Finalmente,
Sergio Massa decidió encabezar la lista de diputados de su Frente Renovador y
el impacto electoral que esto pueda tener comenzará a tomar forma en las
próximas semanas. Con todo, me permito adelantar, aun a riesgo de exponerme al
ridículo el día posterior a las elecciones, que parece haber una sobrestimación
de la performance electoral del intendente de Tigre y su posicionamiento hacia
el futuro. Todo puede ocurrir pero, los que lo ubican como un presidenciable
para 2015 quizás estén bloqueando su capacidad de análisis con una enorme
autoinoculación de deseo. En este sentido, si a Massa le fuese muy bien en
estas elecciones, seguramente podrá aspirar a la gobernación de la provincia,
aunque ni siquiera para ello tendrá un camino limpio de obstáculos.
¿Pero por qué
Massa surge como la nueva esperanza blanca? ¿Por qué no acudir a los opositores
de siempre, los De Narváez, los Macri? ¿Acaso será que Massa no es un opositor?
Empezaré tratando de responder a este último interrogante con algunos datos de
los senderos políticos que transitó Massa en los últimos años: director del
Anses puesto por Duhalde y refrendado por Néstor Kirchner; parte de la lista
“testimonial”, detrás de Scioli y Nacha Guevara, que en 2009 acompañó al marido de la
presidenta enfrentando, y perdiendo, frente a De Narávez; Jefe de Gabinete en
la primera presidencia de CFK.
Sin embargo,
esta cercanía al kirchnerismo, contrasta con su decisión de armar una lista por
fuera del FPV, y con dos anécdotas sintomáticas de su relación con el gobierno:
por un lado, las que surgen de las revelaciones de Wikileaks y muestran al
actual intendente de Tigre afirmando, en la Embajada estadounidense, que Néstor
Kirchner era un “psicópata”, un “monstruo” y un “perverso”, entre otras cosas. Por
el otro, la que se menciona en la biografía autorizada que Sandra Russo
escribiera de la presidenta y que detalla el momento en que Boudou le lleva a CFK
su propuesta de recuperar para el Estado los fondos previsionales. Allí la
presidenta recuerda a un Massa con una risa “histérica” (SIC) nervioso ante la
propuesta, del actual vicepresidente, que generó uno de los cambios
estructurales más importantes de la Argentina.
Esta última
anécdota lo pinta, al menos, como un timorato, algo coherente con su accionar
de las últimas semanas en la que su indecisión y su silencio nos hacía recordar
al mejor Reutemann. Sin embargo, hay
otras buenas fuentes y otras tantas acciones que muestran a Massa como un joven
emprendedor, ambicioso y, sin dudas, exitoso en su municipio. En esta línea, al
menos por el tratamiento que se le ha dado en las últimas semanas, las
corporaciones económico-mediáticas parecen haber puesto en valor su arrojo
frente a esa mezcla de incapacidades y tibiezas que han encontrado en ex
esperanzas como Cobos, Binner, De Narváez, Macri y hasta el mismísimo Scioli.
En esta línea
podría decirse que el lugar preponderante que se le ha dado a Massa desde la
tapa de los principales diarios obedece más a un escenario desesperado en el
que la merma en la intención de voto que tiene el oficialismo no redunda en el
fortalecimiento de una opción opositora. De hecho, tener que acudir a Massa
puede verse como la demostración del fracaso de la línea política que las
corporaciones mediáticas han dictado a la dirigencia opositora
antikirchnerista. Pues, hasta ahora, seguramente más por conveniencia que por
convicción, Massa no ha salido a practicar antikirchnerismo zonzo. En este
sentido Massa sí parece haber entendido la lección venezolana, esa que llevó
adelante Capriles y que buscó diferenciarse de Chávez reconociendo como piso
algunas conquistas del modelo bolivariano. Esto lo diferencia, al menos en el
plano discursivo, de los principales candidatos opositores de la Argentina y de
las usinas ideológicas que, en forma de editoriales, fundamentan esa posición con
más bilis que razonabilidad.
El punto es
que la necesidad de exposición pública, naturalmente, tiende a desbalancear el
equilibrio cómodo de la ambigüedad y a Massa se le exigirá tomar partido. Por
ello, no le alcanzará con frases insólitamente vacías como “vamos a apoyar lo
que se hizo bien y a criticar lo que se hizo mal”, como si existiera algún ser
vivo en el universo que pudiera afirmar lo contrario. En este sentido, Massa,
hasta ahora, sólo ha sido tajante respecto de su rechazo a una modificación
constitucional que permita una nueva reelección. En temas como ley de medios y
reforma judicial ha eludido pronunciarse o ha caído en otras ambigüedades como
“lo que hace falta es estar cerca de la gente”. En síntesis: nada. Esa nada,
claro está, intentará surfear para traccionar votos kirchneristas y
antikirchneristas pero la polarización existente en la Argentina actual
obligará a tomar partido en un contexto en el que no hay mucho lugar para los
tibios. Qué será de Massa, electoralmente hablando, cuando, seguramente,
comience a profundizar sus críticas al kirchnerismo, es algo que no se puede
saber con certeza pero que preocupa más a De Narváez que al kirchnerismo. En cuanto
a las grandes corporaciones, la salida al ruedo de Massa supone, de por sí, un
triunfo porque, especulan, como mínimo, logrará robarle algún voto al
kirchnerismo y debilitarlo.
Por ello, no
debiera sorprender que en las próximas semanas se agudice la construcción
mediática de Massa como la última esperanza blanca, más allá de que ese
transitar no estará exento de acusaciones varias como la de ser un “presente
griego K” en tierras bonaerenses o la nueva mutación de un PJ no kirchnerista que
buscará mantener una forma de poder que eriza la pelambre del arco ideológico
antiperonista.
En todo caso,
sucederá algo parecido a la historia del Golem. Para el que no lo recuerda, se cuenta
que el rabino de Praga, allá por el siglo XVI creó, a partir de un cúmulo de
materia informe, a una criatura que pudiera defender la sinagoga de los ataques
antisemitas. Para darle vida le inscribió en la frente la palabra EMET que
significa “Verdad”. Pero lamentablemente, este ser, una suerte de autómata, humanoide,
se caracterizaba por ser bastante torpe, no poder hablar y ni siquiera ser
capaz de terminar actividades básicas como barrer el piso. De aquí que el
rabino decidiera acabar con su creación y, siguiendo la lógica de la Cábala
judía, lo hizo a través del valor de las palabras. Así, se acercó hasta la
frente del Golem y le quitó la primera “E” transformando la palabra “EMET” en
“MET”, esto es, “muerte”.
Como se puede
observar, es bastante parecido a lo que sucede con los candidatos empujados por
los medios. Acceden a la vida a través de una decisión de sus creadores pero en
la medida en que no sean útiles y no cumplan con el cometido para que el que
fueron creados, son invisibilizados y, en algunos casos, castigados con saña.
Este parece ser el caso de Cobos, Macri, De Narváez, Binner y Scioli,
candidatos a los que se les quitó la “E” de “Elegidos” de la frente. Podrán
revivir y ser nuevos Golem pero los creadores, parece que, por ahora, han
decidido dedicarse a moldear una nueva masa informe.