Si la política está hecha de
gestualidades y símbolos, un repaso rápido por la disposición de los que
acompañaron en el palco a CFK en el acto del 25 de mayo, podría dar alguna
pista del futuro cercano. Si tomamos la primera línea, parece claro que, aun
cuando no sepamos en qué orden ni en qué lugar exactamente, la candidatura a
presidente y vice, y la candidatura para la gobernación de Buenos Aires,
tendría los nombres puestos: De Pedro, Massa y Kicillof.
Las especulaciones son varias y
hay hasta quienes dicen que De Pedro o Massa podrían ir a la gobernación en
tanto Kicillof sería el candidato a presidente. Mi intuición dice que Kicillof
se queda en Provincia donde hoy es el favorito, pero todo puede pasar.
A nivel nacional, en todo caso,
aun si se tomara la decisión de que fuera Kicillof, el dilema es similar al del
2019: ¿vamos con los propios para transformarnos en una oposición robusta o tratamos
de abrir lo más posible, incluso al precio de que el presidente no sea de los
nuestros, para intentar ganar? Si se elige la primera alternativa, Kicillof o
Wado serían los posibles candidatos, ambos hijos de la generación diezmada. Si
se elige la segunda, allí entraría Massa.
¿Por qué no elegir la estrategia
de 2019 si electoralmente fue exitosa? Porque, hoy en día, abrirse a uno “de
afuera”, como podría ser Massa, no garantiza el triunfo. De aquí que muchos
vean las encuestas y digan: ya que vamos a perder, perdamos con uno de los
nuestros y garanticemos un bloque homogéneo en las cámaras.
Siguiendo con el acto, si bien
está claro que CFK no se retira de la política, detrás de ella estaba su
familia, incluso sus nietos por primera vez en un lugar central. Una vez más:
el futuro siempre es incierto en Argentina, pero el 25 daba la sensación de que
CFK, si bien no se despedía, difícilmente vuelva a ser candidata. En todo caso
se reservará un liderazgo en las sombras y su capital simbólico. No es poco.
Y a propósito del futuro, aunque
el discurso hizo énfasis en la necesidad de renegociar con el FMI y establecer
algunos mínimos acuerdos, como suele ocurrir en las intervenciones públicas,
CFK estuvo más preocupada por reivindicar su gobierno que por exponer los
senderos por los que debería transitar un eventual próximo mandato. Pareciera tan
potente ese pasado, que no tiene lugar para la novedad.
Pero digamos que con CFK y Macri
afuera de la contienda electoral, parece abrirse una nueva etapa en la
Argentina. Si será mejor o peor, no lo sabemos. Es que, generacionalmente, con
la excepción de Patricia Bullrich, todos los potenciales candidatos a
presidente con aspiraciones andan por los 50 y pico y, en el caso de Wado,
apenas 46.
Con las enormes transformaciones
que se han sucedido en el mundo, a priori se podría suponer que una nueva
generación de dirigentes es necesaria, pero debemos recordar también que lo
nuevo no siempre es lo bueno. En todo caso, pertenecer a una generación
diezmada o a los hijos de esa generación, no garantiza nada y no hay ninguna
virtud intrínseca en el hecho de haber nacido después que otros.
Era hora de que así fuese, pero
quizás no haya sido casual que el kirchnerismo haya corrido sutilmente su
discurso para dejar de hablar de los jóvenes y centrarse en los hijos de la
generación diezmada, aquellos que, con cuarenta y pico largos, ya han dejado de
ser jóvenes aunque intenten aparentarlo. Es que la juventud, a diferencia de lo
que sucedía 10 años atrás, es, como mínimo, un terreno en disputa donde hay una
enorme cantidad de sub 20 que son partidarios de visiones de derecha,
seguramente algo cansados de que una nueva religión les diga qué comer, cómo
hablar, cómo comportarse, a quién amar y qué chistes hacer.
Si la juventud, o una parte de
ella al menos, ya no es tan confiable, hay que centrarse en los “hijos de” (nosotros).
Una vez más, presentarlo de ese modo no es casual pues lo que se intenta es
trazar una continuidad ideológica más que un rango etario. Al fin de cuentas,
Milei tiene 5 años más que Wado de Pedro y calificaría como hijo de la
generación diezmada si nada más que de la edad se tratara.
Pero allí surge otro
interrogante: ¿cuál es la propuesta de país que tienen los hijos de la
generación diezmada? ¿O acaso los hijos de la generación diezmada vienen a
proponer lo mismo que sus padres, aunque con menos arrugas y canas? No estaría
ni mal ni bien, pero en todo caso habría que decirlo. Si traen alguna novedad,
¿cuál sería? ¿Hay alguna diferencia en la visión de país de Wado y CFK? ¿Y entre
la de Kicillof y CFK?
Este planteo obedece a que quizás
pueda tener un rédito electoral hablar de “hijos de una generación diezmada”
pero también supone un riesgo. Dicho en otras palabras, detrás de esa
denominación subyace una idea victimista demasiado acorde a los tiempos.
Efectivamente, como todos sabemos, hoy en día lo único que importa es poder
justificar de alguna manera ser víctima de algo porque una vez establecida esa
condición, se otorga una suerte de cheque en blanco y se corre del debate a cualquiera
que ose ponerlo en duda. La víctima siempre tiene razón y en tiempos donde ni
siquiera es posible discutir sobre una base empírica común, una condición que
nos permita siempre estar en la verdad, vale oro.
Pasó en la semana con el exabrupto
de Levinas que, al tratar de explicarlo, tartamudeó más que el aludido. El
ejemplo viene al caso, porque cuando todos pretenden ser víctimas de algo, si
hay alguien que efectivamente ha sido víctima de algo es Wado de Pedro, por la
historia familiar trágica que todos conocemos. Wado es el ejemplo de cómo la
dictadura militar le ha jodido la vida a generaciones de argentinos con
consecuencias todavía visibles. Y sin embargo, si él fuera el candidato, sería
bueno que quienes lo elijan, lo hagan independientemente de esa condición,
porque ser víctima no lo va a hacer mejor gobernante. Aunque resulte una
obviedad hay que decirlo: su eventual gobierno dependerá de su capacidad y no
de lo que padeció.
Para finalizar, si el acto tuvo
una única convocante, también tuvo un único excluido: el presidente.
Asumiendo cada vez más un perfil
meramente protocolar, el presidente no gobierna, pero da entrevistas. No mucho
más que eso. En todo caso anotará como una victoria propia si el internismo y
algún ego desbocado obliga a unas PASO en el oficialismo. Con todo, como ya
hemos dicho aquí: si hay algún tipo de acuerdo entre kirchnerismo y massismo,
como parecería que va a haber, difícil que haya una PASO en el oficialismo.
Aunque no lo podrá decir
públicamente, en todo caso, el gran triunfo del presidente es haber logrado que
el dedo de CFK ya no alcance para ungir presidentes. Sin embargo, probablemente
sí alcance para ungir candidatos irresistibles dentro del Frente.
Y hablando de resistencias, con
algunos espacios dentro del oficialismo, a saber, movimiento Evita, CGT,
algunos gobernadores, etc., sucede algo curioso: se pasan 3 años y medio
tratando de esmerilar a CFK hasta que ven las encuestas y vuelven cansados a
casa. Desde el 2013, al menos, vienen haciendo eso. Alguna vez les resultará
porque ni CFK ni el kirchnerismo son eternos, pero hasta ahora han fracasado y
solo reivindican la unidad cuando de armar listas competitivas se trata. Con el
albertismo, que nunca existió, seguramente esté pasando algo similar, y de hecho
ya se ve a algunos de los pocos que todavía se mantienen cerca del presidente,
pegar el salto.
La mesa política que el
kirchnerismo y el massismo le reclamaban al presidente, parece que ya no será
necesaria porque entre los primeros tomarán las decisiones, le guste o no a un
presidente que aspira a que una lectura benevolente lo recuerde como un
presidente que tuvo mala suerte.
En las próximas semanas sabremos
por fin cuáles serán las fórmulas y comenzará una etapa en la que sin un
presidente que busque la reelección, todos los candidatos serán opositores,
incluso hasta el propio Massa, el actual administrador del gobierno. El hecho
de que haya un 10% de inflación mensual en alimentos, obliga a que,
independientemente de la generación a la que pertenezcan, nos digan rápido qué
piensan hacer.