La entrevista que Cristina
Fernández de Kirchner brindara a C5N parece haber acelerado los tiempos electorales
del espacio nacional y popular y también de sus competidores.
En cuanto al análisis y a los
diagnósticos no hubo grandes novedades pero, naturalmente, lo que todos
esperábamos era la definición en torno a su candidatura. Y por primera vez la
ex presidente pareció inclinar la balanza más hacia el sí que hacia el no,
afirmando que en política nadie hace lo que quiere, que existen
responsabilidades históricas y que si la persona indicada para obtener la mayor
cantidad de votos frente al adversario era ella, eventualmente, podría ser la
candidata. Dado que hoy en día ni aun los más acérrimos antikirchneristas se
atreven a afirmar que hubiera alguien dentro del espacio capaz de obtener más
votos que ella, se seguiría que existen altas probabilidades de que finalmente
CFK encabece la lista de senadores. Seguramente esto recién se sabrá la noche
del cierre de las listas, más allá de que algunos, por vender humo o por
ansiedad, suponían que podría aprovechar la entrevista para anunciarlo. Pero
haberlo hecho hubiera sido una señal de debilidad, pues ¿cuál sería el apuro?
En otras palabras, la única razón por la que CFK podría elegir salir a anunciar
su candidatura con tanta anticipación sería la intuición política de una
ruptura o de un adversario interno capaz de disputarle el lugar. Con todo, lo
cierto es que sin mostrar todas sus cartas, dejando abierta la puerta de su candidatura,
empezó a organizar la tropa. Así, en términos ajedrecísticos, el FPV hizo una
movida arriesgada pues movió la reina y, en todo caso, la pelota quedó ahora del
lado de Randazzo, quien sabe que enfrentar en una interna a Scioli o Magario no
es lo mismo que enfrentar a CFK. Sin embargo, el escenario está abierto por
varias razones: en primer lugar, no hay nada que garantice que CFK sea
finalmente la candidata y desde el randazzismo sospechan que puede tratarse de un
gesto para alinear a los intendentes, digitar la lista y luego poner “su”
candidato, mientras todos suponen que la candidata va a ser ella. En segundo
lugar, comenzó a circular el rumor de la posibilidad de un acuerdo por el cual
Randazzo encabezaría la lista de diputados. Sinceramente, no creo que el
kirchnerismo duro sea tan generoso con el exministro, y, por otro lado, cabe
pensar si Randazzo aceptaría esa generosa propuesta. ¿Por qué no habría de
aceptarla? Porque incluso encabezando la lista de diputados, el exministro
quedaría bajo el paraguas de Cristina encabezando la lista de senadores, algo
que no sucedería si decidiera enfrentarla en una interna aun sabiéndose
perdidoso. En este sentido, salvo que la derrota sea catastrófica, Randazzo
podría especular con jugar a perder dignamente y aparecer como la figura que
viene a disputarle a CFK la hegemonía del peronismo post 2017, máxime tomando
en cuenta que, ante la ausencia de internas en las otras fuerzas, Randazzo podría
verse beneficiado por el fenómeno novedoso de una gran cantidad de “voto útil”
no peronista que salga a apoyarlo a él por el simple hecho de ser contrincante
de CFK. Asimismo, si Randazzo decide enfrentar en una interna a CFK, debería
aclarar una trampa discursiva que el kirchnerismo más duro ha instalado, esto
es, la idea de que la unidad supone ausencia de competencia en las PASO. Así, el
randazzismo probablemente trate de explicar que unidad no implica lista única y
tiene como argumento el espíritu mismo de las PASO, esto es, las internas
abiertas. O sea, si la existencia de competencia interna eliminara la noción de
unidad, no tendría sentido hablar de “internas”. No me voy a poner muy
filosófico pero si son “internas” quiere decir que son “al interior de algo más
grande” que es una unidad que supera las facciones que disputan. En todo caso,
lo que mina la unidad no es la interna sino cómo se juegan las internas en el
peronismo, tal como se pudo observar en la elección de la provincia de Buenos
Aires en 2015.
Pero el hecho de que CFK sea
candidata condiciona también la posición de Massa pues en caso de que ella
decida “no jugar”, Massa tendría la chance de permanecer intacto hasta 2019 más
allá de que los soldados parecen írsele cayendo y su acuerdo con Margarita
Stolbizer, cuya principal construcción territorial se da en los estudios de TV,
ha dinamitado cualquier posibilidad de diálogo con el peronismo que no es parte
del Frente Renovador.
En cuanto al gobierno, en la
provincia de Buenos Aires suenan los nombres de Esteban Bullrich y Facundo
Manes. Un ministro y un neurocientífico mediático sin experiencia electoral. Como
estrategia es interesante porque, como alguna vez indicamos aquí, el gobierno
necesita seguir posicionado como “novedad” a pesar de ser oficialismo, lo cual
es un verdadero desafío, y al no tener un candidato fuerte, lo mejor que puede
hacer es apostar al candidato desconocido, a aquel que no tiene techo y que
probablemente pierda frente a pesos pesados como Massa o CFK. Con todo, el
oficialismo sabe que tiene un piso de 20% con cualquier candidato y las fotos
con Vidal y Macri ayudarán a levantar algunos puntitos más. Pero lo más
importante es que la estrategia del candidato desconocido deja la
responsabilidad del otro lado. Lo digo de otra manera: imaginemos a CFK ganando
la elección por 5% a Bullrich, por ejemplo, 35% a 30%. Naturalmente la lectura
será que el oficialismo, sin candidato, prácticamente igualó la mejor oferta de
la oposición y que CFK perdió 20% en 6 años, más allá de que comparar una
elección presidencial con una legislativa es comparar peras con manzanas.
Es probable que si CFK es
candidata, gane la elección. Sin embargo el riesgo es grande pues en caso de
perder, sea ante Massa, sea ante el oficialismo, el golpe al kirchnerismo puede
ser prácticamente de jaque mate y fin de época. Asimismo, más allá del
resultado, naturalmente la campaña se polarizará y mientras el kirchnerismo
intentará plantearla, en términos políticos, como una disputa de modelos, el
oficialismo intentará presentarla como disputa de temporalidades, esto es, lo viejo
contra lo nuevo. En el medio quedará Massa en esa incógnita que es la avenida
del medio, pero Massa arriesga mucho también pues en caso de ser candidato y
perder, sus posibilidades de ser presidente en 2019 disminuirían hacia un
número cercano a cero.
Es curioso, pero sin candidatos
fuertes y con 18 meses de una pésima gestión, en una elección que será crucial
para los argentinos y donde se juega si el ajuste que vendrá tendrá o no la
legitimidad de las urnas, quienes más ponen en juego son, paradójicamente, los
espacios de la oposición.