domingo, 4 de julio de 2010

Más armas, menos Estado

La decisión de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos que declaró inconstitucional una ley federal que restringía el derecho de los ciudadanos a poseer armas, resulta una radiografía de una forma de concebir el Estado. Si se toman en cuenta los manuales de Filosofía Política, se hallarán allí múltiples definiciones pero la gran mayoría parece acordar en que el Estado mantiene el monopolio de la violencia legítima y vela por la protección de los ciudadanos dentro de un territorio. Ahora bien, cuando las estadísticas indican que en Estados Unidos hay 30.000 muertes al año por el uso de armas de fuego y que el 40% de los hogares posee al menos una, parece urgente interrogarse acerca del riesgo que supone una visión que reduce al mínimo cualquier tipo de intervención estatal, pues es bajo este paradigma que se hace inteligible el argumento de los jueces por el cual se afirma que poseer armas para defenderse es un derecho individual tanto como puede serlo la libertad de expresión. Sin embargo, podría decirse que esta concepción pone en tela de juicio aun ese mínimo de Estado que la tradición liberal admite, pues al fin de cuentas, ¿para qué obedecer al Estado si no es capaz de proteger la vida?
Esta necesidad de justificar al Estado desde el punto de vista de su utilidad, es una de las virtudes de pensadores políticos como Hobbes y Locke puesto que entendieron que debían darse buenas razones para que los individuos decidan abandonar su estado natural, aquel que, a decir del autor de Leviatán, se caracteriza por ser el escenario de una guerra potencial de todos contra todos, donde no hay ley y sólo sobrevive el más fuerte. En esta línea, los individuos consensuarán someterse al Estado si y sólo si se demuestra que obedecer la ley y pagar impuestos supone un costo menor al del riesgo de vivir en un caos en el que su vida corre peligro.
La gran paradoja es que una Constitución que parece tan recelosa del cuidado de los derechos individuales, acaba favoreciendo el retiro del Estado, esto es, el artificio humano por el cual esos derechos pueden ser exigidos y se hacen tangibles. Pues ¿qué derechos, aun cuando se los considere naturales, es posible exigir si no hay un Estado? ¿Frente a quién reivindicarlos? Por esto es que puede afirmarse que cada vez que un ciudadano elige portar un arma para su autodefensa, se debilita al Estado y con éste, la única garantía de visualización de todo tipo de derecho.

1 comentario:

Tesista en apuros dijo...

Es llevar la idea del mercado con competencia perfecta al extremo. No hay quien detente el monopolio, todos tienen las mismas capacidades para interactuar en ese mercado de la violencia legítima. En un esquema de ese tipo, por qué el Estado debiera tener un papel más relevante q otros actores? Además, desde esa mirada, su eficiencia siempre será cuestionada, no? Por qué tendría q recaer entonces sólo bajo su responsabilidad la protección de la vida?. Más allá de mi argumentación sui géneris, creo que, contractualisticamente hablando, se trata de un país con una socidad civil fuerte y un Estado que vino después.
Muy bueno que hayas abierto este debate, un beso.