viernes, 5 de junio de 2015

¿Puede haber proyecto sin candidato? (publicado el 4/6/15 en Veintitrés)

Cuando el resultado de las elecciones legislativas de 2013 dejó en claro que cualquier pretensión oficialista de avanzar hacia una reforma constitucional que permitiera la reelección quedaba desestimada, apareció el interrogante natural de quién sería “el elegido” para suceder a CFK o, por lo menos, para competir en las presidenciales 2015 en la lista del Frente para la Victoria.
Así, mientras desde aquella elección hasta hoy, los que auguraban fin de ciclo en 2009, sin ponerse colorados, desempolvaron sus archivos y volvieron a pavonearse frente a audiencias desmemoriadas con la certeza de que, en 2015, ningún Kirchner iba a ocupar el sillón de Rivadavia, de parte del oficialismo, naturalmente, comenzaron los debates acerca de quién podría representar cabalmente el espíritu de estos 12 años. Tal debate se mostraba y se muestra incómodo puesto que Daniel Scioli, quien ha ocupado los cargos más importantes detrás de Néstor y Cristina, y aparecería, por esa misma razón, como el candidato “natural”, nunca convenció del todo ni a la dirigencia kirchnerista de paladar negro ni a aquellos sectores que, desde el progresismo o el peronismo de izquierda, apoyan este proyecto.
Sin embargo, pasaron los meses y, a semanas del cierre de listas, el único que ha podido mantener la pretensión de disputarle la candidatura a Scioli es el ministro Florencio Randazzo, quien ha retomado la retórica más confrontativa del kirchnerismo pero que, sin embargo, tampoco es parte del “riñón” de la presidenta.
En esta línea, no es descabellado afirmar que aun cuando la presidenta reúne cada vez mayor aprobación del electorado, las circunstancias han hecho que, con sus diferencias, los candidatos del FPV que pretenden sucederla, no sean los que ella hubiera preferido. Y como ya no parece haber tiempo para ungir a un “tapado”, no hay otra alternativa que Scioli o Randazzo.  
Quizás por esto mismo es que no parece casual que desde hace ya un tiempo se haya instalado la idea de que “el candidato es el proyecto”, esto es, independientemente del nombre propio, lo que los kirchneristas van a votar es el conjunto de políticas que se vienen desarrollando en los últimos 12 años y el candidato del FPV elegido debería profundizarlas como un mandato imperativo del pueblo.
Conceptualmente, que el candidato sea el proyecto resume exitosamente el principio de primacía de lo colectivo sobre lo individual, de los valores y los principios sobre los nombres y, en tanto tal,  desafía la noción de representación de las democracias liberales tanto como el apotegma posmoderno que, a caballo de la disolución de la política, enarbola, en el marco de un relato decadentista, la idea de que, finalmente, hoy ya no se votan ideas sino hombres cuya principal plataforma es la TV.
Sin embargo, para una construcción política como el kirchnerismo, no es irrelevante la figura en la que “encarne” el proyecto. Dicho de otra manera, un proyecto sin una personalidad que lo sintetice y lo lleve adelante podría verse como una abstracción ilusoria y hasta peligrosa en tanto se transformaría en un significante que podría rellenarse con cualquier cosa. Algo parecido a lo que le ocurrió y le ocurre al peronismo pues en nombre del General se llevaron adelante políticas y prácticas insólitamente antagónicas.
El recientemente fallecido filósofo argentino Ernesto Laclau, en su La Razón populista, diría que las reivindicaciones heterogéneas de una sociedad forman una cadena (equivalencial) frente al poder (real) para unificarse detrás de un liderazgo. En sus propias palabras: “La lógica de la equivalencia conduce a la singularidad, y ésta a la identificación de la unidad del grupo con el nombre del líder. (…) El rol de Nelson Mandela como símbolo de la nación fue compatible con un amplio pluralismo dentro de su movimiento. Sin embargo, la unificación simbólica del grupo en torno a una individualidad –y aquí estamos de acuerdo con Freud- es inherente a la formación de un pueblo”.
La literatura antipopulista, aunque mejor cabría decir, antipopular, expresa la relación entre el pueblo y el líder siempre en términos de sugestión o manipulación y sin embargo, por ejemplo,  son los primeros que se oponen a hablar de manipulación y sugestión cuando de medios de comunicación se trata. Con todo, y dado que ese debate bien merecería, como mínimo, otro artículo, centrémonos simplemente en el hecho de que resulta difícil pensar un kirchnerismo sin un Kirchner tanto como fue difícil un peronismo sin Perón, sabiendo también que la comparación con la situación del líder justicialista tiene límites. El primero de estos límites, y el más evidente, es que Cristina Kirchner está viva y no hay ninguna dictadura en ciernes que pretenda obligarla a exiliarse. De aquí que el kirchnerismo mantendría el liderazgo que le dará unidad, solo que ese liderazgo no se ejercerá desde el poder formal sino que su rol de conducción se hará “desde afuera” del gobierno o, en todo caso, desde un cargo que no sería el de presidente. A su vez, tampoco se puede dejar de soslayo que el rol de CFK con un presidente como Macri no sería el mismo que con un presidente del FPV. En el primer caso su función y liderazgo (opositor) parecería claro. En el segundo estaríamos ante una situación inédita en la que es probable que entre el presidente (sea Scioli o Randazzo) y la conductora del movimiento se generen roces, de los naturales, y de los azuzados por aquellos que abogarán por una fractura al interior del kirchnerismo.      
Para finalizar, entonces, cabe retomar en términos de pregunta hasta qué punto el candidato es el proyecto e incluso hacer el ejercicio mental de trasladar este interrogante hasta los tiempos en que CFK ya no esté entre nosotros. La propia presidenta y hasta su hijo Máximo han declarado públicamente que un proyecto no puede depender de una persona o de un apellido dejando expuesta la contradicción de quienes afirman que el candidato es el proyecto pero piden que el hijo de la presidenta sea candidato a presidente en 2015 esperando el regreso de su madre en 2019. Sin embargo, tal como se pudo observar, el rol del líder resulta esencial para la construcción colectiva. Asimismo, aun cuando se afirme que un eventual presidente del FPV se subsumirá a la conducción de CFK, resulta ingenuo suponer que su subsunción será total. De aquí que estemos obligados a no tratar con indiferencia lo concerniente a la elección del candidato representativo del espacio. Entiendo que CFK es la que mejor lo sabe y probablemente tenga un rol decisivo en la conformación de las listas. Sin embargo, y parafraseando un fragmento del discurso que la presidenta brindara el 25 de mayo, lo que termine ocurriendo, finalmente, dependerá de lo que el conjunto de los argentinos decida.        
   

    

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