La oposición, ya sea desde su faz
política, judicial o mediática, vuelve a poner a CFK en el centro de la escena
abriendo con ello una caja de Pandora. Cuando cualquier asesor más o menos
pragmático y racional les hubiera sugerido no hacer olas y dejar que el
gobierno continúe su lento deterioro hacia lo que pareciera ser un final
inexorable, una puesta en escena judicial genera un punto de acuerdo en un
frente oficialista al que le cuesta, justamente, ponerse de acuerdo en algo.
Incluso yendo un poquito más
allá, podemos decir que la acción en capítulos, digna de una serie de Netflix,
ofrecida por Luciani, ordenó el escenario político que se había desordenado con
Massa. Ahora la militancia kirchnerista encontró en la persecución a su líder
las razones para movilizarse que había perdido desde la asunción de Alberto;
Massa logró que la economía deje de ser el tema del día y que el ajuste no se
note; la oposición consiguió unirse detrás del disparate del pedido de juicio
político al presidente con lo cual demuestra que la única manera de superar las
grietas impulsadas por Carrió es alinearse detrás de disparates que superen a
los de la líder de la Coalición Cívica; el antiperonismo rancio con micrófono
pudo indignarse; el antiperonismo rancio sin micrófono pudo cacerolear, etc.
Todos contentos. Los planetas alineados.
Ahora bien, más allá de que la
tensión la genera una causa judicial, en el fondo, a pocos le importan los
hechos pues la gran mayoría ya ha determinado culpabilidad o inocencia según
sus pasiones políticas y las causas que persigue. Es que hace tiempo ya hemos pasado
de las noticias deseadas a los hechos deseados y, desde ese punto de vista, el
rol de la justicia es secundario. Si falla como queremos diremos que no hace
más que confirmar lo que era evidente y habíamos sancionado de hecho; si falla
en contra diremos, según la perspectiva política que abracemos, que la justicia
demuestra una vez más que le está dando la espalda a la república, al pueblo,
etc.
De modo que las presuntas pruebas
del fiscal no importan, como tampoco importa la defensa a través de los medios
que hizo CFK. Todo ello es y será anecdótico porque lo que expresa el fiscal no
está asociado a hechos sino que se trata de una forma de interpretar la
política nacional que, por cierto, no tiene nada de novedoso. En parte eso
parece seguirse de la afirmación de CFK cuando indica que no se la está
enjuiciando a ella sino al peronismo. En este sentido, la idea de asociación
ilícita aplicada a este caso es la traducción a términos jurídicos de una
cosmovisión antidemocrática. El adversario político, el otro, como banda de
delincuentes al que no nos referimos a través de una categoría política sino
moral. No se disputan modelos de país sino grupos de gente buena contra gente
mala. Por ello el que piensa distinto es un ladrón y está en la mentira; por ello
el adversario no es una expresión de la política sino de la maldad.
Es más, no sabemos si como una
provocación o, simplemente, como expresión de su inconsciente, el fiscal
Luciani pide 12 años de prisión a CFK para que se asocie cada año de gobierno
kirchnerista con la idea de una actividad delictiva. Algo así como “dado que
robaron 12 años, te corresponde 12 años de prisión”. Matemáticas, simbologías y
Freud para principiantes.
Lo curioso es que si se escarba
un poco en la idea de asociación ilícita la cual, insistimos, es solo la
traducción jurídica de una forma particular de entender al mundo y a la
política argentina, se notará que también busca desacreditar al votante, en
este caso, al kirchnerista. Pues no es otra cosa que esa triste idea de que “nadie
es kirchnerista (o peronista) gratis”, una suerte de condición “planera” de
todo votante K. La idea es “sos K porque de alguna manera te beneficiás, aunque
más no sea, recibiendo un subsidio”. Es la visión de manual del antiperonismo
de primer grado: el universo peronista K se divide en funcionarios que roban y
unas mayorías cómplices (por ignorantes) o atadas por razones clientelísticas.
Así, todo voto peronista desde el 46 hasta ahora ha sido un voto no racional.
No hay dudas de que hay mucha
gente que se acerca al kirchnerismo o a
cualquier fuerza política por dinero o por alguna conveniencia personal. La
lista de hipócritas y mercenarios es abundante. Aun así, los más votan por
otras razones, equivocadas o no. Y esto no es propiedad de una fuerza política.
De hecho las razones por las que la gente vota suelen estar muy lejos de los
ideales que establecen los grandes tratados de la filosofía y la teoría
política.
¿Significa esto que el
kirchnerismo está libre de casos de corrupción? No. ¿Significa que se debe
aceptar desde el vamos que todo funcionario K es inocente? No. ¿Significa que
CFK está exenta de enfrentar a la justicia como cualquier ciudadano de a pie? Tampoco.
Pero agreguemos un experimento
mental para dar fundamentos a lo que me interesa exponer. Supongamos que se
encuentra un video, similar al de José López, con CFK como protagonista, de lo
cual se seguiría una prueba incontrovertible de corrupción. ¿Qué sucedería?
Seguramente una gran desilusión
por la estima que el kirchnerista tiene hacia su líder. Sin embargo, reducir el
kirchnerismo a la moralidad de CFK o de Néstor Kirchner es un error pero, sobre
todo, no explica las razones por las que un votante elige esa opción política.
Porque el votante kirchnerista, como
cualquier otro votante, claro, vota,
como decíamos, un montón de cosas y a veces, también, una forma de entender la
política y el mundo que excede el eventual desliz de un funcionario o incluso
de un líder. Porque no hay una relación necesaria entre la eventual conducta
delictiva de un líder y el programa político que éste lidera por más que así
quieran presentarlo muchos. Esto vale para Macri o para CFK. En todo caso, hay
tantas críticas para hacer a los modelos K o neoliberales que posarse en los
eventuales delitos que pudieran cometer los funcionarios es una
superficialidad. Para decirlo más fácil, si alguien critica a Macri por ser un
eventual ladrón, no está yendo todo lo profundo que podría. Del mismo modo,
sería la otra cara del “nadie es kirchnerista gratis” afirmar que todos los
votantes macristas son tontos o cómplices de la ineptitud del gobierno que
votaron y de la fuga de capitales que endeudó al país y benefició a unos pocos.
Habrá algunos que sí. El resto solo piensa distinto y tiene razones que,
equivocadas o no, forman parte del juego democrático.
Digamos, para concluir, que hace
tiempo que en la Argentina, y probablemente en buena parte del mundo también,
nadie acepta que el que piensa distinto pueda estar simplemente “equivocado”.
Probablemente como una herencia de la ilustración, creemos que la racionalidad
debería llevarnos a todos a la misma conclusión, de modo tal que quien no la
alcanza es porque está haciendo jugar intereses espurios o no puede elegir
libremente. Esta lógica llevada al extremo es la que expresa Luciani cuando, en
el fondo, lo que está diciendo es que quien no piensa ni vota como él ni el
sector al que él representa, es parte de una asociación ilícita. Ni siquiera se
acepta que el votante K o los mismos funcionarios estén “equivocados” o tengan
una cosmovisión que quizás no sea la mejor. De ninguna manera. Son todos
ladrones y forman parte de una banda que incluye a los miles de funcionarios y
a los millones de votantes.
Como decíamos anteriormente, es
muy probable que la oposición gane las elecciones el año que viene. Que en este
escenario se avance con la misma manía persecutoria que se avanzó en los años
de macrismo, solo expresa revanchismo personal y, en buena medida, un odio de
clase que viene de muchas generaciones. El solo hecho de instalar la
posibilidad de una proscripción es, además de una historia repetida como
tragedia y luego como farsa, una torpeza política que solo pueden llevar
adelante dirigentes enceguecidos que, como sucedió entre 2016 y 2019, tenían
todas las cartas sobre la mesa para ganar y perdieron. La oportunidad que se
les presenta ahora es quizás todavía mejor que la del 2015 con una CFK sin
pretensiones de subirse a una fórmula presidencial, una militancia sin rumbo
que solo puede militar los buenos viejos tiempos, un FdT fracturado, una
dirigencia peronista siempre proclive a transformarse en la alternancia de lo
mismo y un escenario económico de inflación insoportable que hará que la
mayoría de la población acepte un plan de ajuste feroz. Pero no les alcanza.
Como si necesitaran tener razón y como si creyeran que la van a poder encontrar
en el alegato de un particular que trabaja de fiscal.
Este gobierno, que volvió peor,
tiene en frente a una dirigencia opositora que no está siendo mejor que lo que
era y que, sobre todo, ni siquiera se propone serlo.
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