En un artículo publicado el 27 de
agosto de 2008, titulado “Un robot historiador en las ruinas”, el crítico
británico Mark Fisher observaba sagazmente un elemento que se profundizaría los
años posteriores. Tomando como referencia la película de Disney Wall-E o películas
de Cameron como Avatar, Aliens o Terminator 2, Fisher indica: “Podríamos
convincentemente ir más allá y sostener que la ideología del capitalismo es hoy
“anticapitalista”. El villano de las películas de Hollywood es habitualmente ‘la
corporación multinacional malvada’”.
Naturalmente, Fischer luego da un
paso más y explica el modo en que toda esta retórica anticapitalista es
metabolizada por el sistema y ofrecida como entretenimiento para que los
revolucionarios de pacotilla sublimen su indignación mientras consumen. Pero,
en todo caso, ése será otro asunto porque me interesa vincular este punto de
vista con uno de los episodios recientes más controversiales en tiempos donde
el feminismo parece haberse posicionado como eje central del debate público. Me
refiero a la decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos que, después de
casi 50 años, allana el camino para que los distintos Estados de ese país
avancen en normativas más o menos restrictivas sobre el aborto.
La respuesta no se hizo esperar y
en los días posteriores ha habido todo tipo de manifestaciones y tomas de
posición a lo largo del mundo pero especialmente en Estados Unidos resultó
llamativa la reacción inmediata de las principales compañías multinacionales
indicando que dispondrían de los recursos necesarios para garantizar el derecho
al aborto legal de sus empleadas, lo cual eventualmente podría implicar
traslados hacia aquellos Estados donde la prohibición no haya llegado.
No es la primera vez que las
grandes compañías toman posición y que aparecen como actores centrales de una
reacción que algunos han juzgado como “antisistema” y anti “statu quo” que en
Estados Unidos se enmarca en la disputa política y cultural entre demócratas y
republicanos. ¿Pero se trata de eso o de exactamente lo contrario?
Lo cierto es que nos guste o no,
desde hace algunos años, frente a Estados y gobiernos cada vez más débiles, las
compañías han dejado de lado la presunta neutralidad propia de los negocios
para participar activamente y con una ideología particular en los debates
públicos, algo que se ve más claramente en aquellas compañías como Google o
Facebook, las cuales son, hoy en día, las principales reguladoras de la
comunicación a nivel mundial. Volviendo al espíritu y las palabras vertidas por
Fisher, “las malvadas multinacionales” hoy se abrazan a la corrección política
y utilizan toda una retórica antisistema para vender sus productos y reproducir
el sistema que las ha transformado en factores de poder determinantes: “Sos
libre, sos único, da vuelta el mundo, empodérate y rebélate…comprando nuestro
producto. Y recuerda ser antirracista y compartir nuestro emoji por el día del
Orgullo”.
Dicho esto: ¿cómo debe leerse la
posición a favor del aborto legal que han manifestado estas empresas? Una
prueba está en la campaña que iniciaron allá por el año 2019 un conjunto de compañías
bajo el lema “Don’t ban equality”,
(“No prohíban la igualdad”), y que ha funcionado como antecedente para que,
tras el reciente fallo de la Corte Suprema, centenares de empresas se sumaran.
La solicitada incluida a página entera en The
New York Times rezaba lo siguiente:
“(…) Las pérdidas económicas derivadas de las restricciones
existentes al aborto, incluyendo el impacto sobre la fuerza laboral y los
ingresos, ya cuestan a las economías estatales de todo el país unos 105.000
millones de dólares anuales.
En pocas palabras, las políticas públicas que restringen la atención a la
salud reproductiva, incluida la reciente decisión del Tribunal Supremo de
anular el caso Roe vs. Wade, van en contra de nuestros valores y son malas
para los negocios. Determina nuestra capacidad para crear una plantilla
diversa e inclusiva, contratar a los mejores talentos en todos los estados y
proteger el bienestar de todas las personas que hacen que nuestras empresas
prosperen día a día (…). (el subrayado y la traducción son mías).
El texto es tan absolutamente
descarnado que llama la atención que no haya sido modificado por los nuevos
censores de las buenas formas. Lisa y llanamente se indica que la posición de
estas empresas a favor del aborto legal tiene que ver con que su prohibición es
“mala para los negocios”. ¿Por qué? Porque una mujer embrazada supone gastos en
licencias que la empresa no quiere afrontar. De aquí que le sea más barato
pagar los traslados y los costos de un aborto. Asimismo, cuando se menciona el
modo en que esta medida atenta contra la formación de una plantilla diversa e
inclusiva que dé lugar a los mejores talentos, se está expresando
explícitamente que la prohibición del aborto legal llevará a que las empresas
no contraten más mujeres. Dejarán de contratar mujeres no por ser patriarcales
sino por una razón de costos, lo cual, por cierto, está bastante lejos de ser
una razón antisistema y, menos que menos, una razón “anticapitalista”.
Por si no queda claro cuando
hablamos de “centenares de empresas” que se han sumado últimamente, estamos
hablando de Airbnb, Amazon, Apple, Citigroup, Disney, Godman Sachs, JP Morgan,
Levi Strauss and Co., Microsoft, Netflix, Reddit, Starbucks, Tesla, Yelp, entre
otras.
Los nombres propios no son en vano
porque con un caso particular podremos graficar el punto que se quiere abordar.
Me estoy refiriendo a Amazon. Efectivamente, la empresa que cubrirá hasta 4000 dólares
de los costos de un eventual aborto y que expresa públicamente su compromiso
con la protección de los derechos de las mujeres, ha hecho lo imposible para
boicotear los derechos de las mujeres (y los varones, claro) en su intento por
formar un sindicato en la empresa.
Al momento de escribir estas líneas,
por cierto, los trabajadores lograron formalizar un segundo sindicato en esta
empresa que cuenta con alrededor de un millón de empleados en Estados Unidos.
Sin embargo, el camino no fue fácil. En una nota para el periódico argentino Página 12, publicada el 14 de marzo de
2021 y firmada por Esteban Magnani, se cuentan las vicisitudes por las que
tuvieron que pasar los trabajadores de un depósito de Amazon en Alabama. Las
razones para avanzar en la sindicalización tuvieron que ver con la vigilancia exhaustiva
sobre la productividad, los cambios constantes en las condiciones laborales y
la persecución a aquellos trabajadores que iniciaron protestas. A su vez,
Amazon tenía antecedentes en Barcelona y en países europeos que incluían la
contratación de expolicías para realizar tareas de espionaje ilegal sobre
trabajadores.
Volviendo al episodio de la
sindicalización en Alabama, Amazon logró retrasar por razones formales la
elección de los trabajadores que tenían que decidir si avanzarían o no en la
sindicalización y, al mismo tiempo, comenzó una campaña sucia para convencerlos
de que tal acción los perjudicaría.
El caso de Amazon es
paradigmático para observar cómo detrás de la retórica del compromiso social y
los derechos, en este caso de las mujeres, se halla una puesta en escena no
solo compatible sino necesaria para los intereses económicos de las empresas.
En un país donde, al año 2020, solo el 6,3 de los trabajadores del ámbito
privado estaban sindicalizados, la verdadera revolución antisistema sería fomentar
la sindicalización pero, claro está, esto no conviene a las empresas. Hacer
este señalamiento, por supuesto, no va en detrimento de su intención de
proteger lo que, consideran, es el derecho de las mujeres a abortar. Menos aún
supone una valoración sobre este derecho en particular. Sería una mala lectura
suponer que debemos oponernos a lo que sería un derecho por el solo hecho de
que lo defiendan las “malvadas” corporaciones. Aun cuando lo hicieran por
razones funcionales a sus intereses, existen importantes fundamentos para
defender la legalización del aborto. A lo que se apunta es a mostrar la
hipocresía de los valores expresados por estas compañías cuando son
curiosamente selectivas al momento de determinar cuáles derechos (de las
mujeres) deben ser privilegiados. Y al mismo tiempo expone una vez más cómo la
retórica de la inclusión que tanto ha calado en las empresas, hace énfasis en cualquier
tipo de inclusión salvo en la inclusión material.
Paridad de género pero sin
embarazos. Compromiso con la diversidad para no discutir la redistribución.
Difícilmente lo puedas ver en el próximo documental exclusivo de Amazon.
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