Como suele ocurrir, el día
posterior al cierre de las listas sirve para observar cómo todas las hipótesis,
elucubraciones y advertencias que realizamos los analistas son burladas por la
realidad y dan pie a un nuevo escenario que tratamos de explicar. En otras
palabras, dejamos a un lado las predicciones y pasamos a tratar de dar cuenta
de lo que pasó pues un cierre de listas siempre brinda mensajes.
En este sentido, podríamos decir
que la elección de Zannini fue una señal hacia adentro del kirchnerismo, una
garantía de continuidad capaz de acabar con los reparos que la “pata
progresista” del kirchnerismo tiene en relación a Scioli. Nadie había imaginado
que CFK jugaría ese as pero el efecto ha sido claro y encolumnó a las filas
pues la fórmula logra la síntesis entre el peronismo más clásico representado
por el PJ, los intendentes y los gobernadores (claramente alineados con Scioli)
y el núcleo duro del kirchnerismo (representado por Zannini).
El que, claramente, se disgustó
con la decisión, fue Randazzo y el disgusto es tan comprensible como
injustificable pues la presidenta le dio, al Ministro del Interior y
Transporte, “la caja” y “los fierros” para que se instalara como candidato y,
sin embargo, las encuestas no le daban. De aquí que, desde mi perspectiva, CFK,
evaluando los escenarios y, a días del cierre de las presentaciones, avanzó en
la idea de ubicar a Zannini al lado de Scioli. Pues, ¿ustedes se imaginan el
desgaste que hubiera significado, para el FPV, 6 semanas de ataques furiosos de
Randazzo a Scioli, ataques que incluían llamarlo candidato de Clarín y del
establishment para equipararlo con Macri? Por ello es que, entiendo, CFK
imaginó que, en caso de mantenerse dos fórmulas para competir en las PASO, el
lunes después de la elección en la que Scioli ganara la interna, tendría a la
“izquierda kirchnerista” llamando a votar en blanco puesto que el
vicepresidente de Kirchner y el dos veces gobernador de la Provincia finalmente
sería “lo mismo que Mauricio Macri”, y a un FPV obteniendo más que la alianza
PRO-UCR-CC pero con el detalle de que, candidato contra candidato, Macri
obtendría más o los mismos votos que Scioli. Esto obedece a que Randazzo sumaría
entre 10 y 15 puntos y Scioli estaría entre los 25 y los 30, número similar al
que tendría un Macri compitiendo en una interna contra candidatos que, sumados,
no llegan a los dos dígitos. Asimismo, se impondría la interpretación de que
Randazzo era el “candidato puro” y que entre un 85 y un 90% del electorado se
habría manifestado en las urnas contra el kirchnerismo de paladar negro. ¿Por
qué iba CFK a exponerse a esto y jugarlo todo por un candidato como Randazzo
que tampoco era del riñón y de su extrema confianza? Este punto no hay que
olvidarlo porque en ciertos sectores filokirchneristas se había constituido una
particular imagen de Randazzo. La culpa no fue enteramente del actual Ministro
del Interior y Transporte sino del kirchnerismo antisciolista que, en tanto tal,
hubiera erigido a cualquier alternativa a Scioli como el nuevo Che Guevara que
venía bajando de Sierra Maestra al grito de “Soy el guardián del modelo”. Fue
curioso porque algunos seguidores de Randazzo, junto a los operadores de la
sempiterna derecha mediática, quisieron instalar una remake del cisma producido
el día en que Perón llamó “imberbes” a los montoneros. Así, de repente,
Randazzo era más kirchnerista que CFK y en las redes sociales, agora virtual si
las hay y bien alejada de la simbología y la potencia de la ocupación del
espacio público y el territorio, no faltaba alguno con ganas de cantar: “¿Qué
pasa Cristina? Está lleno de gorilas el gobierno popular”. Son los mismos que,
seguramente, no sabrán qué responder cuando se los interpele y se les pregunte:
¿Te parece que Scioli es igual a Macri? ¿Sí? ¿Eso quiere decir que te da lo
mismo votar a uno o al otro más allá de que uno fue parte del proyecto durante
12 años? ¿Te da lo mismo votar a Zannini, que acompañó a Kirchner y a CFK
durante 30 años, que a Michetti? ¿Te da lo mismo votar el programa económico de
Axel Kicillof que el de Patricia Bullrich, ambos competidores a diputados
nacionales por CABA? ¿Te da lo mismo, la historia, el presente y el futuro de
Wado de Pedro que la historia, el presente y el futuro de Fernando Niembro? Las
comparaciones podrían continuar cargo por cargo y es aquí donde se ve con mayor
claridad la presencia de los hombres y mujeres más identificados con la
presidenta. Porque los que suponían que no iba a comprometerse con la nueva
etapa, que iba a jugar a perder, como Menem hizo con Duhalde, se equivocaron y
observaron atónitos cómo las principales figuras del kirchnerismo se encuentran
en las listas pues, a los ya mencionados, habría que agregar las fórmulas que
disputan la provincia de Buenos Aires, Jorge Taiana, Agustín Rossi, Julio de
Vido, Andrés Larroque, Diego Bossio, Teresa Parodi, Daniel Filmus, gobernadores
que, sin posibilidad de ser reelectos cargos ejecutivos, buscan un lugar en el
poder legislativo, etc. En otras palabras, en caso de ganar Scioli, la actual
presidenta tendría a su mano derecha presidiendo un senado en el que se
descuenta una mayoría oficialista y una cámara de diputados en la que será,
como mínimo, una primera minoría al borde de la mitad más uno.
Para concluir y evitar caer en
una columna meramente explicativa déjeme plantear lo que, creo, son los dos
grandes interrogantes que aparecen en el horizonte en caso de que el nuevo presidente
sea Scioli: qué va a hacer la oposición, y con ello no me refiero a la dirigencia
política opositora sino a los poderes fácticos que han enfrentado la política
gubernamental desde el año 2003, y qué va a ocurrir con el oficialismo “puertas
adentro”.
Respecto a la primera cuestión,
la desazón y el odio que pululan en cada una de las líneas de los
editorialistas portavoces de las grandes corporaciones daría a entender que
está asumida la derrota en octubre. Por supuesto que todo puede pasar, que el
escenario sigue abierto y que se intentará esmerilar al candidato oficial pero
todos asumen que, hoy por hoy, Scioli lleva las de ganar. En ese sentido, la
apuesta es a una fractura del oficialismo antes de cumplirse los 2 años de
mandato de Scioli. Desde mi punto de vista, CFK atisba esa estrategia y por eso
ha ubicado a sus principales espadas en lugares clave que incluyen la línea de
sucesión, y apuesta, como decía antes, a obtener una cantidad de votos que le
permita seguir controlando la cámara Baja pues se da por descontado ese
escenario en la Alta. De ese modo, frente a lo que se auguraba hace un tiempo,
esto es, un gobierno en minoría obligado a negociar con el parlamento, tenemos
un escenario en el que la oposición no podrá tan fácilmente intentar seducir o
presionar a Scioli, al menos, desde el ámbito legislativo.
Respecto a la segunda cuestión,
se trata de un panorama impredecible e inédito en el peronismo pues salvo en aquellas
semanas en las que Cámpora estuvo al frente del Gobierno, nunca se dio el hecho
de un presidente erigido desde el campo nacional y popular que deba convivir
con una conductora del movimiento que no ocupa cargo alguno. Allí se abre un foco
de tensión que seguramente irá in
crescendo en la medida en que se acerquen las elecciones de 2017 pero es
natural que cualquiera que asuma la presidencia y, en tanto tal, posea “la
lapicera”, quiera rodearse de su propia gente e imponer sus condiciones. Dado
que la experiencia y los manuales de teoría política siempre han remarcado la
imposibilidad de una coexistencia pacífica entre dos reyes, restará observar el
rol que asuma Scioli en caso de ganar pero, sobre todo, el que decida asumir
CFK. Así, es probable que, desde 2016, buena parte de la política nacional
gravite en torno a esa tensión.