Un llamado a la creación de
“tanques y armamento sostenible” y el uso de “misiles biodegradables” y
“granadas veganas” como forma de evitar el sacrificio de animales en los
conflictos armados. Estas fueron algunas de las afirmaciones que habría
formulado la activista ecologista Greta Thunberg en una entrevista que se
viralizó algunos meses atrás.
Como era de esperar, se generó un
gran revuelo en las redes y hasta mereció alguna respuesta de los articulistas,
pero poco tiempo después se conoció la verdad: Greta Thunberg no había dicho
eso. La entrevista existió, las imágenes son reales, su boca parece pronunciar
esas palabras, pero se trata de un montaje realizado con inteligencia
artificial, lo que se suele llamar una “deepfake”.
@fit_aitana es la cuenta de
Instagram de Aitana López, una influencer que al día de escribir estas líneas
cuenta con unos 278000 seguidores y 79 publicaciones. Se trata de una joven
hermosísima que publica fotos con distintos atuendos que luce en un cuerpo que
evidencia un gran cuidado y muchas horas de gimnasio. Hay fotos en la playa, en
hoteles, presentando a su gato negro llamado “Neo”, entrenando, arriba de un
avión, algunas muy sensuales… En su posteo del 9 de noviembre de 2023, por
ejemplo, anuncia: “Rumbo a Madrid! Preparada para saborear la cultura, el arte
y la historia de la ciudad. Además de bocata de calamares, ¿qué me
recomendáis?” Hasta allí nada extraño si no fuera porque Aitana no existe. De
hecho, se trata de una creación de la agencia The Clueless, con asiento en
Barcelona, realizada con inteligencia artificial.
En la misma línea se conoció hace
algunas semanas el ejemplo de otra cuenta de Instagram, en este caso, @sweet.emilypellegrini,
la cual también cuenta con miles de seguidores y que pertenecería a otra
bellísima influencer de nombre Emily. Aquí no solo hay fotos sino también videos
de la señorita bailando y dejando mensajes para sus fanáticos. Al igual que el
perfil de Aitana, fue creado con inteligencia artificial pero lo que hizo
trascender la noticia fue que, a pedido de los fans, abrió además una cuenta en
una plataforma donde vende contenido sexual. Así, el creador ha confesado estar
recibiendo miles de dólares producto del deseo de miles de usuarios de ver con
poca ropa y en poses sugerentes a una mujer que no existe.
Estos son solo algunos ejemplos
cada vez más comunes y que serán superados rápidamente por el vértigo de las
novedades. Por supuesto que lo más obvio en estos casos es advertir que los
avances tecnológicos hacen cada vez más difícil distinguir lo real de la
ficción y que estamos próximos a cumplir las fantasías distópicas de humanos
anestesiados que viven en mundos imaginarios con su pastilla de la felicidad. Esto
es cierto y la posibilidad de habitar la irrealidad podría ser una razón para
alarmarnos aunque vista con detenimiento no sea más que una forma más
sofisticada de aquello que advertía Platón en la Alegoría de la caverna, o
Descartes, en este último caso, al menos como hipótesis.
Sin embargo, más peligroso que
una tecnología es el hecho de que la realidad permita que lo que algún tiempo
atrás resultaba delirante hoy sea verosímil. Porque cualquier lector más o
menos despierto puede intuir que nadie puede llamar a crear “granadas veganas”,
¿pero cuántas propuestas similares a esta se invocan en nombre de, por ejemplo,
el cambio climático? ¿Y qué hay de la conocida como agenda Woke? ¿Acaso a alguien se le podía ocurrir 10 años atrás que
aparecería toda una corriente ideológica con predicamento en el Estado y en
instituciones que considerase que cuando alguien dice “Hola a todos” no se está
refiriendo a las mujeres?
Un buen ejemplo para graficar
este corrimiento es el caso del sketch de Loretta en La vida de Brian (1979), el cual volvió a estar en la agenda de
discusión algunos meses atrás, cuando uno de sus creadores lo eliminó de la
visión teatral ante la presión de los actores y la corrección política. Para
quien no lo tiene presente, reunidos en el Coliseo de Jerusalén, los miembros
del Frente popular de Judea discuten una agenda de reivindicaciones contra las
autoridades y lo primero que aparece allí es una sátira al denominado hoy
“lenguaje no sexista” o “lenguaje inclusivo”. Es que uno de los protagonistas
es obligado a agregar el femenino ante cada frase (“todos y todas”, “ellos y
ellas”, etc.), lo cual hace tan laboriosa la conversación que acaba perdiendo
el hilo y olvidando lo que quería decir.
A continuación, uno de los
protagonistas plantea que desea ser llamado Loretta y que, a pesar de ser un
varón, tiene derecho a gestar un hijo. Uno de sus compañeros le indica que por
ser un varón no tiene las condiciones biológicas para parir, respuesta que hace
que “Loretta” se sienta “oprimida”. Finalmente, y no perdamos de vista que la
película fue estrenada en 1979, la mujer biológica del grupo interviene e
indica que aun cuando acordemos que “Loretta” no tiene la posibilidad de
engendrar un hijo, existiría el derecho a que un hombre pueda hacerlo. Cuál sería
el sentido de reivindicar un derecho que en la práctica es de imposible
cumplimiento, es la pregunta que realiza el más escéptico, aquel que hoy
llamarían “transodiante”, y recibe como respuesta que se trataría de “un
símbolo de nuestra lucha contra la opresión”. El remate del sketch lo tiene el
escéptico que sostiene que antes que una lucha contra la opresión, se trataría más
bien un símbolo de la lucha de “Loretta” contra la realidad. Hace 40 años era
una broma. Hoy hay gente que puede perder el trabajo, la vida pública y la
reputación por decir algo así. Cuesta llamar a esto “progreso”.
En cuanto a los otros ejemplos, el
modo en que los usuarios consumen los perfiles de los influencers es el mismo,
sea el influencer de carne y hueso, sea una creación de la inteligencia
artificial. Queremos máscara, artificio. Seguimos a quien admiramos, a veces
simplemente, por su belleza, y queremos opinar de su vida y de todas las vidas
ajenas. Esa es la transacción. ¿Acaso importa si esa vida ajena es real? Y, por
cierto, ¿acaso alguien cree que Kim Kardashian es más real que Emily y Aitana?
Asimismo, los filtros que otorgan
las aplicaciones hoy hacen que sean los seres humanos de carne y hueso los que
se parezcan a las creaciones de la inteligencia artificial y no a la inversa.
De hecho, ya se encuentra ampliamente documentado el modo en que han aumentado
las cirugías estéticas intentando emular el efecto de los filtros. La
distorsión es tal que una famosa a cara lavada puede no ser reconocida por
terceros o, peor aún, puede incluso no ser reconocida por ella misma frente al
espejo.
Para finalizar, entonces, sin
dudas debemos estar atentos a las consecuencias de una tecnología capaz de
hacer indistinguible la realidad de la ficción. Sin embargo, más urgente es
advertir que es una ideología, antes que una tecnología, la que genera las
condiciones de posibilidad para que, en nombre de progreso, la ficción esté
reemplazando a la realidad.