viernes, 11 de julio de 2025

Milei contra los periodistas: cuando el león es herbívoro (editorial del 5.7.25 en no estoy solo)

 

En las últimas horas el presidente Javier Milei denunció a los periodistas Jorge Rial, Mauro Federico, Fabián Doman y Nicolás Lantos. La semana pasada había hecho lo propio con Julia Mengolini y un par de meses atrás había avanzado contra Carlos Pagni, Ari Lijalad y Viviana Canosa.

La noticia llegó al propio New York Times https://www.nytimes.com/2025/07/02/world/americas/argentina-president-milei-press-attacks.html donde se habla de una guerra de Milei contra los medios siguiendo el modelo trumpista de “No odiamos lo suficiente a los periodistas”.

Las denuncias contra Pagni y Lijalad fueron desestimadas y es probable que lo propio suceda con el resto, si bien lo más relevante es la discusión acerca del modo en que esto podría afectar la libertad de expresión y, sobre todo, los límites del periodismo y de los funcionarios públicos al momento de responder a la prensa.

El caso que más trascendió fue el de Julia Mengolini porque a los retwitts compulsivos del presidente se habría sumado una campaña de desprestigio desde cuentas libertarias lo cual incluiría incluso un video creado con IA en el que Mengolini aparece teniendo relaciones sexuales con su hermano. Está claro que Mengolini no tiene una relación incestuosa con el hermano, pero el propio presidente se ha encargado de decir que se trata de una suerte de devolución de gentilezas contra ella porque, en declaraciones públicas, la dueña de Futurock había afirmado que el presidente estaba enamorado de su hermana y dio a entender que allí había un vínculo incestuoso. Incluso fue más lejos y, a contramano de toda su prédica deconstructivista, en otra declaración había puesto en duda que una persona sin una familia “normal” fuera capaz de gobernar. No fue la única, por cierto, que tras años de crítica a la normativización y a los discursos hegemónicos llamaba a votar a Massa por tener mujer y dos hijos frente al “monstruo” soltero con “hijos de cuatro patas”.

Mengolini tuvo otras declaraciones poco felices para un comunicador como cuando antes de las elecciones afirmó que haría todo lo que esté a su alcance para que Milei no sea presidente, de lo cual podría seguirse que incurriría en mentiras si hiciera falta, o cuando durante varios años sostuvo que ante una denuncia por violencia de género había que creerle a la denunciante aun cuando paguen justos por pecadores y porque en las “revoluciones” siempre se cometen injusticias. Si bien años más tarde volvió a defender el principio constitucional de la presunción de inocencia cuando el denunciado fue Alberto Fernández y exigió esperar las pruebas que pudiera ofrecer Fabiola Yáñez, lo cierto es que, en todo este tiempo, Mengolini ha sabido ganarse enemigos que esperan pasar por ventanilla a cobrarle buena parte de estas declaraciones, las cuales, cabría llamar, para ser generosos, como mínimo, controversiales.

Con todo, y para no desviarnos del tema, creo que se puede coincidir en que afirmar que el presidente tiene un vínculo incestuoso con la hermana es una barbaridad que debería ofender a las mismas personas que se ofendieron cuando la Revista Noticias ponía una caricatura de Cristina en tapa teniendo un orgasmo. Incluso estoy tentado a pensar que resulta todavía más ofensiva la declaración contra el presidente por las mismas razones que expuso Mengolini cuando recordó que lo primero que te enseñan en el CBC es la noción básica de la Antropología de que lo común a toda cultura humana es, justamente, el tabú del incesto.

Dicho esto, cabe analizar la respuesta presidencial con su eventual ataque orquestado de trolls y allí lo que se ve es una desproporción, no solo por la magnitud del ataque sino por el hecho de que cabe la posibilidad de que quienes lo impulsaron sean funcionarios y empleados públicos escondidos en el anonimato, además del propio presidente.

Pero hay en este episodio la repetición de un síntoma presente tanto en Milei como en muchos de sus seguidores. Lo expuso, justamente, en su última entrevista en Neura ante la complicidad de quien conducía el programa, mas no el reportaje, cuando volvió a separar su rol como presidente de sus intervenciones a través de Twitter arropado en el insólito argumento de que en Twitter su descripción de “Economista” a secas lo legitima a hablar como ciudadano común ajeno a su investidura.

Con todo, cabe decir que hay un aspecto coherente en Milei y el mileísmo si lo comparamos con su posicionamiento, por ejemplo, respecto a lo ocurrido en la última dictadura. Allí, el argumento de “la guerra entre bandos” iguala el accionar civil con el del Estado. No hay un agravante por la utilización de las fuerzas del Estado por parte de “uno de los bandos”. Se trataría solo de particulares en combate. Siendo coherente con este posicionamiento, para Milei, entonces, o bien no cabe, entonces, la noción de delitos de lesa humanidad para los crímenes cometidos desde el Estado o, si cupiera, esta categoría debería extenderse a la acción de la subversión. Naturalmente, esta mirada va a contramano de la perspectiva adoptada por la Justicia argentina pero esto no es relevante ahora.

Sin embargo, este posicionamiento convive con todos los discursos de Milei en los que el presidente ve al Estado como el principal actor de la violencia, el atraco, etc., y al cual, por ello mismo, habría que destruir como un “topo” desde adentro. La prueba de que el accionar estatal no puede igualarse con el civil lo confirma Milei en cada una de las acciones que toma aunque se ve burdamente en muchas de las intervenciones policiales, sea en marchas o en procedimientos demasiado al borde de la ley, para ser generosos nuevamente.

Un ejemplo es lo que por estas horas transcurre con aquellos militantes que habrían arrojado mierda en la casa de José Luis Espert. Al momento de escribir estas líneas hay varios detenidos, entre ellos al menos una funcionaria y una concejal de Quilmes, y se producen allanamientos que son insólitos, además de la ya de por sí delirante decisión de mantener detenidas a las personas que habrían participado en el hecho. Ahí queda clara la fuerza del Estado, la cual, en este caso, no es desdeñada por Milei, seguramente con el argumento libertariano de que el cual el Estado no debe servir para otra cosa más que para sostener un sistema de justicia y un poder de policía que proteja la propiedad privada (también de la bosta, claro).

Si dejamos de lado lo conceptual y vamos al terreno electoral, la sensación es que, el nivel de la dirigencia toda, ayuda a la desafección por la política. De un lado, se defiende el derecho a tirarle mierda en la casa a un tipo que es un provocador y que sobresale por sus exabruptos más que por sus votos, lo cual, en el mejor de los casos es una estudiantina hecha por militantes cuyas canas merecerían otro comportamiento y, en el peor, es sencillamente una boludez. En el mismo sentido, se puede entender que un sector de la política y los medios se solidaricen con Mengolini ante un ataque presuntamente orquestado o frente a la obsesión retwitteadora del presidente, pero no se puede defender que un comentario de remisería en espera se exprese sin más. Además, si decir que el presidente tiene sexo con la hermana es parte de la libertad de expresión, entonces el progresista debería aceptar que cualquier afirmación, incluso la que ofende a determinadas minorías, tiene que ser permitida. ¿O es que acaso solo se puede ofender a la gente que no piensa como nosotros?

En cuanto a la acción del gobierno y de Milei en particular denunciado calumnias e injurias, hay también allí, desde lo electoral, un error pues se trata de acciones muy poco capitalizables. Por el contrario, primero que todo le hace renunciar a la idea de libertad y lo expone a ser acusado de censor; y, en segundo lugar, por esto mismo, le sirve en bandeja al periodismo en general y al periodismo progresista en particular, el rol de víctima perseguida en una carrera por la victimización que, a la larga, el presidente está condenado a perder.

En este sentido, el traje que mejor le queda a Milei es el de la respuesta desmedida, no el de la denuncia. Seguramente no contribuye al debate público, pero Milei ganará más adeptos insultando periodistas antes que denunciándolos. Este Milei herido en su honor, abrazado a la Verdad de un modo místico, paga mucho menos que su ira al estilo Joker. El mileista no quiere un presidente legalista. Quiere a Milei prendiendo fuego todo. Lo prefiere jugando a ser el cruel antes que llamando a su abogado porque injurian a su hermana. El Milei denunciador es el Joker 2, un musical en el que el Joker se asusta y dice que no es tal frente a la decepción de sus seguidores y de Lady Gaga.

Por todo esto, un Milei apegado a la ley deviene león herbívoro, un topo que, antes que destructor, acaba siendo acomodaticio.

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