Desde hace más de un mes que estoy siguiendo el programa que Longobardi conduce por C5N. Y en sucesivas emisiones noté algo que me llamaba la atención. Longobardi le preguntaba a la mayoría de sus invitados si gobernaba Cristina o Kirchner. Lo preguntaba siempre al final de la entrevista suponiendo quizás que la respuesta a esa pregunta tenía implicancias tan obvias que no hacía falta seguir hablando. “Kirchner” era la respuesta y lo que seguía era el corte y la pauta publicitaria. Se sabe que Longobardi es un operador por ello siempre es bueno escucharlo con detenimiento. Sin embargo con el correr de las semanas otras voces retomaron el tema. Primero fue Carrió quien dijo en Clarín que la “Casa rosada es una vicaría vacía (…) El poder sigue estando en manos de Kirchner”. Algunos días después, fue Duhalde que, algo crispado por la reorganización de un peronismo que parece tener espacio para muchos pero no para él, dio una entrevista y afirmó que “Cristina no está preparada para gobernar” y que existe en el gobierno un “doble comando”, lo cual quiere decir, más bien, un único comando liderado por Kirchner.
Tanta insistencia en este tema me llevó a preguntarme quién gobernaba y no hallé una respuesta de la cual pueda estar plenamente seguro. Más bien supongo que, en todo caso, siempre debe haber habido un “doble comando” aún cuando el presidente era Kirchner. Lo supongo pues se trata de dos personas que han militado y hecho política juntas desde hace tiempo y que tienen la particularidad de compartir la alcoba. Mi sentido común me dice que un matrimonio de políticos debe consultarse mutuamente las decisiones. Sin embargo éstas son simples especulaciones difícilmente comprobables. Por ello me llama la atención cuando algunos muy sueltos de cuerpo afirman con certeza que gobierna tal o cual. Lo que sí me parece interesante, aunque también resulta incomprobable por definición, es plantear el siguiente contrafáctico: ¿estarían diciendo lo mismo si la que primero hubiera ocupado el cargo hubiera sido ella y ahora fuese él el recién asumido? Tengo la sensación que allí el diagnóstico sería distinto probablemente por cierto imaginario misógino de algunos personajes de la actualidad. A pesar de que muchas veces se critica el mal carácter de Cristina en un sentido se la sigue considerando mujer, es decir, débil. Si su gobierno es bueno será que un hombre está detrás y si su gobierno es malo seguramente buena parte de su fracaso se justificará por el hecho de que por ser mujer ni siquiera pudo hacer un buen gobierno con un hombre atrás. En ese sentido, Cristina no tiene escapatoria y aún haciendo un buen gobierno no se le reconocerá mérito.
Pero digamos también que estas afirmaciones no son inocentes y que más que apuntar a desestabilizar el presente se dirigen al 2011. En ese sentido, la idea de doble comando es funcional a un desgaste de los dos: si es él el que gobierna en las tinieblas (aunque las oficinas de Puerto Madero parecen tener demasiada visibilidad) será él quien pague los costos ante un posible intento de buscar la presidencia en 2011. Evidentemente, hay muchos sectores que temen que Kirchner vuelva en el 2011 a tal punto que arremeten con pedidos disparatados como el que formulara Grondona un día antes de las elecciones cuando exhortaba a la Corte Suprema a que considerara a Cristina y a Kirchner como una misma persona (SIC) (pues ella había sido “puesta” por él) y que, por ello, ambos deberían tener vedadas las posibilidades de reelección en 2011. (La Nación, 9/12/07). Más allá del insólito pedido de Grondona y de este monstruo de dos cabezas en el que se habrían transformado los Kirchner, quisiera detenerme en la cuestión principal. Esta se puede formular así: aún suponiendo que efectivamente las decisiones las toma Kirchner y que Cristina es un simple títere: ¿cuál sería el problema de que esto fuese así?
Dicho de otro modo, en términos prácticos, ¿afectaría en algo al destino de la Argentina el hecho de que las decisiones las tomara él, ella, los asesores de cada uno de ellos o Alberto Fernández? Lo mismo sería. De hecho tal vez la mayoría de las decisiones son tomadas o influenciadas por personas distintas de las que votamos. Lo que importará será si estas decisiones son buenas o malas. Pero este punto nos traslada a otra perspectiva en la que el doble comando podría ser criticado: se trata de lo que tiene que ver con la legitimidad. En este sentido alguien podría decir que está de acuerdo con que no importe si es ella o él pero que, al fin de cuentas, si alguien no fue elegido por el pueblo no tiene legitimidad para mandar. Ese punto parece más razonable y la historia argentina nos puede señalar varios ejemplos. Algunos dicen que el último Perón se encontraba influenciado por López Rega. López Rega era un personaje siniestro y aún si hubiera tomado decisiones correctas (cosa que no hizo), no lo hubiera hecho bajo la legitimidad democrática del apoyo popular. Allí el doble comando sí que era un problema. Sin embargo no lo fue cuando Perón puso a Cámpora: todo el mundo sabía que con Cámpora en el gobierno, Perón estaría en el poder. En este caso, Perón, sin haber sido elegido directamente por el pueblo gozaba de la legitimidad política para tomar las decisiones de Estado. En el caso de Cristina y Kirchner creo que sucedería algo similar: todas las encuestas mostraban que de haberse presentado Kirchner hubiera sacado mucho más votos que su esposa. En este sentido si fuese él quien tomara las decisiones gozaría de la legitimidad del pueblo más allá de que en las urnas se votó por ella y no por él.
En este sentido, una vez más, algunos partidos de oposición y algunos comunicadores le realizan un gran favor al gobierno. Destacando debilidades donde no las hay o exhibiendo problemas que no son tales no hacen más que perder credibilidad ante la opinión pública y postergar el tratamiento de los problemas reales que el gobierno debe atender. Al fin de cuentas, la ubicuidad del rezongo por el rezongo mismo ayuda al rezongado pues si la alarma suena siempre no sabremos cuándo estar preocupados.
Tanta insistencia en este tema me llevó a preguntarme quién gobernaba y no hallé una respuesta de la cual pueda estar plenamente seguro. Más bien supongo que, en todo caso, siempre debe haber habido un “doble comando” aún cuando el presidente era Kirchner. Lo supongo pues se trata de dos personas que han militado y hecho política juntas desde hace tiempo y que tienen la particularidad de compartir la alcoba. Mi sentido común me dice que un matrimonio de políticos debe consultarse mutuamente las decisiones. Sin embargo éstas son simples especulaciones difícilmente comprobables. Por ello me llama la atención cuando algunos muy sueltos de cuerpo afirman con certeza que gobierna tal o cual. Lo que sí me parece interesante, aunque también resulta incomprobable por definición, es plantear el siguiente contrafáctico: ¿estarían diciendo lo mismo si la que primero hubiera ocupado el cargo hubiera sido ella y ahora fuese él el recién asumido? Tengo la sensación que allí el diagnóstico sería distinto probablemente por cierto imaginario misógino de algunos personajes de la actualidad. A pesar de que muchas veces se critica el mal carácter de Cristina en un sentido se la sigue considerando mujer, es decir, débil. Si su gobierno es bueno será que un hombre está detrás y si su gobierno es malo seguramente buena parte de su fracaso se justificará por el hecho de que por ser mujer ni siquiera pudo hacer un buen gobierno con un hombre atrás. En ese sentido, Cristina no tiene escapatoria y aún haciendo un buen gobierno no se le reconocerá mérito.
Pero digamos también que estas afirmaciones no son inocentes y que más que apuntar a desestabilizar el presente se dirigen al 2011. En ese sentido, la idea de doble comando es funcional a un desgaste de los dos: si es él el que gobierna en las tinieblas (aunque las oficinas de Puerto Madero parecen tener demasiada visibilidad) será él quien pague los costos ante un posible intento de buscar la presidencia en 2011. Evidentemente, hay muchos sectores que temen que Kirchner vuelva en el 2011 a tal punto que arremeten con pedidos disparatados como el que formulara Grondona un día antes de las elecciones cuando exhortaba a la Corte Suprema a que considerara a Cristina y a Kirchner como una misma persona (SIC) (pues ella había sido “puesta” por él) y que, por ello, ambos deberían tener vedadas las posibilidades de reelección en 2011. (La Nación, 9/12/07). Más allá del insólito pedido de Grondona y de este monstruo de dos cabezas en el que se habrían transformado los Kirchner, quisiera detenerme en la cuestión principal. Esta se puede formular así: aún suponiendo que efectivamente las decisiones las toma Kirchner y que Cristina es un simple títere: ¿cuál sería el problema de que esto fuese así?
Dicho de otro modo, en términos prácticos, ¿afectaría en algo al destino de la Argentina el hecho de que las decisiones las tomara él, ella, los asesores de cada uno de ellos o Alberto Fernández? Lo mismo sería. De hecho tal vez la mayoría de las decisiones son tomadas o influenciadas por personas distintas de las que votamos. Lo que importará será si estas decisiones son buenas o malas. Pero este punto nos traslada a otra perspectiva en la que el doble comando podría ser criticado: se trata de lo que tiene que ver con la legitimidad. En este sentido alguien podría decir que está de acuerdo con que no importe si es ella o él pero que, al fin de cuentas, si alguien no fue elegido por el pueblo no tiene legitimidad para mandar. Ese punto parece más razonable y la historia argentina nos puede señalar varios ejemplos. Algunos dicen que el último Perón se encontraba influenciado por López Rega. López Rega era un personaje siniestro y aún si hubiera tomado decisiones correctas (cosa que no hizo), no lo hubiera hecho bajo la legitimidad democrática del apoyo popular. Allí el doble comando sí que era un problema. Sin embargo no lo fue cuando Perón puso a Cámpora: todo el mundo sabía que con Cámpora en el gobierno, Perón estaría en el poder. En este caso, Perón, sin haber sido elegido directamente por el pueblo gozaba de la legitimidad política para tomar las decisiones de Estado. En el caso de Cristina y Kirchner creo que sucedería algo similar: todas las encuestas mostraban que de haberse presentado Kirchner hubiera sacado mucho más votos que su esposa. En este sentido si fuese él quien tomara las decisiones gozaría de la legitimidad del pueblo más allá de que en las urnas se votó por ella y no por él.
En este sentido, una vez más, algunos partidos de oposición y algunos comunicadores le realizan un gran favor al gobierno. Destacando debilidades donde no las hay o exhibiendo problemas que no son tales no hacen más que perder credibilidad ante la opinión pública y postergar el tratamiento de los problemas reales que el gobierno debe atender. Al fin de cuentas, la ubicuidad del rezongo por el rezongo mismo ayuda al rezongado pues si la alarma suena siempre no sabremos cuándo estar preocupados.