domingo, 21 de diciembre de 2008

Otra oposición: la Solicitada de Binner

Si hay algo en lo que confluyen casi unánimemente vastos sectores de la sociedad es en la percepción de que no existe una fuerza política con capacidad de gestión capaz de disputarle el Gobierno al kirchnerismo. Aun en el peor momento K, las voces antioficialistas se multiplican pero atravesados por sus propias limitaciones, ambiciones y vedettismos no parecen tener la capacidad de estructurar una oposición coherente, robusta y programática.
A la hora de distinguir y clarificar al interior del conjunto “oposición”, podemos tener en cuenta a aquellos que tienen al menos algún tipo de experiencia en la gestión de territorios importantes del país. Me refiero aquí al PRO en la Ciudad de Buenos Aires y al socialismo en Santa Fe. Tras 1 año, el gobierno de Macri se ha mostrado estático, timorato, preso de la fragilidad interna y, por sobre todo, profundamente incapaz para gestionar la maquinaria estatal. Asimismo, la coraza idílica de toda nueva gestión parece empezar a reblandecerse, lo que en la jerga de los pasillos se menciona como el momento en que “le empiezan a entrar las balas”. Esto, seguramente, no impedirá una aplastante victoria en las legislativas 2009 pero deja ciertas dudas con miras al 2011 cuando el desgaste sea mayor y Macri sea expuesto como candidato a Presidente.
Distinto parece el caso de Binner en Santa Fe: con menos amplificación mediática, son pocas las noticias que circulan fuera del ámbito regional. A esto debe sumársele el perfil bajo del Gobernador y su decisión de no salir histéricamente a confrontar con el Gobierno Nacional aun ante el dilema que le planteaba el conflicto con el campo.
Sin embargo, el gobierno socialista pareció tomar nota de que un presidenciable no puede mantenerse en silencio y decidió enviar una propuesta al Gobierno a través de una solicitada que apareció el domingo 21/12 en los principales diarios y que lleva como título “Aporte a la Nación Argentina. Cinco propuestas para superar la crisis”. En términos generales podemos decir que se trata de las pocas intervenciones opositoras que plantean propuestas razonables y que se encuentran en un horizonte de posibilidad. Además proviene de un partido con experiencia de gestión (recordar los sucesivos gobiernos socialistas en la intendencia de Rosario). De hecho, varios pasajes de la solicitada hacen referencia a cuestiones técnicas y de implementación lo cual puede leerse como la necesidad de mostrar que un gobierno no peronista también puede ser capaz de mover la burocracia estatal. Por otra parte, se deja entrever, con la moderación de siempre, cierto diagnóstico que lo distancia del Gobierno nacional, en cuanto a que la crisis económica “reforzó los síntomas de desaceleración de la economía argentina que fueron evidentes desde el prolongado conflicto agropecuario”. Asimismo se hace hincapié en un creciente clima de desconfianza manifiesta en diferentes sectores de la economía.
En cuanto a las líneas programáticas y las propuestas concretas se parte de la base de que la política fiscal y una política de redistribución deben ser los pilares de la superación de este contexto. En esta afirmación se conjugan buena parte del equilibrio que busca la Solicitada. Equilibrio complejo entre principios “liberales” de correcta administración (similares a los del Gobierno nacional) y una visión más progresista que hace hincapié en políticas más inclusivas y redistributivas más cercanas al ideal socialista y a algún tipo de peronismo. A esto debemos sumarle elementos coyunturales y geopolíticos: se trata del gobierno de la provincia de Santa Fe cuyo eje central es la producción agropecuaria y la agroindustrial, sectores que, por cierto apoyaron en buena medida al socialismo en las últimas elecciones.
Todas estas variables hacen que la propuesta resulte un gran ejercicio de malabarismo que se parece bastante a la política real del día a día donde los grises son más que los colores puros.
Así, el gobierno socialista no tiene ningún inconveniente en señalar en varios pasajes el problema de “la caja”. Sí, efectivamente, tanto hemos oído hablar de “la caja” que parece haberse estigmatizado la necesidad de las administraciones de obtener fondos. Así, es razonable que Binner reclame “coordinación”, “articulación entre Nación, Provincia, municipios y comunas” y “acceso de municipios y comunas a los recursos financieros”. Esta búsqueda de descentralización es también una pelea por “la caja” y al darla no se ponen colorados, lo cual por cierto, resulta correcto.
Otro de los puntos tiene que ver con medidas de carácter impositivo en el que se intenta conciliar los intereses de diferentes sectores. Por un lado se habla de defensa de las fuentes de trabajo, aumento de las jubilaciones en función de la ley de movilidad jubilatoria, incremento en las asignaciones de los planes sociales, reducción escalonada de las tasas impositivas, (acaso una razonable y menos vilipendiada “tablita de Machinea”) y una canasta básica de productos que queden exentos de IVA. Por otro lado, una medida que se toma en los principales países del mundo, esto es, el proteccionismo industrial y aranceles para las importaciones sumado a quizás la propuesta que más puede incomodar al kirchnerismo: el tema “retenciones”. Allí se propone la eliminación total de las retenciones a los cereales, las oleaginosas, la leche y la carne y se propone reemplazar la pérdida en la recaudación con el impuesto a las ganancias, a los activos financieros, al cigarrillo, al alcohol y a los bienes suntuarios.
Esta es, en síntesis, la propuesta. La misma posee, seguramente, puntos que abren interrogantes. Dejando de lado la implementación técnica de la posibilidad de una descentralización en el manejo de los recursos lo cual, por cierto, tampoco garantiza mayor transparencia, podemos pensar cómo podría garantizarse que los productos de la canasta básica sin IVA se mantengan a un precio accesible y que esa quita impositiva redunde en una rebaja al precio al público. La conducta de los empresarios en ese sentido dista mucho de ser la ideal lo cual parece dejar a la medida en el plano de las buenas intenciones y el voluntarismo. En cuanto a la eliminación de las retenciones para los productos mencionados parece razonable discutir medidas en pos de ayudar a fomentar la diversidad en la producción pero debería reconocerse que la resolución 125 modificada que vetó el senado parecía dar un paso importante en esa línea aunque era resistida en parte, porque a través de las devoluciones se exigía el fin de la informalidad. Recurrir al impuesto a las ganancias, se sabe, es una medida teóricamente inobjetable pero de imposible control en la práctica: nada más fácil que evadir el impuesto a las ganancias. Más razonables resultan los impuestos a la renta financiera, a los bienes suntuarios, al cigarrillo y al alcohol aunque hacerlo supondría tener que tolerar un despiadado ataque desde los sectores interesados. Será cuestión, en ese punto, de ver quién tiene más fuerza. Pero más allá de estas cuestiones controvertidas vemos aparecer un partido con poder de gestión que más allá de sus críticas parece intentar seguir llevar adelante un espíritu continuista en algunas de las políticas de la actual Gestión Nacional.
Señalar algunos aciertos del oficialismo es una de las formas más sensatas de evitar este mal endémico de los gobiernos argentinos: los vaivenes en las grandes líneas del proyecto del país que hizo que en 20 años se oscile constantemente de visiones neoliberales a estatistas.
La de Binner, parece pues, una oposición más constructiva, lo cual quizás no le dé el rédito político de los rezongos del Pro, la CC, los disidentes del PJ y varios multimedios. Queda abierta la cuestión de si la forma socialista de profundizar cierta línea progresista que se encuentra en la gestión actual del Gobierno Nacional podrá estructurar una fuerza a nivel nacional que no surja del mero enfrentamiento con las políticas oficiales y no se constituya desde la lógica tradicional del trueque entre apoyos y cargos.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

El primer año de CFK

Los aniversarios de la asunción de un gobierno son la excusa perfecta para realizar un análisis de la gestión y en el caso del turbulento primer año de la presidencia de CFK, parece imposible dejar de soslayo esta empresa.
Podemos decir que el idilio que generalmente poseen quienes acaban de asumir su rol ejecutivo duró mucho menos de lo usual. A esto contribuyeron una campaña mediática feroz que ya comenzó a desplegarse en el último año de la presidencia de Kirchner y varios errores del gobierno entre los que podemos mencionar un excesivo énfasis en la continuidad de nombres y estilo, la profundización de las falencias comunicacionales, un diagnóstico errado del equilibrio de fuerzas de determinados sectores opositores que esperaban agazapados el primer paso en falso de la nueva gestión y un afán de radicalización del conflicto cuya única consecuencia fue dilapidar el capital obtenido en las elecciones de octubre.
Si desarrollamos un poco más los errores del gobierno recién mencionados notamos que la selección de los nombres del gabinete fue, en general, desacertada, sea por sostener en el cargo a dirigentes desgastados, sea por incluir nuevos ministros cuya capacidad comparativamente dista mucho de ser elogiable. Para decirlo con nombres propios: que sea Randazzo y no Aníbal Fernández el portavoz del gobierno es una pérdida irreparable; que Alberto Fernández haya seguido en el cargo más allá de los cuestionamientos tampoco pareció la mejor decisión; que Ginés González García haya dejado su exitosa gestión por la de la honesta y eficaz Ocaña resultó un guiño al lobby eclesiástico al precio de sacrificar una de las pocas gestiones progresistas en salud. Ni que hablar del joven Lousteau, impulsor de una medida que en teoría resultaba razonable pero con una cantidad de fallas técnicas e imprecisiones que invalidaban cualquier atisbo de bondad y justicia.
En este sentido, si el gobierno cree que rodeándose de inoperantes de perfil bajo obtendrá la garantía de ausencia de ensombrecimiento a la figura presidencial, estará en lo cierto pero el precio de esa estrategia será un excesivo desgaste de la figura de Kirchner y CFK. Por ello, el gobierno debería observar que la exposición de figuras como Rossi, Boudu o Massa favorece la idea de una dirigencia renovada y capaz de enfrentar el sinfín de embates que trae aparejada cada iniciativa.
En cuanto al entramado político, el gobierno parece, tras la derrota de la 125, optar por un doble movimiento: refugio en la base tradicional pejotista y alianzas transversales progresistas en las cámaras. El equilibrio de este doble movimiento es ampliamente inestable pues ninguno de los actores se siente cómodo en él. Sin embargo, en los últimos meses ha funcionado y el apoyo abrumador al proyecto de eliminación de las AFJP es testigo de ello. Sobre este punto, claro está, no se puede obviar la casi deshecha concertación plural. Si bien resulta infinitamente más simple hacer estos señalamientos una vez ocurridos los hechos, el fenómeno Cobos probablemente servirá de advertencia para las futuras alianzas electorales. En algunas notas anteriores, había indicado que, en vísperas a las elecciones de 2007, el gobierno de Kirchner había optado por la gobernabilidad en lugar de la transversalidad y que en ese gesto había, en parte, una renuncia a una construcción más horizontal y progresista. La necesidad de gobernar vencía al quizás ingenuo intento de aunar fuerzas diversas en una propuesta superadora de ideología progresista. No tengo la suficiente lucidez como para poder afirmar que Kirchner se equivocó al ir “sobre seguro” en detrimento de un proyecto mucho más interesante pero con un futuro y una eficacia incierta.
Si continuamos con el mapa de alianza, asumiendo el total riesgo de caer en falacias ad hominem podemos decir que si el gobierno tiene como aliados a los principales caudillos de la provincia de Buenos Aires, a Moyano, a Rico, a Kunkel, a Delía, a Hadad, a Cristóbal López, a los aparatos jurásicos que sacan y ponen gobernadores en los feudos provinciales y ha tenido funcionarios como Piccolotti o Felisa Miceli, debemos decir que, evidentemente, algo estará haciendo mal. Sin embargo siguiendo esta misma lógica es necesario aclarar que si el gobierno tiene en contra a Carrió, a Macri, a Rodríguez Larreta, A Fontevechia y al Grupo Prisa, al Grupo Clarín, a de Narváez, Manzano y su multimedio, a Laje, a Longobardi, al CEMA, a Pando, a Grondona, a Marsans y al resto de los dueños de las privatizadas que no cumplieron con sus obligaciones, a los ex represores, a Vargas Llosa, a Kovadloff, a Ámbito Financiero, a La Nación, a De Angeli, a Bussi, a la Sociedad Rural, a Cavallo, a Menem, a los Rodríguez Saá, a Piñeiro, a Duhalde y su esposa, a De la Sota, a Bergoglio, etc. quiere decir que algunas cosas estará haciendo bien.
Pero vayamos a lo más importante y dejemos este tipo de argumentos falaces: las políticas del primer año de gestión. Con todas las deficiencias técnicas ya mencionadas, la resolución 125 de las retenciones móviles era una buena medida. Si a eso le sumamos las concesiones que se habían hecho en la cámara de diputados podríamos decir que se había llegado a una norma que era beneficiosa para el fisco, para los pequeños y medianos productores y para desincentivar el monocultivo. Menos controvertida aún es la resolución que acabó con lo que iba a ser el nuevo gran fraude argentino: las AFJP. Por otra parte, ha habido avances en esta lógica de “empresa privatizada que falla vuelve al Estado”, lo cual a priori parece una buena señal. También, aunque lentamente, se ha comenzado a disminuir los subsidios de forma escalonada haciendo que paguen más los que más tienen. Más allá de sus bemoles, todas estas medidas poseen un costado progresista y un afán redistributivo, de aquí que la crítica de la oposición no sea mayoritariamente a las medidas en sí sino al hecho de que el dinero fuera a parar a la supuesta caja política.
En cuanto a la inflación, ésta se ha frenado aunque claramente no ha sido por el mérito del gobierno sino por la crisis financiera, algo que, paradójicamente le da la razón al gobierno cuando afirmaba que la inflación era empujada por el precio de los commodities.
Si dejamos de lado el paquete de medidas que el gobierno adoptó para incentivar el consumo tras la crisis financiera mundial que sorprendió a todos, CFK parece haber recuperado tras el fracaso de la 125 el factor sorpresa y la marcada de agenda que tanto caracterizaba a su marido. Está claro que si no es el gobierno quien marque el camino, lo harán los Medios inundándonos de noticias de asaltos a kioskos, secuestrados profesionales ilustres de la zona norte, fatalistas economistas de compulsivas predicciones falsadas, ex aliados K arrepentidos y problemas en torno de la vida de Riquelme.
Queda por avanzar, parecería, en la ley de despenalización del consumo personal de drogas y una agilización de los mecanismos de la justicia. También sería deseable tener más noticias del Ministerio de Ciencia y Tecnología y habrá que ver cuánto peso tendrá el nuevo Ministerio de la Producción.
Además, resta saber cuánto margen tendrá el gobierno para profundizar una política redistributiva en el contexto de elecciones, crisis y desaceleración de la economía. Asimismo, ojalá algún día cercano nos levantemos con la sorpresa de que ahora que la inflación se parece a la del INDEC, se pueda reconstruir la confianza de los índices. Todo esto sin olvidar la ya utópica reforma tributaria, algo que en este contexto parece impensable llevar adelante.Pero por sobre todo, existe la gran incógnita de si este gobierno erosionado por campañas feroces podrá enfrentar la madre de todas las batallas: la nueva ley de radiodifusión. Ojalá la cercanía de las elecciones y las consecuencias de la ubicua e inasible crisis financiera no vayan en desmedro del debate de una ley que exprese que con monopolios no hay libertad de prensa ni sistema político que no acabe subsumiéndose a los intereses de los acaparadores de diarios, radios, canales de TV y servicios de Internet.