Al momento de realizar un balance
de este primer año de gestión del gobierno de Javier Milei en Argentina,
propongo un análisis desde cuatro puntos de vista: el económico, el político,
el cultural y el comunicacional.
Contra casi todos los
pronósticos, incluso de aquellos economistas liberales y ortodoxos, el gobierno
ha obtenido mejores resultados que los esperados, no solo en lo que respecta a
los números macroeconómicos sino en lo que refiere a la tolerancia social.
Efectivamente, en un país acostumbrado a la conflictividad y con sectores que
prometían resistir lo que el gobierno presentó como “el ajuste más grande de la
historia”, el cual incluía siderales aumentos tras la eliminación de subsidios
en transporte y energía, la actual administración llega a diciembre con niveles
de aprobación que oscilan entre el 45 y el 50%.
Tomando datos oficiales complementados
con estadísticas de consultoras privadas, hay coincidencia en que, tras un
shock inicial, las principales variables han comenzado a mejorar, si bien en
algunos casos todavía se encuentran por detrás de los números que ostentaba el
gobierno anterior. En cuanto a la inflación, por ejemplo, tras un pico de 25,5%
en diciembre de 2023, generado por la megadevaluación de 118% del peso
argentino que implementó Milei a días de asumir, la medición de octubre fue de
2,7%, el dato más bajo de los últimos tres años. Comparativamente, con la
administración de la coalición liderada por Alberto Fernández y Cristina
Kirchner, la inflación había alcanzado el 211,4% anual con picos de casi 13%
mensual en 2023. Para 2024, en cambio, se estima que la inflación cerraría en
alrededor de 120% anual y para 2025 los consultores prevén un número alrededor
del 35%, si bien en el presupuesto presentado por el gobierno la expectativa es
que sea la mitad. Sin duda, estos números son el mayor éxito de la gestión y lo
que explica los altos niveles de popularidad que el gobierno sostiene.
En cuanto a los salarios, tomando
en cuenta septiembre 24 versus septiembre 23, sufrieron una caída en términos
reales de 6,8% (16,1% en los trabajadores del sector público y apenas 1,5% en
los privados), pero vienen recuperándose desde marzo de 2024. De hecho, si se
lo compara con diciembre de 2023, los salarios se recuperaron 9,8% en términos
reales.
Respecto a las jubilaciones, los
que cobran la mínima (alrededor de 2/3 del total) tuvieron una caída del 6,6%
del poder adquisitivo, pero quienes están por encima de ella, tuvieron un
incremento real del 11,8%. Si el gobierno anterior buscaba achatar la pirámide
beneficiando con bonos y ayudas extra a los de la mínima, la actual
administración ha iniciado un proceso inverso de reconstruir esa pirámide. Asimismo,
la ayuda social no solo se sostuvo, sino que aumentó drásticamente en términos
reales. En el caso de la denominada Asignación Universal por Hijo, por ejemplo,
el aumento fue de 105,6% real en diciembre 24 respecto a un año atrás. Este
dato podría explicar por qué, a pesar del aumento desproporcionado del precio
de los alimentos, los medicamentos, el transporte y la energía, no se
produjeron estallidos sociales.
Si nos enfocamos en el desempleo,
la estadística viene con retraso, pero sin duda se sabe que aumentó en el
primer trimestre y que, luego, ese aumento comenzó a disminuir. Algo similar
con la pobreza. En el primer semestre de Milei pasó de 41,7% a 52,9%, un número
verdaderamente espeluznante, pero ese ha sido su pico y, en general, estudios
no oficiales confirman una tendencia a la baja si bien la recuperación se
encuentra lejos todavía del último semestre del gobierno anterior.
En cuanto a la actividad económica,
rebota heterogéneamente tras una caída estrepitosa en los primeros meses de la
gestión; y el consumo privado cayó 8,2% el primer semestre, aunque ahora parece
haber frenado esa caída y dar alguna tibia muestra de reactivación.
La balanza comercial se invirtió
drásticamente: el último gobierno había dejado un déficit comercial de 6872
millones de dólares además de un Banco Central con reservas negativas y la
gestión Milei, durante los primeros 10 meses del año, acumula un superávit de
21000 millones de dólares. También alcanzó superávit fiscal y financiero hasta
la última medición de octubre y redujo la brecha cambiaria entre el dólar
oficial y los dólares paralelos que habían aparecido tras la intervención
oficial sobre el precio del primero, de 150% a casi 0%. Asimismo, el Riesgo País
que había comenzado en casi 2000 puntos básicos al asumir la gestión, en los
últimos días ha perforado los 750, lo cual augura que, en breve, Argentina
podría regresar a los mercados de crédito internacional.
Desde el punto de vista político,
el gobierno de Milei ha oscilado entre la sobreideologización y el pragmatismo,
pero lo cierto es que, contra todos los manuales de Ciencia política y la
experiencia histórica en Argentina, el gobierno ha logrado más de lo que
esperaba sin tener un partido reconocido a nivel nacional hasta hace pocos
meses, sin gobernadores propios ni intendentes, y con un Congreso en el que posee
menos del 10% de las bancas en senadores y no alcanza el 15% de las bancas en
diputados. Su pretenciosa Ley Bases, prácticamente una reforma constitucional,
fue podada por la discusión parlamentaria en casi dos tercios de sus iniciativas,
pero aun así le ha alcanzado para avanzar en reformas estructurales de peso.
Aunque todavía es muy pronto,
parece clara la estrategia del gobierno de polarizar con Cristina Kirchner,
elegirla como la adversaria política para, de esa manera, absorber todo el voto
de derecha (buena parte del cual un año atrás apoyó a la candidata del
expresidente Mauricio Macri) y, al mismo tiempo, garantizarse buenas chances de
triunfo frente a una candidata que tiene un piso alto de votos, gracias a una
minoría intensa que la apoya, pero, al mismo tiempo, un techo bajo, gracias a
la imagen negativa que posee en más de la mitad de la sociedad. La experiencia
inmediata muestra que, muchas veces, la estrategia polarizadora contra el
candidato presuntamente fácil de vencer acaba catapultando al señalado, pero eso
dependerá seguramente del éxito económico de la gestión.
En lo que respecta al ámbito
cultural, en un giro que ya se venía dando en los últimos meses de campaña,
Milei le agregó a su prédica anarcocapitalista en lo económico, un trasfondo
neoconservador en lo moral y un posicionamiento internacional reactivo a la
Agenda 2030. El cierre del Ministerio de Mujeres, Género y Diversidades creado
por el gobierno anterior, la eliminación del documento de identidad no binario,
la prohibición del denominado “lenguaje inclusivo” en la comunicación oficial,
un proyecto para aumentar la pena por denuncias falsas y su oposición a las
alarmas en torno al cambio climático, son solo algunas muestras de la disputa
que el presidente en persona, junto a un verdadero ejército de trolls en redes,
brinda día a día contra la prédica progresista. Como ha sucedido en otras
partes del mundo, este posicionamiento no alcanza para explicar el 56% de los
votos que Milei obtuvo en el balotaje, pero el amplio apoyo recibido por los
varones jóvenes es un indicativo de que el presidente argentino ha canalizado
el hartazgo de un sector de la población frente al clima cultural y a la
burocracia de la ingeniería social encargada de pontificar acerca de qué comer,
cómo hablar, de qué reír, etc.
En lo comunicacional, a la
novedad de un presidente hiperactivo en la red X, rompiendo los moldes de
cualquier comunicación formal correspondiente a su investidura, se le agrega un
dispositivo aceitado que incluye algún sector de la prensa tradicional pero,
sobre todo, trolls y toda una amplia gama de influencers, tiktokeros,
streamers, etc., que, en muchos casos, ya resaltaban por brindar “la batalla
cultural” contra el progresismo en el último lustro. Ese dispositivo ha sido
enormemente efectivo para la imposición de las agendas que el gobierno
pretende, poniendo a sus adversarios a la defensiva y jugando en el terreno
discursivo que al gobierno le es más cómodo.
En síntesis, aun al frente de un
país con enormes dificultades, es probable que la administración Milei
considere que su balance de gestión tras el primer año de administración ha
sido positivo, especialmente en lo que tiene que ver con el control de las
variables macroeconómicas tras una herencia que disponía de todas las
condiciones para una hiperinflación. Asimismo, su voluntad de poder en lo
político ha sido el mejor antídoto contra el “posibilismo” y los discursos del
“equilibrio de fuerzas” que caracterizaron al gobierno socialdemócrata que lo
precedió. En otras palabras, incluso con errores amateurs, impericia,
retrocesos, malos modos y sobreideologización, nadie podrá negar la
determinación del gobierno de Milei para imponer su programa de gobierno.
En cuanto a lo cultural, esta
suerte de reapropiación, por derecha, de ciertas categorías gramscianas,
muestran en el gobierno una pretensión de demoler los preceptos naturalizados
del progresismo como nunca había hecho la derecha, al menos en las últimas
décadas. La batalla se da así en los medios tradicionales, en las redes, en la
escuela, en las calles, en las universidades. Es una disputa desigual en la que
el gobierno deberá probar que cuenta con recursos humanos suficientemente
cualificados, pero hasta ahora le ha funcionado, algo similar a lo que ha
sucedido en el área comunicacional donde la estrategia de la confrontación
permanente y desinhibida ha sido también enormemente efectiva frente al statu quo de la corrección política.
Con una expectativa de
crecimiento de la economía para 2025 de entre un 4% y un 5%, tras una caída
estimada del 3,5% para 2024, las principales variables macroeconómicas
controladas y un peronismo fragmentado, se supone que el gobierno que nació
débil pueda consolidarse en las próximas elecciones legislativas. Allí
comenzará otra etapa. Pero para eso falta casi un año y, en Argentina, un año
se parece mucho a la eternidad.
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