martes, 7 de abril de 2020

El cachetazo (editorial del 4/4/20 en No estoy solo)


Y en una semana todo cambió. Salimos del estado de ensoñación en que nos había sumergido el aislamiento y el consumo demoledor de información. Se los decía en el último editorial: estábamos repitiendo boludeces. Una de ellas era que los aplausos de las 21hs. en los balcones demostraban el triunfo de lo colectivo por sobre lo individual, la conciencia de la importancia del Estado después de la larga noche neoliberal. Pero dos días después de escribir aquel editorial comenzaban, a las 21:30, en los balcones de algunos barrios de la ciudad, cacerolazos contra “los políticos” pidiéndoles que se bajen el sueldo. Estos reclamos no son representativos pero tampoco refleja la realidad esas encuestas que hablaban del 93% de apoyo a Alberto. No quiero decir que se hayan propuesto mentirnos. A lo que voy es que son encuestas que no sirven para nada porque el humor social, y máxime en “cuarentena”, es enormemente cambiante.
La otra boludez que se repetía la echó por tierra el propio presidente cuando anunció la extensión del aislamiento hasta el 13 de abril. Allí dijo que era un falso dilema el que se planteaba entre “la vida” y “la economía”. Eso era justamente lo que les comentaba en el editorial de la semana pasada. Queda lindo como slogan decir que defendemos la vida ante todo pero es estúpido pensar que atendiendo la economía estamos descuidando la vida porque la economía también tiene que ver con la vida. De aquí que el gobierno haya lanzado una importante cantidad de medidas para tratar de morigerar el impacto de una crisis económica que puede ser sin precedentes. Y de aquí también que, entiendo, el gobierno haya comprendido que la “cuarentena” no puede extenderse más allá de mediados de abril. No puede porque el país no lo resiste y porque no está claro si el costo social, económico y sanitario de una “cuarentena” extendida en el tiempo continúa siendo menor al costo sanitario que tendría el efecto del coronavirus. ¿Eso transforma al gobierno en un gobierno insensible que se olvida de la vida? No, lo transforma en un gobierno sensato que tiene que decidir tomando en cuenta un montón de variables y que tiene, por supuesto, varias limitaciones, algunas que vienen desde afuera y otras que vienen desde adentro.
Las que vienen de afuera están claras. Se llaman “poder real”. De hecho, horas después de que el presidente apuntara a Paolo Rocca, mágicamente, la agenda mediática dio un vuelco. El problema dejó de ser “la vida” y pasó a ser “la economía”. Así, al otro día ya mandaban al notero a Florencio Varela para encontrar un caso de un señor que diga que no tiene para comer (lo cual era cierto, pero también era cierto una semana antes y nadie le fue a poner el micrófono). Y luego, mientras los canales de TV repetían “todos juntos” como si fuéramos a una guerra, ese poder real cerró filas cuando trascendió que el gobierno podría declarar de interés público el sistema privado en caso de que la pandemia desbordara el sistema público. ¡Todos juntos… pero no entres a mi prepaga! Los periodistas independientes coincidían así, de repente, y de manera independiente, claro, con los intereses del dueño del canal que, en algún caso, es el dueño de una de las prepagas más importantes del país. Como sucedió cuando los bancos le mostraron los dientes, el gobierno tuvo que recular.
Respecto a las limitaciones que vienen de adentro, a la burocracia y a los errores en materia de comunicación que había mostrado el gobierno desde su asunción, ahora se le agregó un error organizativo insólito entre el BCRA, ANSES y el gremio de los bancarios por el cual, el viernes, cientos de miles de personas se agolparon en los bancos pretendiendo cobrar. Se trató mayoritariamente de jubilados, es decir, grupos de riesgo, y los principales inconvenientes estuvieron en el conurbano, justamente, donde todos sabemos que si empieza a circular el virus se puede vivir una catástrofe. Este error se sumó a haber calculado que los 10000 pesos del Ingreso Familiar de Emergencia alcanzarían a 3.600.000 personas cuando, al momento en que escribo estas líneas, ya se habían anotado 11.000.000. ¿Alguien puede explicar esto? 
En aquel momento fue una frase que buscaba contraponerse al desgraciado e inútil gobierno de los CEOS, pero si se pretende ser un “gobierno de científicos”, sea lo que fuera ello, no se puede fallar así. Porque mientras discutimos a Foucault y a Derrida no estamos pudiendo organizar la fila de un banco. En este sentido, si hablamos de inclusión en serio, dejemos de lado discusiones baladíes e incluyamos a los jubilados pagándoles bien y ordenando el modo en que van a cobrar. Eso es inclusión y es una inclusión desde el bolsillo y desde el respeto.
De esta manera, por las imposiciones que vienen “desde afuera” y por las impericias que vienen “desde adentro”, el gobierno culmina una semana recibiendo un cachetazo de la realidad para el cual tiene que tener respuesta inmediata porque es probable que pase mucho tiempo hasta poder mostrar buenas noticias.
Nadie dice que sea fácil pero la única manera de defender al Estado es haciéndolo funcionar bien. Cualquier error en ese sentido deja el terreno fértil para todos aquellos que aun hoy intentan achicarlo pero que luego piden su presencia cuando tienen miedo.
Es imperioso, entonces, para el gobierno, achicar el margen de error porque la sobreexpectativa que ha generado la preventiva y correcta acción de Alberto vendrá en su contra cuando presumiblemente nos encontremos con un pico de la enfermedad. Todo lo que se ha hecho bien hasta ahora y todos los elogios cosechados se echarían por la borda si dentro de un mes estamos igual que España e Italia a pesar de haber hecho un aislamiento de 25 días y el costo lo pagará Alberto. Hay que impedir eso porque se juegan un montón de vidas de manera directa y muchas más de manera indirecta. Pero también porque si el gobierno sale debilitado de este imponderable verá condicionado el resto de su gestión y nos expondrá al regreso recargado y virulento de las expresiones que tanto daño le han hecho a la mayoría de los argentinos.     
    

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