viernes, 25 de julio de 2014

Un Descartes sudamericano (publicado el 24/7/14 en Veintitrés)

Quienes repiten el mantra de una “Argentina aislada del mundo” suelen aducir, como comprobante, el hecho de las dificultades que el país tiene para conseguir financiamiento externo a tasas no usurarias. Esto es sin dudas así pero esconde una pequeña trampa: la suposición de que hay un solo mundo. Igualmente, no quiero que se asuste, no vengo a imprimirle a esta columna un giro hacia el kirchnerismo galáctico o a proponer un plan de negocios con un planeta vecino: se trata simplemente de advertir que detrás de la idea de “el” mundo nos pueden estar ocultando algo. Porque, en realidad, a lo que se están refiriendo es al “mundo financiero”, el de los capitales especulativos, el de los organismos de crédito cuyos préstamos tienen la única finalidad de transformarnos en rehenes de nuevos préstamos para refinanciar los anteriores. De ese mundo, efectivamente, tras el default, Argentina está aislada, en parte por no haber podido pagar en 2001 pero, en gran medida, por la decisión política de no volver a entrar en ese mundo.
Quienes hablan de “el mundo” son pre-Zaratustrianos, son “últimos hombres” en el sentido de Nietzsche, esto es, no se han enterado que el Dios Fukuyama ha muerto; son los profetas noventistas del neohegelianismo conservador que andan con el manual del fin de la historia debajo del brazo mientras la historia y las historias no dejan de pasarles una y otra vez por delante de las narices. Porque el fin de la bipolaridad tras la caída del muro de Berlín no derivó en unipolaridad sino en multipolaridad. Esto se ve en todo orden: en lo cultural, en lo comercial y en lo militar. Las grandes potencias siguen siéndolo pero atraviesan una lenta decadencia y deben compartir el espacio con actores emergentes que ponen en tela de juicio el ordenamiento mundial. Los BRICS son el ejemplo más cercano y la creación de un Banco de Desarrollo es la respuesta explícita a la negativa de las potencias tradicionales de abrir el juego en las instituciones internacionales que surgieron con fuerza después de la segunda guerra mundial y en la que siguen manteniendo el poder de veto.
Lo que vemos, entonces, es que lejos de haber un solo mundo, lo que hay son varios mundos, varias historias y temporalidades que pueden cruzarse pero se desarrollan por carriles distintos y al mismo tiempo como planteaba Borges en “El jardín de los senderos que se bifurcan”. Esas historias paralelas se expresan de muchos modos pero uno de esos modos es la formación de bloques regionales que permiten fortalecer a los países miembros de una manera que nunca conseguirían en solitario.
Es el caso de lo que sucede en Latinoamérica y que tuvo su punto de inflexión con el “No al ALCA”. Esa decisión soberana fue determinante para explicar el crecimiento de todos los países del sur del continente frente a un Estados Unidos que nos hubiera exportado productos, condiciones y buena parte de su crisis.
Esta idea de unión sudamericana está presente, obviamente, desde las guerras de la independencia y son varios los estudiosos que prueban que la balcanización de lo que habían sido los virreinatos en la región obedeció más a las necesidades económicas de los nuevos imperios que a diferencias objetivas entre los pueblos.
Y más cercanos en el tiempo, quien hizo un fuerte énfasis en la unión sudamericana fue Juan Domingo Perón, impulsando la idea de ABC que había creado el brasileño José María da Silva Paranhos Junior, el Barón de Río Branco.
Argentina más Brasil y Chile debían formar un bloque que permitiría a los 3 países tener un panorama completamente distinto al tener acceso a ambos océanos. Esto significaba que Perón ya había observado la importancia que tendría para la Argentina mirar hacia el Pacífico y eventualmente buscar socios e intercambios de todo tipo lejos de los países tradicionales, lejos de “el” mundo. De hecho, el presente parece darle la razón a algo que Perón escribió el 20 de diciembre de 1951 bajo el seudónimo de Descartes:
“América del Sur, moderno continente latino, está y estará cada día más en peligro. Sin embargo no ha pronunciado aún su palabra de orden para unirse. El ABC sucumbió abatido por los trabajos subterráneos del imperialismo, empeñado en dividir e impedir toda unión propiciada por los “nativos” de estos países “poco desarrollados” que anhela gobernar y anexar, pero como factorías de “negros y mestizos””.
Incluso en este mismo artículo, publicado en el diario Democracia, y que llevaba como título “Confederaciones continentales”, Perón advertía sobre los peligros y sobre las oportunidades que tendría la región. En cuanto a los primeros, Perón decía: “a la tercera guerra mundial de predominio ha de suceder una carrera anhelante de posesión territorial y reordenamiento productivo. De ello se infiere  que un grave peligro se desplazará sobre los países de mayores reservas territoriales aptas”. Efectivamente, hoy más que nunca, sabemos que la región sigue siendo el espacio de una enorme cantidad de recursos naturales que subsisten a pesar del saqueo de siglos.
Y en cuanto a las oportunidades, el líder del justicialismo indicaba: “El mundo se encuentra abocado a su problema de superpoblación. Su necesidad primaria es producir comida ya insuficiente. La lucha del futuro será económica y, en primer término, por esa producción. Ello indica que una parte sustancial del futuro económico del mundo se desplazará hacia las zonas de las grandes reservas territoriales aún libres de explotación”.
Sin dudas, el crecimiento poblacional de China e India pero, por sobre todo, el desarrollo económico de estos países, haciendo ingresar al mercado de consumo de la clase media a cientos de millones de hombres y mujeres, permite augurar una demanda sostenida de los productos de la región y de la Argentina en particular. Asimismo, hallazgos como el de Vaca muerta, donde es posible extraer combustibles no convencionales, ya están en la mira de capitales que, sin un Estado fuerte que imponga las condiciones, no dudarían en realizar sus pingües negocios a costa de todos nosotros.
Ahora bien, un Estado puede ser fuerte pero en este contexto y en este momento del capitalismo, sería más fuerte como parte de un bloque. De aquí que, una vez más, sirvan las palabras de Perón que, en ese mismo artículo y algunas líneas más adelante, decía: “Ninguna nación o grupo de naciones puede enfrentar la tarea que el destino impone sin unidad económica (…). Ni Argentina ni Brasil ni Chile aisladas pueden soñar con la unidad económica indispensable para enfrentar un destino de grandeza. Unidos forman, sin embargo, la más formidable unidad, a caballo de los dos océanos de la civilización moderna. Así podrían intentar desde aquí la unidad latinoamericana con una base operativa polifásica con inicial impulso indetenible. Desde esa base podría construirse hacia el norte la Confederación Sudamericana, unificando en esa unión a todos los pueblos de raíz latina. ¿Cómo? Sería lo de menos, si realmente estamos decididos a hacerlo (…) Unidos seremos inconquistables; separados, indefendibles”.
Se trata de pensar el mundo y los mundos, la historia y las historias. Y cuando lo hacemos notamos que debemos ser capaces de pensar la unión y de tener la voluntad política para darle existencia, algo a lo que debieran comprometerse todos los candidatos que pretenden suceder la actual administración. A diferencia del célebre Descartes, el “Descartes vernáculo” lo plantearía así: “Pienso (sudamericanamente), luego existo”.              


        

1 comentario:

Ruben Francisco Iacono dijo...

Brillante!. Lamento, y con todo respeto, que el general haya empleado el seudónimo Descartes. Me parece que su propuesta en la formación del ABC está mas cerca de Nietzsche (la voluntad de poder) que del cartesianismo.. Te mando un abrazo y desde ya te tengo entre mis favoritos.