sin llegar a decir que el kirchnerismo no ha podido profundizar su progresismo porque no lo dejaron, quizás tengamos que empezar a acostumbrarnos a un gobierno que deberá sortear un escenario en el que el margen de maniobra y la capacidad de imponer su voluntad parece ser cada vez más estrecho.
*Esta nota fue publicada en www.artepolitica.com

lunes, 15 de septiembre de 2008

El otro juego de la Oca*

Ahora que los intentos desestabilizadores en América Latina son sólo “conflictos” y que los precios del maíz y el trigo estarían aportando un porcentaje menor si las retenciones fueran móviles; ahora que se afirma que resulta imposible que haya interferencias políticas en la justicia estadounidense y que comprobamos que el pago al club de París no ha generado un aluvión de inversiones ni la baja del Riesgo País ni la recuperación del precio de los bonos; ahora que la Mesa de Enlace desapareció y que la suerte quiso que una caída de avión no nos diera un mártir ni un nuevo motivo de procesión llamado San Alfredito, podemos ponernos a hablar de la Ciudad de Buenos Aires.
Para referirse a los casi 9 meses de gestión del PRO se puede tomar la figura del Juego de la OCA que bien utilizó Zaiat en el Página 12 del 14/9/08 para describir la forma en que el gobierno nacional parece avanzar retomando la iniciativa y la agenda y sin embargo se expone a la torpeza de manipular un índice de inflación que horada, a veces injustamente, cualquier signo de credibilidad y lo obliga a recomenzar (el juego) de cero una vez por mes.
Pero más allá de la analogía, el caso de la Ciudad de Buenos Aires tiene una diferencia importante respecto al gobierno nacional puesto que este último nos guste o no, con cierta ambigüedad a veces, otras con torpeza y en algunos casos retrocediendo, parece tener cierto horizonte, (lo que no es lo mismo que “proyecto”), y ejecuta acciones en determinada línea. De hecho, generalmente se le achaca al kirchnerismo un exceso de ejecutividad, término que muchas veces parece encontrarse en una zona gris indistinguible rayana en actitudes más autistas que autoritarias.
En el caso de la gestión PRO, no puede haber otra cosa que perplejidad ante la, desde mi punto de vista, sorpresiva inoperancia para gestionar. Creo que es importante señalar esto porque el partido de Macri logró instalar que la crítica hacia el PRO sólo podía entenderse desde el punto de vista de las diferencias ideológicas, elemento que nunca alcanzaba la supuesta efectividad y aséptica capacidad de administración del joven y exitoso empresario. Si a esto le sumamos que la “ideología” posee una, muchas veces bien ganada, mala fama, puede tenerse allí un dato más para entender el porqué de la victoria del PRO.
Pero veamos en qué sentido la gestión PRO juega a la OCA. Por un lado resultó clara la estrategia de los primeros meses de gestión: se buscó ganar adhesión apuntando a los actores tan vulnerables como predilectos de la clase media porteña, a saber: contra los bolivianos, paraguayos, peruanos y cualquier cabecita negra de la Argentina “profunda”: la prioridad para los porteños en los hospitales; contra el mito (y la realidad) de los empleados públicos: la intervención de la obra social y el anuncio de 2000 despidos; contra la histeria de las “olas” de inseguridad: la policía porteña; a favor de la sacra educación: obras para que los chicos gocen de estufas suficientes para tener menos excusas para hacer sentadas y perder días de clases con el apoyo, muchas veces, de varios revolucionarios padres; ante la caótica situación del tránsito: los carriles exclusivos; frente al despilfarro de las arcas del Estado: eliminación de becas para alumnos secundarios, reducción drástica de talleres gratuitos en la ciudad y desaparición de los inútiles Guardias Urbanos; por último, frente a los baches y las veredas rotas, plan de bacheo y arreglos masivos y frente a los cartoneros, algún desalojo mediático.
Todas estas iniciativas suponen avanzar un casillero en el perfil de su gestión. Sin embargo, en todos los casos mencionados tuvo que dar marcha atrás y retroceder ese casillero (hasta el punto de, en casi todos los casos, “perder su turno”). El tema de la prioridad para los porteños en los hospitales no se implementó; respecto a la intervención en la Obra social y a los despidos de los empleados públicos, se negoció realizar un censo que permita obtener mayor información sobre las actividades de cada uno de los trabajadores. De todo esto, lo único que se sabe es que algunos empleados fueron censados. En cuanto a la policía porteña, acallados los rezongos y sollozos ante la negativa del gobierno de transferir los fondos, se anunció la creación de la nueva policía que estaría preparada para salir a la calle en poco tiempo. Sin embargo, aún se espera el llamado para aquellos interesados que deseen comenzar el curso y se desconoce de qué manera se vinculará esta nueva fuerza con la Federal, cómo podrán resolver la superposición de jurisdicciones y cuánto deberemos pagar los porteños de ABL para poder solventar semejante cantidad de efectivos.
El tema educación merece cierto párrafo aparte puesto que Narodowsky parece más un empresario cementero que un Ministro de educación. Todo su proyecto educativo pasa por “recuperar el respecto por los maestros” y solucionar los problemas edilicios de las Escuelas. Nadie afirma que el respeto y un techo roto o un aula sin estufas no sean problemáticos, pero basar una gestión en esos dos pilares parece cuando menos insuficiente. Por cierto, aun si estos dos elementos fueran suficientes, hasta ahora no se ha recuperado el respeto y en la mayoría de los colegios no pudieron llegar a tiempo con las obras.
En lo que respecta al tránsito, hace falta estar un poco despierto para observar cómo colectiveros y taxistas intentan ganar la batalla de la persuasión ciudadana, acción que muchas veces es acompañada, por si la habilidad retórica no alcanza, con manifestaciones de 600 colectivos en el Centro o de cientos de taxistas por la nueve de julio. El gobierno del PRO postergó la decisión ante la amenaza de los taxistas y ahora se encuentra acorralado puesto que los colectiveros no son muy afectos a la marcha atrás. En lo que respecta a los guardias urbanos, lo que primero era un seguro cese de sus contratos, se transformó en una reubicación en una suerte de “Policía de tránsito” cuya entidad nadie tiene demasiado clara y que parece gozar del beneficio de la invisibilidad.
En cuanto a las becas, como se vio la semana pasada, finalmente tuvieron que dar marcha atrás con el proyecto que planeaba la desaparición de varios miles de ellas y en cuanto a los talleres gratuitos en los cuales se pagaba $170 por mes a los profesores, tras un primer intento de reducirlos a la mitad, no sólo se dio marcha atrás sino que se aumentaron los magros sueldos.
Por su parte, el auto de papá es testigo de la ubicuidad de los baches tanto como mi barrio padece la aniquilación estética de baldosas que se reemplazan por grises y compactos baldosones y adoquines que dan lugar a más y más pavimento.
Por último, frente a los cartoneros: aquél desalojo mediático.
Si a esto le sumamos que tras nueve meses no se ha podido realizar ni un kilómetro de los 40 prometidos para el subte, (ni siquiera se pudieron inaugurar las 4 estaciones de la línea A construidas en la gestión Telerman, dos de las cuales, al menos, ya estaban enteramente terminadas antes del 10 de diciembre) y que faltando tres meses para la finalización del año sólo se lleva ejecutado el 15% del presupuesto, la consecuencia no puede ser otra que el escepticismo de cara al futuro.
En este sentido, cometen un error los sectores que desde el progresismo “corren” a Macri con el argumento de que es “de derecha” puesto que está claro que la verdad no siempre gana elecciones. Es el mismo error que hace que ciertas ideologías de izquierda consideren que el asunto de “la administración” es sólo una “agenda de la derecha”. Pero es justamente en el déficit e ineptitud de la gestión de Macri donde habría que hacer más hincapié. Así es que tal vez sea más conveniente reafirmar la caída de algunos de los grandes mitos del PRO. Por un lado, la “nueva” política todavía no ha demostrado ser “buena” y, por otro lado, ni es real que el empresario exitoso puede traspasar mecánicamente ese éxito a la gestión pública ni debemos fiarnos de esa idea, instalada en el imaginario popular, de que la derecha siempre tiene “cuadros” capaces de gobernar.
*Esta nota fue publicada en www.artepolitica.com

lunes, 8 de septiembre de 2008

Corridas

Y de repente el gobierno protomarxista-leninista, expropiador de la renta fruto del esfuerzo individual de los trabajadores del campo, demagogo y populistamente chavista, le pagó al Club de París.
Pero paralelamente, también de repente, este gobierno neoliberal, capitalistamente hambreador y explotador que sólo elevó por ley el presupuesto educativo al 6% del PBI y aumentó en 5 años nada más que aproximadamente un 500% los sueldos docentes además de darle el carácter de Ministerio a Ciencia y Tecnología y apoyar económicamente al Conicet, busca destruir la educación pública al no triplicar el presupuesto y no darle a Sociales un edificio único.
Pero más bien, el problema es este gobierno estatista que no brinda la seguridad jurídica suficiente para poder pensar, como hizo España, un pacto de La Moncloa, donde todas las fuerzas políticas se pongan de acuerdo y ayuden así a crear un clima de inversiones. Este gobierno intervencionista y manipulador del INDEC expulsa a todos los bonistas que ven incrementar el precio de los bonos ajustables por CER en menos de la mitad de lo que recibirían si se tomara en cuenta la inflación real. Resulta clara la reacción del Mercado en este sentido: caída de la bolsa y del valor de los bonos argentinos. No podía ser de otra manera pues este gobierno que pregona por la vuelta a un Estado bobo, hace que Argentina sea impredecible y que además no honre sus deudas con los plomeros estadounidenses y los jubilados italianos que apostaron a nuestros bonos de buena fe, con la única intención de aprovechar un interés algo elevado, para luego ser estafados por la quita de un 75% de la deuda.
Por todo esto es que este gobierno que se dice de izquierda pero le paga cash al FMI al costo del hambre del pueblo lo único que hace es pactar con el establishment reduciendo su deuda del 134% del PBI en 2003 al 50% en 2008. Números que son aún inferiores al gran traidor brasileño Lula, cuyo gobierno mantiene una deuda del 65% del PBI y que a pesar de eso, quizás por ser tan traidor, goza de la prerrogativa de tener 259 puntos de riesgo país contra los 721 de nosotros.
Claro que tampoco podemos obviar que no hay medida que pueda redimir a un gobierno que no entiende la estructura republicana en la que todos los argentinos queremos vivir, y llega a grados de autoritarismos que hasta un Hitler o un Ceaucescu envidiarían. Porque aquí la persecución a la prensa es feroz y prácticamente ya no es posible escuchar voces opositoras salvo la de aquellos periodistas que arriesgan su vida todo el tiempo y se sostienen por el clamor del encendido popular que los legitima mucho más que cualquier votación nacional en la medida en que quien aparece en la TV, habla en la radio o escribe en un diario es elegido por el pueblo todos los días y, últimamente, minuto a minuto.
¿Pero a usted le parece que la deuda de Aerolíneas Argentinas, ahora al servicio de los gremios cómplices de Jaime, sea pagada por todos los argentinos?
¿Y no salió aún a comprar dólares sabiendo que tras la pérdida de U$S 7000.000.000 de las reservas el dólar podría llegar hasta $4,40?
Lo que usted no entiende es que este es un país donde la droga ya no es de paso y donde el flagelo de la inseguridad alcanza a los pobres, a la clase media y hasta a los 3 jóvenes dueños de droguerías que fueron aportantes de la campaña a la presidencia de nuestra presidenta y que, como si esto fuera poco, también fueron asesinados.
Porque como no hay proyecto, este país se descarrila como los trenes que subsidiamos los argentinos de nuestros bolsillos. Dinero que le significa a cada argentino mucho más que el precio de la entrada de una película sobre trenes estrenada este jueves. Porque los derechos humanos tienen que ser para todos: los de un lado y los del otro. Y no olvidemos que hay 30.001 desparecidos y que mientras Julio López no aparezca no habrá juicio a ningún militar que alcance. Porque si no sabemos si nos gobierna ella o él no sabremos para dónde ir y ahí no hay tren bala que alcance.
Y porque debemos correr como sea, por izquierda y por derecha y porque el dicho del Nono está vigente “-¿Piove? –Governo ladro!!” (-¿Llueve? –Gobierno ladrón!!).