Debo confesar que a partir de los sucesos de público conocimiento, desde hace ya más de 100 días estoy tentado a escribir una nota que se llame “los idiotas”. Finalmente, creo haber encontrado el momento. Pero para que no se malinterprete diré que no me refiero a la cadena nacional de los medios privados que transmite en vivo y en directo cualquier exabrupto de un De Angeli que más que un Blumberg campechano parece cada vez más un Jacobo Winograd patriotero; tampoco a la supuesta demostración de militancia que suponen las carpas K ni a la insólita persistente cobertura que se les da; tampoco voy a referirme al Gobierno de la Ciudad que en su ineficacia ni siquiera puede lograr el desalojo de esas carpas ni a las poco felices acciones y declaraciones de Delia ni a la funcionalidad de ex líderes sociales como Castells; no se tratará tampoco de hacer un análisis de las cadenas de mails ciberrevolucionarias ni de los valientes comentarios de anónimos en blogs.
También es necesario aclarar que cuando digo idiotas no me refiero a los que ponen en primera plana el sismo político que produjo la conmocionante derrota del kirchnerismo en una ciudad termómetro de la Argentina como lo es aquella que es conocida por el crimen de Nora Dalmasso, ni hago alusión a aquellos que consideran que Riquelme es el jugador número 1 de la Argentina. Permítaseme agregar que en este caso tampoco voy a decirles idiotas a aquellos que, una vez muerto, consideran que Neustadt, al fin de cuentas y más allá de algunas opiniones controvertidas, era un gran comunicador y un hombre fiel a sus ideas; tampoco llamaré idiotas a los idiotas que consideran que el Congreso tiene una oportunidad histórica de demostrar su utilidad. A ninguno de estos personajes citados llamaré hoy idiotas.
Más bien llamaré idiotas a un conjunto de ciudadanos comunes algunos de los cuales ocupan espacios en medios de comunicación, que han interpretado que la nota escrita por Verbitsky este domingo en Página 12 ( http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-106452-2008-06-22.html ) suponía un viraje en el pensamiento del periodista hacia posiciones anti K.
Para explicar esta oligofrenia interpretativa, Orlando Barone hizo mención a un libro de Wiñazki, cuyo título resulta bastante explicativo: La noticia deseada. En este caso, es tal el deseo de ciudadanos comunes y vecinos de escuchar críticas al gobierno de parte de intelectuales que alguna vez fueron afines a éste, que llovieron comentarios a las radios anunciando la buena nueva del cambio de Verbitsky sin percatarse la ironía, que por momentos ni siquiera fue fina, que desarrolló a lo largo de todo su artículo.
Entiendo que Verbitsky introdujo en su nota, a modo de mofa y con el fin de desnudar la precariedad de algunos argumentos, la catarata de pareceres del sentido común que intentan dar cuenta de la realidad política y que poco tienen que ver con las verdaderas falencias que tiene este gobierno. En su nota, el periodista afirma que los problemas de la Argentina son: la confusión que genera el doble comando ya que la gente no sabe quién gobierna; las peleas de la Presidenta con el ex presidente; el afán de dividir el país; el odio de Kirchner; la utilización de las madres de Plaza de Mayo; la soberbia de la Presidenta: la falta de conferencias de prensa; la no invitación al diálogo; la ausencia de calidad institucional; las joyas de la Presidenta; las apariciones públicas de Kirchner. Verbitsky también exigió emular a España en la resolución del conflicto de las rutas (como pedían muchos analistas) y también reclamó que la Presidenta oiga las palabras del humilde líder agrario Alfredo de Angeli, como así también que acceda a que líderes democráticos como Buzzi, alguien con declaradas convicciones religiosas, imparta clases de democracia.
Siguiendo con el juego, el periodista de Página 12 también criticó al ex presidente por no confrontar con Duhalde, por no hacer una exégesis del pensamiento de Delía y por no reconocer la brutal y genocida represión realizada a los cientos de miles de hambreados campesinos revolucionarios de Gualeguaychú.
Todo esto dijo Verbitsky irónicamente en una nota que muchos idiotas interpretaron literalmente. Detrás de este deseo de viraje está la idea de que el arrepentimiento es una vía de acceso a una verdad privilegiada. Casi a la manera de la dialéctica hegeliana, el arrepentido llega a una verdad superior porque ha pasado por el error, por el mal, y la salida de allí supone una superación jerarquizada por contener en sí su negación. Además, mejor si el arrepentido es un intelectual pues al fin de cuentas siempre se nos siembran dudas cuando alguien formado piensa distinto que nosotros.
También es necesario aclarar que cuando digo idiotas no me refiero a los que ponen en primera plana el sismo político que produjo la conmocionante derrota del kirchnerismo en una ciudad termómetro de la Argentina como lo es aquella que es conocida por el crimen de Nora Dalmasso, ni hago alusión a aquellos que consideran que Riquelme es el jugador número 1 de la Argentina. Permítaseme agregar que en este caso tampoco voy a decirles idiotas a aquellos que, una vez muerto, consideran que Neustadt, al fin de cuentas y más allá de algunas opiniones controvertidas, era un gran comunicador y un hombre fiel a sus ideas; tampoco llamaré idiotas a los idiotas que consideran que el Congreso tiene una oportunidad histórica de demostrar su utilidad. A ninguno de estos personajes citados llamaré hoy idiotas.
Más bien llamaré idiotas a un conjunto de ciudadanos comunes algunos de los cuales ocupan espacios en medios de comunicación, que han interpretado que la nota escrita por Verbitsky este domingo en Página 12 ( http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-106452-2008-06-22.html ) suponía un viraje en el pensamiento del periodista hacia posiciones anti K.
Para explicar esta oligofrenia interpretativa, Orlando Barone hizo mención a un libro de Wiñazki, cuyo título resulta bastante explicativo: La noticia deseada. En este caso, es tal el deseo de ciudadanos comunes y vecinos de escuchar críticas al gobierno de parte de intelectuales que alguna vez fueron afines a éste, que llovieron comentarios a las radios anunciando la buena nueva del cambio de Verbitsky sin percatarse la ironía, que por momentos ni siquiera fue fina, que desarrolló a lo largo de todo su artículo.
Entiendo que Verbitsky introdujo en su nota, a modo de mofa y con el fin de desnudar la precariedad de algunos argumentos, la catarata de pareceres del sentido común que intentan dar cuenta de la realidad política y que poco tienen que ver con las verdaderas falencias que tiene este gobierno. En su nota, el periodista afirma que los problemas de la Argentina son: la confusión que genera el doble comando ya que la gente no sabe quién gobierna; las peleas de la Presidenta con el ex presidente; el afán de dividir el país; el odio de Kirchner; la utilización de las madres de Plaza de Mayo; la soberbia de la Presidenta: la falta de conferencias de prensa; la no invitación al diálogo; la ausencia de calidad institucional; las joyas de la Presidenta; las apariciones públicas de Kirchner. Verbitsky también exigió emular a España en la resolución del conflicto de las rutas (como pedían muchos analistas) y también reclamó que la Presidenta oiga las palabras del humilde líder agrario Alfredo de Angeli, como así también que acceda a que líderes democráticos como Buzzi, alguien con declaradas convicciones religiosas, imparta clases de democracia.
Siguiendo con el juego, el periodista de Página 12 también criticó al ex presidente por no confrontar con Duhalde, por no hacer una exégesis del pensamiento de Delía y por no reconocer la brutal y genocida represión realizada a los cientos de miles de hambreados campesinos revolucionarios de Gualeguaychú.
Todo esto dijo Verbitsky irónicamente en una nota que muchos idiotas interpretaron literalmente. Detrás de este deseo de viraje está la idea de que el arrepentimiento es una vía de acceso a una verdad privilegiada. Casi a la manera de la dialéctica hegeliana, el arrepentido llega a una verdad superior porque ha pasado por el error, por el mal, y la salida de allí supone una superación jerarquizada por contener en sí su negación. Además, mejor si el arrepentido es un intelectual pues al fin de cuentas siempre se nos siembran dudas cuando alguien formado piensa distinto que nosotros.
Si bien para algunos, esta interpretación dialéctica es la muestra fiel de que Cristina no es alguien especial ya que la Argentina estaría llena de hegelianos como ella, a mí me interesaría regresar al tema de esta nota y cerrar con una pregunta: ¿a qué nivel de idiotez hemos llegado para no darnos cuenta que a muchos de los argumentos que se repiten a diario no les hace falta nada para conformar una perfecta ironía?