miércoles, 7 de agosto de 2019

¿Y si la polarización le da el triunfo a Alberto Fernández? (editorial del 2/8/19 en No estoy solo)



Las PASO del 11 de agosto darán inicio al gran juego. Más allá de las razones nobles que las motivaron, desde su implementación hasta hoy, las internas abiertas no han promovido la participación popular ni han abierto los partidos y los frentes a la ciudadanía. Ha habido excepciones pero en general se instaló que ir a las PASO contra un adversario interno debilita. Es bastante discutible y probablemente un error pero las principales fuerzas tienden a evitarlas, al menos, para los cargos más importantes. En este contexto, se dice que las PASO son una suerte de gran encuesta aunque en un escenario de polarización hacen las veces de una primera vuelta de hecho, un termómetro para que empiece a jugar un cada vez más ansioso voto útil. La consecuencia de ello es el debilitamiento de las fuerzas más pequeñas. Miedo mata pluralidad.
La oposición trata de ganar votos hacia el centro. Por centro izquierda tiene todos los votos. Del centro hacia la derecha tiene también muchos votos, por más que a la intelligentsia progre le duela, pero es allí donde puede disputar indecisos. De hecho algunos análisis muestran que el Frente de Todos tratará de interpelar a aquellos sectores de clase media baja atravesados por el discurso meritocrático que, económicamente, están muchísimo peor que hace 4 años, pero les ha calado profundo el discurso del emprendedorismo macrista. Es el empleado de Glovo que se hizo famoso esta semana por haber sufrido un accidente y haber sido sometido a la humillación cuando desde la empresa le consultaron por el estado del pedido antes que por su estado de salud. ¿Por qué es él? Porque consultado posteriormente, este autónomo de 63 años con moto propia, defendió a la empresa, dijo que la paga de 30000 pesos en bruto por trabajar de lunes a viernes 10 horas por día era muy buena, aseguró que la responsabilidad es de sus “compañeros” de trabajo que frecuentemente fingen accidentes para quedarse con el pedido y acabó fustigando a los gremios y a una militante kirchnerista que había intentado convencerlo de que la precarización laboral suponía una pérdida de derechos.  Es el prototipo del que dice “gobierne quien gobierne el lunes hay que ir a laburar” y “el que cobra un plan es un vago”. Max Weber diría que se huele a ética protestante pero eso ya daría para otro artículo. Está claro que el autónomo que trabaja para Glovo no va a votar a los Fernández pero si se logra hacer primar la economía por sobre la agenda oficialista, algo se podrá rescatar de ese sector.
El gobierno, en tanto, juega a sumar por derecha y por centro. Para la derecha tiene una agenda que va desde Venezuela hasta el Servicio cívico voluntario; y hacia el centro toda una retórica institucionalista que en los hechos ha sido falsada pero que se sirve en bandeja para que el votante antiperonista citadino tenga una excusa y pueda mirarse en el espejo después de volver a votar a Macri. “Han hecho mierda todo…pero al menos ahora sabemos la verdad gracias al INDEC”. Para consuelo es, al menos, curioso.
La gran encuesta echará por tierra las operaciones que vienen haciendo las encuestadoras. Porque es probable que Macri haya mejorado gracias a la estabilidad del dólar pero llevan semanas publicando casi siempre el mismo título: “Una nueva encuesta muestra a Macri cada vez más cerca de los Fernández”. No sabemos si es Godot, el General Alais o un ideal asintótico.
Con todo, claro está, puedo estar equivocado pero cuesta imaginar de dónde podría sacar los votos Macri para triunfar en las PASO o en la primera vuelta. Distinto sería el caso del balotaje pero dado que ese escenario resulta bastante distante voy a posarme en las PASO y en la primera vuelta desde el punto de vista comparativo. Eso sí, tomemos en cuenta algo en lo que probablemente las encuestas estén en lo cierto: la polarización de estas elecciones es mayor a la de las elecciones anteriores. Algunos hablan de que ésta podría hacer que las dos principales fuerzas sumen el 80% de los votos, bastante más que el 71% que habían sumado Scioli y Macri en la primera vuelta de 2015. Dicho esto, es inverosímil que la fórmula de los Fernández obtenga menos del 40% de los votos, por la sencilla razón que en las PASO 2015 Scioli obtuvo 38% y en la primera vuelta de 2015 un 37% con el UNA de Massa jugando por afuera y obteniendo en ambas elecciones cerca de 20%. A esto agreguemos los resultados de las elecciones provinciales que se desarrollaron este año. Por supuesto que los votos que tenía Massa no se suman en su totalidad a la fórmula que encabeza Alberto Fernández y que sería un gravísimo error extrapolar los resultados de elecciones cuya lógica es local a la elección nacional pero volvamos a examinar comparativamente algunos números en distritos clave. Siguiendo con la idea de que estas PASO funcionarán como una primera vuelta de hecho, tomaré números de la primera vuelta del año 2015. En Córdoba, Macri obtuvo 53% y Scioli un 19,26%. ¿Les parece que en este nuevo contexto, Alberto Fernández obtendría tan pocos votos? Seguro que va a perder pero ¿con menos de 20%? En Santa Fe el peronismo obtuvo algo menos del 32% en 2015 y el PRO 35%. Tras el triunfo de Perotti (con el 40%) y el resultado del candidato del PRO (19%), ¿ustedes suponen que aquel  número se repetirá? ¿Y en provincia de Buenos Aires? El peronismo juega unido, Massa encabeza la lista de diputados, en la fórmula está la intendente de La Matanza y Kicillof recibe sin pérdida alguna los votos de CFK. ¿es posible que ese armado haga una elección tan pobre como la que hizo en su momento Aníbal Fernández? De hecho existen más posibilidades de que esa fórmula venza a Vidal mientras los encuestadores se devanan los sesos para poder identificar si la gobernadora logrará empujar para arriba a Macri o el presidente hundirá a Vidal hasta hacerle perder su bastión. “¡Maldito el día en que Macri me impidió desdoblar la elección!” debe pensar la gobernadora. Con todo, como es difícil calcular el corte de boleta, aceptemos generosamente que esa elección será voto a voto pero ¿puede, en este escenario, la fórmula de los Fernández, obtener menos que el 37% que obtuvo Scioli en la primera vuelta de 2015? Vayamos por último a la ciudad de Buenos Aires, no sin antes mencionar que en todas las elecciones provinciales el PRO obtuvo menos votos y que es esperable que esa merma no se recupere. Rodríguez Larreta es favorito y va a ganar. Obtendrá entre el 45 y el 50% aunque es probable que por muy poquito no triunfe en primera vuelta. En la primera vuelta de 2015, Scioli obtuvo 24%, y si bien es difícil comparar porque aquella vez las elecciones locales fueron desdobladas, uno creería que la ausencia de una tercera fuerza de peso (como la que en su momento lideró Lousteau) sumado a esta suerte de experimento paradójico de una lista peronista K que lleva más No K y no peronistas que K y peronistas, debería orillar el 30%.     
Si estas intuiciones, con cierto apoyo en evidencias, fueran correctas, y si es verdad que la polarización entre las dos fuerzas alcanza el 80% del electorado, aun con el promedio que marcan las encuestadoras, esto es, una diferencia para los Fernández de entre 3 y 6%, alcanzaría para pensar un escenario de 42% a 38% o 43% a 37% que, al menos desde mi visión, serían escenarios benevolentes para el gobierno. Sumemos a esto un detalle que puede ser determinante ante diferencias tan mínimas. En las PASO el voto en blanco cuenta pero en la primera vuelta no. En las PASO 2015 el voto en blanco fue de alrededor del 5%. Si un candidato en las PASO 2019 obtuviese el 43% de los votos y repitiese ese número en la primera vuelta de octubre, la eliminación de ese 5% de voto en blanco (que bien podría repetirse en este escenario o incluso aumentar), haría que ese 43% se transforme en 45,2%, es decir, garantizaría el triunfo aun cuando el adversario obtuviese 44%. Esta sería hoy la principal preocupación de un gobierno que supone que en el balotaje capturaría los votos de muchos de los que no votaron en las PASO, de los que votaron a Espert y de la mayoría de los que votaron a Lavagna, pero que no tomó en cuenta que el impulso de la polarización podría llevar a los Fernández a un número cercano al 45%.
Una ventaja de 7 u 8 puntos de parte de los Fernández o un número demasiado cercano a 45% de parte de la fórmula opositora sería un escenario difícil de revertir para el oficialismo y auguraría semanas de enorme conmoción. ¿Acaso para muestra tendríamos la supuesta respuesta de “los mercados” con un gobierno que quitaría, adrede, el pie de encima del dólar el 12 de agosto? Son especulaciones. Distinto sería, claro, que lo aquí expuesto estuviese equivocado y el gobierno haga una elección pareja que le permitiera “garantizarse” un eventual balotaje. Hay también, en este punto, otro sinfín de especulaciones. La verdad comenzará a escribirse el próximo domingo 11.  

          



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