El apoyo del establishment a la
gestión de Massa tiene diversas interpretaciones pero una de ellas es que el
poder económico del país entiende que, en la Argentina, el único espacio con la
espalda política suficiente para ajustar es el peronismo. Es más, incluso
muchos antiperonistas dicen que, al fin de cuentas, es el peronismo el único
espacio capaz de gobernar en un país que lo que necesita es, sobre todo,
autoridad, ejercicio del poder. Y eso es algo que el peronismo, desde sus
orígenes, lo entendió perfectamente. El razonamiento entonces podría
encadenarse para afirmar que dado que el peronismo es el único capaz de
gobernar, es también el único capaz de poder tolerar los costos políticos de un
ajuste. Naturalmente, la oposición sale al cruce de esta lógica afirmando que
se trata de un mito. De hecho, recuerden que el gobierno de Macri exhibe como mérito
ser el único gobierno no peronista de la última etapa democrática que cumplió
su mandato. “¿Vieron que podemos ajustar y terminar el mandato sin ser
peronistas?”, podría ser una de las lecturas posibles de ese posicionamiento.
Quien sigue esta columna con
continuidad sabe que intento evitar caer en dos facilismos: tanto el que afirma
que un “ajuste” tradicional es la única alternativa como el que indica que
cualquier ajuste es de derecha. A veces hay que ajustar y asumir los costos
políticos de ello. Dicho esto, hay muchas formas de hacerlo y de distribuir las
cargas de tales ajustes. Entiendo que de eso es de lo que se va a hablar en los
próximos meses y, por qué no, en los próximos años.
Massa tiene, entonces, el
compromiso de liderar un proceso de ajuste que sea apoyado por el peronismo
para lograr el sueño húmedo de un “gran acuerdo del 70% de la Argentina”, el
mismo por el que viene pregonando Rodríguez Larreta. ¿Significa que Massa y
Larreta son lo mismo? No. ¿Significa que son muy distintos? Tampoco.
Naturalmente ese 30% supernumerario es ese espectro que se siente más o menos
representado por CFK. Y la posibilidad está a mano porque CFK parece
ensimismada en su situación judicial y cuesta imaginarla en la pelea
presidencial en 2023. De hecho pareciera que es la oposición y el odio atávico
de sectores antiperonistas y antikirchneristas el que, aun contra sus
conveniencias políticas, decide avanzar con la fantasía de verla tras las
rejas. Y con esto me refiero a que de la misma manera que la persecución
macrista sobre CFK, y todo lo que oliera a kirchnerismo, finalmente logró
mantenerla con vida (políticamente hablando) al punto que alcanzó para que gane
una elección en 2019 que parecía perdida, la obsesión con que machacan sobre su
figura es la que la vuelve a subir a un ring del cual ella ya se quería bajar
después de 2015. Me atrevo a decir que de no mediar nada extraño, el futuro más
o menos inmediato del kirchnerismo es con CFK liderando pero a un costado o
desde algún lugar institucional pero testimonial, mientras el grueso del
kirchnerismo desembarca en la provincia de Buenos Aires en un eventual segundo
mandato de Kicillof al tiempo que ubica una figura propio secundando a Massa
para fidelizar al votante de paladar negro que le va a costar votar al
tigrense. Al día de hoy, al menos, no parece haber mucho espacio para otra
alternativa aunque, por supuesto, puede fallar y las circunstancias cambiar. Lo
que sí podemos decir es que en lo ideológico el kirchnerismo seguramente
seguirá navegando sin demasiado rumbo entre una izquierda socialdemócrata con
la agenda liberal e identitaria de los demócratas estadounidenses mezclada con
la tradición, la liturgia y los mitos peronistas que incluyen, por supuesto, al
propio liderazgo de CFK. Todo eso hecho un mejunje que vaya saber cómo se
articulará cuando CFK no esté o cuando decida dar un paso al costado. De hecho
no parece casual que más allá de la preocupación personal por las causas
judiciales, tanto ella como el kirchnerismo parezcan más preocupados por cómo
interpretará la historia la larga década kirchnerista. Si siempre se dijo que
el kirchnerismo se había quedado en los 70, habría que decir que el problema es
que se ha quedado en los primeros tres lustros del siglo en un país que cambió
drásticamente desde el 2015 a la fecha. Es injusto pero hoy todo parece viejo y
no se puede pedir acompañamiento por lo que diste hace 10 años, máxime cuando
hoy sos gobierno. Insisto. Puede ser injusto pero es así.
Quedará para otro momento seguir
intentando comprender por qué, a su vez, el kirchnerismo boicoteó el ajuste de
Guzmán para acabar apoyando el ajuste más profundo de Massa. Tiempo atrás nos
preguntábamos cuál había sido el sentido de ese trabajo de horadación y
concluíamos que o bien el plan había fallado o bien no había plan.
Transcurridas las semanas, la balanza parece inclinarse por esta última opción,
lo cual es verdaderamente dramático.
Y permítaseme una última jugada
temeraria: cualquier cosa puede pasar en la oposición. Macri podría ganar una interna
incluso contra Rodríguez Larreta pero hoy, quien tiene más posibilidades de
alcanzar ese “70%” que exige el establishment es el actual jefe de gobierno de
la ciudad. Como alguna vez dijimos en este espacio, en unos meses todo puede
cambiar pero la sensación es que el movimiento pendular de la Argentina ya tocó
los extremos y va en un lento proceso hacia la estabilización en el centro, un
poquitín para la izquierda y otro poco, no tan poquitín, a la derecha. Así, si
la tercera etapa del kircherismo fue la versión descafeinada de Alberto pensada
para captar a quien no quisiera darse cuenta que votaba a CFK, puede que una
lógica similar haga que muchos prefieran votar a Rodríguez Larreta para poder
seguir creyendo que no votan a Macri.
Volviendo a la cuestión inicial,
el massismo, que se ha hecho cargo del gobierno, tiene ahora la tarea de hacer
un ajuste sin que se note. Como decíamos semanas atrás, Massa vio su
oportunidad y la aprovechó sin nada para perder. Es el tercer arquero que
llevan al mundial para cumplir con los números de la lista y de repente se da
cuenta que tiene que atajar en la final. Si pierde será parte de un naufragio,
a esta altura, esperable. Pero quizás ataja los 5 penales y se transforma en el
líder y candidato.
Este ajustar sin que se note
tendrá la tarea de hallar algo de peronista en tipos como Daniel Marx o Gabriel
Rubinstein, o hacer menos rudimentarios los eufemismos. Es que una Malena
Galmarini informando que pagar más por los servicios es solo una redistribución
de subsidios, haría que alguien pueda inferir que pagar más por la comida es
solo una redistribución de la riqueza hacia una mayor concentración de la
misma. No sería más que un juego de palabras hecho con algo de malicia si no se
advirtiera que eso está originado por la insaciabilidad de un mercado
concentrado pero también por la pasividad e ineficacia de un gobierno que no
controla ni soluciona los problemas de la macroeconomía para que esa
especulación tenga límites, tal como sucede en otros países.
Entre un gobierno encargado de
hacer un ajuste que no se note y unos adversarios políticos que van a
contribuir a la ficción diciendo que el gobierno no ajusta y que el verdadero
ajuste lo van a hacer ellos, tendremos tiempo para entretenernos mientras
hacemos cuentas y asistimos a la paradoja de una inflación que se proyecta al 90% con un boom de consumo, o una desocupación
muy baja con casi la mitad de los trabajadores pobres.
Massa no es Menem pero la figura
del riojano se erige como el faro para cierto establishment que recuerda con
nostalgia aquellos años 90 en los que el desastre macroeconómico dejado por
Alfonsín derivó en un proceso de achicamiento del Estado con apoyo popular como
nunca se vio en la Argentina. La profundidad de las medidas está siempre asociada
a la profundidad de las crisis que las originan y si bien nunca se sabe dónde
está el fondo podemos acordar que la situación actual es dramática. Massa toma
una papa caliente y, a su vez, una exigencia baja porque se hace cargo de una
gestión mala. Sin embargo, aun estabilizando el país cuesta imaginar que lo que
venga vaya a ser mejor. Resta esperar para saber si los malos tiempos por los
que atravesará este y el próximo gobierno se transitarán con apoyo popular. Qué
sucederá no lo sé. Pero sí sé que el rol del peronismo será clave.
No hay comentarios:
Publicar un comentario