viernes, 12 de diciembre de 2014

Hay que ocultar al monstruo (publicado el 11/12/14 en Veintitrés)

El fenómeno de los comentaristas, o foristas, en internet es un tema digno de análisis y se ha transformado en una de las discusiones más interesantes acerca de la libertad de expresión en tiempos de convergencia tecnológica: ¿se debe dejar que cualquiera diga lo que quiera sobre un tema o persona, o debe haber restricciones? ¿Los comentarios de un forista son de índole privada o por estar allí expuestos son públicos? ¿Se deben prohibir las opiniones que se realizan desde el anonimato o con seudónimos? Hay diversas miradas al respecto pero lo cierto es que la mayoría de las páginas web de los medios periodísticos tradicionales vienen, de alguna manera, estableciendo algunos controles básicos frente a la generalmente irreproducible catarata de barbaridades que se vierten desde la impunidad de una computadora. Más específicamente,  existen moderadores que desaprueban determinados comentarios, pero a juzgar por lo que se sigue viendo no resulta claro el criterio de selección ni la idoneidad de quien realiza semejante tarea.
Lo cierto es que al menos de manera incipiente se comienza a discutir este fenómeno que es el emergente de una etapa de internet en la que se invita a los usuarios a ser activos gracias a una tecnología que lo permite y lo incentiva.  Asimismo, la participación de la audiencia o los lectores es algo que los medios tradicionales venían incentivando desde hace décadas con sus cartas de lectores o los llamados telefónicos a la radio y a la televisión de modo tal de poder  establecer un ida y vuelta fluido entre emisor y receptor.   
Ahora bien, cuando se hace un repaso de, por ejemplo, los comentarios que los usuarios realizan en la nota de un diario online, tenemos la tentación de realizar un tratado sociológico y psicológico del estado actual de la cultura y caemos en el error de interpretarlo como representativo de aquello en lo que nos hemos convertido como sociedad. Y en realidad, creo que lo que allí vemos habla más del medio en cuestión que de los usuarios. Lo digo de otra manera: está claro que un medio no puede responsabilizarse por lo que piensen o escriban sus lectores ¿pero hasta qué punto una buena parte de las opiniones de sus usuarios no está determinada por el medio que consumen? Insisto: no estoy diciendo que un diario online deba hacerse cargo de la opinión de todo energúmeno con un teclado cerca pero creo que una parte importante de las opiniones allí exteriorizadas por los comentaristas obedece al tipo de lector que ese medio ha ayudado a forjar. En este sentido el tema no es, digámoslo así, jurídico pues está claro que no le podemos adjudicar una responsabilidad al medio. Pero sí podemos hablar del tipo de cultura y el perfil de los opinadores que determinados medios han constituido.  
En este sentido, si bien se puede extender a otras publicaciones, por razones de espacio me restringiré a ejemplos emblemáticos del diario La Nación. Para ello he buscado, de memoria y sin afán de exhaustividad, noticias vinculadas a la salud de personas con participación política o emparentadas, de una u otra manera, con un pensamiento político opuesto al de la línea editorial del diario bajo la suposición de que más allá de las diferencias ideológicas ningún bien nacido desearía la muerte de un adversario político que defiende sus ideas democráticamente y menos aún el de alguno de sus familiares. Asimismo, quizás ingenuamente, he buscado algunos hechos que pudieran estar por encima de “la grieta”, ejemplos de esfuerzo individual y colectivo, de búsqueda de justicia y final feliz que cualquier miembro de nuestra comunidad celebraría.    
Así es que, rastreando en los últimos meses, fui a parar a notas tales como aquella que refería a la muerte de Antonio Cafiero (“El último adiós a Antonio Cafiero en el Congreso”, 14/10/14); las de las internaciones de CFK y su hija (“Cristina Kirchner fue internada por un cuadro infeccioso”, 3/11/14, y “Florencia Kirchner fue internada en la Fundación Favaloro”, 8/12/14); y las de la recuperación del nieto de Estela de Carlotto y el nieto 116 (“Con el nieto de Estela de Carlotto, son 114 los nietos recuperados por las Abuelas de Plaza de Mayo”, 5/8/14, y “Abuelas de Plaza de Mayo encontró al nieto 116”, 4/12/14). Y curiosamente todas estas notas tenían algo en común pues en el lugar donde generalmente se accede a los comentarios aparecía la siguiente leyenda: “Debido a la sensibilidad del tema, los comentarios de esta nota permanecerán cerrados”.
La pregunta obvia es qué tipo de sensibilidad entraña la muerte de un dirigente peronista, la internación de una presidente y su hija, o la recuperación de la identidad de nietos apropiados por la dictadura. ¿Es una sensibilidad que puede irradiar odio y violencia? Evidentemente, en los lectores del diario, la respuesta sería afirmativa y la prueba de semejante horror es que conocedor del tenor de los comentarios que allí aparecerían, los editores tuvieron la delicadeza de censurarlos. Por supuesto no cargan las culpas sobre los lectores y su ideología sino que le adjudican la propiedad de “sensible” al hecho en cuestión. Así, lo que restringe la posibilidad de opinión de los lectores es una presunta naturaleza del hecho y no la decisión editorial del diario opositor que ha hecho del antiperonismo recalcitrante una bandera, que ha dicho y publicado sendas mentiras sobre la presidenta y su hija, y que lleva adelante tenazmente desde sus editoriales una campaña en favor del indulto a los genocidas basándose en la teoría de los dos demonios. Dicho de otra manera: siendo esa la ideología del diario, ¿cómo esperar otro tipo de comentarios? Digamos, entonces, que lo que sucede es casi la consecuencia natural de un lector medio que sigue la línea editorial de la Tribuna de Doctrina y que no se diferencia demasiado de la opinión de los periodistas que allí trabajan aunque con la siguiente salvedad: los profesionales que escriben el periódico tienen algo de pudor y se comprometen con la firma, algo que no sucede, generalmente, con los comentaristas.
A su vez, el cercenamiento de la opinión de aquellos que consumen el medio recuerda la particular decisión del canal Todo Noticias de no transmitir en vivo comentarios de caceroleros. La razón era que, en caso de hacerlo, corrían el riesgo de mostrar que buena parte de los que allí se manifestaban estaban en un estado de desborde forjado desde los propios medios de comunicación, por lo cual no ahorrarían epíteto, calificativo y acción violenta contra todo aquello que sea oficialista.
Es una enorme paradoja porque los medios que siempre se presentaron como espejos de la gente y de la realidad esta vez eligen tapar el espejo, ocultarlo. Han ayudado a constituir una monstruosidad que es escondida en la habitación de huéspedes como si no fuera de la familia pero paralela y sigilosamente le brindan, por debajo de la puerta y en buenas dosis, su único alimento: las noticias de cada día.         


             

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