domingo, 21 de diciembre de 2014

Desafíos de la democracia (I): Isonomía

Que se cumpla un nuevo aniversario de la democracia en Argentina es siempre un motivo de festejo y de alegría que no puede empañarse por el listado objetivo de aquellas cosas que faltan. Simplemente hay que celebrar porque llevamos la continuidad democrática más larga de nuestra breve historia como país y porque hemos resuelto institucionalmente momentos enormemente difíciles. Pues si bien nadie puede aseverar la verdad o la falsedad de enunciados contrafácticos (aquellos que dicen “Si hubiera pasado esto, entonces….”), crisis como la de 1989, 2001 e incluso, yo agregaría, la del conflicto con las patronales del campo en 2008, probablemente, en otro contexto, hubieran terminado en la imposición de regímenes autoritarios. Entonces si bien podría decirse que esto es parte de un nuevo escenario regional y mundial en el que ya no hay lugar para fracturas institucionales como las que hemos vivido a lo largo del siglo XX, lo cierto es que la Argentina ha superado situaciones límite.
A su vez, si hacemos un breve repaso de la historia reciente de nuestra democracia, pasaremos por la efervescencia de la primavera alfonsinista, años en los que la sociedad argentina se aferró al logro de volver a conquistar los derechos civiles y políticos. Claro que cuando aquel gobierno de Alfonsín intentó ir por más y, bajo el paradigma social demócrata, pretendió avanzar de la igualdad formal hacia algún esbozo de igualdad material, el Mercado “metió la cola” y estableció un dique de contención que preanunciaba la necesidad de terminar de estructurar un orden económico que había comenzado con la dictadura militar pero que lograría instalarse definitivamente en la década del 90, ya no a sangre y fuego, sino con un importante apoyo popular.
La consecuencia de ese proyecto neoliberal fue la crisis de 2001 y, hasta el día de hoy, a veces con impotencia, seguimos siendo testigos de la maquinaria económica pero, por sobre todo, también institucional, social y cultural que ese cuarto de siglo 1976-2001 ha establecido. Así es que comparando la actualidad con algunos de los índices de la década del 50 y del 60, podría decirse que Argentina ha retrocedido o no ha avanzado lo suficiente. Al fin de cuentas, en términos generales, nuestro país, a pesar del achicamiento enorme de la brecha entre ricos y pobres producido en la última década, sigue siendo profundamente desigual. Pero lo insólito es que algunos intelectuales pretendidamente de izquierda coinciden con voces reaccionarias en adjudicar estos índices de desigualdad a la democracia como si hubiese sido ella la causante de buena parte de las deudas que tenemos como colectivo social. Y eso es un error porque fue el sistema económico impuesto durante estos años lo que hizo de Argentina y la región un espacio de profunda desigualdad con millones de pobres y un puñado de ricos. Si bien la democracia no es solo un sistema de selección de representantes sino también un modelo cultural y social de convivencia, ha sido el sistema económico vigente, con y sin democracia, el que explica la historia reciente de la Argentina y el mundo.                    
Por supuesto, cabe aclarar que con esto no se quiere decir que se pueda separar la democracia de un determinado orden material. Creo, de hecho, que no puede ni debe hacerse ello. Pero en todo caso tendremos que hablar de en qué tipo de democracia vivimos y vinculada a qué orden material están las democracias occidentales.
Con todo, dejaré para otra ocasión este punto, y me centraré en lo estrictamente formal, incluso para problematizar algunas de las aseveraciones hechas anteriormente. Puntualmente, pregunto: ¿qué le falta a nuestra democracia para ser una democracia plena, incluso en este formato de democracia liberal que paradójicamente se encuentra más preocupada por las minorías que por las mayorías?
Por lo pronto le falta cumplir con alguno de los que fueron los rasgos esenciales desde su origen. Por razones de espacio me restringiré, por ahora, a uno de ellos en particular: el principio de “isonomía”.
Para quien no está familiarizado con el término, isonomía significa “igualdad ante la ley” y fue una de las conquistas que cobró mayor esplendor allá por el siglo V AC en la Atenas de Pericles. Tal conquista fue producto de luchas, disputas y tradiciones que estudiosos de la antigüedad, como Werner Jaeger, ubican ya en el siglo VIII AC y que se fueron materializando en las sucesivas reformas del Estado llevadas adelante por Solón y Clístenes entre otros.
La cuestión era bastante sencilla: el derecho estaba en manos de la nobleza y la decisión justa era administrada discrecionalmente por la clase social beneficiada a través de la voz del sacerdote que resolvía según la tradición ante la ausencia de ley escrita. De modo tal que una de las principales exigencias de los ciudadanos libres que pujaban por una sociedad más igualitaria sin derechos especiales para una casta, fue, simplemente, que existiera un código escrito que sea público. La razón era que, de ese modo, las sentencias no podrían ser arbitrarias ya que el mismo código que identificaba la falta y determinaba la pena sería reconocido y valdría para todos por igual.
Sin idealizar una sociedad en la que existían humanos no ciudadanos y si bien siempre es difícil comparar, probablemente aquella Atenas del siglo V AC haya sido uno de los máximos exponentes de sociedad igualitaria en el ámbito formal, igualdad que, insistimos, se restringía a aquellos que gozaban del beneficio de ser ciudadanos. Pero ni aquella ni nuestras sociedades han logrado que, en la práctica, todos los ciudadanos sean tratados igual por la ley. Dicho de otra manera, la franja etaria y socioeconómica que inunda las cárceles y las dificultades de acceso a la justicia de los sectores más vulnerables muestra que, en los hechos, la justicia selecciona y es funcional a los intereses de una determinada clase social, algo que, como pocas veces, se está viendo en el modo cómplice en que un sector del poder judicial actúa en defensa de las corporaciones económicas. En este sentido, ¿de qué igualdad ante la ley hablamos cuando el poder económico se beneficia con cautelares o la prensa opositora, autoincriminando a los propios jueces, revela que muchos de ellos se reúnen para embestir contra un gobierno elegido por el pueblo? ¿Y de qué igualdad ante la ley hablamos si un juez de Estados Unidos es capaz de derribar el canje de deuda soberano de un país por capricho y connivencia con fondos especulativos? Esto demuestra que tanto en el ámbito del derecho interno como en el ámbito del derecho internacional, no hay isonomía y que, a pesar de existir leyes escritas, la discrecionalidad al servicio de los poderes fácticos sigue tan vigente como hace 2500 años. Por ello, cuando se hace historia y se encuentra que uno de los grandes avances de la antigüedad en materia de igualdad fue el de separar la ciudadanía (y por ende, la igualdad ante la ley) de la posesión de tierras y los bienes económicos, debe pensarse que, de manera mucho más sutil, el trato diferenciado por la pertenencia a una determinada clase social tiene hoy un sistema económico e institucional que ha delegado en el poder judicial la función de legitimarse. (Continuará)  

       

viernes, 12 de diciembre de 2014

Hay que ocultar al monstruo (publicado el 11/12/14 en Veintitrés)

El fenómeno de los comentaristas, o foristas, en internet es un tema digno de análisis y se ha transformado en una de las discusiones más interesantes acerca de la libertad de expresión en tiempos de convergencia tecnológica: ¿se debe dejar que cualquiera diga lo que quiera sobre un tema o persona, o debe haber restricciones? ¿Los comentarios de un forista son de índole privada o por estar allí expuestos son públicos? ¿Se deben prohibir las opiniones que se realizan desde el anonimato o con seudónimos? Hay diversas miradas al respecto pero lo cierto es que la mayoría de las páginas web de los medios periodísticos tradicionales vienen, de alguna manera, estableciendo algunos controles básicos frente a la generalmente irreproducible catarata de barbaridades que se vierten desde la impunidad de una computadora. Más específicamente,  existen moderadores que desaprueban determinados comentarios, pero a juzgar por lo que se sigue viendo no resulta claro el criterio de selección ni la idoneidad de quien realiza semejante tarea.
Lo cierto es que al menos de manera incipiente se comienza a discutir este fenómeno que es el emergente de una etapa de internet en la que se invita a los usuarios a ser activos gracias a una tecnología que lo permite y lo incentiva.  Asimismo, la participación de la audiencia o los lectores es algo que los medios tradicionales venían incentivando desde hace décadas con sus cartas de lectores o los llamados telefónicos a la radio y a la televisión de modo tal de poder  establecer un ida y vuelta fluido entre emisor y receptor.   
Ahora bien, cuando se hace un repaso de, por ejemplo, los comentarios que los usuarios realizan en la nota de un diario online, tenemos la tentación de realizar un tratado sociológico y psicológico del estado actual de la cultura y caemos en el error de interpretarlo como representativo de aquello en lo que nos hemos convertido como sociedad. Y en realidad, creo que lo que allí vemos habla más del medio en cuestión que de los usuarios. Lo digo de otra manera: está claro que un medio no puede responsabilizarse por lo que piensen o escriban sus lectores ¿pero hasta qué punto una buena parte de las opiniones de sus usuarios no está determinada por el medio que consumen? Insisto: no estoy diciendo que un diario online deba hacerse cargo de la opinión de todo energúmeno con un teclado cerca pero creo que una parte importante de las opiniones allí exteriorizadas por los comentaristas obedece al tipo de lector que ese medio ha ayudado a forjar. En este sentido el tema no es, digámoslo así, jurídico pues está claro que no le podemos adjudicar una responsabilidad al medio. Pero sí podemos hablar del tipo de cultura y el perfil de los opinadores que determinados medios han constituido.  
En este sentido, si bien se puede extender a otras publicaciones, por razones de espacio me restringiré a ejemplos emblemáticos del diario La Nación. Para ello he buscado, de memoria y sin afán de exhaustividad, noticias vinculadas a la salud de personas con participación política o emparentadas, de una u otra manera, con un pensamiento político opuesto al de la línea editorial del diario bajo la suposición de que más allá de las diferencias ideológicas ningún bien nacido desearía la muerte de un adversario político que defiende sus ideas democráticamente y menos aún el de alguno de sus familiares. Asimismo, quizás ingenuamente, he buscado algunos hechos que pudieran estar por encima de “la grieta”, ejemplos de esfuerzo individual y colectivo, de búsqueda de justicia y final feliz que cualquier miembro de nuestra comunidad celebraría.    
Así es que, rastreando en los últimos meses, fui a parar a notas tales como aquella que refería a la muerte de Antonio Cafiero (“El último adiós a Antonio Cafiero en el Congreso”, 14/10/14); las de las internaciones de CFK y su hija (“Cristina Kirchner fue internada por un cuadro infeccioso”, 3/11/14, y “Florencia Kirchner fue internada en la Fundación Favaloro”, 8/12/14); y las de la recuperación del nieto de Estela de Carlotto y el nieto 116 (“Con el nieto de Estela de Carlotto, son 114 los nietos recuperados por las Abuelas de Plaza de Mayo”, 5/8/14, y “Abuelas de Plaza de Mayo encontró al nieto 116”, 4/12/14). Y curiosamente todas estas notas tenían algo en común pues en el lugar donde generalmente se accede a los comentarios aparecía la siguiente leyenda: “Debido a la sensibilidad del tema, los comentarios de esta nota permanecerán cerrados”.
La pregunta obvia es qué tipo de sensibilidad entraña la muerte de un dirigente peronista, la internación de una presidente y su hija, o la recuperación de la identidad de nietos apropiados por la dictadura. ¿Es una sensibilidad que puede irradiar odio y violencia? Evidentemente, en los lectores del diario, la respuesta sería afirmativa y la prueba de semejante horror es que conocedor del tenor de los comentarios que allí aparecerían, los editores tuvieron la delicadeza de censurarlos. Por supuesto no cargan las culpas sobre los lectores y su ideología sino que le adjudican la propiedad de “sensible” al hecho en cuestión. Así, lo que restringe la posibilidad de opinión de los lectores es una presunta naturaleza del hecho y no la decisión editorial del diario opositor que ha hecho del antiperonismo recalcitrante una bandera, que ha dicho y publicado sendas mentiras sobre la presidenta y su hija, y que lleva adelante tenazmente desde sus editoriales una campaña en favor del indulto a los genocidas basándose en la teoría de los dos demonios. Dicho de otra manera: siendo esa la ideología del diario, ¿cómo esperar otro tipo de comentarios? Digamos, entonces, que lo que sucede es casi la consecuencia natural de un lector medio que sigue la línea editorial de la Tribuna de Doctrina y que no se diferencia demasiado de la opinión de los periodistas que allí trabajan aunque con la siguiente salvedad: los profesionales que escriben el periódico tienen algo de pudor y se comprometen con la firma, algo que no sucede, generalmente, con los comentaristas.
A su vez, el cercenamiento de la opinión de aquellos que consumen el medio recuerda la particular decisión del canal Todo Noticias de no transmitir en vivo comentarios de caceroleros. La razón era que, en caso de hacerlo, corrían el riesgo de mostrar que buena parte de los que allí se manifestaban estaban en un estado de desborde forjado desde los propios medios de comunicación, por lo cual no ahorrarían epíteto, calificativo y acción violenta contra todo aquello que sea oficialista.
Es una enorme paradoja porque los medios que siempre se presentaron como espejos de la gente y de la realidad esta vez eligen tapar el espejo, ocultarlo. Han ayudado a constituir una monstruosidad que es escondida en la habitación de huéspedes como si no fuera de la familia pero paralela y sigilosamente le brindan, por debajo de la puerta y en buenas dosis, su único alimento: las noticias de cada día.         


             

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Presentaciones de Quinto poder en 2014

Amigas y amigos: quería agradecer a todos aquellos que participaron de las presentaciones de mi libro, Quinto poder. El Ocaso del periodismo. Desde agosto de 2014 han sido 19 presentaciones que incluyeron a la Ciudad de Buenos Aires, Provincia de Buenos Aires (Pergamino, Escobar, Berazategui, Chacabuco), Jujuy, Chaco, Entre Ríos, Corrientes y Mendoza. Espero en 2015 estar en todas aquellas provincias, ciudades y pueblos a los que por razones de calendario no he podido llegar aún. Besos y abrazos. Dante  

sábado, 6 de diciembre de 2014

Las instituciones y la Verdad (publicado el 4/12/14 en Veintitrés)

Más allá de vivir tiempos posmodernos no es fácil convivir con una profunda sensación de descreimiento hacia determinadas instituciones sociales. En el caso de la Argentina, por ejemplo, por muy buenas razones, se descree de los militares, de la dirigencia política, de la Iglesia, del sindicalismo, de la prensa y del poder judicial.
Respecto de los primeros, más allá de la renovación generacional, la huella que ha dejado en la memoria colectiva lo ocurrido en la última dictadura es enormemente difícil de borrar. En cuanto a la dirigencia política, más allá de la reivindicación del militante en los últimos años y la efervescencia de una disputa que atrajo a muchos jóvenes que se vieron identificados por determinados ideales, las siempre existentes decepciones y la ideología antipolítica que se sostiene en, al menos, una parte de la sociedad, supone todavía niveles altos de escepticismo respecto de la actividad política.
Por su parte, la jerarquía eclesiástica encerrada en su dogma y también comprometida con los años más oscuros del país, naturalmente perdió influencia y se fue alejando cada vez más de una sociedad que cambia vertiginosamente, en un proceso que se ha dado no solo en la Argentina y que la llegada del Papa Francisco intenta revertir.
El sindicalismo, en tanto, tiene una historia de traiciones y enriquecimientos vergonzantes que han opacado a aquellos representantes honestos. A su vez, junto a la Iglesia, es una de las instituciones que, salvo casos puntuales, es reacia a la renovación y a la democratización de sus estructuras, algo que no ha mejorado con el avance de las corrientes sindicales de extrema izquierda.
En cuanto a la prensa, la discusión que se dio en el marco de la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, desnudó una realidad harto evidente: los periodistas no son neutrales ni independientes ni objetivos. Si bien no se trata de ninguna novedad, la incidencia que en las sociedades como las nuestras tiene la prensa desde que se conjugaron procesos como la globalización, la concentración y el avance de las nuevas tecnologías, se contrapone al sentimiento de una buena parte de la ciudadanía que entiende ya no se puede creer ingenuamente en todo aquello que proviene de un medio masivo de comunicación.
Por último, en lo que respecta al poder judicial, una vez más, no se descubre nada si se observa el modo en que, a lo largo de la historia argentina, ese poder del Estado resultó el reducto aristocratizante desde el cual se legitimaron las más aberrantes desigualdades.
Ahora bien, esta desconfianza en las instituciones es, en un sentido, preocupante, sin dudas, porque finalmente son constitutivas de la comunidad en la que vivimos. Sin embargo, puede que sea una oportunidad, no para una salida “a lo 2001”, en el sentido de abogar por una mezcla de individualismo virtuoso-mesiánico y trueques románticos, sino para comprender mejor que en el entramado de nuestras instituciones no hay acuerdos ni consensos entre iguales sino poder.
Y si queremos referirnos al poder, debemos referirnos a la Verdad como aquella primera imposición que realiza el poder pues se trata de la distinción fundante que divide a la sociedad entre aquellos capaces de un decir verdadero y aquellos condenados a una vida subordinada atravesada por la falsedad y el deber de obediencia.
En este sentido, bien cabe recordar uno de los cursos que diera el filósofo francés Michel Foucault en el College de France en el año 78 y 79 y que oportunamente citáramos en esta columna. Se trata de aquel publicado bajo el nombre de El nacimiento de la biopolítica. Allí Foucault habla del modo en que el Mercado se transformó en un tribunal del buen gobierno, un tribunal de Verdad. En otras palabras, la tan ostensible muestra del modo en que la economía ha subordinado a la política, Foucault la explica en los términos de un Mercado que pasó de ser un espacio de jurisdicción a un espacio de veridicción. Esto significa que el Mercado dejó de ser un lugar donde se transaban mercancías hasta alcanzar el precio justo para convertirse en una institución “dadora de verdad” y tribunal de las acciones de los gobiernos. Parece abstracto pero se lo ve todo el tiempo: un gobierno es malo o bueno según cómo reaccionan los mercados, cómo lo ve el sistema financiero internacional o cómo lo evalúan las calificadoras de riesgo, etc. Ellos son el lugar desde el cual emerge la Verdad de nuestro tiempo.    
 Creo que esto puede ser útil para relacionar con lo que veníamos desarrollando porque a lo que estamos asistiendo es a la puesta en tela de juicio de un conjunto de instituciones que se erigían como espacios de Verdad, lugares desde los que se juzgaba el accionar de un gobierno independientemente de la visión que el pueblo tuviera sobre el mismo.    
Probablemente sea adecuado hacer un análisis diferenciado e histórico que dé cuenta de la evolución de estas instituciones pero hoy no parece sensato separarlas de un determinado sistema económico para el que cumplen funciones específicas. Así, si nos restringimos a aquellas instituciones que más se han puesto en tela de juicio en los últimos años, encontraremos a la corporación periodística constituyendo sentido común hegemónico para naturalizar lo que no es más que el producto histórico de una ideología y un sistema económico, y a la corporación judicial defendiendo, desde las leyes, los privilegios y la desigualdad inherente al sistema.
Sin dudas esto se ha dado en un contexto en el que hay un gobierno que decidió avanzar contra determinadas corporaciones y que lo ha hecho a veces mejor y a veces peor, a veces robustamente y a veces con flancos, por momentos con convicciones y por momentos con más pragmatismo. De aquí que muchos lo acusen de haber montado una operación de desprestigio de tales instituciones. No creo que haya sido así. En todo caso, la confrontación del gobierno con esas corporaciones lo que hizo fue ponerlas en evidencia lo cual claro está, no significa que la dirigencia política esté formada por un coro de ángeles.
Entiendo que puede ser frustrante darse cuenta que no se puede confiar en el periodismo o en el poder judicial. Pero eso no debe llevarnos ni a la desesperación ni al cinismo. En todo caso, simplemente es la muestra de que toda institución es el fruto de una disputa de poder y que, aun asumiendo ello, un país puede seguir adelante y, por sobre todo, puede transformase, no hacia un consenso idílico sino hacia una democracia donde ninguna institución ocupe el lugar privilegiado de erigirse como fuente desde la que emana la Verdad y desde la que se juzgan interesadamente políticas de gobiernos elegidos por la ciudadanía.          

viernes, 5 de diciembre de 2014

¿Cristina candidata? (publicada el 3/12/14 en Diario Registrado)

La conjunción entre una presidenta con alta imagen positiva y la ausencia de un candidato oficialista capaz de alcanzar un caudal electoral similar al de la primera mandataria plantea un escenario electoral en el que no resulta descabellada la posibilidad de una CFK compitiendo por un cargo. En este sentido, imposibilitada una nueva reelección, las alternativas parecen ser tres.
En primer lugar, CFK podría presentarse como candidata a diputada por el Parlamento del MERCOSUR, elección que por primera vez quedará en manos de la voluntad popular y que se efectuaría junto con la elección a Presidente de la República. Si bien dicho Parlamento tiene poca incidencia práctica las ventajas serían al menos dos: por un lado, confirmaría a CFK como una de las principales figuras en la construcción regional sin el desgaste que supone el día a día de la política vernácula; por otro lado, permitiría sumar una enorme cantidad de votos a la fórmula presidencial del Frente para la Victoria (y a la de cada uno de los gobernadores que no desdoblen las elecciones) pues una parte de los parlamentarios de la región se elegiría por distrito único, lo cual significa que la boleta de Cristina estaría en las boletas del Frente para la Victoria en todo el país.
Una segunda opción es que CFK se presente como candidata a gobernadora de la Provincia de Buenos Aires. Por ser el distrito de mayor peso electoral, un triunfo de ella ahí traccionaría votos para la fórmula presidencial del Frente para la Victoria garantizándole un piso de un 20% solo por los votos obtenidos en ese distrito. El aspecto negativo sería el desgaste de otro cargo ejecutivo al frente de una provincia que, por PBI, extensión y población, es similar a un país.
Por último, la tercera opción sería que CFK se presentara como primera candidata en la lista de diputados nacionales por la Provincia de Buenos Aires. Aquí el efecto tracción de votos favorecería no sólo a la fórmula presidencial sino también al candidato a gobernador por el Frente para la Victoria además de garantizar un importante número de diputados en la Cámara. Asimismo, siendo primera mayoría, CFK podría llegar a ser presidenta de la Cámara de Diputados, lugar de gran relevancia política e institucional. Como contrapartida estaría el desgaste de la función y un interrogante acerca de si políticamente sirve pasar de ser la presidenta a ser una diputada entre 257. Con todo, a juzgar por el antecedente del propio Kirchner, quien luego de ser presidente se transformó en diputado, esto no parecería ser un inconveniente.      
Si finalmente Cristina será candidata o seguirá conduciendo el espacio del Frente para la Victoria por fuera de un cargo formal, es una decisión que tomará ella misma y que, sin dudas, cambiará el escenario político.      

    

sábado, 29 de noviembre de 2014

¿Y si hablamos de política? (publicado el 27/11/14 en Veintitrés)

La última semana dejó una serie de alborotos mediático-políticos que a primera vista parecen tener poco en común, pues van desde el escándalo generado por las declaraciones de Elisa Carrió hasta el allanamiento a la empresa Hotesur, propiedad de la presidenta de la nación.  
                Como ustedes saben, Carrió fue miembro fundadora de FAUNEN, Frente que posee como figuras más visibles a los radicales Ernesto Sanz y Julio Cobos, el socialista Hermes Binner y el líder de Proyecto Sur, Fernando Solanas.
Sin embargo, con la excepción de Sanz, cargó contra todos sus compañeros con acusaciones fundamentadas en hechos que, en todos los casos, sucedieron antes que se formara FAUNEN. De Julio Cobos, por ejemplo, dijo que está financiado por la efedrina denunciando que la campaña del kirchnerismo en 2007 (con la fórmula CFK-Cobos) estuvo apadrinada por dinero negro proveniente de la droga. A Hermes Binner le exigió que resolviese los enormes problemas de narcotráfico por los que atraviesa su provincia y Rosario, jurisdicciones que llevan ya un tiempo suficiente en manos del socialismo. En cuanto a Solanas le espetó la poca cantidad de votos propios y un discurso cuyo único slogan parece ser “no al fracking”.
Asimismo, como si esto no alcanzara, también dijo estar abierta a hablar con los sectores opositores no narcos, requisito que dejaría afuera al precandidato a presidente Sergio Massa a quien pidió explicaciones por el presunto encubrimiento de bandas narco en nordelta.
El denuncismo serial y compulsivo de Carrió, su mesianismo y su espectacularidad no significa que todos sus dichos deban ser analizados desde la psiquiatría. De hecho Julio Cobos no podría desentenderse de las acusaciones que se le hacen al kirchnerismo en la medida en que fue parte de la fórmula presidencial más allá de que tras la noche del “no positivo” su situación haya navegado por un limbo político por más de tres años. En todo caso, entiendo que afirmar que la campaña del kirchnerismo estuvo financiada por la droga es una mentira temeraria pero de haber sido verdad le cabría tanto al kirchnerismo como al cobismo (si es que existe algo que pueda denominarse así). 
En cuanto a Binner, la responsabilidad que le cabe por haber sido intendente de Rosario, gobernador de la provincia y máximo referente del partido que hoy en día gobierna Santa Fe, lo obliga a dejar el rol de comentarista de la realidad tan funcional al rezongo del ciudadano medio de gran centro urbano que consume programas políticos de Cable por la noche. Pues la cantidad de homicidios dolosos, las zonas liberadas y la complicidad de los altos mandos de la policía con el negocio del narcotráfico necesita mayor decisión política y menos retórica moderada frente a las cámaras.            
   
En lo que respecta a Solanas tampoco hay nada nuevo pues cómo un candidato del ecologismo indignado obtiene el escaño de senador por minoría diciéndole “no al fracking” en una ciudad que no tiene minería es uno de esos misterios insondables del votante porteño y de la naturaleza humana. Por último, el veleidoso Sergio Massa, entre tantas performances, debería explicar qué particular atracción tiene la zona del delta para que se vayan a afincar allí tantos narcotraficantes. Puede ser la casualidad o el gusto por el lujo, incluso el aislamiento. Todo eso puede ser sin que necesariamente se sostenga la connivencia y complicidad. Pero en todo caso, debería salir a dar la cara y contárselo a la sociedad.                        
Pero mientras tomaba estado público la inexplicable situación por la cual el diario Página 12 eliminó los links a las notas en las que Horacio Verbitsky hacía críticas al exCardenal Bergoglio y el periodista, quizás incomodado por la acusación de ser oficialista, sobreactuaba y proseguía con sus incansables disputas personales para indicar que unas polémicas declaraciones de Scioli en 1990 “no deberían espantar a un gobierno que mantiene como jefe del Ejército al general César Milani, reconoce como principal interlocutor en el sindicalismo a Gerardo Martínez y colma de atenciones a Jorge Bergoglio”, apareció el allanamiento a la empresa Hotesur, propiedad de la presidenta.
 La decisión fue tomada por el juez Bonadío (azuzada por el programa de Jorge Lanata en connivencia con las dirigentes políticas Margarita Stolbizer y Graciela Ocaña), quien acumula 9 expedientes abiertos en el Consejo de la Magistratura, fue unos de los “jueces de la servilleta” de Corach y se sospecha que tiene vinculaciones políticas con Sergio Massa. Como generalmente las causas de corrupción son bastante complejas, los interesados se aprovechan y en el barullo hablan de empresarios k, de Máximo, de “Subundrule”, de Boudou, de La Cámpora, de una empresa estadounidense, un banco suizo, la bóveda, los bolsos y las Islas Seychelles. Falta un Ovni y estamos todos (a juzgar por el hecho de que buena parte de estas elucubraciones están basadas en información brindada por los Fondos Buitres, que parece que tienen una agencia de detectives que trabaja codo a codo con periodistas y dirigentes políticos locales, no es descabellado que de repente nos digan que el dinero K se lo llevó el ARSAT 1 a Marte y que gracias al libro de Facundo Manes ya han conseguido comprobar neurocientíficamente la conexión existente entre quienes defienden la soberanía nacional y la corrupción).  
Ahora bien, narrados estos hechos, ¿usted se dio cuenta que en ningún caso hablan de política? Es decir, se hace política de baja estofa con acusaciones que rozan la justicia y la moralidad de las personas, pero no se habla de política. En todo caso, el problema de los señalados por Carrió es que no tienen propuestas para gobernar o, cuando las tienen, no las pueden decir públicamente porque implican políticas de ajuste y de sometimiento a las corporaciones económicas. Ese es el problema y sin embargo, se observa cada vez más que aquellos hombres y mujeres elegidos para representar a la oposición recurren a la justicia por su incapacidad y su negación para hacer política. Es más, aun cuando todos estamos de acuerdo en que si existiese un caso de corrupción en el gobierno hay que investigarlo, asistimos a dirigentes políticos que pese a ser legisladores asisten más a hacer denuncias a Tribunales que a cumplir con las obligaciones que se siguen del mandato que el pueblo les otorgó. Pero más preocupante que esto es que, en realidad, buscan instalar una falacia, esto es, como no se atreven a cargar contra políticas del gobierno que han sido bien recibidas por buena parte de la ciudadanía, apuntan al descrédito personal de los funcionarios. Parecen haberse confundido de poder del Estado porque creen que son fiscales y se han olvidado que son legisladores, y que tener responsabilidad frente a la ciudadanía implica mucho más que la compulsión a judicializarlo todo. La trampa es hartera porque lo que quieren instalar es que quien tiene una posición soberana frente a los Fondos Buitre, una política consecuente y firme sobre Derechos humanos, y considera que a la economía debe dirigirla el Estado y no el mercado, es un ladrón. Y paradójicamente sucede a la inversa de lo que ocurría en los años noventa. Porque en aquel momento se denunciaba la corrupción pero se la separaba del modelo económico. Eran los menemistas los corruptos, no el sistema neoliberal. De aquí que lo único que se necesitaba eran otros hombres (con De la Rúa a la cabeza) para llevar adelante el mismo modelo. Ahora, cuando acusan a los kirchneristas de corruptos están diciendo que es el modelo el corrupto y no solo los hombres que lo llevan adelante.
La ciudadanía quiere que se investigue todo lo que haya que investigar porque a nadie le gusta que le roben pero, por sobre todo, quiere que le digan qué van a hacer los que quieren gobernar la Argentina, es decir, quiere que le hablen de política.                   


viernes, 21 de noviembre de 2014

El peligro de los candidatos espejo (publicado el 20/11/14 en Veintitrés)

El último domingo, en el programa de TV La Cornisa, se le consultó al diputado nacional Martín Insaurralde si iba a ser candidato a gobernador de Buenos Aires por el Frente para la Victoria o por el Frente Renovador. Dado que usted puede estar distraído me detendré un momento más en la pregunta pues lo que se le estaba consultando era si iba a ser candidato por el oficialismo o por el espacio opositor que lidera Sergio Massa. Y la respuesta del diputado nacional por el Frente para la Victoria elegido hace poco más de un año fue sorprendente pues indicó que “hay tiempo para resolver eso”.
Es verdad que uno se acostumbra a respuestas dilatorias o evasivas de muchos políticos pero tomar con naturalidad que se le pregunte si será candidato por el oficialismo o por la oposición es ya un dato que no se debe pasar por alto.
Ahora bien, dado que esta actitud irresoluta y superficial de Insaurralde no es nueva, la pregunta es por qué se tomó la decisión de ungirlo como el primer candidato a diputado en una elección clave como la de la provincia de Buenos Aires en 2013, elección que catapultó a Sergio Massa a ser uno de los candidatos a presidente con mayores aspiraciones y que posicionó al propio Insaurralde como un potencial candidato a gobernador.
No tengo respuesta a esa pregunta. Solo elucubraciones. Y la principal es que lo que se buscó fue un “candidato espejo”. En otras palabras, las encuestas ya mostraban que Massa lideraría y las principales usinas de instalación de climas en la opinión pública habían establecido que, frente a la presunta radicalidad del kirchnerismo de paladar negro, llegaba el momento de la moderación. En ese sentido, frente a un discurso tan vaciado como “encuestado” de Massa, se interpretó que el mejor competidor debía ser alguien que se le pareciera. Había que buscar alguien de la misma edad, que fuera intendente también, simpático, canchero, “nuevo” y que no pareciera kirchnerista tanto como Massa jugó a la ambigüedad de no parecer tan opositor.
Sin dudas el resultado no fue el esperado pues Insaurralde perdió por 12 puntos y obtuvo el piso de votos inherente al kirchnerismo cualquiera sea su candidato. En otras palabras, cuando el kirchnerismo sale a competir en la provincia de Buenos Aires sabe que tiene un 30% de piso sea su candidato Martín Insaurralde, Guillermo Moreno u Homero Simpson. Asimismo, si se tiene en cuenta que tras la enorme cantidad de votos perdidos en 2009 la estrategia kirchnerista fue profundizar el modelo y salir a dar la disputa como nunca antes, acabando con las AFJP, impulsando la ley de medios y estableciendo la Asignación Universal por hijo, llama la atención el giro en la estrategia.
             En cuanto al futuro, todo parece indicar que Insaurralde abandonará la Cámara de diputados para volver a ser intendente de Lomas de Zamora. La decisión, claro está, tiene que ver con evitar la inconsistencia de presentarse como opositor mientras vota, en la Cámara baja, cada una de las iniciativas que propone el bloque oficialista. Y Massa lo recibiría con los brazos abiertos pues hoy por hoy no tiene un candidato que mueva el amperímetro en un distrito clave como Provincia de Buenos Aires. Se van a molestar Giustozzi, Solá, Posse y alguno más pero la política también es así: los números mandan.
                Con todo, esto no deja de ser una elucubración más pues hay muchos escenarios posibles capaces de alterar esta convergencia. Piénsese en qué pasaría si las encuestas siguen marcando un Massa “planchado” y un acuerdo UNEN-PRO. En ese caso, no sería descabellado un armado Pan-opositor que tomara como antecedente el experimento Capriles y se lo conmine a Massa a “bajar” a la gobernación de Buenos Aires ante la dificultad que también tiene el espacio UNEN-PRO para tener un candidato allí. Si esto sucediese, la ambición de Insaurralde se difuminaría y podría aspirar, a duras penas, a continuar como intendente de su localidad esperando que en algunos años la ciudadanía olvide sus veleidades.
En segundo lugar, nivel de conocimiento en el electorado no es, necesariamente, sinónimo de votos. Es decir, Insaurralde es conocido especialmente por razones ajenas a su actividad política (sus participaciones en Showmatch y su casamiento con la modelo Jesica Cirio pesa más que su labor como intendente de Lomas de Zamora) y si bien está lleno de casos en los que un famoso gana elecciones u obtiene buenos resultados, habría que ser cauto. Especialmente porque a Insaurralde le va a pasar algo similar a lo que le pasa a Scioli. Se trata de un efecto algo paradójico. Pues en algún momento el kirchnerismo necesitaba electoralmente a Scioli y éste podía especular con esa necesidad. Hoy la situación es inversa. Es Scioli el que necesita al kirchnerismo y cualquier intento de pegar un salto hacia la oposición implicaría una licuación de su caudal electoral. En este mismo sentido, a Insaurralde puede ocurrirle algo similar y una ambigüedad filo-opositora puede derivar en el desprecio por parte del electorado kirchnerista y la desconfianza por parte del electorado opositor.
Por último, bien cabe aclarar un punto clave. El problema de Insaurralde no es Jesica Cirio; el problema es su performance pública aceptando ser parte del decorado de un programa de TV donde el leitmotiv son los culos y los escándalos; el problema es exponerse a que un animador televisivo invite a los políticos a su casamiento en vivo banalizando la político y jugando el peor juego de la telepolítica (porque si se forma parte de un proyecto que tiene como principal bandera la recuperación de la política y el compromiso con un determinado ideario que hace énfasis en la construcción y la formación de dirigentes desde una perspectiva nacional y popular hay gestos que uno no puede permitirse); el problema es que no haya una definición política sustantiva y que en un escenario de profunda división política, cultural y social, su discurso pueda ser oficialista u opositor. Ese es el problema. Y el kirchnerismo no se puede dar el lujo de equivocar sus candidatos ni puede someterse al riesgo de disolver su identidad cuando ni siquiera hay certeza de que una figura “espejo” suponga algún rédito electoral. Habrá que aprender la lección pues no está en juego solamente la continuidad del kirchnerismo. Está en juego la reivindicación de la política.                  



domingo, 16 de noviembre de 2014

La incertidumbre de atreverse a pensar (publicado el 13/11/14 en Veintitrés)

Muchas veces en esta columna hemos hablado de las razones por las cuales la palabra del periodista se ha desprestigiado y de qué manera deberíamos revisar el vínculo de esta profesión con nociones altamente controvertidas como “verdad”, “realidad”, “objetividad” y “neutralidad”.
Sin embargo, poco hemos desarrollado el efecto que esto ha producido en el ciudadano medio. Dicho de otra manera, ¿qué sucede en cada uno de nosotros cuando tomamos conciencia de que el periodista no dice “la” verdad sino “una” verdad, que la realidad no circula trasparentemente a través de una pantalla, o que la objetividad y la neutralidad son metas que ni siquiera resultan alcanzables para la supuestamente aséptica labor científica?    
La hipótesis de estas breves líneas es que, curiosamente, esta toma de conciencia no devino en un sentimiento de mayor libertad sino que, más bien, genera un estadio de enorme incertidumbre. Porque, a contramano de lo que solemos repetir, el período de la ilustración occidental no trajo “la muerte de Dios” sino simplemente trasladó el lugar desde el cual se “dice la verdad”. Dicho más fácil: quizás ya no creemos en Dios ni en las instituciones de una religión particular y hasta aceptamos que debemos ser tolerantes con otros credos simplemente porque nos hemos dado cuenta que no hay acceso privilegiado a la verdad. Sin embargo, no aceptaríamos que la ciencia brindara “verdades relativas” o que la realidad sea algo controvertido. El mundo debe ser uno solo y la verdad única aun con un Dios “muerto”. No llegaremos a la verdad a través de la religión pero, por suerte, podremos llegar a ella a través de la ciencia y la prensa.    
Este fenómeno no debiera sorprender pues tras la crisis de las verdades religiosas, el Hombre buscó refugio en otras creencias, siguió necesitando que otro le diga dónde está la verdad. Lo explicaré mejor con un ejemplo y, de antemano, pido disculpas por la autorreferencialidad. Muchas veces me han preguntado cómo hacer para estar informado en estos tiempos, cómo acceder a la verdad y a la realidad una vez desenmascarado el rol de los medios de comunicación en un país como la Argentina. La pregunta es muy interesante porque parte de la paradoja de formar parte de una sociedad atravesada por estímulos y por noticias y, sin embargo, cada vez más desinformada. Pues varias semimentiras repetidas no hacen una verdad ni varias verdades irrelevantes constituyen una verdad relevante. Entonces, cómo estar informado si nos hemos dado cuenta que la prensa ya no está en el lugar de “la verdad”. ¿Acaso se trata de ir a leer o escuchar a aquellos periodistas con los que coincidimos ideológicamente? ¿Ahí está “la verdad”? No amigos, mi respuesta es que no está ahí tampoco. Una lástima, pues habríamos resuelto de manera simple lo complejo: sabríamos que algunos periodistas mienten pero por suerte hay otros que no, así que simplemente hace falta tomarlos como referencia y todo volverá a su orden natural. Pero lamento desilusionarlos. No lo podemos resolver así. Y por ello creo que hoy más que nunca vale la pena rescatar ese opúsculo famoso publicado, justamente, en un periódico, allá por 1784, cuyo título es “¿Qué es la ilustración?” y lleva la firma del filósofo prusiano Immanuel Kant.
Kant comienza definiendo a la ilustración como “la liberación del Hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!: he aquí el lema de la ilustración”.
Atreverse a pensar por uno mismo, romper con el tutelaje al que arrojarle las culpas, es naturalmente una apuesta valiente puesto que hacerlo implica asumir que nos sentimos desvalidos, que debemos responsabilizarnos y vivir sin referencia “sagrada” alguna. Es más, puede que nos sintamos profundamente solos en esa búsqueda, por definición, abismal. Es por eso que no solo los mismos periodistas sino muchos de los consumidores de medios tradicionales sienten una incomodidad que a veces hasta les cuesta verbalizar. Pues han sido arrojados a un mundo sin verdad en el que, no lo digo con ironía, encima hay que trabajar 12 horas, cuidar hijos y hacer trámites.   
Kant afirma que son la pereza y la cobardía las que explican que una gran parte de los hombres sigan pupilos, dependientes de sus tutores. De aquí que afirme que “¡Es tan cómodo no estar emancipado! Tengo a mi disposición un libro que me presta su inteligencia, un cura de almas que me ofrece su conciencia, un médico que me prescribe las dietas, etc.  etc., así que no necesito molestarme. Si puedo pagar no me hace falta pensar: ya habrá otros que tomen a su cargo, en mi nombre, tan fastidiosa tarea”. El periodista al que le creemos cumple esa función pues cuando queremos saber la verdad, o conocer “lo que está pasando”, lo escuchamos a él, que se ocupa, por nosotros, de la verdad, de conocer la realidad y de transmitirla.    
Volviendo al filósofo prusiano, creemos que es muy útil la analogía que utiliza para explicar la ilustración en términos de la distinción entre un adulto y un niño, pues quien no está emancipado es, justamente, como un chico, esto es, alguien, en principio, con un grado de responsabilidad distinto al de un mayor. Sin embargo, desde aquí creemos que es necesario reafirmar que no se puede llevar el asunto al mero voluntarismo o a características personales como la cobardía y la pereza pasando por alto el insoslayable contexto de un sistema económico y un modo de producción profundamente alienante que ocupa el tiempo y la mente de millones de hombres y mujeres en necesidades concretas mucho más urgentes que la interrogación acerca de la verdad.
Para finalizar, y alejándonos de Kant ahora, consideramos que atreverse a pensar por uno mismo en las sociedades occidentales del siglo XXI no lleva necesariamente a plantear una mirada individualista o solipsista. Tampoco relativista en el sentido de considerar que todo, la verdad, la realidad, etc., es relativa a mí. Atreverse a pensar puede significar también la comprensión de que la verdad y la realidad son construcciones colectivas y que la neutralidad y la objetividad se disputan en el horizonte de una comunidad histórica. También puede derivar en la decisión de seguir a un determinado líder o referente, aunque, claro, con la capacidad crítica de poder poner en tela de juicio ese liderazgo en el ámbito público y no aceptar sus decisiones de manera acrítica.
Kant, un ilustrado y un optimista respecto a la posibilidad de alcanzar una opinión pública con conciencia crítica, creía que el periódico sería una herramienta clave en la conformación de esta ciudadanía libre e informada. No pudo ver que esa herramienta sería utilizada para manipular masivamente y para constituir un sentido común definido, justamente, por su carácter acrítico. Tampoco fue testigo del modo en que la prensa acabó reemplazando a otras formas de discurso para erigirse en la religión de nuestros tiempos, un ámbito totalizante que, aparentemente, nos acompaña, nos escucha y al cual le imploramos. No será fácil romper esa lógica, no solo por la resistencia de los evangelizadores mediáticos sino también por la resistencia de los propios evangelizados mediatizados. Al fin de cuentas, quizás buena parte de la sociedad se niegue a asumir la mayoría de edad, a atreverse a pensar por sí misma y convivir con la incertidumbre de no ser devoto de ninguna divinidad, ni siquiera de aquellas bien terrenales que utilizan micrófono y dicen informarnos.      
   



viernes, 7 de noviembre de 2014

La cruzada de la reconciliación (publicado el 6/11/14 en Veintitrés)

Días atrás se inauguró el “Museo del Periodismo”, de Luis Majul, con una muestra llamada “40 años de periodismo: de Walsh a Lanata”. Asistieron distintos referentes del establishment periodístico, desde los recalcitrantemente anti kirchneristas hasta algún moderado y algunos filo kircheristas, como así también buena parte del arco político opositor incluyendo varios de los precandidatos a presidente.
La muestra forma parte de una cruzada que viene llevando adelante el conductor de La Cornisa en pos de reivindicar el periodismo. Así, a sus intervenciones públicas, Majul le ha agregado un programa que se emite por canal “a” llamado “Un mundo con periodistas”, donde tanto él como el periodista de espectáculos Pablo Sirvén y el marido de Victoria Donda, Pablo Marchetti, entrevistan a distintos periodistas para hablar sobre la profesión.       
              La muestra ha generado particulares adhesiones, desde el Secretario de Cultura de la Ciudad, Hernán Lombardi, prometiendo que este Museo se incluiría en el recorrido de la multitudinaria “Noche de los museos”, hasta la legisladora excarriotista, exkirchnerista, exsolitaria y actual filoPro, Graciela Ocaña, quien presentó en la Legislatura un proyecto para declararlo de interés turístico. Tampoco se puede dejar de soslayo una insólita nota del editorialista opositor Jorge Fernández Díaz, quien desde La Nación embistió con un relato épico acerca de un joven y valiente Luis Majul, de zapatillas naranjas, que habría ingresado al periodismo después de haber knockeado (SIC) a un jefe de redacción.
Ahora bien, la pregunta es ¿por qué está cruzada? ¿Es una sobreactuación más? No me parece. Más bien hay elementos profundos para exponer y creo que una síntesis se la puede encontrar en las declaraciones que diera el periodista ante los requerimientos de sus colegas. Pues allí Majul respondió una y otra vez “Vamos a dejar atrás la grieta”, refiriéndose al término utilizado por Jorge Lanata para describir la fractura que se produjo en la corporación periodística. Considero que su deseo es sincero y es de los pocos que se atreve a hacerlo explícito pues lo que intenta hacer Majul es volver a hacer del periodismo aquel bloque monolítico y lograr, por fin, la reconciliación de todos los integrantes de la corporación.
También creo que tiene razón el conductor de América cuando afirma que ha sido el kirchnerismo el que generó la fractura y que en la medida en que el kirchnerismo continúe la fractura seguirá sin soldarse. Esto, claro, más allá de que esa cuña que introdujo la política señalando el accionar faccioso de la prensa, cada vez incomode más incluso a los periodistas cercanos al oficialismo. Es que, en realidad, cuando se puso en tela de juicio la objetividad y neutralidad del periodismo la bolsa tuvo lugar para todos, desde Clarín hasta Página 12 pues bastante absurdo sería afirmar que periodistas objetivos y neutrales son solo los que leemos nosotros y los que tienen la línea editorial que nos gusta.       
Dicho de otra manera, el kircherismo no solo ha discutido al periodismo opositor, sino que ha discutido al periodismo todo y llevar adelante semejante quijotada es jugar al límite, especialmente porque hay que saber que tarde o temprano la corporación va a tender a cerrarse una vez más sobre sí. Tendrá que ser más o menos generosa, perdonar algunos díscolos (por ejemplo, Víctor Hugo Morales, es parte del “Museo de Majul”), dejar a los bárbaros afuera como aquello que el periodismo no debe hacer (el seisieteochismo) y rápidamente aquellos que levantaban el dedito y se entusiasmaron primeramente con el enfrentamiento que proponía el kirchnerismo, recordarán que antes que hombres y mujeres con ideología son periodistas.
Lo he escrito varias veces pero lo repito: el kirchnerismo (y otros gobiernos populares de Latinoamérica) han puesto el énfasis en la disputa con los medios concentrados porque éstos disputan la representación de la sociedad civil y del pueblo desde una posición ventajosa.  Y los periodistas y referentes mediáticos opositores están profundamente enloquecidos no por una política keynesiana o por una cadena nacional sino porque la política les que está quitando el lugar de la representación. Hoy un periodista puede recibir un insulto en la calle, como lo recibieron siempre los políticos. Está muy mal en cualquiera de los dos casos pero para un periodista, que siempre fue saludado, alabado y hasta erigido como héroe, el cambio es muy duro. Entonces la disputa no es por dinero. Es por mucho más que eso. ¿Saben cuánto vale decir algo y que por el simple hecho de decirlo en un diario, en una radio o en la tele la gente te crea? No hay dinero que pague eso. Por eso los periodistas opositores están desesperados y los oficialistas están siempre incómodos. A todos les sería más fácil tener un adversario político claro, como en la década del 90 cuando en frente estaba Menem. Ese era fácil: se lo podía criticar por peronista, por neoliberal, por populista, por corrupto, por payasesco, es decir se le podía entrar por izquierda o por derecha.  Con el kirchnerismo es más difícil porque puso de manifiesto que hay disputa por la representación política profundamente desigual: por un lado están los dirigentes políticos, es decir aquellos que son sometidos al voto y al control popular. Se trata de hombres y mujeres cuya única herramienta es la persuasión, porque la política no tiene que ver con la verdad sino con la persuasión. En otras palabras, estatizar los fondos de jubilaciones o YPF, no es algo que se puede evaluar en términos de verdad o falsedad; en todo caso se evaluará en términos de “me convence” o “no me convence” en función de mis convicciones. Y aquí se da la desigualdad porque, por otro lado, la facción que disputa la representación, que gozaba del prestigio y la performatividad de la palabra, no acepta ser una facción, una parte, sino que dice representar a la totalidad, a la realidad. Así, en un debate entre un político y un periodista, este último habla desde el lugar de la verdad mientras que el primero solo puede hablar desde la propuesta persuasiva.
Dicho esto, lo que estos años de disputa han puesto en tela de juicio es que los periodistas hablen desde la verdad. Porque no lo hacen, lo cual, claro está, no quiere decir que siempre mientan o que mientan más que los políticos. Quizás, incluso, mientan menos pero a priori parten todos del mismo lugar y sin embargo, para mantener su lugar de representante, el político debe refrendar periódicamente frente a la sociedad su cargo, algo que no sucede con el periodista.     
La corporación periodística está ansiosa. Desea, de una vez por todas, el fin de la grieta, esto es, de la  fractura que fue producida por el modo en que el kirchnerismo desenmascaró el rol de la prensa. Necesitan hacer borrón y cuenta nueva, estigmatizar con letras escarlatas a los que los dejaron en evidencia una y otra vez y punto: a reciclarse y a continuar con el show de las noticias para que “usted sepa toda la verdad” y pueda descansar en paz, con el mundo ordenado y lleno de certezas. La cruzada de la reconciliación ya comenzó. Ahora hace falta el detalle de las urnas dando una mano. Porque con un gobierno de cualquier signo político no kirchnerista las cosas volverían a su lugar natural: los políticos a ser puteados por ladrones y los periodistas a ser creídos por periodistas.    



lunes, 3 de noviembre de 2014

La fábrica latinoamericana de opositores (publicado el 30/10/14 en Veintitrés)

Políticamente hablando hay un fenómeno que se replica prácticamente en todos los países de Latinoamérica. Pero no se trata del triunfo de los gobiernos que reciben el nombre de populares, progresistas o de centro izquierda. Con todo, sin dudas, estos gobiernos tienen características en común, comenzando por ser la respuesta que cada uno de los países dio a la década neoliberal. En este sentido, en general, podemos decir que se trató de gobiernos que recuperaron el rol del Estado y de la política, con proyectos económicos inclusivos y con un afán redistributivo. La consecuencia también fue bastante similar en cada uno de estos países pues el crecimiento del PBI fue enorme y millones de personas dejaron la pobreza y la indigencia para incluirse en las capas medias. Asimismo, también es real que varios de estos gobiernos dieron fuertes señales en pos de la construcción institucional de una Latinoamérica que solo en bloque podía hacer frente a los condicionamientos que impone el sistema financiero internacional. Pero es claro que cada uno de los procesos ha tenido sus particularidades. En este sentido, no parece razonable englobar las construcciones políticas y a sus líderes dentro de un mismo espacio sin más aclaraciones. Para decirlo más específicamente: ¿es comparable el Frente Amplio de Vázquez y Mujica con el chavismo venezolano? Es más, puede que buena parte del frenteamplismo uruguayo, desde un perfil más socialdemócrata, acuse de populista a la construcción bolivariana. En esta misma línea, ¿el socialismo chileno que volvió al triunfo con Bachelet es el mismo socialismo del que hablaba Chávez y continúa Maduro? Sin dudas que no y esto obedece a un sinfín de variables que comienzan por las características idiosincrásicas de cada una de las sociedades y por su historia política. En estos ejemplos, entonces, se ve la enorme complejidad de construcciones más movimientistas  en el marco de crisis representativas y construcciones más vinculadas a la continuidad institucional del sistema de partidos. Siguiendo con las diferencias, ¿podemos comparar el PT brasileño que acaba de garantizarse la continuidad durante cuatro años más con el indigenismo liderado por Morales? Tanto Lula como el líder boliviano fueron referentes de los trabajadores y provienen del sindicalismo pero la construcción del PT en Brasil es distinta a la del MAS en Bolivia, tanto como son distintos, en todo sentido, ambos países. Incluso la “revolución ciudadana” de Rafael Correa, fuertemente cargada de impronta indigenista, también tiene su propia lógica tanto como la tiene el kirchnerismo, hijo de la democracia argentina, es decir, del país donde se cometió el mayor genocidio de la región y donde existió un fenómeno tan particular como el peronismo.
Donde sí hay algo en común es en que todos han sido exitosos y salvo el interregno de Piñera en Chile, ninguna de las construcciones políticas mencionadas ha abandonado el poder desde que lo asumieron. Es más, todos han refrendado varias veces en las urnas sus administraciones y han salido victoriosos aun cuando eran muchos los que vaticinaban aires de cambio en la región. En esta línea, en 2013 ganaron Correa,  Maduro y Bachelet, y en 2014 hicieron lo propio Morales y Dilma, y todo da a entender que en segunda vuelta se impondrá Vázquez en Uruguay. Así, de todos los gobiernos que podríamos incluir en el campo “popular/progresista/centroizquierda”, el que debe refrendar su gobierno en lo inmediato es Argentina donde el kirchnerismo, al igual que el petismo en Brasil y el chavismo en Venezuela, irá por su cuarto mandato. Sobre este punto en particular, en aquellos países donde la construcción se hizo sobre un liderazgo fuerte (Venezuela, Ecuador, Bolivia), reformas constitucionales en línea de promover la posibilidad de la reelección, garantizaron la continuidad del modelo. En otros (Brasil y Uruguay) los “liderazgos pares” (Lula-Dilma; Vázquez-Mujica) fueron el modo en que se “eludieron” las limitaciones constitucionales. En Argentina, claro está, la temprana muerte de Néstor Kirchner dejó a Cristina Fernández como única referente de ese espacio y sin haber logrado posicionar con claridad un continuador como hizo, por ejemplo, Chávez con Maduro que, en vida, declaró públicamente que su ex canciller sería el hombre capaz de continuar con el proyecto.            
Ahora bien, comencé diciendo que hay un fenómeno que se replica en Latinoamérica y hasta ahora solo le he hablado mayoritariamente de las diferencias existentes entre aquellos gobiernos que se suelen englobar bajo una misma categoría. Pero hete aquí que poco se habla de las sorprendentes similitudes de las construcciones políticas y liderazgos que se han presentado como los principales opositores a estos gobiernos. En este sentido, es un fenómeno digno de estudio lo parecido que resultan los discursos, los slogans, el sector social, la franja etaria y el armado político de los candidatos que estuvieron más o menos cerca de vencer a las propuestas antes mencionadas. ¿Acaso no resultan como salidos de una misma casa matriz candidatos como Capriles, Neves, Piñera, Lacalle, Massa, Macri, Lasso y “Tuto” Quiroga entre otros? Más allá de que algunos puedan ser la referencia de partidos tradicionales más consolidados u otros emerjan sin base partidaria detrás, todos son varones de entre 45 y 55 años aproximadamente, simpáticos y/o “buenos mozos”, son empresarios exitosos y buscan representar una derecha moderna y popular. Resulta sorprendente, incluso, analizar sus discursos pues si no supiésemos quién habla sería imposible diferenciarlos. Hacen referencia a un país dividido porque más del 50% vota una opción diferente a la que ellos representan;  piden diálogo y exigen mirar hacia adelante porque en algunos casos formaron parte directa o indirectamente de los sectores vinculados a los golpes de Estado en la década de los 70; ante la evidencia de políticas que han sido bien recibidas por el pueblo, utilizan el latiguillo no siempre falso pero exagerado de “la corrupción estatal” sin hablar nunca de la corrupción privada; piden “volver al mundo” cuando quieren decir “volver a tener políticas neoliberales” y para ello tienen contacto directo con la Embajada estadounidense como ha revelado Wikileaks (no me refiero solo a Massa sino a Quiroga, Lasso y Capriles, entre otros); dicen que falta libertad de expresión en decenas de canales de televisión, en radios y diarios opositores y oficialistas; piden por las instituciones y la democracia a pesar de que muchos de ellos son fuertemente sospechados de promover la desestabilización de las instituciones y la democracia; promueven la “mano dura” como única solución a la problemática del delito desvinculándolo de la problemática social fuertemente determinada por aquellos modelos económicos que ellos defienden.         
En este contexto no parece casual que compartan muchos de sus asesores, quienes evidentemente consideran que una misma receta es válida para todo tiempo y espacio, casi lo mismo que suponen sus economistas de cabecera. Parecieran como salidos de una misma fábrica, casi construidos a imagen y semejanza de un modelo que ya gobernó cada uno de estos países y ahora se enmascara para exigir un “derecho al olvido”. Dicho esto, asoma una paradoja pues a pesar de las enormes diferencias existentes entre los gobiernos populares, todos tienen como principal oposición a candidatos salidos de la misma matriz, calcados y construidos por los ingenieros del marketing y la tele política. Eso sí: si bien se presentó como una fábrica de presidentes, hasta ahora, solo ha logrado construir circunstanciales y ululantes opositores.

             

viernes, 31 de octubre de 2014

De Tinelli a Sabsay. Apuntes sobre el enemigo (publicado el 30/10/14 en Diario Registrado)

Hay un latiguillo que se ha instalado en la Argentina hace ya algunos años y que obedece a una clara intencionalidad basada en una tergiversada y torpe interpretación de categorías políticas con importante circulación en los ámbitos académicos. Más específicamente, casi todos los editorialistas opositores al kirchnerismo y, en la última semana, un preocupado Marcelo Tinelli y un crispado abogado llamado Daniel Sabsay, indicaron que el kircherismo divide a la política entre amigos y enemigos.
Tal idea es originaria de un alemán, filósofo del derecho, llamado Carl Schmitt con una relación, como mínimo, controvertida con el régimen nazi. Para Schmitt, el origen del Estado no es un acuerdo entre individuos libres e iguales sino el fruto de una decisión que establece un nosotros y un ellos, los amigos y los enemigos. Toda decisión política en tanto tal marca un adentro y un afuera y entre los amigos y los enemigos se da una tensión existencial capaz de derivar en el extermino físico. Más allá de que las interpretaciones que se pueden hacer sobre Schmitt merecen mucho más de 5 renglones, cuando se indica que el kirchnerismo sigue la lógica schmittiana (para algunos nazi) se estaría diciendo que busca eliminar físicamente a sus contrincantes políticos.
Y no hace falta ser kirchnerista para echar por tierra semejante brutalidad ya que es posible hacerle críticas a la administración actual pero adscribirle una supuesta pretensión persecutoria y hasta genocida resulta un despropósito. Porque el kirchnerismo es hijo de la democracia e incluye dentro de sí la impronta colectivista y verticalista del peronismo clásico complementada con principios liberales y universalistas como la defensa irrestricta de los derechos humanos. Por eso hay progresistas no peronistas que se sienten kirchneristas y muchos peronistas que afirman que el kircherismo no se puede comprender sin la base justicialista.
Lo que sí ha hecho el kirchnerismo es plantear que hay una alternativa a la política y a la democracia entendida como mero consenso. Sí, efectivamente, lo que se viene planteando desde 2003 hasta la fecha es que esa mirada liberal republicana de la política y la democracia no toma en cuenta la problemática del poder, es decir, esconde que cuando nos sentamos en una mesa a consensuar muchas veces no somos iguales y se le llama acuerdo a lo que es una mera imposición. En este sentido, el kirchnerismo entiende que la política es disputa, pelea, lucha y determinación de un nosotros y de un ellos. Sin embargo, ese “ellos”, ese “otro”, no es un enemigo al que se pretende exterminar sino un adversario frente al que se lleva la disputa política hasta las últimas consecuencias dentro de las reglas de la democracia. En otras palabras, estamos hablando de política, no de un juego de niños, y por eso al otro se lo intenta vencer disputando, militando, persuadiendo y enojándose hasta el día en que vamos a votar. Y allí se acepta el resultado y se hace política desde el gobierno o desde la oposición. No es ni más ni menos que eso y para la trágica historia argentina, aquella en la que dictaduras militares identificaban enemigos internos para exterminarlos, es un enorme paso adelante.         

  

lunes, 27 de octubre de 2014

Banco Central: ¿independiente de qué? (publicado el 23/10/14 en Veintitrés)

La semana anterior, el grupo económico del candidato a presidente Sergio Massa dio a conocer su receta para eliminar las restricciones a la compra de dólares. A diferencia de su estrategia electoral en 2013, esta vez, su Frente Renovador no jugó a las escondidas sino que mostró todas sus cartas. Las razones de este cambio de estrategia pueden ser múltiples pero pareciera que la amplitud zigzagueante con la que Massa ha construido su carrera política (incluyendo haber sido Jefe de Gabinete del oficialismo) lo obligan a dar señales claras y precisas a lo más rancio del establishment, obligación que no cuenta para Macri quien, por sus credenciales, puede darse el gusto de decir que no reprivatizaría YPF ni los fondos jubilatorios.
Si se evalúa la propuesta específicamente podría decirse que ésta no pasará a la historia por su originalidad pues indica que hay que “volver” a los organismos internacionales de crédito como el FMI, liberar la posibilidad de que las multinacionales giren a sus casas matrices irrestrictamente sus dividendos y reformar la Carta Orgánica del BCRA.
Quisiera detenerme sobre este último punto pues, por si no lo recuerda, la pretensión del gobierno nacional de reformar la Carta Orgánica del BCRA fue el eje del conflicto que eyectó al ahora massista Martín Redrado de la presidencia de dicho organismo allá por enero de 2010.
El “Chicago boy”, fiel a su escuela, afirmaba que el BCRA debe ser independiente, es decir, manejarse con autonomía respecto a las políticas económicas del gobierno de turno. El latiguillo es que el BCRA está para “preservar el valor de la moneda” y lo que oculta esa idea es que los gobiernos populares con políticas económicas expansivas, redistributivas y de fomento del mercado interno lo que hacen es, justamente, debilitar la moneda. Así, por alguna extraña razón más esotérica que científica, la Escuela neoliberal de Chicago trata de explicarnos por qué el hecho de que muchos tengan más afectaría a la moneda pero que pocos tengan mucho la fortalecería.
Durante el “episodio Redrado” utilicé la figura del BCRA como un Vaticano, es decir, una suerte de Estado dentro del Estado, gobernado por una casta de técnicos que jamás se someten a las urnas y están al servicio de los intereses del capitalismo financiero. Pero esa definición sería sutilmente corregida por un pensador argentino bastante invisibilizado: Raúl Scalabrini Ortiz. Porque en el conjunto de textos reunidos bajo el título Bases para la reconstrucción nacional, que incluye artículos del segundo lustro de la década del 50, es capaz de decir lo siguiente:
“Para dar una idea aproximada de su poder se ha dicho que el Banco Central es un Estado dentro del Estado. La frase peca, no por ampulosidad, sino por deficiencia. Desde el punto de vista de la economía y de las finanzas con excepción de los valores inmateriales, constituye toda la vida del país. El Banco Central, en su estructura de 1939, es mucho más poderoso que el Estado argentino. Obedeciendo a razones que desconocemos, el embajador norteamericano, Mr. William Beaulac, nos lo ha recordado sorpresivamente hace poco, al decir: “Los problemas económicos no se resuelven con votos”. Ya lo sabemos. Los resuelve el Banco Central, que está por arriba de la política”.
Hay que recordar que el BCRA se crea en 1935, en el contexto de salida de la enorme crisis financiera que llevó a la quiebra a grandes bancos. En ese año, claro está, no había un gobierno democrático en Argentina y el encargado del proyecto para la creación de la entidad sería uno de los directores del Banco de Inglaterra: Otto Niemeyer.
Al servicio de los intereses del capital de su país, Niemeyer propuso un BCRA con clara preminencia de privados y extranjeros. Asimismo, como el propio Scalabrini nos recuerda, la lista de los designados como cuadros técnicos para lograr el correcto funcionamiento del Banco era bastante particular: “Contador fue designado Carlos Beckmann, dinamarqués. Jefe del Departamento del Tesoro, Aníbal Muschietti, suizo. Jefe del Departamento de Crédito, Silva, español. Del de Cambios, Grumbach, belga. De títulos, Korler, cuñado de Grumbach y Aris, español. Encargado del Estudio de los Tratados de comercio, Rey Álvarez, uruguayo, de larga residencia en Bélgica donde era asesor de B.R.U.F.I.N.A…y así sucesivamente. ¡Lo que se llama un elenco de primer orden! Los únicos heroicos argentinos eran los doctores Rául Prebisch y Edmundo Gagneux. ¡Qué honor!”
Lo cierto es que con la llegada al poder del peronismo, en 1946, una de las principales medidas fue la nacionalización del BCRA, que mantenía su autarquía pero en el que prevalecerían los bancos nacionales y se hallarían representados de forma más equilibrada los intereses del capital y del trabajo en el marco de un proyecto de desarrollo nacional. Sin embargo, en 1949, el BCRA pasó a depender directamente del ejecutivo puesto que el Presidente de la entidad, en tanto ministro de finanzas, sería designado por el presidente.
Como no podía ser de otra manera, tras el golpe de Estado contra Perón, hubo modificaciones en 1957 que luego fueron vueltas a retocar con el regreso del líder justicialista en 1973. Pero donde se ve un cambio claro es justamente en 1976. En ese año, se elimina la representación de los diversos sectores económicos y de los trabajadores y se incluyen tecnócratas de la monetarista ya mencionada Escuela de Chicago pregonando la apertura irrestricta al libre mercado.
Ya en la década del noventa hubo nuevas reformas que profundizaron el espíritu de la realizada por Martínez de Hoz y se impuso una normativa acorde a las necesidades del plan de convertibilidad. En un documento de trabajo del Centro de Economía y Finanzas para el desarrollo de la Argentina titulado “La regulación de la banca en Argentina (1810-2010)”, Guillermo Wierzba y Rodrigo López lo explican del siguiente modo:   
“[Con la reforma de 1992] (…) la llamada independencia del banco, no sólo fue expresada de forma literal, sino que fue asegurada por medio de otros artículos que tenían como resultado la escisión de la injerencia gubernamental en la política monetaria y crediticia: “En la formulación y ejecución de la política monetaria y financiera el Banco Central no estará sujeto a órdenes, indicaciones o instrucciones del Poder Ejecutivo Nacional””.

A su vez para que no quedaran dudas del sesgo monetarista pro libre mercado, la reforma en la Carta Orgánica incluyó un artículo, el tercero, en el que se indicaba que “es misión primaria y fundamental del Banco Central de la República Argentina preservar el valor de la moneda”.

Ahora bien, la pregunta es hasta qué punto el BCRA con perfil neoliberal es independiente o en todo caso habría que preguntarse independiente de qué. Pues el principal problema no parece el depender de algo sino la injerencia del Estado. En palabras de Wierzba y López: “Según la ley, el Banco debía desarrollar una política monetaria y financiera dirigida a salvaguardar las funciones del dinero como reserva de valor, unidad de cuenta e instrumento de pago para cancelar obligaciones monetarias, pero en los hechos, la moneda argentina cedió tales atributos al dólar norteamericano. La experiencia llevó al país a una de sus crisis económicas y políticas más profundas de su historia: el colapso de diciembre de 2001”.


Independencia de los gobiernos y de los Estados. No del capitalismo financiero ni de los grandes centros económicos. Esa parece ser la particular independencia de la que nos hablan. Y frente a ello no cabe más que recordar aquella aleccionadora frase de Perón: “La economía nunca ha sido libre: o la controla el Estado en beneficio del pueblo o lo hacen los grandes consorcios en perjuicio de éste”.       

domingo, 19 de octubre de 2014

Bolivia: el triunfo de la profundización (publicado el 16/10/14 en Veintitrés)

Las últimas semanas han sido muy importantes, electoralmente hablando, para Sudamérica. En Brasil, Dilma ganó aunque sin poder evitar el balotaje y frente al acuerdo de cúpulas entre Neves y Silva es de esperar una elección pareja en la segunda vuelta si bien algo de intuición y algo de conocimiento sobre el perfil del votante de Silva me permite avizorar que el llamado de la dirigente derechizada a votar por el candidato de la derecha no implicará una automática respuesta positiva de su electorado. Con todo, los ocho punto de ventaja obtenidos por Dilma en la primera vuelta no garantizan el triunfo en la segunda. Habrá que esperar.    
En Bolivia, en cambio, el triunfo de Morales, obteniendo así su segunda reelección, fue, parece, claro más allá de que al momento de escribir esta nota restaban escrutar algo más de la mitad de las mesas. Se trata de un triunfo probablemente impensado desde la perspectiva de algunos años atrás, después de las enormes vicisitudes que atravesó el gobierno del aymara gracias a las trabas que los opositores le impusieron al proceso de Reforma constitucional durante tres años y a los intentos de secesión en los departamentos que conforman la “media luna” (un dato a destacar es que en Santa Cruz, uno de los epicentros donde mayor resistencia ha tenido Morales, el exdirigente cocalero estaría obteniendo entre 40% y 50% de los votos contra el 3% que había obtenido en la elección de 2002).   
Respecto de las razones para comprender el fenómeno de un presidente que tras casi una década en el gobierno no parece sufrir el desgaste natural de la gestión, hay que tener un poquito menos de pereza intelectual y no simplificar el asunto reduciéndolo a la lógica del clientelismo, la ausencia de capacidad crítica del pueblo, el afán dictatorial o la pretensión de permanencia eterna en el poder (circula, incluso, en Internet, la insólita denuncia de que Evo Morales amenaza con dar latigazos a quienes no lo voten) . Pues lo cierto es que hay algunos datos que muestran que hay buenas razones para que una inmensa mayoría se incline por Morales, a saber: desde el 2006 hasta la actualidad, esto es, desde que llegó al poder por primera vez en la historia un indígena, el PBI de Bolivia pasó de USS 9000 M a USS 31000 M, lo cual llevó el PBI per cápita a cerca de USS 3000.
Además, con Morales en el poder, Bolivia creció sostenidamente y la CEPAL proyecta que en 2014 será el país de la región que más lo hará, llegando a un 5,5% respecto del año anterior. En cuanto al nivel reservas, subió de menos de USS 2000 M en 2005 a casi USS 15000 M, un equivalente a la mitad del PBI y que marca una relación porcentual que no posee ningún otro país de la región.
Asimismo, entre 2005 y 2012 la pobreza extrema en el campo pasó de 62,9% a 40% y en la ciudad pasó de 24,3% a 12,2%. Esto muestra que Bolivia creció pero, a diferencia de lo que había sucedido con las administraciones de facto o con presidentes blancos que hablaban mejor inglés que español, esta vez tuvo un gobierno que decidió distribuir la riqueza. En este sentido,  en 1997, el 10% más rico tenía 96 veces lo que tenía el 10% más pobre. Hoy la diferencia se achicó enormemente y es solo de 36 veces. Además, la economía se ha desdolarizado y la inflación durante el año 2013 fue de 6,48%, con tendencia a la baja en 2014.   
Otro dato a resaltar es el que brinda el índice del Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo humano (PNUD). En Bolivia, antes de 2006, este índice alcanzaba el 0,489 y cerró 2012 en 0,675 (siendo 0 lo más bajo y 1 el óptimo).
Estos números no son simplemente parte del “viento de cola” sino la consecuencia de una decisión política de avanzar en la nacionalización de los recursos naturales lo cual implicó recuperar una treintena de empresas vinculadas a sectores estratégicos (gas, petróleo, electricidad, agua y servicios aéreos, entre otros) que han pasado a ser controladas por el Estado.
Según Atilio Borón, esta decisión es la que explica, por ejemplo, que se invirtiera la ecuación en lo que respecta a la renta gasífera y petrolera. Antes de la llegada de Morales, un 82% de esa renta iba a parar a manos del capital transnacional. Hoy, solo el 18%. El resto está en manos de un Estado que no es bobo y entiende que la ganancia está para ser redistribuida. En este sentido, no es casual que en su discurso triunfante Morales haya indicado que “ganó la nacionalización y perdieron los que quieren una alianza del Pacífico”, lo cual no es otra cosa que indicar que el modelo boliviano estructurado a partir de una cosmovisión alternativa a la del Estado monocultural y capitalista, se sobrepuso al modelo neoliberal que había sumido a Bolivia en una pobreza indigna. Los desafíos que tiene el gobierno de Evo Morales son, entre otros,  seguir disminuyendo los índices de pobreza extrema y pobreza, alcanzar la soberanía alimentaria y evitar una primarización de su economía industrializando y agregando valor al recurso objeto de extracción.     
Ahora bien, si dejamos el aspecto económico para introducirnos en el político, hay que destacar que el fenómeno de Evo Morales y el MAS en Bolivia es tan sui generis como el contenido expresado en la Constitución aprobada por referendo en 2009 pues, una vez más, con Borón, no se trata de un partido tradicional sino que allí confluyen una heterogénea lista de movimientos sociales e identidades diversas que en los últimos años han sabido atraer también a sectores medios sin tradición movilizadora.
Por último, no tiene sentido comparar Brasil con Bolivia en ningún sentido, como tampoco tiene sentido comparar estos países con Argentina, ni en lo político, ni en lo cultural ni en lo económico. Sin embargo, no deja de ser cierto que, con sus enormes diferencias, las experiencias populares que llevan un mínimo de 10 años siguen gozando del apoyo de una importante porción de la ciudadanía. En el caso de Bolivia, con un número que estaría mostrando que más de la mitad de los bolivianos se sienten representados abiertamente por el oficialismo; en Brasil, aun si perdiese la elección en segunda vuelta, con un PT que recibe el voto de casi 1 de cada 2 brasileños; y en Argentina la situación no es distinta pues hay una importante porción de la población que apoya al oficialismo más allá de que no parece razonable esperar números cercanos al 54% obtenido en 2011. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en los países mencionados, no hay aquí un candidato del oficialismo que pueda captar los votos que tiene la presidenta (alrededor de un 40%) ni una decisión política de ella de elegir un candidato como hiciera Lula con Dilma.          
Con todo, frente a los que auguraban una inminente caída de los gobiernos populares de la región en efecto dominó, con sus dificultades y particularidades, varios de esos procesos se mantienen en pie pese a los intentos desestabilizadores de las derechas vernáculas y transnacionales. Maduro se sostuvo, Morales se confirma, Dilma, en una puja voto a voto, podría llegar a mantenerse, Correa goza de importante aprobación y en Chile, la derecha ha perdido ante el modelo socialdemócrata de Bachelet. La lectura de estas performances electorales y de estos procesos políticos excedería las líneas de una conclusión. Sin embargo del mismo modo que decimos que las políticas de inclusión han generado una nueva clase media hegemonizada cuyos patrones de consumo y reivindicaciones van contra los gobiernos y las medidas que les permitieron alcanzar ese lugar, se debe reconocer que cada gobierno, a su manera, ha canalizado esas nuevas demandas. Y si se me apura un poco, entiendo que los mejores resultados electorales los han obtenido aquellos gobiernos que en momentos de zozobra han profundizado sus propuestas en favor de las mayorías. El kirchnerismo, por ejemplo, tomó esa decisión en 2009 después de perder enorme cantidad de votos en las elecciones de medio término. Pero qué hará ahora el oficialismo en Argentina es una incógnita que se develará solo cuando quede claro quién será su candidato a presidente.


sábado, 11 de octubre de 2014

Clarín trucho: sátira, mentira y ficción (publicado el 9/10/14 en Veintitrés)

La semana pasada causó enorme revuelo mediático la distribución de ejemplares paródicos del diario Clarín en diferentes partes de la ciudad. La idea fue de la agrupación kirchnerista La Cámpora y la publicación contaba con ocho páginas y tres tapas alternativas fechadas el 11 de diciembre de 2015, esto es, el día posterior a la asunción del nuevo presidente. El título principal es el que varía según la versión pero en todos los casos afirma que el nuevo presidente (Massa, Macri o Cobos) ha decidido aceptar las condiciones de los Fondos Buitre. Asimismo, incluye títulos más pequeños que en tono irónico indican que Paul Singer irá a la Selección de Fútbol, que el delito ha terminado en la Argentina y que el BCRA se ha quedado sin reservas pero los mercados se encuentran eufóricos por el nuevo rumbo.
El modo de titular recuerda a la también paródica Revista Barcelona que incluso llega a incluir falsas columnas que aparecen firmadas por hombres y mujeres públicos, desde Fito Páez hasta Axel Kicillof, por mencionar algunos. Pero, claro está, todos sabemos que ni Fito Páez ni Axel Kicillof escriben esas columnas, del mismo modo que todos los que recibieron el Clarín apócrifo se dieron cuenta inmediatamente que se trataba de una ironía sin ningún ánimo de confundir o engañar.
La utilización de la parodia, la ironía y la broma es tan vieja como la política y es una de las formas básicas de manifestación popular. De hecho, las comedias griegas tenían un fuerte contenido de burla a los políticos, jueces y a todos los funcionarios de la democracia. Es más, si bien los poetas generalmente realizaban sus burlas contra los principales hombres del gobierno, el propio sistema democrático estipulaba que dos veces al año, en Las Leneas y Las Dionisias, se ofrecieran comedias que, al fin de cuentas, podrían pensarse con rol pedagógico y tono admonitorio frente a un pueblo que puede olvidar fácilmente que es él la fuente de todo poder y que los funcionarios están para servirle.
Igualmente, lo cierto es que las comedias, en general, expresaban el punto de vista aristocrático y conservador que veía a los funcionarios y hombres del gobierno democrático como demagogos, corruptos, ambiciosos y con bajo nivel educativo. Si bien en ese momento no existía el diario La Nación, como se puede observar, hay argumentos y prejuicios que se vienen repitiendo desde hace 2500 años.
Para poner un ejemplo, la Comedia de Aristófanes, Los Caballeros, tiene como objeto satirizar de manera profundamente agresiva a Cleón, heredero de la influencia de Pericles en un contexto de ampliación democrática hacia los sectores más bajos que con Solón tenían vedada la posibilidad de ocupar altos cargos públicos. La sátira comienza cuando un oráculo predice que el sucesor de Cleón será un choricero, mostrando, de esa manera, que, en la democracia, cualquiera, incluso aquel sin instrucción ni aptitud alguna para ejercer un cargo público, puede llegar a lo más alto. Se cuenta que ningún actor quiso representar a Cleón por temor y que fue el propio Aristófanes quien se hizo cargo del papel lo cual deja al descubierto el desafío que este tipo de sátiras implicaba hacia el poder.
En la Argentina, la tradición de sátiras tiene una larga historia como manifestación popular y también en la gráfica con publicaciones caricaturescas como El Quijote y Caras y Caretas, a tal punto que se le adjudica a Leandro N. Alem haber indicado que “La revolución de 1890 la realizaron las armas y las caricaturas”. Más cercanos en el tiempo, la radio y la TV tuvieron espacio para el humor político si bien éste solía estar dirigido contra los que ocupaban el gobierno y nunca contra empresarios o dueños de empresas potencialmente anunciantes.  
Ahora bien, en un contexto donde los poderosos, generalmente, ya no son aquellos que circunstancialmente llegan al gobierno de un país a través de los votos sino las corporaciones económicas, parece natural que la crítica se dirija a estos sectores que desde las sombras pretenden digitar el destino de los pueblos.
Sin embargo, la incomodidad de éstos fue tal que la reacción del Grupo Clarín y sus satélites fue desmedida a punto tal que hasta recurrieron a alguna solícita parte de la dirigencia política para afirmar que el diario apócrifo representaba un atentado contra la libertad de expresión (SIC).
Pero lo más interesante es que el episodio del Clarín trucho se haya intentando presentar en términos del dilema entre la verdad y la mentira cuando en realidad lo que aquí está en juego es una tensión entre la mentira y la ficción. Porque la mentira busca engañar y necesita de un otro engañado que no conozca de lo que se trata. En cambio la ficción no propone engañar a nadie; es consciente y tiene en el receptor a un cómplice, o, para decirlo de otro modo, a alguien que acepta el juego.   
En este sentido, la efectividad de la parodia, que es una ficción, por supuesto, está en que el público comprenda que se trata de una parodia. De no ser así, el efecto disruptivo desaparece. Porque cuando Jorge Lanata pone una imitadora que hace de CFK, el efecto está en que la audiencia reconoce que es una sátira. Si alguien creyera que la imitadora es en realidad la propia CFK el efecto sería otro.
Ahora bien, cuando desde la tapa de un diario que se compra en el kiosko se tergiversa la información, se recorta aviesamente la realidad o, simplemente, se miente, no estamos frente a una sátira sino frente a un engaño. No hay ficción ni verdad. Hay mentira. Se abusa del lector desprevenido que deposita su confianza en una empresa periodística cuyo prestigio se construyó pacientemente y ha sido determinante para forjar el sentido común que acaba legitimando la necesidad y la existencia de un periodismo presuntamente neutral; un periodismo aparentemente atento a los hechos, a la verdad y comprometido con denunciar a los funcionarios públicos y al Estado que, como hace 2500 años, sigue siendo visto como un espacio atravesado por la corrupción en contraposición a lo maravillosa y digna que es la sociedad en su conjunto (y, en estos últimos siglos, la corporación periodística en particular).         
Por ello, para concluir, hay formas distintas de hacer política: la enorme historia de la sátira y el humor frente a los que tienen el poder muestra que desde la ficción se puede esmerilar la prepotencia de quienes pretenden controlarlo todo, no solo las acciones, sino el pensamiento y la expresión. Pero también se puede hacer política desde la mentira y el engaño tomando como rehén al desprevenido que no es precisamente el que recibe gratuitamente una publicación aprócrifa sino aquel que cree que para estar informado debe comprar el diario todos los días.