Esta semana conocimos a un boludo que pretendía ingresar a la
ciudad con sus tablas de surf en la camioneta. Apenas lo detuvo el control en
la ruta, los medios ya lo habían tildado de “boludo” en los zócalos. Al menos
hasta ese momento no había cometido ninguna ilegalidad pues volvía desde Brasil
y se dirigía a su casa. Pero cumplía con todas las características del chivo
expiatorio: bronceado, cara de nene de mamá, buen pasar económico, algo prepotente
con los prepotentes periodistas y lo inaudito: ¡llevaba tablas de surf en un
país en cuarentena! La lapidación pública fue absoluta.
Ahora bien, la aparición de este supuesto boludo, según
periodistas y opinión pública, me hizo pensar en otras boludeces que se andan
diciendo y que mencionaré a continuación:
Boludez 1: los que
están afuera son antipatria y merecen quedarse donde están
Sinceramente me parece una boludez y lo llamativo es que
quienes afirman esto suelen pertenecer a la misma clase social y haber
realizado ese tipo de viajes en el pasado. Es más: muchos de los que tienen
pasajes para los próximos meses a esos mismos destinos se burlan y exigen
castigo. ¿Ha sido una irresponsabilidad viajar en medio de una pandemia? Sí, yo
no lo hubiera hecho. ¿Nos da gracia que esos boludos que publicaban en sus
redes sociales fotos desde el aeropuerto diciéndole “Chau” a la Argentina y
puteando a Alberto, ahora apelen a la solidaridad y le pidan a Papá Alberto que
los traiga de vuelta? Sí, nos da gracia y por eso compartimos el meme que
afirma “No le regales el avión, enseñales a volar”, para que muchos de ellos
reflexionen cuando piden a los pobres que aprendan a pescar. Pero aun esos
boludos merecen estar en su casa y ni hablar todos aquellos que siguen varados
y que estaban afuera por trabajo, estudio, o porque simplemente juntaron una
guita durante todo un año para irse a Brasil. Entiendo las razones del gobierno
de postergar los regresos y hasta creo que tiene razón. Lo que no justifico es
esa especie de ensañamiento contra el que está afuera especialmente porque,
insisto, proviene de aquellos que podrían estar en esa misma situación. Y una
última curiosidad: muchos de los que se burlan y piden castigo son progres que
votaron a Alberto y defienden el Estado de Bienestar, la solidaridad y a
cualquiera que sea víctima de algo por el simple hecho de considerarse víctima.
Pero en este caso no. Parece que estar de viaje te transforma en un victimario,
un ser vil que le ha robado algo a alguien. Es casi un “algo habrás hecho”. ¡Tenés que pagar! ¡Se te tiene que castigar
porque nosotros estamos acá en cuarentena! ¡Cerdo capitalista!
Boludez 2: hay
gobernantes buenos que eligen la vida y gobernantes malos que eligen la
economía
Gran boludez repetida hasta el hartazgo. Parecería que de un
lado están los gobiernos que nos gustan decretando cuarentenas y defendiendo la
vida; y, del otro lado, los gobiernos que nos disgustan, aquellos que están en
contra de frenar el funcionamiento cotidiano de sus países. En este último
grupo encontraríamos a Trump, Bolsonaro y Johnson (también está López Obrador
pero a ese lo dejamos pasar porque nos gusta). De una manera u otra, con sus
estilos, sus exabruptos, sus actitudes injustificables y todo lo que podemos
decir de ellos, hicieron y hacen todo lo posible para no alterar el normal
desarrollo de la vida económica y social. Los epidemiólogos, la experiencia
cercana y la evidencia indicarían que estos presidentes están equivocados pero ellos
esbozan un argumento que podría resumirse así: parar el país por un virus que
igualmente nos va a atacar se transformaría en un remedio peor que la
enfermedad. Sin dudas, en algunos de los mencionados y en sus seguidores,
existe la idea de que conviene sacrificar viejos y pobres antes que afectar a
los poderes concentrados pero cuando se habla de defender la economía no se
habla solamente de calculadoras y gente rica. La economía también es gente,
también sos vos. Nadie duda que entre la salud y el dinero todos elegimos la
salud pero la decisión no es tan lineal ya que la relación entre la salud y el
dinero es compleja. Por las dudas lo aclaro: creo que lo que hace Alberto es lo
correcto pero lo que quiero decirles es que escuchemos otras razones también en
vez de cerrarnos por el simple hecho de que se trata de los gobiernos que no
deberían gustarnos. Porque si se para la economía, incluso en términos del
sistema de salud, el saldo puede ser grave igualmente. Quizás no por el
coronavirus pero sí por otra serie de padecimientos a los que se verá
enfrentada la población, sin contar, claro está, con la posibilidad cierta de
un estallido social. Pocos los dicen, pero cuando nos piden que nos quedemos
adentro, los que podemos cumplirlo somos los que tenemos un “adentro” donde
quedarnos. ¿Y los que no lo tienen? ¿Y aquellos que lo tienen pero ese adentro
es un infierno del cual es preferible escapar? Por último, y como para que se
comprenda esta boludez. En algún momento pensé comenzar esta columna de la
siguiente manera: con los 15 días de aislamiento la Argentina evitó 300
muertes. ¿Por coronavirus? No, por
accidentes de tránsito, ya que el promedio es de 20 muertos por día. Ahora
imaginen un gobierno que recién asumido afirme: “yo privilegio la salud por
sobre la economía y, por ello, decreto que no se pueda transitar más en auto,
camión, etc. Sabemos que esto afectará la economía del país pero salvaremos más
de 7000 vidas. ¡Vamos! ¡Todos a tomar sus bicicletas!”.
¿Les resultaría razonable ese gobernante? Claro que no. Y sin
embargo estaría privilegiando la salud por sobre la economía. Entonces, no
repitamos boludeces. Brindemos argumentos para defender una posición que, en mi
caso, coincide con la que tomó el gobierno hasta ahora. Pero slogans no.
Boludez 3: el mundo ya
no será el mismo después de esta pandemia
Boludez que se repite espasmódicamente. A todos nos excita
ser testigos de un hecho histórico. Todos soñamos con decirles a nuestros
hijos: “yo estuve ahí”; “yo presencié tal o cual cosa”. Y la verdad es que
nadie sabe qué va a pasar el día después de la pandemia. Es casi como jugar a
la ruleta. El filósofo esloveno Slavoj Zizek, algo ansioso y a contramano de
aquella sabia frase que indica que la filosofía llega tarde ya que intenta explicar
las cosas una vez que sucedieron, escribe un libro sobre Coronavirus que acaba
de salir publicado. Allí afirma que la pandemia resignificará el mundo ya que
pone en jaque al capitalismo financiarizado pero también al modelo comunista
chino. Asimismo, indica, el virus golpeará a los populismos estilo Trump porque
quedaría en evidencia que el nacionalismo cerrado no es posible, de lo cual se
sigue que, poscoronavirus, iremos hacia un modelo en el que deberán florecer
los vínculos de asociación y solidaridad entre personas y también entre Estados;
frente a ello, el filósofo coreano Byung Chul Han, sale a responder que, por el
contrario, el día después del coronavirus se exacerbará lo peor del
capitalismo. ¿Por qué? Porque al actual sistema se le agregará la eficacia del
control y la vigilancia que la tecnología le ha permitido llevar adelante a
países como China que, según él, son capitalistas en lo económico pero
autoritarios en lo político. Mi intuición me acerca a Byung Chul Han antes que
a Zizek porque entiendo que en el caso de este último, más que un diagnóstico,
hay voluntarismo pero sinceramente no sé qué va a ocurrir. Lo interesante es
que los dos filósofos mencionados tampoco lo saben.
Boludez 4: el
cumplimiento de la cuarentena es el triunfo del sentido colectivo por sobre el
individualismo
Gran boludez. Como si la experiencia de 2015 en Argentina
hubiese ocurrido hace 100 años. Nos repetíamos que habíamos ganado la batalla
cultural, que la patria era el otro, pero el kircherismo se deshacía en guerras
intestinas propiciadas, en muchos casos, por referentes, más o menos
importantes, que lo único que buscaron fue salvarse individualmente sin
importarle el destino del espacio ni de los que habían dado todo por él. La
respuesta del electorado fue contundente: el 51% de la gente votaría la
antítesis de todo lo que se había pregonado durante 12 años.
¿Ahora volvemos a decir que por aplaudir a los enfermeros por
el balcón los argentinos asumimos la importancia del rol del Estado? ¿En serio
lo estamos creyendo? ¿Lo estamos creyendo por desmemoriados o porque todo el
periodismo lo está repitiendo cerrando filas como si se estuviera frente a una
guerra? ¿Tan ingenuos seremos nuevamente? El gobierno está obligado a insuflar
un sentimiento patriótico, de unidad, y si yo fuera presidente haría lo mismo.
Pero no soy presidente y puedo tratar de pensar que las razones para obedecer
una cuarentena son múltiples. Muchos lo hacemos por tener conciencia de que la
salida a esta situación es colectiva y porque sabemos que el imperativo
categórico nos dice que no debemos hacer lo que no nos gustaría que otros
hicieran. Pero hay gente que obedece la cuarentena por razones estrictamente
egoístas o por estar aterrorizada.
No estoy aquí para juzgar cuál es la mejor razón para
obedecer. Simplemente describo para que luego no nos decepcionemos cuando,
pasada esta situación, buena parte de los argentinos vuelvan a actuar como no
nos gusta.
Por todo esto, antes de decirle boludo al boludo de las
tablas de surf, tratemos de no repetir boludeces. No sea cosa que terminemos
dándonos cuenta que, al fin y al cabo, los boludos éramos nosotros.