viernes, 23 de mayo de 2014

Otra Argentina, ¿Otra Capital? (publicado el 22/5/14 en Veintitrés)

En el afán de reconsiderar un proyecto de país que vaya mucho más allá del circunstancial cambio de administración en el 2015, ¿no es momento de reflexionar acerca de la necesidad de un traslado de la Capital hacia el norte de nuestro territorio?
Se trata de una de las ideas en las que viene trabajando el actual Presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, quien este último fin de semana, en un masivo encuentro en Mar del Plata, comenzó a posicionarse como una de las opciones del kirchnerismo de cara a las elecciones del año que viene.
Sabemos que en la breve historia de nuestro país, la elección de Buenos Aires como Capital ha estado en el centro de los principales conflictos desde que la Corona española determinó establecerla como capital del Virreinato del Río de la Plata allá por 1776. De aquí que no sería del todo exagerado afirmar que la historia de disputas en nuestro territorio durante el siglo XIX estaría lejos de comprenderse si no se toma en cuenta el conflicto en torno a la Capital. Pero dejaré este aspecto a los historiadores para dedicar los párrafos que siguen al sentido que podría tener, de cara al futuro, una Capital alejada del puerto ocupando parte de lo que hoy es Santiago del Estero.
Cuando se habla de traslado de Capital, lo primero que viene a la memoria es el Proyecto Patagonia de 1986, impulsado por Raúl Alfonsín, que incluía, como uno de los aspectos más relevantes, el  traslado de la Capital a Viedma-Carmen de Patagones. Las razones eran más que atendibles: la Argentina tenía y tiene una distribución demográfica absolutamente despareja concentrando en el 1% del territorio (la Ciudad y el Conurbano) al 33% de la población total del país. Esta condición macrocefálica genera un enorme desequilibrio entre las regiones de nuestro vasto territorio constituyendo una conjunción explosiva: una mayoría del país testigo del avance fenomenal de una pujante Buenos Aires que crece manteniendo en sus márgenes a aquellos hombres y mujeres que por falta de oportunidades en sus lugares de origen decide migrar aun al costo de padecer todo tipo dificultades.
                En este sentido, el proyecto de Alfonsín tenía como uno de sus principales fundamentos separar el poder político del poder económico y acabar con ese viejo dicho popular que afirma que Dios está en todos lados pero atiende en Buenos Aires. Además, siguiendo con los fundamentos, el alfonsinismo entendía que era necesario impulsar económica y demográficamente el sur además de refundar un nuevo tipo de Estado que se desburocratice. Asimismo, este traslado de la Capital suponía una transformación desde el punto de vista organizacional pues, impulsado por el espíritu de la social democracia europea, la corriente alfonsinista del radicalismo buscaba empezar a matizar el carácter presidencialista de nuestro sistema en pos de un acercamiento al sistema parlamentarista, algo que finalmente se expresó, en parte, tras el Pacto de Olivos que dio lugar a la reforma constitucional de 1994.          
Ahora bien, como usted recordará, el proyecto alfonsinista fracasó por razones de inoperancia, de dificultades propias del proyecto y, también, sin dudas, por la enorme crisis económica en la que se sumió el país.
Esto hizo que, lamentablemente, quede instalado en el imaginario popular que el traslado de la Capital no es otra cosa que ese tipo de propuestas faraónicas tan impracticables como indeseables. De aquí que a la propuesta de Domínguez se la intente vincular inmediatamente con el fracaso anterior. Sin embargo, el proyecto es bastante distinto pues se enmarca dentro de una cosmovisión hija de los gobiernos populares que se fueron constituyendo en la región durante el siglo XXI.
Si bien los equipos de Domínguez no han presentado públicamente el proyecto con todas las consideraciones del caso, de las palabras del propio presidente de la Cámara de Diputados se siguen algunas ideas verdaderamente interpelantes.
La primera marca una enorme diferencia con el proyecto de Alfonsín pues se trata de una Argentina cuya Capital se traslada al norte porque deja de pensarse como el puerto funcional a las potencias del Atlántico y se siente parte de Latinoamérica. Hay muchas razones simbólicas para justificar esto pero también hay razones políticas y económicas. En cuanto a estas últimas téngase en cuenta, por ejemplo, que China es el cuarto destino de las exportaciones argentinas solo superado por Brasil, la UE en su conjunto y los países del NAFTA, y que el intercambio comercial entre nuestro país y el gigante asiático pasó de USS 1.222 M en 2000 a USS 17.749 M en 2013. ¿Queda claro por qué es importante para Argentina mirar hacia el pacífico?
Asimismo, si se toma en cuenta la relación de Argentina con Brasil, esto es, la principal economía del Mercosur, el intercambio comercial fue, en 2012, de USS 34.400 M.
Estos son, simplemente, algunos fríos datos que muestran que el horizonte geopolítico de la Argentina en el siglo XXI difiere radicalmente del que nuestro país tuviera en el siglo XIX y XX.
Como segunda característica (y aquí también se encuentra una diferencia importante con el proyecto radical de la década de los 80), hay una idea refundacional del Estado pero ésta no se vincula con el intento de avanzar hacia un sistema parlamentario. Esto se puede entender por la tradición peronista a la que suscribe Domínguez pero también por las buenas razones que se han esgrimido en favor del presidencialismo en las últimas décadas frente al furor parlamentarista que se intentaba imponer desde determinadas pseudo catedrales del pensamiento progresista.      
Donde sí puede haber cierto rasgo en común es en cuanto al diagnóstico del problema de la macrocefalia de nuestro territorio. Tal punto de vista ni siquiera fue original de Alfonsín sino que es posible rastrearlo mucho más atrás en el tiempo en distintos referentes que advertían de los riesgos que suponía determinar a Buenos Aires como Capital. Sin embargo, el proyecto de Domínguez tiene una mirada más abarcadora pues se propone un rediseño demográfico, que atraviese no solo a la Patagonia, capaz de fundar 100 ciudades de 100.000 habitantes a lo largo de todo el país. 
Esto implica, sin dudas, un enorme esfuerzo de inversión en infraestructura que, seguramente, sería coordinado por el Estado y financiado a través de créditos internacionales pero en el que se espera también un gran interés privado, especialmente en lo que respecto al sector inmobiliario y productivo. En cuanto a este último aspecto, Domínguez, que ha sido reconocido en su paso por el Ministerio de Agricultura al ser capaz de encauzar el conflicto con las patronales del campo, ha indicado que el traslado a Santiago del Estero permitiría aprovechar las 6.000.000 de hectáreas que el norte argentino tiene para integrarlas al sistema productivo y así incrementar en un 60% la producción de cereales y oleaginosas. Asimismo, Santiago del Estero se encontraría cerca del Corredor Bioceánico que unirá Argentina, Brasil y Chile y permitirá a los 3 países dinamizar el ingreso y egreso de sus productos a través de ambos océanos, retomando el espíritu del recordado ABC por el que pregonaba Perón. En los próximos meses se esperan mayores precisiones acerca del proyecto y el propio Domínguez prometió presentarlo en agosto en la mismísima Santiago del Estero. Sería en un nuevo encuentro del espacio de reflexión que fundó hace más de un año y que reúne a legisladores, intelectuales, referentes territoriales, jueces y académicos bajo la denominación de Grupo San Martín.
En un contexto en el que los candidatos solo miran encuestas, aun cuando pueda haber razones para discutir este proyecto, es de celebrar que un dirigente con pretensiones comprenda que para gobernar, además de mediciones, hace falta tener ideas.    
   


       

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece que hay un error. Si mis cálculos no fallan Capital y el Conurbano (ó el Gran Buenos Aires - GBA) representa el 0,1% (2.681 km2) del territorio continental argentino (2.780.400 km2), lo que es aún más desproporcionado en la relación territorio por habitantes.
Saludos.
Leonardo